
Rosa Brines
Ochenta años después del final de la contienda, el homenaje al teniente valenciano y a los miles de exiliados que combatieron al nazismo cobra un nuevo sentido, en un momento marcado por la erosión de los consensos democráticos surgidos tras 1945 y de crecimiento de propuestas políticas que recuerdan a aquel fascismo.
España no participó oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, pero decenas de miles de republicanos sí lo hicieron. Ocho décadas después del conflicto más devastador del siglo XX, los homenajes a quienes lucharon contra el fascismo desde el exilio adquieren un significado especial, en medio del desgaste de los valores de paz y libertad nacidos de la victoria aliada.
Uno de estos homenajes tiene lugar cada mes de agosto en la localidad valenciana de Sueca, donde decenas de personas recuerdan la figura de Amado Granell (Burriana, 1898-Sueca, 1972), quien encabezó la columna de la 9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada de Leclerc, integrada mayoritariamente por españoles. Esta fue la primera unidad militar aliada en entrar en París tras su ocupación por la Wehrmacht, y Granell, uno de los primeros mandos en llegar a la capital francesa en agosto de 1944. Este año, el acto organizado para el sábado 23 de agosto por colectivos memorialistas tendrá un significado especialmente emotivo.
De la guerra a la guerra
La historia de estos combatientes arranca pocos meses después del final de la Guerra Civil española. El estallido de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, fue visto por miles de exiliados republicanos como una prolongación de la lucha que acababan de perder. La esperanza era clara: derrotar al fascismo en Europa para poder liberar también España.
Tras ocho años de investigación en los archivos franceses, el historiador Diego Gaspar Celaya, de la Universidad de Zaragoza, estima que más de 65.000 republicanos españoles se integraron en los ejércitos aliados. A esta cifra se suman más de mil nuevos nombres hallados recientemente en archivos británicos por el investigador y militar de carrera Séan F. Scullion, recogidos en su libro titulado en español, Españoles contra el nazismo.
Huyendo de la represión franquista, muchos exiliados y descendientes de la emigración económica, se unieron a la Resistencia francesa; otros combatieron en la Legión Extranjera, en los Cuerpos Francos de África, en los ejércitos británico y estadounidense, o en el maquis. Gracias a la experiencia adquirida durante tres años de guerra civil, protagonizaron — según los diarios de los mandos franceses— destacados logros en frentes tan diversos como Noruega, Francia, Italia, la antigua Unión Soviética, Camerún, Siria, Gabón, Túnez o Libia.

La Legión Francesa en la Campaña del Norte de África donde se enfrentaron, junto a los españoles, a las tropas de Rommel. Fechada el 12 de junio de 1942. / Wikimedia
Precisamente, en el desierto de Libia, en plena Campaña del Norte de África (1940- 1943), se libró una de las batallas más cruentas contra el Afrikan Corps de Rommel: la Batalla de Bir-Hakeim, en la que destacó por su liderazgo Enrique Marco Nadal (Valencia,1913 Torrent, 1994), que estuvo al frente del destacamento. De aquella batalla dejó testimonio el General francés De Bollardière:
“Parece que los estoy oyendo: ¡Como en Madrid, compañeros, a por ellos! ¡Como en Madrid! Las botellas de gasolina saltaban por todos lados; aquello fue una especie de fuegos artificiales totalmente desconocido para nosotros, si bien es cierto que los legionarios lo habían practicado ya en Noruega, aunque en menor escala. En adelante, aquello se llamaría ‘el recital español de Bir-Hakeim’”.
La Nueve entra en París
Uno de los episodios más emblemáticos fue protagonizado por la Nueve, compuesta mayoritariamente por republicanos españoles. Veintidós de sus integrantes eran valencianos. Esta unidad entró en París poco después de las nueve de la noche del 24 de agosto de 1944, encabezando a las tropas aliadas, y horas antes de la entrada oficial del resto del ejército. Lo hicieron con nombres como Guadalajara, Ebro (rebautizado como L’Ebre), o Teruel pintados en sus vehículos semioruga en recuerdo de las batallas perdidas en suelo español.

Pablo Moraga, de Ciudad Real, haciendo el saludo anarquista desde el ‘Teruel’ en el Desfile de la Victoria en París el 26 de agosto de 1944. / Wikimedia
Aquella noche del 24 de agosto, siguiendo a Gaspar Celaya, 170 hombres de distintos cuerpos del ejército de las Fuerzas de la Francia Libre de De Gaulle entraron en París. De ellos, 68 eran españoles, todos pertenecientes a la Nueve, tanto de la sección de mando —encabezada por el capitán Dronne y su mano derecha, Amado Granell— como de la segunda y tercera secciones de combate de la compañía. La primera sección se quedaría acantonada esa noche a las afueras de París neutralizando material bélico alemán.
Con seguridad, se sabe que aquella noche entraron a París, junto a Granell, los valencianos: German Arrué (Benaguasil) y Antonio Medina (Elx) en el Teruel; Manuel Bullosa (Valencia) en el Nous Violà; José Enguídanos (Valencia) y Manuel Gomis (Alicante) en L’Ebre; Julián Perea (Losa del Obispo) en el Brunete; Martín José Herrero (Benicàssim) en Les Cosaques; José Botella (Callosa) en el Résistance; Vicente Sanchis (Callosa d’Ensarrià) en el Santanter; y Armando Moreno (Valencia) en el Tunisie 43.
Amado Granell fue el primero en llegar al Ayuntamiento de París. Esperó en la entrada la llegada de Dronne, y juntos subieron hasta el primer piso para salir al balcón y saludar a la multitud eufórica que se había concentrado en la plaza. Aquella imagen, junto a otros mandos de las Fuerzas Francesas del Interior, publicada por el diario Libération el 25 de agosto de 1944, dio la vuelta al mundo.

Portada del ejemplar original de ‘Libération’ del 25 de agosto de 1944. A la derecha, Amado Granell. / ED
Durante décadas, esta historia fue silenciada o ignorada, hasta que voces como la de la periodista Evelyn Mesquida comenzaron a rescatarla. Mesquida recorrió Francia en busca de los últimos supervivientes de la Nueve. Su labor, siguiendo la estela de otros pioneros como Eduardo Pons Prades o Antonio Vilanova, contribuyó decisivamente a recuperar la memoria de estos combatientes. Fue también Mesquida quien logró convencer a Anne Hidalgo, alcaldesa de París, para que en 2004 se reconociera oficialmente el papel de los españoles en la liberación de la capital. Desde entonces, sus nombres figuran en los homenajes institucionales franceses.
Una deuda histórica
¿Por qué volvieron a luchar aquellos hombres y mujeres tras perder una guerra civil? La respuesta tiene un denominador común: la promesa —finalmente traicionada— de que la guerra no terminaría en Francia, sino que continuaría hasta liberar España. Así lo expresó Manuel Fernández, de la Spanish Company Number One que combatió bajo bandera británica, en una entrevista con Evelyn Mesquida: “El oficial inglés que me recibió había combatido en las Brigadas Internacionales y me dijo que él había luchado por nosotros en España, y que no estaría mal que ahora les ayudáramos a ellos. Nos dijeron, además, que tuviéramos en cuenta que la guerra no terminaría en Francia, sino en España”.

Insignia del uniforme de los republicanos españoles destinados a esta compañía del ejército británico. / Wikimedia
Hoy, en un momento de creciente negacionismo histórico y revisión del pasado, se hace más urgente que nunca recordar estas historias. Como diría Jorge Semprún, años después de haber salido con vida del campo de concentración de Buchenwald, “aquellos compañeros contribuyeron con su sacrificio y su lucha a restablecer en Europa las condiciones de una vida libre y formaron, de manera inconsciente, el primer esbozo de la futura unión europea”.
Sin embargo, como recuerdan historiadores y expertos, existe una deuda que es necesario reivindicar. La victoria de Franco en España fue posible en gran medida a la política de No Intervención promovida por Gran Bretaña y Francia bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones en pleno auge del nazismo y el fascismo. Una lección que Europa todavía tiene pendiente de asumir plenamente. Para el jurista José Ramón Juániz, “aquello fue una clara violación del Pacto de la Sociedad de Naciones de 1919. Su responsabilidad, por acción u omisión, nunca exigida ni satisfecha, constituye una flagrante impunidad histórica de estos países frente al pueblo y el Estado español que no se debe de olvidar".

Exposición itinerante Contra Hitler, la huella valenciana en la Segunda Guerra Mundial. / ED
La exposición itinerante Contra Hitler, la huella valenciana en la Segunda Guerra Mundial, de la Xarxa de Memòria Històrica de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, impulsada en 2023 por Eugeni de Manuel, trata de aproximarse y dar visibilidad a la magnitud de la diáspora provocada por el exilio español, cuyos protagonistas acabaron combatiendo en múltiples frentes internacionales. Fueron más de 65.000 hombres, y las mujeres de la resistencia, que perdieron la guerra pero no se dieron por vencidos. Muchos de ellos descansan hoy en tumbas de Noruega, Francia, Italia o Túnez, entre otras muchas, con el epitafio “Morts pour la France”. Como señaló la historiadora Rosa Torán en Valencia en una de sus últimas conferencias: “Debemos afrontar la memoria del exilio y la deportación de los hombres y mujeres de España que lucharon con los aliados como un legado común, transeuropeo e intergeneracional”.

Virtudes Cuevas conversando con De Gaulle el día que fue condecorada con la Legión de Honor en París. / ED
Una vez más, un centenar de personas se darán cita este año en Sueca para rendir homenaje a Amado Granell. El acto también servirá para recordar a otros destacados valencianos como Virtudes Cuevas, heroína de la Resistencia francesa y superviviente de Ravensbrück; su marido, Alberto Codina, que logró salir con vida de Mauthausen; y Joaquín Tarín, otro testigo directo del horror en aquel campo de concentración austríaco. Un viaje por la memoria y la justicia que invita a mirar de frente la Historia del siglo XX y a dejarse guiar por ella.
Fuente → levante-emv.com
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