Jorge Serrano Fernández
El frente de Aragón había caído en marzo de 1938. Ya no había frente de guerra en territorio aragonés pero todavía se respiraba sed de venganza.
El martes 18 de octubre de 1938, en la cárcel de Torrero, Gumersindo de Estella asistió a cuatro reos que esperaban el fusilamiento. Uno de ellos era Rufo Roa Villaverde, acusado falsamente de haber denunciado a un cura en un pueblo de Guadalajara. Ni bajo tortura confesó tal acusación. El capellán de la cárcel vio cómo el reo se concentró dentro de sí mismo para asimilar su final en la tapia del cementerio y …

El frente de Aragón había caído en marzo de 1938. Ya no había frente de guerra en territorio aragonés pero todavía se respiraba sed de venganza.
El martes 18 de octubre de 1938, en la cárcel de Torrero, Gumersindo de Estella asistió a cuatro reos que esperaban el fusilamiento. Uno de ellos era Rufo Roa Villaverde, acusado falsamente de haber denunciado a un cura en un pueblo de Guadalajara. Ni bajo tortura confesó tal acusación. El capellán de la cárcel vio cómo el reo se concentró dentro de sí mismo para asimilar su final en la tapia del cementerio y observó cómo besaba un escapulario de la Virgen del Pilar en repetidas ocasiones. Se confesó junto a otro reo, un derechista llamado Martín Sancho Latorre, que formó parte de un comité de representación durante la guerra. Los otros dos reos no quisieron confesarse. Una vez en la tapia, antes de recibir la descarga, Martín Sancho gritó: "¡Franco está matando a los suyos!".
El destino que padecieron Rufo Roa y Martín Sancho lo padecieron decenas de miles de personas a causa de la violencia sin precedentes desatada tras el golpe de Estado iniciado por un grupo de militares en julio de 1936 contra un régimen republicano, constitucional y democrático, y un gobierno legítimo, en unos tiempos en los que los vientos del totalitarismo soplaban en Europa.
Tras la sangrienta guerra civil española, bautizada por los vencedores como "cruzada de liberación" y celebrada durante casi cuatro décadas, comenzó en España un periodo oscuro, sin libertades y sin derechos en el que quienes gobernaron el país hicieron de España su cortijo de corrupción y terror. Cincuenta mil personas fueron ejecutadas en la posguerra.
El franquismo nació matando y murió matando. Dio sus primeros pasos con los tiros en la nuca en los descampados y en los cementerios y terminó su sangría con las ejecuciones de Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Ángel Otaegi y Jon Paredes Manot, el 27 de septiembre de 1975.
El 13 de octubre de 2025, el CIS publicó que la mitad de los votantes de la derecha consideran que la dictadura franquista fue "buena" o "muy buena". El 41,2% de los votantes del PP y el 61,7% de los de Vox así lo consideran. También es bueno recordar que en España la derecha no tiene ningún legado democrático, y si consideran que la dictadura trajo prosperidad y mejoras sociales es porque han sido manipulados por la propaganda y las mentiras que todavía hoy se repiten en redes sociales y medios de comunicación. "Lo bueno que hizo Franco lo hicieron las democracias sin necesidad de tortura y pena de muerte", sentenció el historiador Julián Casanova hace unos meses en una entrevista para El País.
Habrá quienes, teniendo libros e investigaciones de académicos e historiadores reconocidos, prefieran echar mano de la propaganda y los escasos argumentos que escuchan de tertulianos, dirigentes políticos o nostálgicos del franquismo. "El franquismo fue una etapa de reconciliación y de progreso", dijo un diputado de Vox en el Congreso de los Diputados. Apoyar una dictadura desde la distancia es fácil; algunos dirían que es lo correcto, pero lo correcto es otra cosa. Correcto fue lo que hizo Gumersindo de Estella, en 1938, en mitad del terror, cuando le pidió al militar Rafael María Martínez que retirara el retrato de Francisco Franco de la capilla de la cárcel, para que los reos no sintieran angustia al ver al responsable de su asesinato.
Otras personas entienden que en el sufrimiento no puede haber progreso, ni prosperidad y tampoco reconciliación. Que nadie merecía un tiro en la nuca y ningún familiar merece que los restos de sus seres queridos permanezcan pudriéndose en una cuneta como ocurrió con los aragoneses Eusebio Serrano y Lamberto Carrato, encontrados hace una semana en el campo de Paniza.
Y debemos recordar, aunque se deroguen las leyes de memoria, que la democracia siempre será mejor que una dictadura. El 21% de los españoles no quiere verlo. Enfrente estaremos.
Fuentes: Fusilados en Zaragoza. Tres años de asistencia espiritual a los reos. Gumersindo de Estella.
Fuente → arainfo.org


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