Las Trece Rosas. Rosa número 12: Elena Gil Olaya
Las Trece Rosas. Rosa número 12: Elena Gil Olaya
Maria Jose Robles Perez

 

Olvidar las injusticias nos lleva a volver a cometerlas. Y por eso quieren que olvidemos, que dejemos enterrados los huesos, que borremos de nuestro pasado las historias desgarradoras de miles de personas que fueron brutalmente humilladas y asesinadas por algo que todavía sigue en nuestras instituciones: el fascismo. 

Nuestro deber es recordar, que las nuevas generaciones sepan de qué es capaz el ser humano lleno de odio cuando el resto del mundo mira hacia otro lado ante las injusticias. 

Con esta humilde pluma, quiero relatar aquí, pequeños retazos de trece inocentes, trece Rosas. Para que nadie olvide.

Hay algo innato que tienen en común todas las rosas de las que hemos hablado: creer, de verdad, que siempre se puede hacer algo más, que hay que seguir, cueste lo que cuesta. Y Elena, nuestra penúltima rosa, no iba a ser menos.

Aunque nació en Madrid, pasó los terribles años que en los libros se mal conoce como Guerra Civil, en Murcia, pasando mucho tiempo en casa atemorizada, pero también saliendo a escondidas para ayudar a todo aquel que lo necesitara. 

Tenía los ojos muy abiertos, era consciente de lo que estaba pasando, de que -desgraciadamente- había un bando y otro. Ella no quería que nadie de ningún bando sufriera, porque el odio no era algo que iba con ella, por eso era roja y no una fascista.

Así que se dedicó a repartir comida para quién lo necesitara, ayudar a algunos compañeros que volvían machacados física y psicológicamente del frente, prestar compañía y colaborar con tantas viudas y huérfanos que quedaron desamparados porque parte de nuestra tierra fue incapaz de aceptar que las urnas son quién tiene que elegir a quien gobierna.

Así, en 1.937, sin pensarlo o tal vez porque lo pensó, Elena ingreso en la JSU.

Cuando en 1.939, ya se sabía que el fascismo había derramado tanta sangre que era imposible reponerse, Elena dejó Murcia, para volver a Madrid, su tierra natal. No sé sabe muy bien cuáles fueron las razones concretas que la llevó a volver a la capital donde meses más tarde sería fusilada, pero podemos sospechar que tenía muy clara sus intenciones, porque solo un día después de llegar a Madrid, en la puerta de la casa de Elena aparecieron nuestra rosa Victoria Muñoz y Sergio Ortiz, que le pidieron que colaborara en la reorganización de la JSU que se estaba llevando a cabo en la clandestinidad, aunque no estaba dando muchos frutos.

Elena no dudó ni un solo segundo en decir que por supuesto que se podía contar con ella. Así, sin saberlo o tal vez sabiéndolo, firmó su sentencia.

Elena formó parte, de esta forma, del famoso sector Chamartín de la Rosa, al que ya hemos mencionado antes, puesto que también formaban parte de él nuestras rosa Ana López, Martina Barroso y Victoria Muñoz, siendo Sergio Ortiz el líder. Precisamente este sector, fue uno de los primeros en ser desarticulados por acusaciones, confesiones bajo torturas y policías infiltrados. Cayeron nuestras rosas. Cayó la esperanza.

Ingresa en la cárcel famosa de Ventas, ya sabéis, donde ya no cabía ni un alma más, pero el franquismo no paro de meter mujeres, llevándolas a la muerte por enfermedades, mala higiene, deshidratación y hambre. Porque pegarles un tiro no era suficiente.

Fue el 3 de junio de 1.939 cuando Elena entró en ese infernal lugar, sacando fuerzas de donde tal vez ya no quedaban.

Y, por supuesto, fue condenada a muerte, acusada de muchas cosas y diciendo la sentencia que se probó que esta tomaba parte de las actividades delictivas de la JSU.

A toda prisa, la recogieron junto con sus compañeras y le reventaron el cráneo contra la tapia de un cementerio, para que no hablara. Para que nadie más hablara. Y lo consiguieron.

Fuera María del Carmen Cuesta, la testigo estrella que tantas cosas pudo dejar para la posteridad de lo que allí dentro ocurrió, la que tuvo la suerte de recibir su cinturón de cuentas. Era todo lo que tenía allí dentro.
Aunque dejó mucho más. A algunos, nos dejó mucho más.

Elena solo tenía 20 años. A esa edad, las inquietudes de una joven deberían ser otras como buscar trabajo, vivir la vida, disfrutar con los amigos, cuidar de la familia, estudiar, conocer el amor... Pero estaban en el año 1.939.

Las Trece Rosas. Rosa número 1: Adelina García Casillas
Las Trece Rosas. Rosa número 2: Virtudes González García
Las Trece Rosas. Rosa número 3: Blanca Brisac Vázquez
Las Trece Rosas. Rosa número 4: Julia Conesa Conesa
Las Trece Rosas. Rosa número 5: Martina Barroso García
Las Trece Rosas. Rosa número 6: Ana López Gallego
Las Trece Rosas. Rosa número 7: Dionisia Manzanero Salas
Las Trece Rosas. Rosa número 8: Carmen Barrero Aguado
Las Trece Rosas. Rosa número 9: Carmen Barredo Aguado
Las Trece Rosas. Rosa número 10: Pilar Bueno Ibáñez
Las Trece Rosas. Rosa número 11: Victoria Muñoz García


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