Las Trece Rosas. Rosa número 5: Martina Barroso García
Las Trece Rosas. Rosa número 5: Martina Barroso García
Maria Jose Robles Perez


Olvidar las injusticias nos lleva a volver a cometerlas. Y por eso quieren que olvidemos, que dejemos enterrados los huesos, que borremos de nuestro pasado las historias desgarradoras de miles de personas que fueron brutalmente humilladas y asesinadas por algo que todavía sigue en nuestras instituciones: el fascismo. 

Nuestro deber es recordar, que las nuevas generaciones sepan de qué es capaz el ser humano lleno de odio cuando el resto del mundo mira hacia otro lado ante las injusticias. 

Con esta humilde pluma, quiero relatar aquí, pequeños retazos de trece inocentes, trece Rosas. Para que nadie olvide.

Su familia solo tiene una foto de ella, de esa cara llena de múltiples pequitas, foto que fue regalada por un viejo novio. ¿Por qué solo esa foto? Bueno, los guardias que con gusto decían cumplir órdenes, quemaron todas las fotos de una joven de 22 años cuyo mayor delito fue hablar con otros jóvenes sobre la importancia de resistir frente a una dictadura fascista.

Perdió a un hermano en la batalla, esa que se libraba entre hermanos de tierra porque una oleada de odio impregnó numerosas mentes que andaban vagando con sed de sangre. Aún así, a pesar de o precisamente por ello, saber el dolor que suponía tener a un familiar perdido entre las balas, como modista, Martina confeccionó ropa para los milicianos del bando republicano, siendo en uno de esos talleres donde cosió junto a su querida amiga Ana López, otra rosa asesinada. En total eran unas 2.000 muchachas las que cosían y de esa forma también aportaban su grano de arena a la causa. Posteriormente, también trabajó en un comedor social para ayudar aquellos que solicitaban, literalmente, un trozo de pan.

Arrestada y condenada a muerte. Como el resto, fue acusada de actividad clandestina, de conspirar contra la dictadura, como si eso hubiera sido posible en medio de tal diversa barbarie y con el resto del mundo observando sin reacción alguna. También fue acusada del asesinato del teniente de la Guardia Civil, Isaac Gabalán, que junto con su hija y el conductor cuentan los que así creyeron conveniente, que murieron asesinados en manos de un asalto, perpetuado por las juventudes rebeldes (donde supuestamente, sin pruebas, se incluye a las 13 Rosas). Da igual que incluso la propia familia del teniente pensara que eso era una mentira, da igual que no hubiera ninguna prueba de ello.

Todo da igual cuando el fascismo ha tomado el poder y manda a su antojo. Tampoco se pudo demostrar nunca que hubiera tenido lugar cualquier actividad clandestina por parte de los vencidos, tras terminar la Guerra Civil. Pero da igual. Había que asustar, dar ejemplo, enseñar quien mandaba, recordar quien llevaba el arma en la mano.

Antes de ser llevadas a la tapia del cementerio donde sus cabezas serían atravesadas por unas balas, se les obligaban a que confesaran sus pecados, ante un impávido cura dichoso de pertenecer a una institución que con agrado y aprisa quiso ser la mano derecha de dicha dictadura. La mayoría de ellas no creían en dios, me pregunto como es posible que un creyente pueda creer en dios si piensa en esta masacre humana; pero muchas se confesaban o fingían hacerlo, porque así les daba permiso para escribir una última carta.

“Me matan siendo inocente, que se confiesen los que matan a inocentes”, dijo.

Martina se negó a confesarse ante ese Dios cruel que sonreía mientras un pueblo era masacrado: “Me matan siendo inocente, que se confiesen los que matan a inocentes”, dijo. Por supuesto que no la dejaron escribir esa última carta de despedida. Lo que no sabían esos miserables, es que Martina ya había hecho la mayor carta de despedida que tal vez se hizo dentro de esa cárcel.

Unas alpargatas.

Con cuidado y delicadeza, cosió y bordó unas pequeñas alpargatas, gracias a unos hilos que “robó” del taller de labor. Imaginaros que imagen tan terriblemente desgarradora: Martina robando hilo. Hilo. 

Unas alpargatas para su sobrina Lolita, que estaba a punto de cumplir dos años. Cuando las entregó, lo hizo bajo estas palabras: “para ella y para la hija que tendrá. Para que caminen por el dilatado mundo que no conoceré. Que vivan la vida que no podré vivir. Estas zapatillas significan: no me olvidéis”.

Unas zapatillas que, efectivamente, utilizó su sobrina Lolita, y que, años después, utilizaría la hija de esta. Unas zapatillas con unas mariposas bordadas y, con todo el descaro y disimulo del mundo, con los colores de la bandera republicana metido en sus cordones.

Porque quitaron vidas. Muchas vidas. 

Pero no pudieron, ni nunca podrán, quitar aquello que nos es innato: la libertad. Con unas simples alpargatas, Martina dejó ese inolvidable legado.

Las Trece Rosas. Rosa número 1: Adelina García Casillas

Las Trece Rosas. Rosa número 2: Virtudes González García 

Las Trece Rosas. Rosa número 3: Blanca Brisac Vázquez  

Las Trece Rosas. Rosa número 4: Julia Conesa Conesa


Fuente → facebook.com

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