La república feminista es el mayor temor del capitalista
La república feminista es el mayor temor del capitalista
Carmen Romero

Lo que les asusta es que se hable de suelos pegajosos, porque hablar de romper con los suelos pegajosos es hablar de romper con los privilegios de una minoría

Hay quienes asocian república a un concepto viejo, anticuado o casposo. Como si la bandera del águila, la Cruz de Borgoña o el resto de simbología ultra que ellos abanderan y ahora está de moda —como respuesta de una parte de la sociedad hacia la desafección política— fuera algo muy transgresor y moderno.
 

República es futuro. Es futuro porque no sólo significa elegir la jefatura del Estado, sino que traerá consigo un cambio político al servicio de la clase trabajadora. Y lo que es aún más importante: un sistema económico y social alternativo al neoliberalismo capitalista, o al tecnofeudalismo ya instaurado, que de verdad emancipe a la mujer trabajadora de las nuevas garras de los oligarcas de toda la vida. Esos que antes se metían al negocio del ladrillo y ahora se han pasado al negocio de exprimir y explotar hasta la saciedad a quienes se dedican a los cuidados.

Más de un 85% de los empleados del sector de los cuidados son mujeres. Florentino Pérez y demás oligarcas han entendido a la perfección que el trabajo de los cuidados, el reproductivo y doméstico, es la base del capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los trabajadores. Quienes hemos crecido con textos de Silvia Federici, esto lo aprendimos bien. Estos oligarcas no han leído a Federici, simplemente han sabido leer que si el capitalismo tuviera que pagar por este trabajo, o tuviera que pagar decentemente, no podría seguir acumulando riqueza de tal forma.

La república, al ser una alternativa a ese modelo neoliberal, también deberá tener aspiraciones feministas de clase interviniendo directamente en la necesidad de entender los cuidados como una forma de romper con la división sexual del trabajo. Por un lado, tenemos a esas mujeres que se dedican al trabajo doméstico y no les es reconocido como trabajo. Por otro lado, las que además de este trabajo doméstico no remunerado también tienen que cuidar a otros por un salario de miseria y unas condiciones precarias, por no llamarlas de otra forma.

A las feministas liberales les encanta la idea de los techos de cristal. A quienes venimos de familias trabajadoras nos suena un poco a reforma y nada más

Gracias a la valentía de muchas mujeres que han querido contar sus vivencias pese a jugarse su puesto de trabajo hemos podido saber cómo empresas como Clece, empresa de Florentino Pérez, son la representación en el Estado español de la “industria del rescate”, un término descrito por la antropóloga Laura María Agustín como el “conglomerado de asociaciones y ONGs que, a través de fondos públicos o privados, dedican su actividad a grupos tradicionalmente excluidos socialmente, y obtienen poder, rédito o lucro económico por sus actividades”, según narra para El Salto la periodista Aurora Báez.

La república es un proceso mediante el cual las esferas públicas se amplían. República viene del latín Res-publica, que literalmente significa «cosa pública», o esfera pública. El capitalismo es un proceso de privatización totalmente contrario a esta res-publica. Más bien es un aparato privatizador totalmente opuesto a la conquista de derechos y la democratización real de instituciones públicas. Tan es así que estas empresas como Clece llegan a acuerdos con ayuntamientos y fundaciones para limpiar su imagen y parecer que tienen cierta implicación social. Utilizan instituciones públicas para blanquear la explotación sobre las mujeres. La república tendrá la obligación de intervenir directamente sobre estas instituciones para que ninguna sea cómplice.

El problema del modelo de democracia española actual no es tanto que venga de  “la Constitución del 78 que se impuso como un texto que solo tuvo padres y ninguna mujer participó en su redacción» como defienden algunas feministas liberales. El problema es la propia Constitución del 78 en sí, que funcionó como pilar central para que nos metieran hasta al tuétano el Régimen del 78 y todo lo que este supone.

No vale solo con que las mujeres estemos en ciertos lugares adquiriendo la misma representación —en cuotas— que los hombres. Lo cual no quita, evidentemente, que esto también sea muy importante. Pero lo que debe diferenciar a esa república de cualquier modelo tibiamente socialdemócrata que se disponga a reformar el capitalismo es en incidir en que el trabajo asalariado no libera. Que las mujeres entremos en los diferentes espacios públicos o el propio mercado laboral rompiendo con techos de cristal, no es suficiente. Lo realmente importante es romper con los suelos pegajosos.

A las feministas liberales les encanta la idea de los techos de cristal. A quienes venimos de familias trabajadoras en las que nuestras tías han heredado los trabajos de limpieza de casas de caciques del pueblo y no empresas, esto de los techos de cristal nos suena un poco a reforma y nada más. Ana Patricia Botín o a Marta Ortega —hija de Amancio Ortega— seguro que también flipan con eso de haber podido romper con el techo de cristal. De que siendo mujeres hayan podido montarse un imperio, o heredarlo, cuando antes solo lo hacían hombres. Lo que les asusta es que nuestras abuelas, madres, tías, primas, hermanas o amigas, las de nuestra clase, las que curran para ellas, hablen de suelos pegajosos. Porque hablar de romper con los suelos pegajosos es hablar de romper con los privilegios de una minoría. Hablar de romper con los suelos pegajosos es hablar de república, feminista y de clase. Porque hablar de república feminista y de clase es arrancar derechos para la gran mayoría.


Fuente → mundoobrero.es

banner distribuidora