
Eduardo Montagut
La fórmula política que conocemos por dictadura tiene su origen en Roma.
Ante esta especie de nostalgia teledirigida por determinados sectores políticos e ideológicos sobre el franquismo hacia los jóvenes conviene que intentemos recordar aspectos fundamentales del mismo con un afán pedagógico para recordar qué es una dictadura y cómo fue la española en concreto.
Comenzamos, en primer lugar, por definir lo que es una dictadura para que podamos hacer un ejercicio comparativo sobre lo que es una democracia.
En los albores de la edad contemporánea la primera dictadura fue, sin lugar a duda, la establecida por los jacobinos entre 1793 y 1794
La fórmula política que conocemos por dictadura tiene su origen en Roma. La dictadura era una magistratura en el organigrama político de la República. El dictador era escogido e investido por el cónsul, ya que solamente un magistrado cum imperium podía transmitir este poder a otro, aunque, eso sí, con la aquiescencia del Senado. El imperium era el poder originario y soberano de vida y muerte. Solamente tenían este máximo poder las más altas magistraturas: cónsules, pretores y dictadores. La dictadura era, realmente, un recurso temporal de seis meses de duración para momentos complicados. Era la única magistratura romana no colegiada. Pero la naturaleza de la dictadura cambió con la crisis de la República romana, con Sila y con César: se amplió su duración y se acumularon más competencias. En ese momento, estos personajes emplearon la magistratura para cumplir sus ambiciones políticas personales, desvirtuando el sentido primigenio de la misma.
En la época moderna las dictaduras se dieron en las formas políticas republicanas europeas, siendo el caso más interesante el de Cromwell en Inglaterra cuando triunfó la primera Revolución inglesa.
En los albores de la edad contemporánea la primera dictadura fue, sin lugar a duda, la establecida por los jacobinos entre 1793 y 1794. Pero no solamente lo fue por cuestiones cronológicas, sino también porque estableció algunas características de las dictaduras posteriores: el control a través de un estado centralizado, concentración del poder en el ejecutivo frente a los otros poderes y el contar con apoyos populares. A lo largo del siglo XIX se han dado más ejemplos. En nuestro país el caso más notorio fue la dictadura de Serrano en el año 1874 entre la disolución del parlamento de la I República y el pronunciamiento de Martínez Campos que permitió el comienzo de la Restauración. Pero, sin lugar a duda, el siglo XX ha sido la época dorada de las dictaduras, con incontables ejemplos en todo el mundo, teniendo España un claro protagonismo en esta materia al padecer una de las más largas e intensas.
En nuestro país el caso más notorio fue la dictadura de Serrano en el año 1874 entre la disolución del parlamento de la I República y el pronunciamiento de Martínez Campos que permitió el comienzo de la Restauración
Definir una dictadura no es tarea fácil porque hay una gran variedad de tipos, en función de diversos criterios, teniendo en cuenta, por otro lado, que no son excluyentes entre sí, aunque podemos encontrar rasgos comunes en todas ellas. Los elementos comunes a todas las dictaduras nos permiten caracterizar a las mismas como sistemas políticos contrarios a las democracias donde no hay división de poderes, sin derechos fundamentales o aunque se proclamen, sin garantías para su ejercicio, inexistencia de pluralidad política, sindical y asociativa, tendencia al ejercicio del poder de forma arbitraria a favor del dictador, grupo, clase o minoría que sostiene y se beneficia de la dictadura frente al imperio de la ley de los sistemas democráticos. Las dictaduras no se basan en el consentimiento libre de los gobernados, aunque los dictadores tienden a insistir en que dicha aquiescencia sí existe, ya que se utilizan métodos populistas como los plebiscitos para buscar su legitimación popular, a pesar de que dichas consultas no son, realmente libres, al impedirse la propaganda política contraria. Pero, también, conviene señalar que las dictaduras no pueden permanecer largos períodos de tiempo si no tuviesen ciertos apoyos sociales. Los métodos represivos no pueden ser los únicos que permitan su permanencia. Si el grado de represión es muy alto, y con un sistema de ideas que lo apoya, la dictadura se tiñe de totalitaria. Al aludir al totalitarismo apuntamos a la existencia de un interesante debate sobre las semejanzas y diferencias entre un sistema totalitario y una dictadura, con fronteras un tanto difusas
La dictadura suele estar muy vinculada a un concepto muy personalista del poder, a la ambición de quien detenta el mismo. Se enaltece al dictador, jefe, líder o caudillo a través de la propaganda. Se argumentaría que se trataría de un personaje que supuestamente ejercería el poder con grandes sacrificios personales, un jefe que renunciaba a los placeres de la vida privada por la patria o el país. Puede llegar a ser presentado como un estadista dispuesto a darlo todo por el pueblo, hasta la vida, y sin pedir nada a cambio, aunque sí la obediencia al mismo, precisamente por esos supuestos sacrificios. Muchas dictaduras tienen, pues, un marcado carácter paternalista.
Las dictaduras suelen buscar la justificación de su existencia en la necesidad de la misma, apelando a una situación extraordinaria o terrible y que se solucionaba con este ejercicio del poder. Es la legitimación de la dictadura y de su permanencia durante un tiempo, o de forma indefinida, al menos hasta la muerte del dictador. Se tiende, además, a que el sistema sobreviva a la muerte de su creador o impulsor, habiendo casos en los que eso se consigue, mientras que en otros se termina por desbaratar.
La dictadura suele estar muy vinculada a un concepto muy personalista del poder. Se enaltece al dictador, jefe, líder o caudillo a través de la propaganda
En la teoría marxista la dictadura del proletariado se considera como un paso previo para la instauración de la sociedad comunista. Fue enunciada por Marx, aunque el gran teórico de esta fue, realmente, Lenin. Cuando triunfaba la revolución se haría necesario un estadio intermedio antes de llegar a la sociedad comunista sin clases ni opresiones. La dictadura serviría para eliminar al estado, sus instituciones y estructuras, así como todos los poderes económicos y sociales existentes en manos de la burguesía. El concepto de dictadura del proletariado ha generado una fuerte controversia en el pensamiento marxista, especialmente cuando se comprobó que su carácter transitorio terminaba por convertirse en permanente, persiguiendo duramente cualquier tipo de disidencia, como se vio en la URSS y en el resto de los países comunistas.
En la historia contemporánea española ha habido tres dictaduras: la de Serrano en 1874, que liquidó la Primera República, la de Primo de Rivera entre 1923 y 1929 (seguida por la “dictablanda” entre 1929 y 1931) y, por fin, la de Franco una de las más largas en Europa.
Fuente → nuevatribuna.es
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