Las Trece Rosas. Rosa número 10: Pilar Bueno Ibáñez

Las Trece Rosas. Rosa número 10: Pilar Bueno Ibáñez
Maria Jose Robles Perez

Olvidar las injusticias nos lleva a volver a cometerlas. Y por eso quieren que olvidemos, que dejemos enterrados los huesos, que borremos de nuestro pasado las historias desgarradoras de miles de personas que fueron brutalmente humilladas y asesinadas por algo que todavía sigue en nuestras instituciones: el fascismo. 

Nuestro deber es recordar, que las nuevas generaciones sepan de qué es capaz el ser humano lleno de odio cuando el resto del mundo mira hacia otro lado ante las injusticias.

Con esta humilde pluma, quiero relatar aquí, pequeños retazos de trece inocentes, trece Rosas. Para que nadie olvide.

Hay gente a la que no le hace falta eslóganes ni que las traten de convencer de lo que está pasando en el mundo, ni que le abran los ojos o les quiten la venda.

No. Por suerte hay gente que tiene los ojos bien abiertos, sobre todo cuando es en su propia piel donde sufren las desigualdades de este mundo.

Este era el caso de Pilar, que desde muy joven trabajó como modista en un taller donde se cosía para esa gente llamada "gente de bien", gente adinerada que vivía de forma muy lujosa a costa del sudor y el trabajo de gente pobre que no llegaba a fin de mes como era el caso de Pilar, quien prolongaba sus jornadas para así obtener un poco más de sueldo y llevarlo a casa, donde vivía con su tía, siendo su sueldo el único que entraba desde que su tío falleció. Tener conciencia de clase es algo fundamental para darse cuenta de las injusticias que sufrimos en nuestras vidas, algo que por desgracia muchos ya no quieren ver. Pilar tomó conciencia revolucionaria, como no podía ser de otra manera.

Y hay quienes lamen la bota que les pisa. Por eso las cosas no cambiaran nunca.

Por suerte, Pilar sí tenía esperanza en este mundo. Así, al comenzar la guerra, trabajó como voluntaria en una de las numerosas casas cuna, donde se recogían a niños huérfanos e hijos de milicianos que seguían en el frente o qué tal vez ya solo eran pasto de los gusanos. Ahí dentro Pilar vio la solidaridad tan impresionante que aguardan algunos corazones incluso en medio del infierno. Pilar vio aquello y vio también como La Unión Soviética ayudó a la República a luchar contra un fascista y la dictadura que estaba intentando imponer en medio de una democracia que tanto había costado. Entonces, decide afiliarse al PCE y ahí pudo ver aún más de lo mismo: la camadería que había allí dentro, la solidaridad y la lucha que sus compañeros llevaban a cabo de verdad porque creían que las cosas podían cambiar, que hoy no es más que un recuerdo agridulce para los nostálgicos que aún confían a ciegas en líderes que ya sólo defienden sillones y puestos de amigos y conocidos. Aunque, por suerte, no todos son así.

En el PCE llevó las cuentas de Radio Norte, pues era muy buena con los números. Además se incorporó a la Escuela de Cuadros del partido y, más tarde, llegó a ser Secretaria de Organización de Radio Norte. Una de las cosas que llevó a cabo con mucho esmero fue un arduo trabajo, a simple vista insignificante, pero con un trasfondo realmente importante porque es una de las cosas que mantiene vivo y hace crecer el fascismo: Pilar se dedicó a desenmascarar los bulos que el Bando Nacional vertía sin descaro.

Cuando ya parecía que Franco se había adueñado de las vidas que quedaban sobre esta tierra manchada de sangre, Pilar perdió todo contacto con la gente que aún quedaba viva del partido.

Pero a finales de abril de 1.939, cuatro meses antes de ser asesinada, la esposa de Federico Bascuñada entró en contacto con ella, pues él era el encargado de reorganizar el partido en la capital, una tarea muy atrevida.

Por supuesto que Pilar aceptó, a pesar de que sabía las terribles consecuencias que esa decisión podría traerle. Así, se encargó de la reorganización del PCE en nada más y nada menos que 8 sectores de Madrid: Norte, Sur, Este, Oeste, Chamartín de la Rosa, Guindalera, Prosperidad y Vallecas.

La casa de Pilar se convirtió en el centro de unión de la nueva dirección del partido que en el silencio intentaba volverle a dar esperanza a todos los que habían sobrevivido.

Fue detenida el 15 de mayo y el 17 ingresó en la prisión de Ventas de mujeres. Condenada a muerte, como las otras rosas, con las mismas mentiras, y justificando tal atrocidad con lo único que sí podían probar: el delito de Pilar fue ser miembro del Comité provincial, teniendo por misión la de favorecer mediante suscripciones a los presos y ayudar a la recogida de armas, así como organizar la sección femenina.

Fijaos bien: resistencia, solidaridad y feminismo. Por eso el fascismo asesinó a Pilar y sigue matando aún hoy en día.

Su novio tuvo la suerte, la gran suerte, de morir por una enfermedad al comienzo de la guerra: así evito ver destrozada las ciudades, los edificios derrumbados, las calles llenas de sangre, la gente escondidas dentro y tras los armarios, los gritos de dolor por torturas, los llantos de las madres y esposas al recibir cuerpos fríos en sus brazos... Así, tuvo la suerte de no ver a su novia Pilar envuelta en sangre a los pies de una tapia de un cementerio.

Hay que estar muy ciego para no ver las injusticias y maldades que trae el fascismo y de la que no solo fuimos testigos, sino que lo seguiremos siendo.

Pilar escribió una autobiografía que forma parte de los archivos del PCE, y una de las cosas que en ella decía era que le nació un espíritu de rebeldía al ver como la explotaban.

Que vergüenza de aquellos que aplauden a sus explotadores.

Las Trece Rosas. Rosa número 1: Adelina García Casillas
Las Trece Rosas. Rosa número 2: Virtudes González García
Las Trece Rosas. Rosa número 3: Blanca Brisac Vázquez
Las Trece Rosas. Rosa número 4: Julia Conesa Conesa
Las Trece Rosas. Rosa número 5: Martina Barroso García
Las Trece Rosas. Rosa número 6: Ana López Gallego
Las Trece Rosas. Rosa número 7: Dionisia Manzanero Salas
Las Trece Rosas. Rosa número 8: Carmen Barrero Aguado
Las Trece Rosas. Rosa número 9: Carmen Barredo Aguado 


Fuente → facebook.com

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