Perdonar está bien, pero no olvidar es aprender
Perdonar está bien, pero no olvidar es aprender
Julían Arroyo 

Perdonar libera, pero la memoria protege: aprender del pasado es la clave para construir un futuro más justo. 

Frente a la coletilla popular: ni perdonamos ni olvidamos, yo la parto, porque perdonar es propio de una persona de bien pero olvidar, no. La frase refleja una sabiduría profunda: el perdón libera, pero la memoria protege. Perdonar no significa justificar lo que ocurrió ni permitir que se repita. Significa soltar el peso del rencor. Pero no olvidar implica conservar la lección, reconocer los límites y protegerse en el futuro.
 

La expresión cobra especial relevancia en el contexto de la Guerra Civil Española (1936–1939), un conflicto que dividió profundamente al país y cuya memoria sigue siendo objeto de reflexión, debate y reconstrucción. El perdón y la memoria han convivido —a veces en tensión— en la historia reciente de España:

La Transición Española (1975–1982). Tras la muerte de Franco, España vivió un proceso de democratización que implicó una especie de “pacto de silencio” sobre los crímenes del franquismo y la guerra civil. Aunque se buscaba la reconciliación nacional, este enfoque también implicó dejar sin justicia muchas heridas abiertas.

Proyectos como “Memorias Familiares” del Museo Nacional de Antropología recogen relatos transmitidos de generación en generación, preservando vivencias personales de la guerra. Estas historias ayudan a entender el impacto del conflicto en la vida cotidiana y a resistir el olvido institucional.

Películas como Libertarias (1996) han recuperado el papel de las mujeres en la guerra civil, mostrando cómo el arte puede ser un vehículo para reconstruir la memoria histórica y dar voz a quienes fueron silenciados.

Recordar es una forma de honrar a las víctimas, aprender de los errores y construir una sociedad más justa. Recordar es una forma de honrar a las víctimas, y también de construir justicia. En el contexto de la Guerra Civil Española, recordar ha sido una herramienta poderosa para dignificar a quienes sufrieron persecución, exilio o muerte, y para exigir que sus historias no queden sepultadas por el silencio.

Ley de Memoria Histórica (2007). Esta ley fue aprobada para reconocer y ampliar derechos a quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Incluye medidas como la localización y exhumación de fosas comunes, la retirada de símbolos franquistas y el reconocimiento de las víctimas. Aunque ha generado debate, representa un esfuerzo institucional por recordar y reparar.

Miles de víctimas fueron enterradas en fosas sin identificación. Asociaciones como la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) han trabajado para exhumarlas y devolverles nombre y dignidad. Cada cuerpo recuperado es una historia que vuelve a la luz, una familia que puede cerrar su duelo.

Arte y cultura como memoria. Obras como Las Trece Rosas (película y libro) recuerdan a jóvenes fusiladas por el régimen franquista, convirtiéndose en símbolos de resistencia y memoria. El teatro, la literatura y el cine han sido espacios donde las voces silenciadas encuentran eco.

Existen muchos testimonios orales. Muchas familias han transmitido relatos de la guerra y la posguerra como forma de preservar la verdad. Proyectos de historia oral han recogido estos testimonios, creando archivos vivos que desafían el olvido. Recordar no es abrir heridas, sino evitar que se repitan.

Recordar no es abrir heridas, sino evitar que se repitan. La memoria histórica no busca venganza, sino prevención. En el contexto de la Guerra Civil Española y la dictadura franquista, recordar ha sido una forma de dignificar a las víctimas, entender las causas del conflicto y construir una sociedad más justa y consciente. El recuerdo puede ser una herramienta de sanación y de protección.

La memoria es justicia simbólica. Exhumar fosas comunes no trata solo de recuperar cuerpos, sino de devolverles identidad, cerrar duelos y reconocer el sufrimiento de miles de familias. Importa mucho el reconocimiento institucional: La Ley de Memoria Democrática (2022) refuerza el derecho a la verdad, la justicia y la reparación, y declara ilegítimos los tribunales franquistas.

Hay iniciativas escolares para no repetir. En algunas comunidades autónomas se han incorporado contenidos sobre la Guerra Civil y el franquismo en los currículos escolares, para que las nuevas generaciones comprendan lo que ocurrió.

Lugares como el Centro de la Memoria Histórica en Salamanca ofrecen espacios para aprender, reflexionar y debatir sobre el pasado.

También literatura testimonial. Libros como Los girasoles ciegos de Alberto Méndez dan voz a quienes vivieron la represión, mostrando el impacto humano del conflicto.

Y cine comprometido. Películas como La voz dormida o El silencio de otros han contribuido a visibilizar el dolor silenciado y a abrir espacios de diálogo.

Recordar no es quedarse en el pasado, sino iluminar el presente para que el futuro no repita sus errores.

Que el futuro no repita sus errores es la razón más poderosa para recordar. La memoria histórica no es un ancla al pasado, sino un faro para el porvenir. En el caso de la Guerra Civil Española, este principio ha guiado a generaciones que buscan justicia, verdad y reparación no solo por lo que ocurrió, sino para que nunca vuelva a ocurrir.

Recordar no es quedarse atrapado en el dolor, sino construir una memoria activa que nos proteja.  “Ocurrió, por consiguiente puede volver a ocurrir” (Primo Levi). Y por eso, no olvidamos. 



Fuente → mundiario.com

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