Simone Weil y la guerra civil española. «España 1936: un debate sobre la violencia y la no violencia»

Simone Weil y la guerra civil española. «España 1936: un debate sobre la violencia y la no violencia»

Dossier realizado por el Bollettino Archivio G. Pinelli, n.º 61, 20231

Myrtilli, por los Gimenólogos, 29 de julio de 2024
Versión corregida y aumentada el 18 de febrero de 2025
Publicado en: https://gimenologues.org/spip.php?article1112

Con la inestimable ayuda de Kike Tudela desde Granada.

Le Bollettino

Los compagni de este boletín milanés han traducido y publicado nuestro artículo «Regreso sobre la carta de Simone Weil a Georges Bernanos»2 en el marco de su dossier «España 1936: un debate sobre la violencia y la no violencia». En él se incluye dicha carta, publicada en la revista Témoins n.º 7 de 1954, así como el debate que suscitó, con los comentarios, entre otros, de Jean-Paul Samson, Albert Camus, Gaston Leval y Louis Mercier Vega, aparecidos en el número siguiente de Témoins.

A continuación, se encuentra un texto de la redacción titulado «Dentro la guerra ma contro la guerra». Luego, nos llevamos la sorpresa de encontrar en este recopilatorio un extenso texto titulado «Simone Weil aveva ragione», de Pietro Adamo, de quien ya conocíamos la falta de rigor histórico y la reproducción de «prejuicios liberales hacia las revoluciones igualitarias», señalados por Miguel Chueca en su texto publicado en 2002 en A Contretemps: «Sobre un debate acerca de la “crueldad de los anarquistas españoles”».3

El profesor Adamo persiste y reafirma los errores señalados. Por ello, en el presente artículo, nos centraremos en someter a un examen riguroso una de sus afirmaciones más delirantes sobre las masacres de Ronda, en Andalucía, atribuidas a los anarquistas. No solo retoma una acusación no verificada proveniente de fuentes franquistas —repetida sin escrúpulos desde los años 60 por Hugh Thomas, Gerald Brenan, Paul Preston, etc.—, sino que, además, incrementa el horror como si hubiera investigado el tema en profundidad o descubierto nuevas fuentes. Esta especie de histerización sobre la «crueldad específica de los anarquistas españoles» nos brinda la oportunidad de examinar el asunto más de cerca. Las demás afirmaciones discutibles de P. Adamo contenidas en el mismo texto serán abordadas en otra ocasión.

El imaginario del historiógrafo Pietro Adamo

Graduado en teoría e historia de la historiografía en la Universidad de Milán, Pietro Adamo lleva mucho tiempo empeñado en denunciar «la mentalidad terrorista» de ciertos anarquistas, en particular los de España. En 2001, desató una polémica con un comentario despreocupado en un artículo sobre las circunstancias de la muerte de Berneri4 en España: «A la izquierda, ningún grupo ha superado a los libertarios en términos de crueldad hacia la población civil, ya fueran comunistas, sacerdotes o los burgueses odiados».

Claudio Venza reaccionó a esta afirmación en Libertaria, III, n.º 2, 2001: «La crudeltà degli anarchici spagnoli», a lo que Adamo respondió en Libertaria III, n.º 3, 2001, pp. 90-95, con «Quando la violenza è politica»5, un artículo que posteriormente repudió6.

Hoy en día, remite a su libro Pensiero e dinamita. Gli anarchici e la violenza. 1892-1894 (2004) para consultar las páginas que «respetan plenamente [su] pensamiento sobre el tema». Así que nos hemos adentrado en el núcleo de su pensamiento en la segunda parte de esta obra, titulada «La violenza e il suo eccesso. 7. Il caso spagnolo», y esto no nos ha tranquilizado respecto a sus métodos. Pietro Adamo comienza por hacer un inventario de las atrocidades atribuidas al «terror rojo», del cual los anarquistas españoles eran «la punta de diamante»:

«No es fácil distinguir los casos de venganza personal, la resolución de disputas familiares, los conflictos sociales de larga duración o la presencia de elementos criminales (aceptados en masa dentro de las organizaciones anarquistas, las más dispuestas a reconocer un papel político a los delincuentes), pero algunos elementos fundamentales emergen con claridad: asesinatos a sangre fría de “sacerdotes”, “burgueses” y “fascistas”, ejecuciones masivas, masacres como represalia (incluyendo mujeres, ancianos y niños […]), múltiples paseos, emasculaciones, crucifixiones, desmembramientos, etc. En el bando republicano, los anarquistas parecen haber asumido […] el papel de protagonistas. […] La violencia anarquista aparece como premoderna, en el sentido de que, más que responder a una racionalidad instrumental, sigue impregnada de sacralidad y ritualidad, lo que le confiere una dimensión simbólica: los milicianos de la FAI de Málaga decidieron ejecutar en Ronda a 512 personas (probablemente la mayor masacre anarquista en número de toda la época) arrojándolas desde un acantilado7.
Una comparación con el terrorismo de los años 1892-1894 permite, además de captar las diferencias más significativas, contextualizar mejor el problema.» (p. 81). [Traducción de la traducción francesa del original en italiano].

En este libro, Adamo utiliza el pretexto moral de la carta de Simone Weil a Bernanos para respaldar su enfoque poco riguroso; además, se permite atribuirle una formulación que no corresponde a la filósofa:

«[…] La denuncia más célebre de la mentalidad terrorista de los anarquistas proviene de la pluma de Simone Weil, insospechable desde el punto de vista de sus simpatías políticas» (Ibid., p. 86).

Por último, en el texto del Bollettino donde sostiene que «Simone Weil tenía razón», Adamo pierde completamente la suya: «¿Es lícito deshacerse de todos los habitantes —esta vez mujeres, ancianos y niños— de una pequeña ciudad (Ronda) que hasta la noche anterior había albergado un regimiento franquista, arrojándolos a todos desde lo alto de un acantilado?», se pregunta tras una serie de «¿Es lícito…?» un tanto abstrusa.

Y califica de «negacionistas» a quienes se niegan a afrontar la «realidad» de la crueldad desplegada por los anarquistas en España.

Ronda

«¿Todos los habitantes? ¿En serio? ¡Ni siquiera Queipo de Llano se atrevió a tanto!».8 La pequeña ciudad de Ronda, en la provincia de Málaga, tenía cerca de 33 000 habitantes en aquella época, sin contar a los refugiados. Para evitar el ridículo, a nuestro historiador le habría bastado con hacer una simple búsqueda en internet: en poco tiempo habría encontrado la tesis completa del historiador Pablo Benítez Gómez, quien en 2021 analizó el tema en República, retaguardia y justicia militar en la Serranía de Ronda (1930-1940).

El autor se basa en una gran cantidad de archivos, en su mayoría provenientes de la administración franquista, pero también en documentos municipales y privados. Tras una exposición detallada, llega a la siguiente conclusión: en Ronda, entre el 17 de julio y el 16 de septiembre —fecha en que la ciudad fue tomada por los nacionales—, hubo, como resultado de la violencia política, 203 personas de derechas (o consideradas como tales) ejecutadas, entre ellas cuatro mujeres. Y, aclara Benítez, en el Tajo solo se arrojaron objetos de culto9.

Si se toman en cuenta todas las víctimas civiles caídas en la retaguardia de la Serranía de Ronda, el número asciende a 317, en una población de 120.000 habitantes10.

Veamos más de cerca, a través de algunos extractos, cómo el historiador analiza el proceso de manipulación de fuentes que llevó a la creación del mito de las 622 víctimas —cifra oficial— y a la teatralización de las represalias ejercidas en Ronda contra los derechistas o supuestos tales11, una narrativa que también debe algo a la novela de Ernest Hemingway ¿Por quién doblan las campanas?, publicada en 1940.

Desde el principio (p. 33), Benítez deja claro un punto:

«La instrucción de la Causa General12 no cumplió sus objetivos, dar a conocer la magnitud del “terror rojo”. Compartimos las tesis de Espinosa Maestre13 sobre las estrategias empleadas para elevar las cifras, contabilizando doblemente las víctimas registradas en más de un municipio. Un hecho que hemos podido confirmar en varios casos.».

Y, más adelante:

«La historiografía de la inmediata posguerra sostuvo la narrativa de unas determinadas modalidades represivas y tendió a incrementar el número de víctimas, si bien ello solo fue posible en publicaciones poco accesibles al conocimiento general y en los grandes centros urbanos o las ciudades medianas. En los núcleos pequeños los vecinos sabían perfectamente quien había sido asesinado y quien había sobrevivido. Sin embargo, en Ronda fue posible la hiperbolización de la violencia republicana porque al ser, tras Antequera, la segunda ciudad en ser conquistada en la provincia interesaba demostrar que la magna represión allí desencadenada no era sino un pálido reflejo de lo que pasaba en la capital que debía ser liberada de la “horda roja”. Hasta que Málaga fue conquistada, se asimiló a Ronda el verano más sangriento de la provincia. Sin embargo, lo que singulariza la falsa cuantificación de las víctimas de Ronda es no solo la cifra, inusualmente alta, sino que se repita sin variaciones el número 62214. La literatura nacionalista y la prensa de la zona dominada por los sublevados dieron por cierta, tanto las cifras de víctimas como el terrorífico relato según el que muchas habían sido arrojadas vivas al Tajo. La representación de Ronda en el ABC de Sevilla contribuyó a la fijación de una imagen cuyo último fin era presentar la victoria no sobre el enemigo ideológico sino sobre la barbarie. La más que probada agudeza de la represión en Ronda no la distingue en sus formas del proceso general de la retaguardia republicana. (p. 205) […]

El registro civil de Ronda contabiliza, entre el 17 de julio y el 16 de septiembre, 203 personas muertas por el concepto que permite identificarlas como víctimas de la represión. Una cifra concordante con las facilitadas por el ayuntamiento de Ronda en 1958 al gobernador civil en el marco del traslado de restos al Valle de los Caídos y que supone un tercio de las utilizadas por la propaganda nacionalista para la representación del “terror rojo” al que tampoco se pueden imputar las muertes en acción de guerra.
En el conjunto de la comarca las muertes violentas (317) no permiten alcanzar la mítica cifra, reveladora de la magnificación de la violencia en la retaguardia rondeña que habría de servir de argumento legitimador a la desproporcionada represión que se desencadenaría en la ciudad, sobre todo a partir de 1937.

Sin embargo, sorprendentemente el relato de la revolución rondeña que focalizó el argumentario de la literatura clerical y nacionalista de la posguerra en un coste sobrevalorado de vidas humanas ha sido recogido en la obra de algunos hispanistas. Tanto Seidman como Preston15, en sus conocidas obras han aceptado estas de forma acrítica» (p. 207).

Entonces surge la pregunta: ¿cómo es posible que nuestro anarquista titulado haya mantenido semejantes anteojeras durante veinte años hasta el punto de rebajarse a formular tales disparates? Él mismo proporciona la respuesta al inscribir la violencia anarquista del verano de 1936 «dentro de una concepción de la revolución como una ruptura que marca una época en la historia, como la creación ex novo de nuevos cielos y nuevas tierras, como un momento de redención y sacrificio universal […], en el que la vida humana individual pierde su pertinencia y su valor» (op. cit., 2023). Parece que, a sus ojos, los anarquistas españoles eran algo así como los Jemeres Rojos de los años treinta, capaces de masacrar en masa a civiles sospechosos de lealtad al antiguo orden…
Miguel Chueca lo advirtió con claridad:

«El profesor P. Adamo […] es, en este caso, víctima de un enfoque esencialmente ideológico de la Historia, que le hace ver en el desarrollo de los hechos la simple confirmación de una “verdad” preestablecida, es decir, de los prejuicios liberales hacia las revoluciones igualitarias, cuya consecuencia inevitable sería el terrorismo a gran escala contra todos aquellos considerados como la encarnación de las fuerzas del Mal en la Tierra».

Guerra civil, guerra social

No ponemos en duda la existencia de represalias en el bando republicano, aplicadas en frío, tanto en el frente como en la retaguardia, en Ronda o en otros lugares, y también por parte de anarquistas. Estas represalias se dirigieron con frecuencia contra los hombres de orden, actores o cómplices del golpe, contra miembros de esa Iglesia que bendecía a las columnas de nacionales asesinas y violadoras de rojos, contra combatientes desarmados —ningún bando hacía prisioneros en los primeros meses de la guerra— o en defensa de la revolución, contra activistas de la quinta columna o sospechosos de serlo.

Como veremos en particular en el caso de Ronda, las ejecuciones de civiles en la retaguardia republicana ocurrieron con mayor frecuencia en el contexto del avance imparable de las tropas sublevadas y de la constatación de las masacres de civiles que lo acompañaban en Andalucía.

Sin embargo, las causas y la naturaleza de esta violencia son, sin duda, sociales y políticas, y deben situarse en el marco de una conflictividad anterior a 1936:

«La guerra civil está vinculada a un periodo de preguerra […] porque la militarización del orden público condujo a situaciones de “guerra endémica” en las que se justificó la violencia estatal más amplia contra los agitadores considerados enemigos internos»16.

Si observamos los lugares y circunstancias en los que se ejerció cierta venganza de clase, veremos que a menudo surgió en un contexto de resentimiento, frustración y exasperación acumulados desde al menos 1931, tras una conflictividad social intensa y casi ininterrumpida. En julio de 1936, el recuerdo de la humillación y la represión sufridas por obreros y campesinos seguía fresco. Las represalias contra los enemigos de clase fueron más marcadas en aquellas zonas donde los patrones, los propietarios y sus acólitos se habían mostrado intransigentes, negándose a aplicar las tímidas reformas sociales promovidas por la República.

Bajo la presión de una guerra civil especialmente cruel, donde en los primeros meses el frente estaba en todas partes, la mayoría de los libertarios ni robaron ni mataron a nadie. Algunos, incluso, se interpusieron físicamente para impedirlo —cuando otros lo hacían por cuenta propia—, escondieron a personas perseguidas o protestaron públicamente contra ejecuciones en frío de civiles. Vivieron esta contradicción como pudieron y tuvieron que enfrentarse a muchas otras dentro del movimiento, igual de graves. Otros anarquistas y anarcosindicalistas, militantes activos de la CNT-FAI —que desde septiembre se integró en la estructura de un Estado que había decidido no disolver—, aceptaron convertirse en patrulleros, policías, carceleros o participaron en pelotones de fusilamiento, grupos de investigación y liquidaciones. No eran incontrolados,17 aunque se ha constatado que algunos actuaron con un celo notable.

El sector de la contrarrevolución, con sus historiadores oficiales siempre dispuestos a criminalizar a los anarquistas, se recrea en este aspecto y alimenta periódicamente pánicos morales, centrándose en unos pocos militantes célebres.18 Pero también hemos observado que, en el entorno libertario, quienes se escandalizan porque los anarquistas mataran a enemigos indefensos —algo comprensible— se muestran especialmente irritados cuando se les señala que, a veces, se basan en hechos supuestos o directamente inventados. No sienten la necesidad de verificar los datos y se enfadan cuando se les sugiere hacerlo.

El tema de la violencia revolucionaria merece ser tratado en profundidad y con rigor, es decir, sin dar por válidos hechos sin fuentes o provenientes únicamente de la Causa General —o incluso de rumores—, y abordándolo más como un historiador amateur meticuloso que como un criminólogo.

No hemos eludido esta cuestión en Los hijos de la noche y le dedicamos un extenso capítulo en A Zaragoza o al charco. Y aún hay mucho más que decir.

Intentamos describir los hechos con la mayor precisión posible, sin indulgencias hacia el movimiento anarquista, cuyos representantes han preferido en muchos casos barrer bajo la alfombra episodios incómodos o discutibles.

Bibliografía:

Adamo, Pietro, «La morte di Berneri e le responsabilità di Togliatti», en MicroMega N°1, 2001 (pp. 85-118).

Adamo, Pietro, «Quando la violenza è politica», en Libertaria III, no. 3, 2001, pp. 90-95.

Adamo, Pietro, Pensiero e dinamita. Gli anarchici e la violenza. 1892-1894, MB Publishing, Milano, 2004.

Adamo, Pietro, «Simone Weil aveva ragione» en Bollettino Archivio G. Pinelli, n° 61, Milano, 2023 (pp. 37-42).

Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL,1058,Exp.8 Declaraciones de testigos Ronda Benítez Gómez, Pablo, República, retaguardia y justicia militar en la serranía de Ronda (1930-1940), Tesis Doctoral. Universidad de Málaga, 2021. riuma.uma.es Benítez Gómez, Pablo, «La justicia militar contra un alcalde de la República. El proceso de Francisco Cruz Sánchez, alcalde de Ronda», en Baetica, Estudios Historia Moderna y Contemporánea, n.º 41, 2021, págs. 391-418. revistas.uma.es Benítez Gómez, Pablo, «Resistentes y refugiados: La militarización de la columna “Pedro López” en San Pedro Alcántara, 1936», en revista Cilniana n°18, 2005 : dialnet.unirioja.es/pdf Benítez Gómez, Pablo, «De bandolero a miliciano: Pedro Flores Jiménez ante la Justicia militar (1932-1937)» en Revista Isla de Arriarán, pp. 311-347 : dialnet.unirioja.es/.pdf Brenan, Gerald, Autobiografía. Una vida propia. Memoria personal (1920-1975), Península 2003 Caplan Bryan, «The Anarcho-Statists of Spain: An Historical, Economic, and Philosophical Analysis of Spanish Anarchism», 1997. 

Cartografía de las desapariciones forzadas en Andalucía: Documents et cartes sur la répression franquiste après la prise de la ville et les recherches de disparus : desaparicionforzadadeandalucia.org Chueca, Miguel, «D’un débat sur la “cruauté des anarchistes espagnols”», in A contretemps N° 6 Janvier 2002 acontretemps.plusloin.org Godicheau, François, «Les violences de la guerre d’Espagne» in Revue d’Histoire de la Shoah 2008/2 (N° 189), Éditions Mémorial de la Shoah, pp. 413 à 430 : cairn.info Godicheau, François, «L’histoire comme champ de bataille», entretien paru en décembre 2022 dans la revue L’Histoire : gimenologues.org Ledesma, José Luis, Los días de llamas de la revolución, Institución Fernando el Católico, 2003 Prieto Borrego, Lucía, «La Guerra Civil en Ronda» en Revista de historia y estudios rondeños, N°6, 2010. luciaprieto.files.wordpress.com/.pdf Prieto Borrego, Lucía, «La violencia republicana en las comarcas de Marbella y Ronda» en Actas del Curso de verano de la Universidad Pablo de Olavide “Andalucía: Guerra y Exilio”, Centro Cultural en Carmona de la UPO. Carmona, 9 – 12 de septiembre de 2003, pp. 231-242. Y para el resto de sus artículos disponibles: dialnet.unirioja.es 

Témoins, Cahiers trimestriels, n°7 de 1954 et n°8 de 1955, Zurich
Venza, Claudio, «La crudeltà degli anarchici spagnoli», en Libertalia n° 2, 2001, pp. 8

[NdT: Las traducciones del francés al español han sido realizadas con la asistencia de ChatGPT y revisadas].

Notas:

  1. Véanse los artículos originales en centrostudilibertari.it ↩︎
  2. gimenologues.org ↩︎
  3. Estos dos textos del Bollettino se encuentran aquí en el anexo, traducidos al francés, junto con el de Miguel Chueca. ↩︎
  4. «La morte di Berneri e le responsabilità di Togliatti», MicroMega 1, 2001 (pp. 85-118). ↩︎
  5. Estos documentos originales se adjuntan en el anexo. ↩︎
  6. «En cuanto al ensayo publicado en Libertaria [N.º 3] y titulado “Cuando la violencia es política”, está firmado por mí, pero no es mi ensayo. Ha sido fuertemente interpolado, corregido, recortado, con frases que el exaltado redactor en jefe de Libertaria […] consideró oportuno insertar (a mis espaldas, por supuesto). Por eso lo he desautorizado», nos escribía Adamo en una carta del 21 de junio de 2024. Sin embargo, no precisa qué es lo que no le convence de este texto, ni por qué. ↩︎
  7. Parece que Adamo encontró esta información y esta cifra en Gerald Brenan, a quien recurrieron la mayoría de los historiadores del pensamiento liberal respecto a esta «masacre» en Ronda (H. Thomas, P. Preston, etc.). Brenan, a su vez, quizá las tomó de un discurso de Queipo de Llano pronunciado en la radio de Sevilla, o del periódico ABC de Sevilla del 20 de septiembre de 1936, o incluso del informe franquista que menciona en sus memorias. A continuación, algunos extractos de estas últimas, donde el escritor habla de su estancia en Málaga: Autobiografía. Una vida propia. Memoria personal (1920-1975) (pp. 683-685): «En cada incursión aérea, sacaban de la cárcel a un cierto número de hombres y los fusilaban en represalia. La opinión pública lo exigía y había que aceptarlo. Pero los asesinatos cometidos por los pequeños grupos terroristas son otra cosa. […] El más terrible de los crímenes cometidos por estos grupos tuvo lugar en aquella época. Tres camiones de la Juventud de la FAI, armados hasta los dientes, [salieron de Málaga] y llegaron a Ronda, donde insistieron ante el comité de la ciudad para que les entregara a sus prisioneros. También habían incluido, aparentemente sin la menor verificación, los nombres de otras personas proporcionados por delegados secretos. Una vez en su poder, los arrojaron a los barrancos de los jardines públicos. Así perecieron quinientas doce personas, entre ellas algunas mujeres. […] Posteriormente, el gobierno nacionalista publicó un libro sobre las atrocidades cometidas por los rojos en Andalucía, que reseñé para el New Statesman. Tuve que admitir la autenticidad de sus relatos porque había hablado con personas que estuvieron presentes». Cabe destacar que Brenan abandonó Málaga a principios de septiembre de 1936; no llegó a ver la llegada masiva de refugiados de Ronda a la costa tras la caída de la ciudad el 16 de septiembre, quienes podrían haberle hablado de la masacre en cuestión, que sin duda habría impactado a la población. Es probable que el libro sobre las atrocidades al que se refiere sea el Informe oficial preliminar sobre las atrocidades cometidas en el sur de España en julio y agosto de 1936 por las fuerzas comunistas. Gobierno nacional. Publicado en Londres en 1936 [Documento original en español —o en inglés— en búsqueda]. [Nota de los Gimenólogos]. ↩︎
  8. Este general, que se convirtió en el «virrey de Andalucía», concedió cerca de seiscientas entrevistas en ocho meses, a razón de quince a veinte minutos por día, en la Unión Radio Sevilla. Estas «conferencias» se escuchaban en todo el país: «El discurso de Queipo de Llano no era nada retórico. Sus armas de guerra psicológica, que tanta fama le dieron, eran el placer de la represalia, la publicidad en el terror, la desproporción entre los supuestos delitos y el castigo que llegaría y el desprecio al enemigo, con abundantes dosis de humor negro y un lenguaje vulgar». En: nationalgeographic.es ↩︎
  9. El 20 de julio, un grupo de milicianos acompañado de mujeres y niños asaltó iglesias y conventos y prendió fuego a los objetos de culto; otros fueron arrojados al barranco. Esta voluntad de «erradicación total de toda representación de la religiosidad» constituyó «el primer acto desacralizador» de la revolución en marcha. (p. 92 ↩︎
  10. Se podrán leer algunos extractos de la demonstración de Benítez en nuestro segundo artículo: «Le bilan des exécutions à Ronda et le mythe des 622 victimes». ↩︎
  11. Hoy en día, se puede ver que la información sigue siendo retomada por revisionista: «Merecen poca consideración, a mi entender, las acusaciones de «matanzas» indiscriminadas de Queipo en Sevilla y no considerar del mismo modo las «matanzas» previas de las milicias republicanas. Claro es que Queipo de Llano ordenó fusilamientos y ejecuciones, algo que es imposible evitar en cualquier guerra. Ya sea a enemigos, ya sea a traidores (incluso ordenó fusilar al general Comins, que era amigo personal de Franco) o a desertores, la lógica militar se impone de forma sumarísima. El Derecho sucumbe a la Fuerza. ¿O es que, como contó Gerald Brenan, no fue una matanza la de los 512 derechistas arrojados por el Tajo de Ronda antes de la llegada de Queipo de Llano?». En clublibertaddigital.com ↩︎
  12. El Macro-juicio instruido a partir de los «actos delictivos cometidos durante la dominación roja en todo el territorio nacional» en virtud del decreto del 26 de abril de 1940. Fue precedido por una investigación siguiendo la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939, la cual exigía «la completa investigación de las conductas personales de cualquier persona […] relacionada con los partidos y organizaciones del Frente Popular» (Prieto Borrego, 2003, p. 232). [Nota de los Gimenólogos]. ↩︎
  13. Espinosa Maestre, Francisco, «Agosto de 1936. Terror y propaganda. Los orígenes de la Causa General», Pasado y Memoria 4 (2005), pp. 15-25. ↩︎
  14. Esta cifra se encuentra en el periódico ABC de Sevilla del 20 de septiembre de 1936. Sin embargo, el periodista pro-franquista que redactó el artículo «En el frente sur de Andalucía. La bandera española ondea en Ronda» lo concluye de la siguiente manera: «Ninguna de las víctimas había sido arrojada al Tajo. Fuimos hasta el fondo y solo encontramos imágenes rotas que habían sido arrojadas desde el puente. Sí, hubo una víctima que, antes de ser fusilada, en un arrebato de desesperación, se suicidó arrojándose al abismo. Gil Gómez Bajuelo». [Nota de los Gimenólogos]. ↩︎
  15. «Ronda sufrió una represión implacable por parte de anarquistas liderados por un tal “El Gitano”. Inicialmente, el comité de la CNT mantuvo un mínimo de orden […] pero pronto se cometieron asesinatos a manos de anarquistas de Málaga o de Ronda. Sin embargo, nada confirma las afirmaciones de Queipo de Llano en su discurso radiofónico del 18 de agosto (y retomadas por Ernest Hemingway en su novela Por quién doblan las campanas) […] según las cuales un gran número de prisioneros habrían sido asesinados arrojándolos al Tajo. Las numerosas víctimas de derechas fueron fusiladas en el cementerio. Las fuentes franquistas afirman que las víctimas del “terror rojo” en Ronda y en los pueblos vecinos, Gaucín y Arriate, ascienden a más de seiscientas». Paul Preston, Una guerra de exterminio. España 1936-1945, Belin 2016, p. 252 (según la edición estadounidense de 2012). En esta última edición, el autor al menos introduce una reserva: «Nada confirma…». Para M. Seidman, ver A ras de suelo, Alianza Editorial, 2002. [Nota de los Gimenólogos]. ↩︎
  16. F. Godicheau, 2008, p. 425. ↩︎
  17. Cabe señalar de paso que la violencia política sería rápidamente controlada por los sindicatos y partidos del bando republicano, y que el término «incontrolados» designaría más bien a los militantes críticos con la entrada de la CNT en el «gobierno antifascista», y a los reacios a la militarización de las milicias, antes que a individuos que saqueaban y mataban civiles por cuenta propia o por venganza personal. ↩︎
  18. La provincia de Zaragoza es […] un buen ejemplo […] de este mito de la violencia de los anarquistas, sublimado hasta la exasperación en el caso de la columna Durruti. […] El mito aparece ya en Borkenau […] y G. Brenan, […] y ha sido perpetuado por H. Thomas […] y G. Jackson». Ledesma, 2003, p. 242. ↩︎


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