Anaclet Pons
Continuamos semana con las efemérides, en este caso más cercana. Porque son ya cincuenta años desde la desaparición del Generalísimo y Caudillo, que el tiempo pasa volando. De manera que las aproximaciones a la figura del dictador abundan. Dado que son muchas las aportaciones en nuestro mercado, españolas o traducidas, iremos a Alemania con Till Kössler y su Franco. Der ewige Faschist. Eine Biografie (CH Beck).
No esperemos grandes novedades, más bien importa la visión desde fuera. Veámoslo:

“En la madrugada del 9 de septiembre de 1983, un grupo de trabajadores municipales de Valencia comenzó a desmantelar la gran estatua ecuestre de Francisco Franco, el dictador español fallecido ocho años antes. La estatua era una de las dos copias del original madrileño, obra del escultor José Capuz, erigida en 1964 en la céntrica Plaza del Ayuntamiento para conmemorar el 25.º aniversario de la victoria franquista en la Guerra Civil Española. Cinco años después, tras la aprobación de una constitución democrática en 1978, la imagen del tirano no debía ser destruida, sino trasladada a un nuevo lugar menos visible: el patio de la Comandancia del Distrito Militar de Valencia. Sin embargo, el traslado de la imponente estatua de bronce resultó más difícil de lo previsto. Aunque el ayuntamiento había planeado el desmantelamiento como una operación secreta, se filtró información a simpatizantes del dictador fallecido, que pronto se congregaron en masa en la plaza, insultando a los trabajadores y lanzándoles piedras. Cantaron el himno del partido fascista español, “Cara al Sol”. Los empleados municipales se negaron a seguir trabajando ante estas protestas masivas. Solo se avanzó varias horas después, después de que la policía municipal protegiera el monumento de la creciente multitud y se encontrara un grupo de voluntarios para completar las obras. Por temor a ataques, estos trabajadores vestían monos azules y pasamontañas que les cubrían el rostro.
Alejarse de Franco, quien gobernó España durante casi 40 años, resultó difícil no solo en Valencia. Lidiar con la memoria del dictador también fue un problema político en otras ciudades. Su ciudad natal, El Ferrol, abandonó el nombre de El Ferrol del Caudillo, que había llevado con orgullo desde 1938, en diciembre de 1982, tras un polémico debate. Solo muchos años después, tras la aprobación por el Parlamento español de la Ley de la Memoria Histórica en octubre de 2007, el debate cobró impulso. Posteriormente, la mayoría de las ciudades y pueblos desmantelaron monumentos a la dictadura en espacios públicos, retiraron placas y renombraron calles y lugares que hacían referencia a Franco. Al mismo tiempo, las iniciativas ciudadanas locales se dedicaron a localizar las numerosas fosas comunes sin identificar donde a menudo se enterraba a las víctimas del terror franquista durante la guerra civil, con el fin de garantizar un entierro digno para los muertos. El fin de estos esfuerzos aún no está a la vista. El 23 de febrero de 2021, el ayuntamiento de Melilla, enclave español en la costa norte de África, retiró la última estatua pública de Franco en España. Esta se había inaugurado a la entrada del puerto en 1975 y lo representaba como un joven oficial colonial con bastón y prismáticos al hombro. La decisión se tomó en contra de los votos del partido populista de derecha Vox. Los concejales del conservador Partido Popular se abstuvieron.
Franco se desvanece lentamente de la memoria y de las luchas políticas por su recuerdo en España y Europa. Cuando el Congreso de los Diputados decidió en 2019 reenterrar sus restos desde la megalómana basílica rupestre que construyó en el Valle de los Caídos, al noroeste de Madrid, hasta la cripta familiar en un cementerio cercano a su antigua residencia y sede del gobierno en El Pardo, en las afueras noroeste de la capital española, atrajo la atención mundial y reavivó el debate sobre la memoria del dictador. Su familia llevaba años intentando impedir una exhumación por la vía legal. Mientras el presidente del Gobierno socialista, Pedro Sánchez, celebraba el día como un “triunfo de la democracia española” que pondría fin al “insulto moral de glorificar en espacios públicos a un dictador muerto”, el entonces líder del Partido Popular quería dejar atrás el pasado. Afirmó que prefería tratar con dictadores vivos que con muertos. Sin embargo, Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, creía que el nuevo entierro del cuerpo no resolvía el problema fundamental de que «nuestra democracia lleva arrastrando al cuello la pesada losa de Franco». Representantes de la izquierda política también criticaron a la familia del dictador por haber tenido demasiado espacio en la ceremonia; en general, el opulento diseño de la jornada debería considerarse una bofetada a las numerosas víctimas de Franco.
También es una muestra de esta lucha por la memoria que actualmente no exista un museo nacional dedicado a la historia del franquismo ni a la Guerra Civil Española. El pequeño patrimonio del dictador permanece en posesión de una fundación privada estrechamente vinculada a la familia Franco, cuyo objetivo es mantener viva su memoria. En la primavera de 2025, por ejemplo, publicó en su sitio web extractos de un folleto antiguo titulado “Siete cosas que Franco hizo bien“.
(…)
¿Fue Franco fascista? La investigación histórica ha debatido durante mucho tiempo la naturaleza de su régimen y lo ha comparado repetidamente con Hitler y Mussolini, y con el nacionalsocialismo y el fascismo italianos. Esta pregunta clave ha generado respuestas muy controvertidas, pero sigue siendo útil para identificar las similitudes y los rasgos distintivos del dictador español y la España de Franco en comparación con los líderes y regímenes fascistas. Para responder a la pregunta sobre el carácter fascista del régimen franquista, los investigadores han examinado principalmente las estructuras y organizaciones políticas, especialmente el Partido Fascista Español, e intentado identificar las características ideológicas de una cosmovisión franquista. Estudiar la vida de Franco puede ayudar a ampliar esta perspectiva para incluir las vías de socialización y las prácticas políticas. De particular importancia aquí son las comunidades y las prácticas de violencia durante la guerra colonial y la guerra civil, así como la reorganización social asociada, que tendría efectos duraderos. Esto, en última instancia, hace comprensible el afán obsesivo del régimen franquista por establecer un nuevo orden posfascista, iliberal, tras la derrota del nacionalsocialismo y el fascismo. Las élites franquistas buscaron una “tercera vía”, una forma de Estado y sociedad que mantuviera continuidades con el apogeo del fascismo y se distinguiera claramente de las nuevas democracias liberales, sin aparecer como un paria internacional ni una mera reliquia de un oscuro pasado totalitario. Franco fue el referente y la figura simbólica de esta búsqueda, pero también su mayor obstáculo”.
© Verlag C.H.Beck / Till Kössler
OpenEdition le sugiere que cite este post de la siguiente manera: Anaclet Pons (30 de octubre de 2025). Franco, el eterno fascista. C L I O N A U T A : Blog de Historia. Recuperado 31 de octubre de 2025 de https://doi.org/10.58079/152cl
Fuente → clionauta.hypotheses.org


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