
Ramón Martín
El próximo 30 de septiembre se cumplirán 157 años de esta Revolución. La última de las revoluciones del siglo XIX, que abrirá paso al Sexenio Democrático. Un periodo de gran inestabilidad, aunque fecundo, que se cerró con la Restauración Borbónica de 29 de diciembre de 1874. Pero, en realidad, la Gloriosa procede de otro pronunciamiento, de signo muy distinto, me refiero al dado el 18 de septiembre de 1868 por el brigadier Juan Bautista Topete, al que se unirán Juan Prim y Francisco Serrano.
Aparece un nuevo partido: el Partido Demócrata Republicano Federal surgido tras las reuniones celebradas en el Circo de Price de Madrid, a lo largo del mes de octubre de 1868. Este nuevo partido capitalizaría la frustración de un sector de los revolucionarios ante la opción monárquica del Gobierno Provisional, pero también el descontento de los sectores urbanos ante el incumplimiento de algunas promesas como la abolición de las quintas. En las zonas de latifundio, la Federal se volverá un mito movilizador para las ansias de tierra de los campesinos. En cualquier caso, ambos proyectos liberales: el monárquico y el republicano, tuvieron como primordial objetivo democratizar y secularizar el Estado y el espacio público para poner a España a la altura de las naciones más prósperas de Europa.
La revolución promovió un cambio en la unidad monetaria, adoptando la peseta; y llevando a cabo una modificación en la política arancelaria que sustituirá el proteccionismo por un librecambismo moderado, debido al influjo de la Escuela economista. Se propuso variar el enfoque de la política educativa, legislando a favor de la libertad de enseñanza, para poder desmontar la rigidez que el último moderantismo en ligazón con la Iglesia católica había impuesto sobre el sistema escolar, muy en especial sobre las Universidades, favoreciendo el desarrollo de nuevas iniciativas, emanadas de los propios docentes, de ciudadanos privados o de los entes locales. En todo ello se notaba el influjo del Krausismo.
El clima de libertad instaurado, permitió la constitución de núcleos obreros radicalizados, que giraron en la órbita del anarquismo, inaugurando así una de las corrientes más poderosas en el movimiento obrero español. A las pocas semanas de iniciarse la Gloriosa se inició una insurrección anticolonial en la Isla de Cuba contra el poder colonial español que condicionó el desarrollo del proceso político revolucionario y que agudizó en las movilizaciones en contra de las quintas y a favor de la abolición de la esclavitud.
La falta de titular en el trono español, careciendo de un candidato español a la Corona (el general Espartero, rechazaría el ofrecimiento) dio alas al carlismo y a su nuevo pretendiente, Carlos VII, que promovió una intensa agitación en su favor, y llevó a los dirigentes monárquicos a iniciar una afanosa búsqueda de rey entre las casas reinantes europeas. A estas gestiones se adhirieron los que promovían la Unión ibérica que aceptaban la llegada al trono de un miembro de la dinastía gobernante en Portugal.

Fuente → cosasdehistoriayarte.blogspot.com
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