El grupo de Memoria Histórica de la Asociación Manuel Azaña quiere compartir una noticia de interés para investigadores e historiadores, así como para familiares de antiguos afiliados y dirigentes de Izquierda Republicana. Dice así el comunicado

En estos días se ha superado, en la base de datos de esta entidad, abierta para consulta, la cifra de 24.500 pequeñas biografías de miembros de Izquierda Republicana, que pertenecieron a este partido, desde su fundación en abril de 1934, hasta los años de la clandestinidad y el exilio. La investigación, que se inició hace más de veinte años, ha puesto en evidencia que el partido fundado por Manuel Azaña no fue un pequeño grupo de notables, tal y como se ha mantenido por la mayoría de los historiadores de la izquierda académica, si no el partido de mayor implantación en la España de los años republicanos. La procedencia de la información que se incorpora a la base de datos tiene un variado origen: Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca), Archivo Histórico Nacional, Archivos Histórico-Provinciales, prensa diaria generalista de la época, prensa republicana, boletines internos de las agrupaciones de IR, Archivos Militares (consejos de guerra), Archivo General de la Administración y, por descontado, datos sacados de investigaciones de carácter local y que han sido publicadas en los últimos años. También ha sido y es importante la información que llega de familiares de antiguos afiliados y dirigentes, de dentro y fuera de España que, con gran generosidad, aportan documentos y fotografías que han conservado a través de varias generaciones.
Para hacernos una idea de las dificultades que conlleva este trabajo de reconstrucción de los antiguos ficheros de IR, nos parece pertinente reproducir lo que en octubre de 1936, comunicaba el nuevo alcalde franquista del pueblo extremeño de Villamiel al gobernador civil, en relación a los bienes muebles y documentos pertenecientes a Izquierda Republicana: “Todos los efectos y documentación que a esta Sociedad pertenecían fueron quemados en la plaza pública quedando todo ello convertido en cenizas”. Es decir, en muchas ciudades y pueblos se procedió de similar forma en los primeros meses de la guerra, en la zona que quedó en poder de los sublevados apenas se inició la sublevación, por lo que la reconstrucción de ficheros se hace en algunos casos tarea imposible.
En la medida de lo posible, siempre con fuentes documentales, se ha podido acreditar, con estos datos de antiguos militantes, que más de mil personas afiliadas a IR fueron asesinadas, o fusiladas con expediente judicial, tanto durante la llamada guerra civil como en los años siguientes. De esta manera, también se desmonta otra de las falacias que han sido divulgadas, -y esto nos duele-, por algunos historiadores de izquierdas, y es que el franquismo fue más benevolente con los republicanos que con otras organizaciones del Frente Popular. Se puede argumentar que ocurrió, precisamente al revés, es decir, en los casos de dirigentes políticos que ejercían profesiones como médico, abogado o maestro, y esto se constata en los sumarios, hay mucho más odio por parte de los represores, al considerar que aquellas personas con formación superior ejercían una “influencia dañina” en el pueblo, y que el castigo debía ser más ejemplar que con un jornalero.
Por parte de los investigadores que vienen trabajando en esta tarea, de reconstrucción de los listados, ficheros y libros de afiliados, podemos afirmar que la cifra a la que se ha llegado está muy lejos de reflejar la realidad organizativa de IR, y que, según estimaciones moderadas estaría en torno a los 200.000 afiliados. Se pone de manifiesto que la mayoría de los afiliados que hasta ahora se han volcado a la base de datos eran, en gran parte, dirigentes o cargos públicos, o bien personalidades que, sin ocupar cargo alguno, habían destacado en el ámbito intelectual, pues sus nombres están tomados de referencias de prensa o de documentación administrativa de las agrupaciones, es decir de hombres y mujeres que ocupaban puestos de responsabilidad, ya fuera interna o institucional. También han sido unas fuentes muy de apreciar los listados que se vienen publicando por entidades memorialistas, de personas represaliadas en determinadas localidades o comarcas, y donde se suele hacer constar la afiliación política o sindical de las víctimas.
Son muy pocos los libros de afiliados, o listados, que han aparecido hasta ahora, y solo limitados a ciudades como Madrid, Pontevedra, Logroño o Toledo. De agrupaciones que en su día fueron muy importantes, y lo sabemos por la numeración de los carnés donados o adquiridos, o por referencias en la prensa, apenas están recuperados los datos de unos quince o veinte afiliados, como por ejemplo las localidades toledanas de Villafranca de los Caballeros y Santa Cruz de la Zarza, de las que existen varias referencias fehacientes y testimonios, de que ambas superaban los 600 socios. Es decir, y nos remitimos a algunas ciudades en las que, tras años de contar en la base solo con una docena de miembros conocidos del partido, bien por haber aparecido en la prensa de la época, o bien por figurar como fundadores en la documentación obrante en los registros de asociaciones de los gobiernos civiles, finalmente ha aparecido en algún archivo el libro registro de socios de la agrupación municipal de IR. Este es el caso de la ciudad de Logroño, donde esta documentación arroja una cifra cercana a los mil socios, de los que casi un tercio son mujeres.

Otra inexactitud, aceptada y divulgada por buena parte de la citada izquierda académica, es la del origen burgués de la militancia republicana. Quizás llevase a la confusión el título de un libro meritorio, el de Juan Avilés Farré, La izquierda burguesa en la II República, pero hay que trascender el título, probablemente sugerido por la empresa editora, pues lo cierto es que no solo fue de los primeros estudiosos del republicanismo del siglo XX, si no que contribuyó a sentar las bases para situar a esta corriente política con su peso específico en la historia contemporánea española. El recordado historiador no inventó nada, sino que se hizo eco de una terminología muy al uso en los años treinta en España, y que consistía en calificar de burgueses, no solo a los enemigos de clase, léase la derecha política, sino también a quienes en la izquierda no eran de la corriente de Francisco Largo Caballero, algo que también ocurría en el seno del propio Partido Socialista, con personalidades como Fernando de los Ríos, Julián Besteiro o Indalecio Prieto, motejados de burgueses por sus enemigos internos.
Lo fácil hubiera sido seguir la corriente mayoritaria en los años en que el citado historiador realizó su tesis doctoral, y, al compás de los seguidores de Tuñón de Lara, haber realizado una investigación en el ámbito del movimiento obrero. Es por lo mismo que, tanto a Juan Avilés como a Eduardo Espín, autor de Azaña en el poder. El partido de Acción Republicana, hay que reconocerles el mérito de haber ido contracorriente, y haber roto el ninguneo de que fue objeto durante muchos años el republicanismo, también en el terreno de las investigaciones históricas. Esa tendencia persiste hoy día, lamentablemente, y nos encontramos, precisamente, en los seminarios y cursos, conmemorativos de los cincuenta años de la muerte del dictador y el inicio de la transición a la democracia, con la ausencia de ponentes y conferenciantes especialistas en el republicanismo español del siglo XX. Nada nuevo por desgracia.
Volvemos al “mantra” del origen burgués de la militancia republicana, y también con información veraz procedente de archivos, se desmonta por sí mismo este recurrente argumento. Por ejemplo, en la ciudad de Madrid, con datos de diciembre de 1935, y, sobre una cifra cierta de 5.000 afiliados, más de 1000 eran obreros y empleados de bajo nivel salarial, 326 eran modestos funcionarios y, siguiendo de mayor a menor, el resto de los oficios y profesiones eran del siguiente tenor: médicos: 242, estudiantes: 226, industriales: 218, pequeños comerciantes: 190; ingenieros: 85; catedráticos 66 y así sucesivamente. Es decir, se venía a cumplir en Izquierda Republicana el artículo primero de la Constitución de 1931, al proclamar que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”.
En el mundo rural hay un cambio sustancial que hace que, a la hora de establecer un perfil general del afiliado medio, nos encontremos con que la inmensa mayoría de los militantes no pertenecían a profesiones cualificadas, sino que eran trabajadores del campo o artesanos, sin perjuicio de que militaran en IR el maestro, el médico, el farmacéutico o el veterinario.
Es decir, el perfil medio de los militantes, si se realizase una estadística general, que incluyera agrupaciones urbanas y rurales, no sería muy diferente del PSOE, partido que no contaba con más afiliados que Izquierda Republicana, y así está corroborado en algunas provincias de las que hay datos. Cuestión distinta es la militancia en la UGT y en las casas del pueblo, entidades que fácilmente cuadruplicaban o quintuplicaban en número de socios a cualquier partido de la localidad en cuestión. También hay que decir que en muchos casos los afiliados de IR también estaban asociados a sindicatos, en muchos casos a la UGT, como era el caso de la mayoría de los maestros y profesores, y que cotizaban o incluso ocupaban cargos directivos en la FETE-UGT.

Estamos en tiempos en los que hay que exigir rigor y aportación de documentos y fuentes de información, y es lo que estamos haciendo a la hora de volcar nombres de militantes a la base de datos, tratando de recabar el mayor número posible de elementos que ayuden a tener una foto sociológica de lo que fue el partido fundado por Manuel Azaña.
Una singularidad que ocurría en las grandes ciudades, desde la fundación de IR en abril de 1934, era la organización de los afiliados por agrupaciones profesionales, denominadas Secretariados Técnicos. Hemos detectado la existencia de los siguientes: Sanidad, Primera Enseñanza, Teléfonos, Correos, Crédito y Finanzas, Abogados, Oficinas, Instrucción Pública, Deportes, Cultura y Biblioteca, Agentes Comerciales, funcionarios del Estado, Justicia, Comerciantes e Industriales, Profesiones y Oficios Varios, Transportes, Agitación y Propaganda. También, y no solo en las grandes ciudades, existió un secretariado femenino muy importante.
Estas organizaciones sectoriales de IR, que integraban a profesionales con gran prestigio, fueron más allá de las sedes del partido y dieron lugar a entidades profesionales autónomas, que funcionaron en régimen de asociaciones abiertas a personas que militaban en otros partidos de la izquierda, como fue el caso de la Agrupación Profesional de Médicos Liberales, o la que aglutinaba a los funcionarios de Correos y que llegó a contar con una revista propia: Izquierda Postal.
La citada innovación organizativa tiene que ver con un documento aprobado por la Asamblea Constituyente de IR, sobre la condición de afiliado, y organización económica del Partido, y que deja establecido que: es indispensable acabar con la anticuada y viciosa organización a base exclusivamente de Casinos. Esta antigua organización debe desaparecer para dejar paso a otra, vibrante, activa, trabajando en oficinas modernas, con centros de estudios políticos y sociales, consultorios, servicios técnicos, etc., etc. Un Partido moderno, no puede ser una extensa comunidad de tertulias políticas. Necesita ser algo más activo y eficaz. En su consecuencia, los Círculos o Casinos no constituirán Entidad dentro de la organización del Partido, y no podrán confundirse con los organismos directivos locales o provinciales de “IZQUIERDA REPUBLICANA”, por cuanto sólo en éstos reside la autoridad política de la organización en las respectivas demarcaciones y a ella deben estar sometidas todas las Instituciones del Partido, aunque gocen de cierta autonomía para su vida peculiar.

Para finalizar esta aproximación, a lo que es la base de datos de militantes históricos de Izquierda Republicana, decir que no contamos con medios suficientes para poder “colgar” accesos a biografías ni a todos los datos con los que contamos de antiguos afiliados y afiliadas relevantes. Solo podemos afirmar que Izquierda Republicana fue el partido en el que militaron buena parte de los escritores e intelectuales de los años de la Segunda República. La lista es interminable, pero no obstante queremos dejar anotados algunos nombres relevantes en distintas disciplinas del saber, no con ánimo de patrimonializar su legado, como otros han querido hacer, sino para dejar constancia de lo baldío e inútil que resulta ese afán por acaparar, tan común en algunas organizaciones de la izquierda. Hay que iniciar esta relación con Manuel Azaña, relevante escritor y pensador, antes que político. Y, a continuación, sin preeminencia de nadie, dejamos anotados algunos de estos personajes, que engrandecieron a nuestro país, y que, desgraciadamente acabaron en prisión, expatriados, o ante un pelotón de fusilamiento. Los más afortunados pudieron marchar al exilio, y, en algunos casos, tuvieron brillantes trayectorias en el mundo de las ciencias o las letras en sus países de acogida: Antonio Machado, Luis Bello, Antonio Espina, Manuel Ciges Aparicio, Juan Chabás, Enrique Díez Canedo, Esteban Salazar Chapela, José Díaz Fernández, Juan José Domenchina, Amós Salvador, Ángel Lazaro, Cipriano Rivas Cherif, José Giral, Gabriel Franco, Mariano Ruiz-Funes, Leonardo Martín Echevarría, Victoria Kent, Margarita Xirgu, José Lino Vaamonde, Timoteo Pérez Rubio, Bibiano F. Osorio-Tafall, Joaquín Dicenta, Luis Amado Blanco, Antonio Porras, Manuel Millares Vázquez, Carlota O´Neill, Cecilia G. de Guilarte, Joaquín Arderius, Félix Urabayen, Antonio Robles, Alejandro Casona, Agustín Millares Carlo, Manuel Martínez-Risco, Ceferino Palencia, Juan Bonet, José María Ots Capdequí, José Sánchez-Covisa, Francisco Barnés, Casimiro Lana Serrate, Honorato de Castro Bonell, Adolfo Miaja de la Muela, Alfredo Matilla, Antonio Jaén Morente, Antonio de la Villa, Gabriel Bonilla Marín, Juan María Aguilar Calvo, Jesús Yoldi, Casto Prieto Carrasco, José Serrano Batanero, Antonio de Lezama, Juan Peset Aleixandre y José Palanco Romero.

El propio Manuel Azaña, tras verse abocado a la formación de gobierno, tras las elecciones de febrero de 1936, escribía en sus diarios acerca de esa militancia escogida, con la que pensaba transformar España:
“He colocado a la mejor gente del partido, en el que hay un personal de segunda fila muy lúcido y capaz, y muy honesto. De él podría salir un buen puñado de gobernantes, si nos dan tiempo para que hagan el aprendizaje y se formen.”


1 comentario
Lamento discrepar en el artículo, ya que no se especifica claramente cuál es la cifra exacta de los afiliados de Izquierda Republicana. No creo que compararse con otros partidos políticos de izquierdas sea bueno para afirmar cuanta afiliación tiene cada uno. Además, también se dice que Izquierda Republicana no era un partido político de izquierda burguesa porque parte de la militancia era de clase obrera, poniendo como ejemplo a la agrupación local de Izquierda Republicana de Madrid, en el que se menciona que tiene 5.000 afiliados y que 1.000 de esos afiliados son de clase obrera. Si de esos 5.000 militantes, 1.000 son de clase obrera, entonces, los otros 4.000 restantes serán intelectuales, ¿no?. Porque sino, no me cuadran las cuentas.
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