Del ejército republicano a la universidad argentina. Un médico exiliado
Del ejército republicano a la universidad argentina. Un médico exiliado
Daniel Campione 


La de los médicos fue una de las profesiones representadas en el exilio español en Argentina. De convicciones republicanas en sus variadas tendencias, el haber prestado sus servicios profesionales al ejército republicano era una vía de entrada a la calificación de “rojo”. Lo que apuntaba al hostigamiento; la cárcel, tal vez la muerte.
 

Los médicos procedentes de España no eran siempre recibidos con los brazos abiertos en el país. Tuvieron problemas para revalidar sus títulos. Y obtenido el reconocimiento, instalarse en la atención profesional o en el ámbito académico no fue sencillo.

En la propia universidad de Buenos Aires, en la que  por entonces (década de 1940) predominaban las tendencias conservadoras,  los expatriados eran vistos como “rojos” peligrosos, por lo que se les retaceaba en la medida de lo posible el reconocimiento de sus títulos y el ingreso a la profesión en la capital del país.

Por esa razón fueron más los exiliados que consiguieron la reválida en la Universidad Nacional de La Plata, o en otras del interior del país.

De cualquier manera, hubo profesionales de la medicina exiliados que jugaron un papel destacado en nuestras tierras. Entre ellos puede mencionarse a Ángel Garma,  un destacado psiquiatra; Pío del Río Hortega, profesor de histología en la UBA, Gumersindo Sánchez Guisande, profesor de anatomía en la misma universidad, entre otros

Aquí nos ocuparemos de Estanislao LLuesma Uranga. Era un facultativo que tuvo destacada actuación a lo largo de la llamada guerra civil, en la atención de heridos y enfermos pertenecientes a las tropas republicanas.

Una vez en nuestro país, prosiguió un rico desempeño en distintas ramas del saber médico. Y asimismo desarrolló otras facetas en el campo cultural.

Un médico del ejército de la república

Lluesma nació en la ciudad de Buenos Aires en 1909. Al poco tiempo sus padres, españoles, volvieron con él a su país de origen. Estudiante destacado desde la escuela primaria, se graduó de médico en Madrid a los 21 años. Y se doctoró al año siguiente, e ingresó al claustro docente de la universidad madrileña, en la cátedra de Patología y Clínica Quirúrgica.

Por su destacado desempeño en la universidad se le otorgó una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, entidad que promovía que españoles y alguna española completaran su formación en otros países. Fue en 1933.

Rumania fue el país donde permaneció más tiempo. Allí recibió premios y distinciones que le permitieron volver a España ya con un sólido prestigio.

Los sucesos de julio de 1936 y el comienzo de la guerra ponen al joven Lluesma en el rol de médico militar. Fue designado jefe del equipo quirúrgico del Hospital de Clínicas de Madrid, conocido como San Carlos

En abril de 1937 el traslado del gobierno republicano a Valencia lo conduce hasta allí. Ingresa a la cátedra de Terapéutica quirúrgica de la universidad valenciana.

A partir del mes de agosto se incorpora de lleno a unidades militares. Se desenvolvió como jefe de equipos móviles en hospitales militares de Murcia, Valencia y Aragón.

Se integra a la sanidad del cuerpo de carabineros, donde alcanzó los grados de teniente, capitán y comandante. Luego ejerce su profesión en variadas unidades militares, hasta marzo de 1939, en vísperas del derrumbe de la república. Por entonces se entera  de que su padre, oficial de la armada y también republicano, ha sido arrestado. Y que a él lo buscan con la misma finalidad.

Se le abría el camino del exilio. Un primo lo traslada en su camión por tierras valencianas hasta el puerto de Gandía, en Valencia. Una vez allí consigue embarcar en un vapor, el Galatea. Justo mientras subía llegan tropas franquistas con el propósito de aprehenderlo. Logra zafar de la difícil situación gracias a Bárbara Wood, una brigadista internacional que finge ser su mujer y puede salvarlo.

La vida de expatriado

El buque lo conduce a Francia. Como tantos va a parar a un campo de concentración, en su caso en Dordogne. Su madre, que había podido escapar a Buenos Aires, gestiona su ingreso a Argentina, en base a hacer valer el nacimiento allí de Estanislao.  Obtiene un pasaporte, lo que le permite al hijo abandonar el campo de refugiados.  Arriba a Buenos Aires e inicia su camino de exilio.

En 1940 revalida su título de doctor en Medicina en la Universidad Nacional de La Plata. Contó con el apoyo de quien era su amigo, el talentoso jurista Luis Jiménez de Asúa, que era profesor de esa universidad. Lo hizo con la tesis, Heridas arteriales de guerra. En ese texto volcaba parte de sus experiencias como cirujano militar.

En la facultad de medicina porteña sufrió años después un desaire, cuando se le negó el ingreso como docente a la cátedra de Clínica Quirúrgica, para la que tenía sobrados antecedentes. Su pasado, con la consiguiente sospecha por “rojo” parece haber sido determinante para el rechazo.

Lo anterior no fue impedimento para proseguir su carrera. Incorporó nuevos estudios, como los de médico legista. Tuvo también tiempo para dedicarse a la escritura y a la traducción. En esto último aprovechó una gran facilidad para los idiomas.

Fue autor de un diccionario de medicina, único en su tipo. Como traductor puso en castellano las obras completas de Paracelso, médico del siglo XVI que constituye un hito en la historia mundial de la medicina. En total publicó más de cien trabajos médicos.

Cultivó otras ramas de la escritura. Fue autor de poemas, obras de teatro y alguna novela. Palestra  y balcón, su primer libro de poemas, de 1945, constituye un valioso testimonio de su paso por el conflicto español. Fue del mismo año una obra sobre su especialidad médica, Patología quirúrgica del peritoneo.

A partir de un vínculo amistoso con el reconocido músico Ernesto Baffa incursionó asimismo en la composición de algunos tangos y milongas.

Parte de su obra literaria permanece inédita hasta hoy. Ha llamado la atención de algunos investigadores, por lo que tal vez se llegue a su publicación.

Estanislao nunca quiso regresar a España. Como tantas y tantos prefirió no volver a pisar tierra ibérica a hacerlo bajo la dictadura de Francisco Franco. Murió en Buenos Aires en 1968.

Existen testimonios de que nunca abandonó sus convicciones republicanas. Y sustentó el orgullo de haber participado en la lucha contra el fascismo.


Fuente → huelladelsur.ar

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