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Ignasi Moya
Dos libros, uno desde la novela, el otro desde el ensayo periodístico, reconstruyen los últimos fusilamientos del franquismo y aquel momento histórico del que se cumplen 50 años
La magnífica exposición que se ha podido ver recientemente en el CCCB de Barcelona, En el aire conmovido... (pensada y comisariada a partir de un verso de Federico García Lorca por el filósofo y artista francés Georges Didi-Huberman), reivindicaba las emociones como fuerza motriz del mundo. Cómo, más allá de la palabra, gestos, miradas, lugares o imágenes también construyen sentido, para nuestras vidas y para la historia. Entre las muchas obras recogidas (vídeos, pinturas, fotografías, libros, esculturas...) se podía encontrar un díptico fotográfico del artista y performer catalán Gonçal Sobrer. La obra, Danza del fusilamiento, muestra dos fotografías de un hombre (el mismo Sobrer) atado de manos y apoyado en una pared en la primera y, seguidamente, reaccionando con su cuerpo al impacto imaginario de las balas. La acción y las imágenes, de 1966, eran la manera de Sobrer de recordar a los fusilados por la dictadura franquista en el Camp de la Bota (junto a la playa de Barcelona). El gesto, la imagen, construyendo, en 1966 y ahora, memoria.
Más de medio siglo después de aquella acción de Gonçal Sobrer, estos días vuelven a estar muy presentes los fusilamientos del franquismo con motivo del cincuenta aniversario de las últimas ejecuciones de la dictadura, que el 27 de septiembre de 1975 acabó con la vida de tres militantes del FRAP (Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz) y dos de ETA, (Juan Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegui) fusilados en Hoyo de Manzanares (Madrid), Cerdanyola (Barcelona) y Burgos. Todos ellos habían sido condenados a muerte en simulacros de juicio acusados de participación en el asesinato de policías y guardia civiles. Los fusilamientos se produjeron apenas dos meses antes de la muerte del dictador.

Dansa de l'afusellament (1966) de Gonçal Sobrer - Gonçal Sobrer / Antoni Trepat (foto) / MNAC
El aniversario ha sido recordado en prensa, radio o televisión y en diversos actos públicos, pero también con dos libros que, desde perspectivas distintas, recuperan aquellos acontecimientos y aquel momento de la historia aún reciente de España. Curiosamente, o no, los dos autores de estos libros todavía no habían nacido cuando se produjeron los hechos que cuentan. También, ambos libros centran su relato especialmente en uno de los fusilados, el gallego Xosé Humberto Baena.
Mañana matarán a Daniel, el libro de Aroa Moreno Durán, se presenta como una novela y es en esa voluntad de reivindicarse como ficción donde reside una de sus singularidades. Su historia arranca con un paseo post-pandémico por las cercanías del campo de tiro militar de Hoyo de Manzanares y con el sonido de unos disparos que llevan a la autora a indagar y descubrir aquellos otros disparos que, casi medio siglo antes, habían acabado allí con las vidas de tres militantes del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). ¿Cómo era posible que no supiera nada de aquella historia que sucedió tan cerca de su casa pocos años antes de que ella naciera? A partir de ahí, Moreno Durán nos conduce adelante y atrás, reconstruyendo alternativamente aquellos días de 1975 y su propia peripecia en tiempos recientes para intentar hallar respuestas a las muchas preguntas que se le presentan y a los silencios que rodean aquella historia. Su relato, ficción si así lo quiere la autora, porque imagina allí donde no llega el recuerdo, es a un tiempo libro de historia y de denuncia. No tanto de denuncia de unos hechos cuya inhumanidad es evidente sino de rebelión contra el silencio y la falta de reparación.

De izquierda a derecha, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y Xosé Humberto Baena (arriba), Ángel Otaegui y Juan Paredes Manot ‘Txiki’ (abajo), los cinco fusilados el 27 de septiembre de 1975 (Archivo)
Por otra parte, el libro de Roger Mateos, El verano de los inocentes, es una exhaustiva investigación periodística que se sumerge en el cerrado mundo de un grupo de oposición al franquismo como fue el FRAP y que en poco tiempo entró en una deriva delirante en la que se mezclaban las ansias de lucha contra la dictadura con una ceguera en cuanto a las posibilidades reales que aquel grupo tenía de derrotar al viejo régimen agonizante. El relato que reconstruye Mateos de la desconexión de la realidad de unos dirigentes comunistas que desde el exilio empujaron a unos pocos militantes a la lucha armada es estremecedor. Tanto como la historia de esos militantes cuya lucha se estrelló con los últimos espasmos violentos de una dictadura que se resistía a desaparecer.
El hilo que cose la investigación y que le da vida es el convencimiento del autor de que Xosé Humberto Baena, el último de los fusilados por el franquismo, no sólo fue juzgado sin ningún tipo de garantías sino que fue condenado por un hecho (el asesinato de un policía) en el que no había participado. La impunidad de unos y el silencio de otros convierten la investigación en un auténtico thriller que casi se lee con pasión si no fuera porque es de vidas humanas nada ficticias de lo que se está hablando.

Xosé Humberto Baena, militante del FRAP, último fusilado por la dictadura franquista (Archivo)
Así, cada uno a su modo, ambos libros subrayan la necesidad de que la memoria pueda escribirse sin silencios, sin mentiras ni medias verdades. La novela de Aroa Moreno tal vez incide más en hacerse preguntas. El ensayo histórico de Roger Mateos se aplica más en buscar respuestas. En cualquier caso, no es necesario confrontarlos porque si algo son es complementarios. Hasta el punto que es posible simultanear su lectura. Y en lo más profundo, comparten una creencia no explicitada: que más allá de su participación o no en los hechos por los que fueron procesados, los cinco fusilados de aquel 27 de septiembre nunca debieron ser condenados a muerte y ejecutados.
“Mañana cuando yo muera / no me vengáis a llorar/ nunca estaré bajo tierra / soy viento de la libertad”. Una mañana de septiembre de 1975 la profesora de Literatura de una clase de EGB entra en el aula y escribe estos versos en la pizarra. Se saltó el temario previsto para explicar a sus jóvenes alumnos que se trataba de unos versos de Che Guevara que Juan Paredes Txiki evocó pocas horas antes de que lo fusilaran en un bosque junto al cementerio de Cerdanyola. De nada habían servido las muchas protestas que trataron de evitarlo, ni las de sus abogados ni las del mismísimo Papa de Roma, Pablo VI. No recuerdo el nombre de aquella profesora pero sí su gesto. A veces dudo de que hoy pudiera hacerlo. Pero sin duda fue un gesto que sirvió para construir memoria, la de quienes lo presenciamos. Como antes las imágenes de Gonçal Sobrer. O ahora los libros de Aroa Moreno y Roger Mateos. Porque más allá de algunas polémicas -pertinentes o interesadas- recuperar la historia -la memoria, las memorias-, sea en la forma que sea -un libro, un acto de recuerdo, la apertura de una fosa...- debería entenderse como una necesidad. Porque recordar, saber, no puede ser sino reparador, sanador. (La pena de muerte en España fue abolida por la Constitución de 1978, y desde 1995 también de las leyes militares para tiempos de guerra).

Homenaje a 'Txiki' y a los ultimos fusilados por el franquismo en el cincuenta aniversario de las ejecuciones el pasado septiembre en el bosque de Cerdanyola en el que fue fusilado el militante de ETA - Cristobal Castro / Shooting
Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) ha publicado diversos libros de poemas y alguna biografía. Como novelista se dio a conocer con La hija del comunista (2017), sobre la división de las dos Alemanias y la caída del Muro; Después publicó La bajamar (2022), sobre cuatro generaciones de mujeres vascas en un relato sobre la maternidad desde los años de la Guerra Civil.
Roger Mateos (Barcelona, 1977) es periodista y ya se sumergió en el mundo de la lucha contra la dictadura y el FRAP con Caso Cipriano Martos: vida y muerte de un militante antifranquista (2018), sobre el militante muerto tras los interrogatorios y torturas sufridos en un cuartel de la Guardia Civil. También es autor del libro colectivo Tota la veritat (2019), una crónica sobre los días del procés.
El artista
Gonçal Sobrer tiene noventa y tres años y aún sigue dibujando en su casa de Barcelona, después de muchas décadas dedicado al arte: a la pintura, a las acciones -”performances las llaman ahora”-, al teatro, la escritura... Siempre con un espíritu de marchar a contracorriente, por lo que a menudo su reconocimiento fue más bien escaso. En 1965 promovió el que se considera primer happening de España (en el Poblenou barcelonés) y entre sus títulos figura el de fundador del arte xava.
El paso del tiempo, sin embargo, no le han hecho olvidar que, siendo un chaval, en la primera posguerra, cuando de madrugada se dirigía a la pastelería familiar del Poblenou, veía pasar los camiones con los detenidos que iban al Camp de la Bota. Al rato, recuerda, “cuando llegaba a la pastelería para encender los hornos, oía los disparos de los fusilamientos. Y mientras hacía los cruasanes y las cosas dulces y buenas de la vida, pensaba en las injusticias que estaban sucediendo allí cerca. Aún hoy lo llevo con tristeza y me pregunto ¿por qué los mataban?”.
Pasado el tiempo, tras estudiar y empezar a dedicarse al arte, ideó una acción en la que recreó aquellos fusilamientos a través de movimientos como si fueran pasos de danza, que quedaron fijados en unas fotografías y en esa obra, Dansa de l'afusellament, que aún hoy podemos ver.
Fuente → lavanguardia.com
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