La bala que mató a Durruti
La bala que mató a Durruti
Alberto Jiménez García Historiador (UCM)
 
Fue una de las figu­ras más rele­van­tes del anar­quismo espa­ñol del siglo XX. Por ello, su extraña muerte en el frente de Madrid en noviem­bre de 1936 –ape­nas comen­zada la Gue­rra Civil– resultó trau­má­tica para el movi­miento anar­quista espa­ñol y levantó todo tipo de espe­cu­la­cio­nes aún hoy sin resol­ver.

DEFENDER MADRID. Moto­ris­tas del “Bata­llón de Hie­rro” rea­li­zando prác­ti­cas en la Ciu­dad Uni­ver­si­ta­ria.
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Fue una de las figu­ras más rele­van­tes del anar­quismo espa­ñol del siglo XX. Por ello, su extraña muerte en el frente de Madrid en noviem­bre de 1936 –ape­nas comen­zada la Gue­rra Civil– resultó trau­má­tica para el movi­miento anar­quista espa­ñol y levantó todo tipo de espe­cu­la­cio­nes aún hoy sin resol­ver.

Si tene­mos que seña­lar la que posi­ble­mente fuese la pér­dida humana más trau­má­tica para el movi­miento anar­quista espa­ñol durante la Gue­rra Civil, podría­mos decir sin mucho temor a equi­vo­car­nos que se corres­ponde con la muerte de uno de sus mayo­res expo­nen­tes en aquel momento, Bue­na­ven­tura Durruti. Este se esta­blece como una de las figu­ras más rele­van­tes del movi­miento anar­quista espa­ñol del siglo XX, mili­tando acti­va­mente den­tro de diver­sas orga­ni­za­cio­nes de corte liber­ta­rio y des­ta­cando por su carisma en la Gue­rra Civil den­tro de la Con­fe­de­ra­ción Nacio­nal del Tra­bajo.

HÉROE ANARQUISTA. Arriba, en el cen­tro de la ima­gen, José Bue­na­ven­tura Durruti (1896-1936). Mili­tante anar­co­sin­di­ca­lista, es recor­dado como un héroe en el movi­miento anar­quista.
 

ESPÍRITU SUBVERSIVO

Durruti nació en León el 14 de julio de 1896. Con ape­nas 14 años aban­donó los estu­dios para entrar a tra­ba­jar como apren­diz de mecá­nico, afi­lián­dose poco des­pués a la Unión de Meta­lúr­gi­cos ads­crita a la Unión Gene­ral de Tra­ba­ja­do­res, que le ter­minó desi­lu­sio­nando por su mode­ra­ción.

Uno de los pun­tos de infle­xión fue la huelga gene­ral de 1917, que, ade­más de cos­tarle su puesto de tra­bajo en la com­pa­ñía ferro­via­ria en la que pres­taba ser­vi­cio, con­llevó su expul­sión de la Unión Ferro­via­ria de la UGT al adop­tar pos­tu­ras que el sin­di­cato enten­dió como de indis­ci­plina, pues entre otras cosas fue acu­sado de lan­zar al río a un esqui­rol. Poco tiempo des­pués, en torno a 1920, comenzó su viraje hacia el anar­co­sin­di­ca­lismo, tras tras­la­darse a Bar­ce­lona y afi­liarse a la CNT.

Edi­fi­cio del Anti­guo Banco de Gijón, en la esquina de las calles de Munuza y los Moros. Durruti lo asaltó en 1923 al frente de Los Soli­da­rios.
 

Entre otras cosas, fue uno de los fun­da­do­res del grupo de acción Los Soli­da­rios, que pasó a la fama en el año 1923 por el atraco al Banco de Gijón, con el fin de recau­dar fon­dos para las fami­lias de los anar­quis­tas pre­sos. Tras huir de España y pasar una tem­po­rada en Argen­tina, viajó a Chile, donde pasó a la his­to­ria por rea­li­zar el pri­mer atraco ban­ca­rio del país, con­ti­nuando así la cam­paña empe­zada en su patria natal. En 1931 regresó y par­ti­cipó acti­va­mente en míti­nes y huel­gas, ade­más de en otro tipo de accio­nes sub­ver­si­vas que even­tual­mente deri­va­ron en que fuese depor­tado a Gui­nea en el cono­cido buque Bue­nos Aires, ape­nas un año des­pués. Tras su vuelta a España, fue dete­nido en siete oca­sio­nes y estuvo en pri­sión casi tres años, hasta salir final­mente en liber­tad en enero de 1936.

LOS SOLIDARIOS. Este grupo anar­quista de acción armada fue fun­dado por Fran­cisco Ascaso (en la ima­gen), Gar­cía Oli­ver, Ricardo Sanz y Durruti.
 

SU PAPEL DESTACADO EN LA GUERRA

Al ini­cio de la Gue­rra Civil, se esta­ble­ció como uno de los pro­ta­go­nis­tas de los enfren­ta­mien­tos ocu­rri­dos en Bar­ce­lona, en los que, entre otros, per­dió la vida su com­pa­ñero y amigo Fran­cisco Ascaso. La fuerza de cho­que for­mada por diver­sas orga­ni­za­cio­nes entre las que des­ta­ca­ban la CNT, la FAI y la UGT, que con­si­guió fre­nar el alza­miento en dicha ciu­dad ape­nas dos días des­pués de ini­ciada la gue­rra, pro­puso por parte de varios de sus com­po­nen­tes –entre los que se encon­traba Durruti– a Lluís Com­panys, pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat, la crea­ción de un Comité Cen­tral de Mili­cias Anti­fas­cis­tas cata­lán en el que fue­sen inclui­das todas las fuer­zas polí­ti­cas y sin­di­ca­les anti­fas­cis­tas; comité cuyo come­tido sería encar­garse de la defensa de la pro­vin­cia, algo que Com­panys final­mente aprobó.

Fede­rica Mont­seny, minis­tra de Sani­dad y Asis­ten­cia Social, en un mitin en Valen­cia en noviem­bre de 1936.
 

Al ini­cio de la Gue­rra Civil, se esta­ble­ció como uno de los pro­ta­go­nis­tas de los enfren­ta­mien­tos ocu­rri­dos en Bar­ce­lona, en los que, entre otros, per­dió la vida su com­pa­ñero y amigo Fran­cisco Ascaso. La fuerza de cho­que for­mada por diver­sas orga­ni­za­cio­nes entre las que des­ta­ca­ban la CNT, la FAI y la UGT, que con­si­guió fre­nar el alza­miento en dicha ciu­dad ape­nas dos días des­pués de ini­ciada la gue­rra, pro­puso por parte de varios de sus com­po­nen­tes –entre los que se encon­traba Durruti– a Lluís Com­panys, pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat, la crea­ción de un Comité Cen­tral de Mili­cias Anti­fas­cis­tas cata­lán en el que fue­sen inclui­das todas las fuer­zas polí­ti­cas y sin­di­ca­les anti­fas­cis­tas; comité cuyo come­tido sería encar­garse de la defensa de la pro­vin­cia, algo que Com­panys final­mente aprobó.

EN FAMILIA. Bue­na­ven­tura Durruti y su com­pa­ñera, Émi­lienne Morin, foto­gra­fia­dos en 1936 con su hija Colette, nacida en 1931.

Fue en esos momen­tos cuando comenzó a for­marse la cono­cida Columna Durruti, que, si bien en un ini­cio aglu­tinó a unos 2.500 hom­bres, con­si­guió la nada des­pre­cia­ble can­ti­dad de 7.000 mili­cia­nos al ini­ciar su camino hacia el frente de Ara­gón con inten­ción de recu­pe­rar Zara­goza, que había que­dado en manos de Mola. Tras no con­se­guirlo, en el mes de noviem­bre del 36 Fede­rica Mont­seny con­ven­ció a Durruti de que debía ir a Madrid. La deci­sión se tomó al enten­der que el carisma y la fama de Durruti harían cre­cer la moral de los com­ba­tien­tes madri­le­ños, que cada día per­dían terreno en la capi­tal. Durruti, aun­que con rece­los, final­mente aceptó el encargo y

El 19 de noviem­bre, en el frente madri­leño, una bala de ori­gen des­co­no­cido hirió mor­tal­mente a Durruti en el pecho se tras­ladó junto a sus hom­bres desde Cata­luña.

La idea era ini­ciar una ofen­siva que con­si­guiese fre­nar el avance de las tro­pas suble­va­das sobre Madrid. Sin embargo, pasado el medio­día del 19 de noviem­bre, en una zona pró­xima a la Ciu­dad Uni­ver­si­ta­ria en la que se esta­ban librando duros enfren­ta­mien­tos, una bala de ori­gen des­co­no­cido hirió a Durruti en el pecho pro­vo­cando su des­plome.

EL TRÁGICO FINAL

Aun­que fue tras­la­dado inme­dia­ta­mente al Hotel Ritz, que hacía la fun­ción de hos­pi­tal de san­gre, final­mente ter­minó per­diendo la vida ape­nas un día des­pués, en los albo­res del 20 de noviem­bre. 

HOTEL RITZ. Durante la Gue­rra Civil se requi­sa­ron, para emplearse como hos­pi­ta­les, dos de los hote­les más lujo­sos de Madrid, el Ritz y el Palace, ambos cons­trui­dos en 1905 con motivo de la coro­na­ción del rey Alfonso XIII. Al pri­mero (en la ima­gen) fue lle­vado Durruti tras ser herido.
 

Si bien su muerte se intentó ocul­tar en un pri­mer momento, en los días pos­te­rio­res al suceso prác­ti­ca­mente la tota­li­dad del país se había hecho eco de la noti­cia. Pre­ci­sa­mente, debido quizá a los pocos deta­lles que desde el bando repu­bli­cano se die­ron sobre el suceso, comen­za­ron en aquel momento un sin­fín de espe­cu­la­cio­nes sobre la pro­ce­den­cia de la bala que aún siguen sin obte­ner una res­puesta clara 85 años des­pués. Con inten­ción de acer­car­nos a cómo se vivió dicho suceso en un pri­mer momento, la prensa de aque­llos días nos aporta luz sobre el asunto, pues tras su lec­tura es fácil com­pro­bar que las hipó­te­sis y for­mas de tra­tar el tema fue­ron varia­das ya desde un ini­cio.

Así pues, el día 21 de noviem­bre, el perió­dico CNT –vocero de la orga­ni­za­ción del mismo nom­bre–, si bien dio pocos deta­lles del suceso, expuso la teo­ría de que la bala pro­ve­nía del Hos­pi­tal Clí­nico, en aquel momento en poder de tro­pas suble­va­das. Esta misma ver­sión fue defen­dida con pos­te­rio­ri­dad por Ricardo Sanz, que, pre­ci­sa­mente, tras la muerte de Durruti fue el encar­gado de diri­gir la columna que lle­vaba su nom­bre (la cual, tras la mili­ta­ri­za­ción de las mili­cias, pasa­ría a ser la 26ª Divi­sión del Ejér­cito Popu­lar de la Repú­blica).

LA CNT, EN LA LUCHA. Car­tel, obra de Arturo Balles­ter Marco, impreso por la CNT–AIT en Valen­cia en julio de 1936. Mues­tra a un mili­ciano triun­fante que blande un fusil con la mano izquierda mien­tras con la dere­cha sujeta la mano de un cama­rada caído que alza el puño.
 

Por su parte, el perió­dico Frente Liber­ta­rio, órgano de las mili­cias con­fe­de­ra­les que era dis­tri­buido en los diver­sos fren­tes, veía la luz con el titu­lar de por­tada “¡Durruti ha muerto! ¡Viva Durruti!”. Iba acom­pa­ñado de un men­saje de clara con­no­ta­ción pro­pa­gan­dís­tica en el que, sin embargo, no se men­cio­naba deta­lle alguno sobre cómo se había pro­du­cido el deceso.

En el dia­rio LaVoz, se reco­gió igual­mente en por­tada la noti­cia: “En el frente de Madrid ha sido muerto el famoso líder obre­rista Durruti, seña­lando que la muerte se pro­dujo debido a las heri­das que en el día ante­rior le habían sido cau­sa­das en un com­bate”. En la misma línea, ape­nas un día des­pués, el dia­rio Ahora, bajo el titu­lar “El lucha­dor Durruti muere heroi­ca­mente en la defensa de Madrid”, expli­caba de igual modo lo suce­dido; Durruti había muerto por heri­das reci­bi­das en com­bate. Ambos perió­di­cos se basa­ban en un tele­grama enviado por el pre­si­dente de la Junta de Defensa de Madrid, el gene­ral Miaja, al Minis­te­rio de Gue­rra, que fue reen­viado por este orga­nismo a los perio­dis­tas de la zona repu­bli­cana.En el tele­grama se espe­ci­fi­caba que “a con­se­cuen­cia de las heri­das sufri­das en la noche ante­rior, durante un com­bate, ha muerto en las pri­me­ras horas de la mañana de hoy el cama­rada Durruti, jefe de la columna que lleva su nom­bre”. Por su parte, el dia­rio ElLi­be­ral fue algo más lírico en su expli­ca­ción, comen­tando el día 22 lo ocu­rrido de la siguiente forma: “Durruti, el esfor­zado lucha­dor anar­quista, ha caído en el frente madri­leño como caen los hom­bres: luchando (...). Una trai­dora bala segó su vida cuando al frente de los suyos peleaba por las liber­ta­des espa­ño­las”. Se seña­laba así, de nuevo, que Durruti había muerto mien­tras luchaba.

Pero estas no fue­ron las úni­cas ver­sio­nes. En zona suble­vada, el ABC publi­caba el día 24 de noviem­bre unas pala­bras dedi­ca­das a Durruti que dis­ta­ban mucho de las leí­das en otros medios de zona repu­bli­cana. En aque­llas pági­nas, se cata­lo­gaba a Durruti como “el per­fecto mar­xista”, ganado este título tras acu­sarle de esta­fa­dor y de ladrón, espe­ci­fi­cando que incluso había robado a sus com­pa­ñe­ros del sin­di­cato de Bar­ce­lona, si bien lo habían per­do­nado por tener los espa­ño­les poca memo­ria. En lo refe­rente a la muerte, se seña­laba lo siguiente: “Durruti no ha muerto como dicen ellos, como los bra­vos, heroi­ca­mente (...), ha muerto luchando, sí, pero ha muerto luchando con los de la F. A. I., con los comu­nis­tas, que le mata­ron como se mata a un perro”.

COMIENZAN LAS ESPECULACIONES

Si bien el fan­tasma de la muerte de Durruti a manos de los suyos comen­zaba a sur­gir, qui­zás la hipó­te­sis más lla­ma­tiva fue la defen­dida ape­nas seis días des­pués del suceso por el dia­rio LaU­nión, que, tras el titu­lar “La ver­dad de lo ocu­rrido con la muerte de Durruti”, espe­ci­fi­caba que este había sido ase­si­nado durante una dis­puta sur­gida en el reparto de un botín. Según dicho dia­rio, con­forme pasa­ron los días tras su lle­gada, la indis­ci­plina entre los mili­cia­nos de su columna derivó en que estos asal­ta­sen y saquea­ran los pala­cios de los duques de Alba y Medi­na­celi y el del mar­qués de Urquijo. Tras ente­rarse y recri­mi­nar dicha acti­tud a los suyos, el líder anar­quista, al ver que sus mili­cia­nos hacían oídos sor­dos a lo orde­nado, barajó la posi­bi­li­dad de aban­do­nar el frente madri­leño. Sería pues, en la mañana del vier­nes 19 de noviem­bre, al salir de la casa donde se hos­pe­daba, cuando unos mili­cia­nos habrían aca­bado con su vida tras ente­rarse del posi­ble aban­dono de Durruti del frente de Madrid.

Pode­mos decir que, mien­tras las rota­ti­vas de la zona repu­bli­cana se encar­ga­ron de dar la noti­cia en sus por­ta­das cul­pando a una bala ene­miga u obviando los deta­lles del suceso, las de corte con­ser­va­dor, en su mayo­ría, ape­nas dedi­ca­ron espa­cio a la noti­cia y, cuando lo hicie­ron, fue para des­mi­ti­fi­car su figura y cul­par, ade­más, de su muerte a los pro­pios repu­bli­ca­nos.

MÁS Y MÁS HIPÓTESIS

Tiempo des­pués de aca­bada la gue­rra, han sido igual­mente nume­ro­sos y dis­pa­res los tes­ti­mo­nios e hipó­te­sis plan­tea­dos sobre el suceso. Qui­zás el pri­mero que quedó reco­gido fue el de Bas­tos Ansart, médico que estuvo pre­sente en los últi­mos momen­tos de vida del anar­quista. Aten­dido por los médi­cos San­ta­ma­ría y Moya Prats en un pri­mer momento, estos deci­die­ron lla­mar a Bas­tos – cono­cido por ser un vete­rano médico de gue­rra– para tomar una deci­sión sobre cómo pro­ce­der, pero no pudo sino cer­ti­fi­car que la herida que Durruti pre­sen­taba era mor­tal de nece­si­dad, al haber tras­pa­sado nume­ro­sos órga­nos; solo pudo con­fir­mar que nada se podía hacer por sal­var su vida. Fue pre­ci­sa­mente en sus memo­rias donde, ade­más, señaló que aquel día, mien­tras se encon­traba aten­diendo a Durruti, los mili­cia­nos allí reu­ni­dos no rece­la­ron a la hora de darle a enten­der que habían sido sus pro­pios com­pa­ñe­ros los cau­san­tes de la herida.

Joan Llarch, que en 1973 dedicó un libro a este tema, rea­lizó una inves­ti­ga­ción cen­trada en acer­carse a las per­so­nas que en aquel momento acom­pa­ña­ban a Durruti, al enten­der que solo ellas podían saber lo que real­mente ocu­rrió. Una de las ver­sio­nes reco­gi­das por Llarch, que podría con­cor­dar con la expuesta por Bas­tos, fue la de Anto­nio Boni­lla, miem­bro de la Columna Durruti que ase­guró que el dis­paro no pro­vino del Naran­jero (sub­fu­sil MP 28 II) que por­taba Durruti, si no del de Man­zana. Al pare­cer, tras res­ba­lar el arma de su hom­bro y gol­pear en el estribo, se le dis­paró cau­sando la herida a Durruti. En esta misma línea, pero con sig­ni­fi­ca­ti­vas dife­ren­cias, Marta Durruti, hija de un primo de Bue­na­ven­tura, señaló hace tan solo unos años en el dia­rio LaDi­recta que Man­zana fue el autor del dis­paro, si bien no cree que se rea­li­zara por error: “Estaba den­tro de un coche con un comu­nista, el sar­gento Man­zana, y otras per­so­nas. En un momento en que la columna retroce

La prensa de corte con­ser­va­dor culpó a los de su pro­pio bando; la repu­bli­cana, a una bala ene­miga día, él salió del coche y Man­zana le dis­paró por la espalda. Lo sabe­mos por­que vimos la cha­queta, que tenía el agu­jero en la espalda con todos los bor­des con que­ma­du­ras: le habían dis­pa­rado a que­ma­rropa”.

UN SIMPLE ACCIDENTE

En otra ver­sión, narra Llarch que, en una entre­vista el sacer­dote Jesús Arnal –que había ser­vido como mili­ciano en la Columna Durruti–, este defen­dió la idea de que a Durruti, en un fatí­dico error, se le habría dis­pa­rado su pro­pio Naran­jero. La idea del acci­dente fue tam­bién defen­dida 20 años des­pués por Cle­mente Cuyás, que había com­ba­tido junto al leo­nés. Según este, Durruti estaba molesto con los des­tro­zos que algu­nos de sus com­pa­ñe­ros esta­ban rea­li­zando en las vías al arran­car de estas los tra­ve­sa­ños para hacer fuego, por lo que a media mañana del día 19 deci­dió acer­carse a esta zona para recri­mi­nar dicha acti­tud a los suyos. Allí fue donde, tras ini­ciar una dis­cu­sión con su cen­tu­rión Boni­lla, Durruti come­te­ría el gran error de alzar el fusil que por­taba y gol­pear la culata con­tra el estribo del coche, hecho que pro­vocó la deto­na­ción de una de las balas, que ter­minó tras­pa­sando su cuerpo desde el pecho hasta la espalda y le hizo caer al suelo y per­der una con­cien­cia que jamás recu­peró. Cuyás afir­maba que en aquel momento –tras reci­bir desde el cuar­tel de la columna la reco­men­da­ción de ser dis­cre­tos– los pre­sen­tes deci­die­ron hacer un pacto de silen­cio. Así, se limi­ta­ron a decir que Durruti había muerto en acto de gue­rra, fomen­tando de este modo la visión heroica que se tenía, y que se mul­ti­pli­ca­ría tras su muerte, del que había sido uno de los máxi­mos expo­nen­tes del anar­quismo espa­ñol.

Cuyás no fue el único que defen­dió la idea del acci­dente, pues esta misma ver­sión había sido tam­bién dada por Diego Abad de San­ti­llán en un artí­culo publi­cado en la revista His­to­riay­Vida titu­lado ¿Quién­ma­tóa­Du­rruti? Por su parte, Abel Paz, en una de las bio­gra­fías más com­ple­tas sobre el anar­quista, sacó a relu­cir una cues­tión impor­tante que qui­zás sirva para enten­der todo lo ante­rior. Señala Paz que en aquel momento solo era via­ble para el ámbito repu­bli­cano cul­par de la muerte a una bala ene­miga, pues la sim­ple duda hubiese podido supo­ner alter­ca­dos tanto den­tro de las filas anar­quis­tas como de las repu­bli­ca­nas en gene­ral, algo que no podía per­mi­tirse la izquierda cuando ape­nas la gue­rra se estaba ini­ciando.

Un pacto de silen­cio de sus com­pa­ñe­ros habría encu­bierto un auto­dis­paro for­tuito del pro­pio Durruti

LA DESPEDIDA

La muerte de Durruti, en por­tada del perió­dico Soli­da­ri­dad Obrera del 21 de noviem­bre del 36.
 

Tras el falle­ci­miento, el cuerpo de Durruti fue embal­sa­mado en Madrid para ser des­pués tras­la­dado a Bar­ce­lona, donde fue expuesto en una cámara mor­tuo­ria ubi­cada en el local de la CNT, por donde durante toda la noche pasa­ron cen­te­na­res de per­so­nas. De allí par­tió, a las 9 de la mañana del día 22, el cor­tejo fúne­bre. Más de medio millón de per­so­nas estu­vie­ron pre­sen­tes. Entre otras, el pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat junto a miem­bros del Con­sejo, el minis­tro de jus­ti­cia Gar­cía Oli­ver, el alcalde de Bar­ce­lona y el cón­sul de la URSS, ade­más de nume­ro­sos car­gos de la CNT, que acom­pa­ña­ron en todo momento al fére­tro. Junto a este iba Émi­lienne Morin, la viuda de Durruti. Al frente de la comi­tiva se encon­traba la Guar­dia Urbana, seguida por repre­sen­tan­tes de los sin­di­ca­tos comar­ca­les, la Columna Ascaso, que había lle­gado desde Madrid, y la Columna Liber­tad con sec­cio­nes moto­ri­za­das. Detrás, el fére­tro lle­vado a hom­bros por varios de sus com­pa­ñe­ros. Durante horas se intentó que el cor­tejo lle­gase al cemen­te­rio de Mont­juíc, pero la aglo­me­ra­ción de per­so­nas lo hizo impo­si­ble y se deci­dió apla­zar la inhu­ma­ción hasta el día siguiente. Su cuerpo fue sepul­tado allí de manera pro­vi­sio­nal hasta que fue cons­truido un mau­so­leo en el que repo­sa­ría junto a su amigo Ascaso y el peda­gogo Ferrer i Guar­dia. Sabe­mos que este tras­lado de res­tos se pro­dujo un año más tarde, pero en los años sesenta se com­probó que los sepul­cros de Ascaso y de Durruti esta­ban vacíos. Tras revi­sar los libros del cemen­te­rio, se com­probó que los hue­sos de Ascaso habían sido arro­ja­dos al osa­rio gene­ral; sin embargo, de los de Durruti no quedó refle­jado nada. ¿ Dónde están sus res­tos? Es ese otro mis­te­rio que aña­dir al de su muerte.

EL ENTIERRO. La ima­gen corres­pone al paso de la comi­tiva por la vía Laye­tana de Bar­ce­lona, a la salida de la sede de la CNT y la FAI, donde la capi­lla ardiente había estado expuesta.
 
LLUÍS COMPANYS. El pre­si­dent de la Gene­ra­li­tat, rodeado de polí­ti­cos cata­la­nis­tas durante su visita a Madrid para pedir más com­pe­ten­cias para Cata­luña. De izda. a dcha.: Josep Grau, Jaume Aigua­der, Lluís Com­panys, Martí Esteve, Lluís Nico­lau d’Olwer y Antoni Maria Sbert. 
 

Fuente → pressreader.com

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