
Los campos de concentración franquistas en Zamora, de los más grandes de España con 6.000 presos en un año / Susana Arizaga
La provincia acogía en los recintos de “represión y esclavitud” a los partidarios de la República que iban cayendo al final de la Guerra Civil
Los más de 6.000 prisioneros represaliados en campos de concentración bajo la dictadura de Franco en Zamora capital y
Toro desde abril de 1939 engrosan la lista de "los más importantes
registrados en todo el territorio español como parte esencial del
genocidio ideológico” emprendido por el régimen fascista en España,
según manifestó ayer el periodista e investigador Carlos Hernández que
participó en las jornadas del Foro por la Memoria de Zamora.
Hacinados en el cuartel militar del Regimiento Toledo (ubicado en
la actual plaza del Cuartel Viejo) y en tres recintos de la
localidad toresana (los hospitales de la Cruz y de Convalecencia, y el
asilo de la marquesa de Valparaíso) no había ni un zamorano porque se
les conducía a campos de otros territorios “para ser exterminados o como esclavos para realizar trabajos forzados en obras del régimen o de ayuntamientos”.
La práctica de dispersión era una estrategia documentada, “había una instrucción desde la cúpula franquista para alejar a los presos de su entorno e impedir conspiraciones, intentos de fuga o ayudas del exterior”.
El tiempo de funcionamiento de los campos de concentración franquistas en Zamora, entre uno o dos años, “coincide con la campaña militar en Cataluña,
donde poco a poco va cayendo el frente catalán y los colocan aquí”, en
Zamora, agrega el investigador, autor del libro "Los Campos de
Concentración de Franco".
Entonces hay menos presos zamoranos en estos recintos de
represión porque la provincia cae de inmediato en manos franquistas y
“los más jóvenes, salvo los que se van fuera de la provincia, no tienen ocasión de ser detenidos, de continuar luchando en el frente, rápidamente los exterminan. La mayoría, asesinados sin juicio previo”.
“El hambre, lo peor”
Los campos se crean inicialmente “para investigar a los presos”,
así como para “enrolarlos en batallones para hacer trabajos forzados en
obras” situadas siempre en provincias distintas a sus lugares de
nacimiento o de residencia habitual, de modo los de Zamora iban a Soria,
a Burgos, y viceversa, indica como ejemplo el periodista.
La estrategia más común era utilizarlos en obras lo suficientemente cerca de los campos de concentración como para que los "presos esclavizados" como trabajadores “fueran y volvieran cada día al campo de concentración que ocupaban”.
El dictador Franco pone en marcha el mismo sistema que en Auschwitz o Mauthausen tenían
los nazis, “en aquellos campos donde los presos estaban lejos del lugar
del trabajo creaban pequeños campos próximos, cercanos a las canteras o
a las obras que realizaban, era más eficiente. Se trataba de un pequeño
recinto rodeado de alambradas y funcionaban con el mismo sistema que el
campo de concentración grande”.
La resistencia en la provincia se liquida con asesinatos en el primer año
Los testimonios de primera mano de los supervivientes de estos "recintos de tortura y genocidio" recopilados por Carlos Hernández durante su largo proceso de investigación, aún abierto, coinciden en destacar que "lo más duro para ellos era el hambre, más allá del miedo a morir”, a las condiciones infrahumanas en las que vivían los presos de la dictadura; “más allá de los malos tratos que
sufrían a diario, de las enfermedades, la falta de higiene, con plagas
de piojos y pulgas. El hambre que pasaron fue lo peor, muchos mueren
por falta de alimentación”.
El comandante que crea una tienda y el almuerzo con banda de música en Toro
“En Zamora, desde la sublevación militar en el primer año, en
1936, en los años más fuertes del levantamiento militar”, los
franquista “van asesinando a los partidarios del régimen democrático de la República que
consideran más peligrosos. En Zamora acaban muertos en su mayoría”,
explica el autor del libro “Los campos de Concentración de Franco”.
“Es importante el caso de Zamora porque no hubo guerra, cayó
inmediatamente, triunfó el bando franquista”, una situación que viene a
confirmar que “no hubo violencia por parte de la izquierda zamorana”,
como pretende hacer creer el régimen y la derecha. “La represión es
igual o más brutal que en otras provincias”, dada esa masacre inicial en
la capital y la provincia, donde se asesina a miles de personas.
Hernández recuerda y subraya que “la represión franquista fue premeditada, el general Mola manda directivas a secretas a militares para eliminar a todos los elementos izquierdistas, republicanos, anarquista y socialistas”.
La documentación recopilada en el campo de concentración
de Toro permite al investigador corroborar “la parte más negra de las
condiciones de vida de los presos en los campos de concentración ideados
por la dictadura”. Un informe interno que “cuenta la verdad”, cómo “un
militar encargado de la sanidad investiga, por una rencilla entre
oficiales, al comandante del campo de Toro que llegó a abrir una pequeña tienda con la que se enriqueció inflando precios y vendiéndolos productos a presos que recibían dinero de sus familias”, concreta Carlos Hernández.
El testimonio echa abajo la propagada franquista que usa a los
medios de comunicación, al Heraldo de Zamora, en este caso, para lavar
la imagen del régimen de terror se que impone en España. Los periódicos se encargan de incidir en que “en los campos no se vivía mal; la prensa franquista hablaba de una vida estupenda".
El Heraldo de Zamora "decía textualmente en una información
en septiembre de 1939 que se había celebrado en el campo de Toro de
festividad de la Virgen de la Merced con un almuerzo
extraordinario amenizado por una banda de música municipal. Es la lógica de propaganda franquista”.
Fuente → epe.es
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