Felipe sin corona y con virus
 
Felipe sin corona y con virus
Arturo del Villar

LA Oficina de Prensa de la Casa Irreal ha pretendido acallar los rumores sobre el estado de salud de su majestad el rey católico nuestro señor Felipe VI, que Dios guarde, y para ello le ha hecho intervenir temáticamente este 27 de noviembre de 2020 en la inauguración del V Foro Regional de la Unión por del Mediterráneo, que se reúne en Barcelona. La falta de una información oficial acerca del estado en que se encuentra el jefe del Estado, permite especular sobre el grado de gravedad real que grava su real salud.

Esos rumores se desataron dos días antes, cuando la reina consorte sustituyó a su marido en otra de esas actividades frenéticas a que obliga el titánico esfuerzo de reinar, la inauguración del Tourist Innovation Summit, celebrada en Sevilla. Su majestad la Leti nuestra señora leyó el discurso redactado por el escriba de palacio, y cuando dijo que su marido sentía mucho no poder estar de cuerpo presente en el acto, los servilones asistentes rompieron en un largo aplauso, que emocionó a la locutora hasta el punto de saltársele las lágrimas y hacer un alto en la lectura para enjugárselas.

Este dato captado por las cámaras de televisión dio pie a las especulaciones: los borbonólogos se preguntaron si el estado de salud del rey era preocupante, y la consorte sabe algo desconocido por los vasallos. Para detener la rumorología la Casa Irreal acordó que en este caso, al no poder trasladarse su majestad católica a Barcelona, a causa del coronavirus, en lugar de sustituirle su consorte apareciese él mismo vía telemática, para leer el consabido discurso preparado por el escriba de palacio, con las vulgaridades habituales, pero que dichas por el rey suenan majestuosas.

Sin embargo, el remedio ha resultado peor de lo pretendido, porque nuestro señor Felipe VI, que Dios guarde, aparece con aspecto enfermizo, lógico en un enfermo, profundas ojeras, extrema palidez, enormes arrugas, gesto de cansancio y la barba más blanca que la mente, pese a encontrarse en su palacio madrileño rodeado de sus servidores, médicos incluidos. Seguro que algunos borbonistas habrán llorado al verlo, como hizo la Leti. Realmente daba pena contemplar el aspecto real de la real persona.

Y todo eso para explicar a los foreros asistentes lo que todos ellos conocen de primera mano: que la situación en ambas orillas del Mediterráneo es mala, “con diversos conflictos y tensiones que se superponen y alimentan recíprocamente, con crecientes desequilibrios económicos y sociales, y con preocupantes fracturas culturales que amenazan con poner en riesgo la esencia misma de nuestro común proyecto euro—mediterráneo”, declaró menos campanudamente que en otras ocasiones sin virulencia.

Para comunicar este mensaje se podía haber quedado en la cama borbónicamente.


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