Las Trece Rosas. Rosa número 4: Julia Conesa Conesa
 
Las Trece Rosas. Rosa número 4: Julia Conesa Conesa
Maria Jose Robles Perez

Olvidar las injusticias nos lleva a volver a cometerlas. Y por eso quieren que olvidemos, que dejemos enterrados los huesos, que borremos de nuestro pasado las historias desgarradoras de miles de personas que fueron brutalmente humilladas y asesinadas por algo que todavía sigue en nuestras instituciones: el fascismo.

Nuestro deber es recordar, que las nuevas generaciones sepan de qué es capaz el ser humano lleno de odio cuando el resto del mundo mira hacia otro lado ante las injusticias.

Con esta humilde pluma, quiero relatar aquí, pequeños retazos de trece inocentes, trece Rosas. Para que nadie olvide.

"Estoy bien. Canto, río y bailo", decía Julia Conesa a sus familiares cuando iban a verla, a pesar de que los ojos podían mostrar más que esas cinco palabras, porque lo cierto es que en cada visita a la cárcel, veían a Julia más demacrada, pálida, ojerosa y enferma.

Julia sabía muy bien lo que decía, era un mensaje para su madre, que se quedaba en casa sin poder visitarla debido a que estaba enferma. A pesar de todo, su madre, finalmente, si pudo ir a la cárcel para verla en una ocasión, comprobando con sus propias pupilas las mentiras piadosas de su niña, y para llevarle a Franco una solicitud de indulto, donde unas 40 mujeres había firmado una petición en la que se rogaba el perdón para Julia, aunque su novio ni siquiera tuvo el valor de firmarla.

Pobres inocentes, la carta llegó tarde. Pero de haber llegado a tiempo ¿Alguien cree que Franco hubiera cedido ese perdón? ¿Y perdón a qué? Esta segunda pregunta es la más importante.

Fue un 5 de mayo de 1939, cuando la policía que ya no ejercía el papel de policía, fueron a la puerta de la casa de Dolores Conesa, donde vivía ella con sus tres hijas. Tanto Dolores como sus dos hijas mayores, Trinidad y Ángeles, ya eran viudas, gracias a las balas de la guerra que provocan la muerte de tantas vidas inocentes. Porque Antonio, el padre de Julia, marchó al frente y acabo en un campo de concentración en Valladolid.

Hay una "preciosa" canción que dice así: 

"Cuando las nubes oculten el Sol
Y el camino derrote a tus pies
Si el viento en la cara quema tu piel
Recuerda siempre que te esperaré.

Cuando el fragor de la lucha escuchéis
O si ves al amigo caer
Si la sangre en su pecho te duele también
Recuerda siempre que te esperaré

El agua de lluvia mi amor te traerá
Y en la brisa mi voz sentirás
Y al final de la guerra si vuelves seré
Tu esposa o tu viuda porque te esperé".

Porque se habla de los hombres caídos en la batalla, de la sangre derramada, de las cabezas fusiladas contra paredes, de los cuerpos enterrados en la vereda de un camino...pero poco o nada se habla de todas esas mujeres que esperaban, esperaban sin más, con la incertidumbre de saber si les iba a traer un abrazo de vuelta o un cadáver. A veces, esa espera, solo traía silencio. Y ahí, seguían esperando. Todas ellas.

Ángeles, cayó en una profunda depresión tras perder a su novio en el frente y murió ese mismo año (cuando Julia ya estaba en la cárcel), a cuyo entierro solo pudo asistir su madre, su hermana Trinidad y Julia (quién estaba acompañada por guardias que la custodiaban), ya que nadie se atrevía ni a ir a los entierros de quiénes eran señalados como "rojos".

El día de la visita de la policía a casa de Dolores, quién creía que el dictador ya no podía quitarle nada más, preguntaron por su hija de 19 años, sólo querían hacerle unas preguntas rutinarias, las mismas preguntas que les hacían a todos aquellos que nunca más volvieron.

Un amigo de su novio fue quien la denunció a ella y a su amiga Adelina García como sospechosas de ser rojas.

Julia fue trasladada a la prisión de Ventas, donde se hacinaban y agonizaban más de 4.000 mujeres, aunque solo hubiera espacio para 450.

Julia, junto con otros muchos jóvenes donde se incluye a las 13 Rosas, fueron condenados a muerte por un delito de adhesión a la rebelión, acusados de cometer actos delictivos contra el orden social y jurídico de la nueva España, desde luego es escalofriante que un dictador acuse a otros de actos delictivos. Actos tan graves como colocar pequeños papeles en calles que decía "Menos Franco y más pan blanco".

Era mentira, la mayoría de ellos ni siquiera habían tenido oportunidad de integrarse en ninguna organización clandestina pues la guerra apenas había terminado, pero cualquier excusa era justa para el fascismo. Y de ser verdad, nada justifica que se fusile a personas. Nada.

Así, la sentencia que llevó al paredón a Julia, la acusaba simplemente de haber sido cobradora de tranvías, pues además de ser modista, para salir adelante con su madre y sus dos hermanas, Julia emprendió este trabajo durante la dominación marxista, donde cobraba 12 pesetas al mes y siendo una oportunidad para ella y tantas otras mujeres que ahora podían acceder a los puestos que hasta entonces solo habían estado reservados para sus compañeros por el mero hecho de ser hombres (es curioso que hubo que esperar a que los hombres fueran al frente, para que las mujeres se encontraran con un mundo lleno de posibilidades). Cobradora de tranvías, tremendo delito ¿Verdad?

Cuando los nacionales entraron en Madrid, Julia perdió ese trabajo ya que no era considerado como un trabajo para mujeres.

Junto con ese trabajo, Julia también se vio obligada a dejar su pasión: el deporte, lo cual fue precisamente lo que hizo que se acercara a la JSU con la intención de seguir los cursos de gimnasia y deportes que se impartían en los locales de la organización e incluso terminó siendo monitora y Secretaria Deportiva del mismo, algo que ni su madre sabía.

La madrugada del 5 de agosto, Julia recorrió por última vez las dependencias de la cárcel en la que pasó tantas penurias, donde ella decía que reía, cantaba y bailaba. Subieron al camión, ¿qué más podían hacer? 

Por cierto, ¿dónde estaba el resto del mundo qué alababa la democracia, mientras?

A Julia le dio tiempo escribir una carta, que llegaría a su familia sin tener que pasar la censura, gracias a que las chicas se las arreglaban para pasar información a través de los dobladillos de la ropa cuando sus familias iban a verlas.

La carta decía así:

"Madre, hermana, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie.
Yo salgo sin llorar. Cuida de mi madre.
Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente.
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós, madre querida, adiós para siempre.
Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar.
Que mi nombre no se borre de la Historia."

Cuántos besos, cuántos abrazos robó el fascismo. Para que todavía haya quienes se atreven a darle un micrófono y a pedir que vuelva a nuestras vidas.

Julia no fue consciente de lo importante que era lo que estaba diciendo al final de su carta.

Se las llevaron en plena noche y cuando bajaban las escaleras Julia comenzó a cantar el himno de la "joven guardia", todas las demás la siguieron...

"Somos la joven guardia
Que va forjando el porvenir.
Nos templó la miseria,
Sabremos vencer o morir.
Noble es la causa de librar
Al hombre de su esclavitud.
Quizá el camino hay que regar.
Con sangre de la juventud.

Que esté en guardia,
Que esté en guardia
El burgués insaciable y cruel.
Joven guardia,
Joven guardia,
No le des paz ni cuartel.

Es la lucha final que comienza,
La revancha de los que ansían pan;
En la revolución que está en marcha
Los esclavos el triunfo alcanzarán.

Siempre en guardia,
Siempre en guardia,
Joven guardia.

Hijos de la miseria,
Ella rebeldes nos forjó.
Odio a la tiranía
Que a nuestros padres explotó.
Más hambre no hemos de sufrir.
Los que trabajan comerán.
La explotación va a concluir.
Nuestras las fábricas serán.

Que esté en guardia,
Que esté en guardia
El burgués insaciable y cruel.
Joven guardia,
Joven guardia,
No le des paz ni cuartel.

Es la lucha final que comienza,
La revancha de los que ansían pan;
En la revolución que está en marcha
Los esclavos el triunfo alcanzarán.

Siempre en guardia,
Siempre en guardia,
Joven guardia.

Mañana por las calles
Masas en triunfo marcharán.
Ante la guardia roja
Los poderosos temblarán.
Somos los hijos de Lenin,
Y a vuestro régimen feroz
El comunismo ha de abatir
Con el martillo y con la hoz."

Sus voces se fueron perdiendo y después... Balas. Silencio y balas.
No se me ocurre un sonido que describa mejor lo que supone la barbarie fascista.

De las diversas notas que Julia se las ingenió para pasar a su madre, tenemos la suerte de que se hayan conservado algunas, como las siguientes:

"Mamá no pienses en nada, que todo se arreglará y pronto nos abrazaremos", Julia dando ánimos a su madre, mientras agonizaba en una cárcel esperando su final.

Otra decía así: "mamá, cuánto siento no poder ayudarte a buscar trabajo, trabajar la una para la otra. Pues de lo que me dijiste de mi novio nada me importa, todavía soy muy joven. Si ese se ha ido, nada me importa, otro me vendrá, ¿No te parece? El día que yo salga de aquí ya le hablaré muy claro a ese idiota, tú no te apures por nada...", Julia tras saber que su novio la había dejado de lado y no quería apoyarla.

Pobre inocente Dolores, que fue a pedir un indulto a Franco. Creía que el odio puede razonar, que el odio podía tener compasión. Así de grande es el corazón de los rojos, que creen que todos tienen la capacidad de amar.

Las Trece Rosas. Rosa número 1: Adelina García Casillas

Las Trece Rosas. Rosa número 2: Virtudes González García 

Las Trece Rosas. Rosa número 3: Blanca Brisac Vázquez 


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