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Antonio, que solo llevaba 2 años casado con Isabel García Rosa, y Julio, estaban afiliados a la Federación Española de Trabajadores de la Tierra (FNTT-UGT). Eran jóvenes preocupados por la precariedad de su situación laboral, con un ideario progresista claro sobre la justicia social. No dudaron en alistarse en el Ejército Popular Republicano, y se integraron en la 43ª Brigada Mixta para defender la democracia del golpe fascista del 36. Vencida la República, en Febrero de 1939 se exiliaron a Francia junto a cerca de medio millón de Republicanos, combatientes y población civil. El gobierno galo les recibió como a revolucionarios peligrosos, indeseables, y les encerró en campos de concentración en las frías playas del sureste francés. Los hermanos Serrano Hidalgo acabaron en el campo de Barcarès, y se adhirieron a las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) conformadas mayoritariamente por Republicanos españoles al mando de oficiales franceses. Antonio y Julio realizaban trabajos de toda índole, campo, construcción, fortificación para el ejército galo. Todos eran conscientes de que la 2ª Guerra Mundial era inminente.
En Mayo y Junio de 1940, Hitler invadió Francia recluyendo como prisioneros de guerra a centenares de miles de prisioneros franceses y a cerca de 15.000 españoles. Antonio y Julio fueron confinados en el “frontstalag” nazi de Belfort. En Otoño, los prisioneros “españoles rojos, los «Rotspanier”, fueron separados bajo el control de la GESTAPO, quien recabó información sobre su procedencia y actividades político-militares, y fueron trasladados a Alemania, Antonio y Julio al STALAG XI-B de Fallingbostel. Sus nombres aparecieron en un listado de prisioneros de guerra elaborado por la Francia colaboracionista. Tras 7 meses encarcelados, vino lo peor: Franco y su cuñado Ramón Serrano Suñer, pactaron con Hitler la deportación de los prisioneros españoles a campos nazis de concentración para ser exterminados.
En Enero de 1941, los 2 hermanos fueron subidos a un tren de ganado junto a otros 1.504 Republicanos españoles, fue el más numeroso de los convoyes de la deportación española. Tras 2 días de viaje, hacinados, sin apenas agua ni comida, llegaron al campo de exterminio de Mauthausen, donde criminales de las SS les recibieron a culatazos, mordeduras de perros, y a golpes los condujeron durante 5 Km hasta las instalaciones. Allí los vistieron a rayas, y los numeraron, Antonio el 6555 y Julio el 6556. Ambos consiguieron permanecer cerca uno del otro 3 meses más, pero en Abril de 1941 Antonio fue trasladado al cercano subcampo de Gusen, el Matadero de Mauthausen. A los 3 meses los SS le enviaron al Castillo de Hartheim, donde el III Reich gaseaba a decenas de miles de discapacitados, intelectuales, “no válidos”, “indignos de vivir”. El verano del 41 empezó a utilizarse para eliminar prisioneros de Mauthausen y de Dachau. Antonio fue asesinado en la cámara de gas el mismo día de su llegada a Hartheim.
En Octubre, Julio también fue enviado a Gusen, donde murió a los 2 meses y medio, el día de Navidad de 1941. La verdadera causa de su muerte fue escondida, los nazis siempre registraban como muertes naturales lo que en realidad eran asesinatos violentos o fallecimientos provocados por el duro trabajo, la nula atención sanitaria y la insuficiente alimentación. Unos años después de la derrota de Hitler, en 1950, el gobierno francés envió a Franco los partes de defunción de las víctimas españolas de Mauthausen para que se las hiciera llegar a sus familias, entre ellos los de Julio y Antonio. El dictador los guardó en un cajón, Franco les negó a sus familiares incluso el derecho a saber que sus seres queridos estaban muertos. Pasó una década hasta que pudieron conocer el terrible destino que habían corrido.
Isabel, la esposa de Antonio, se armó de valor, y en pleno auge de la represión franquista escribió una carta a la Cruz Roja Alemana, pidiendo ayuda e información sobre su marido. Recibió respuesta varias semanas después, la mala noticia acabó con la incertidumbre, pero le provocó un infinito dolor que la acompañó el resto de sus días. “Siento que he puesto luz en su último recorrido, que los he sacado de un olvido que no merecían. Siento que los conozco un poco más”, afirma su sobrina nieta, Mari Carmen González Serrano que decidió investigar a fondo la historia, y que cree que nuestra “democracia” sigue sin reconocerles como se merecen: “Se ha silenciado durante demasiado tiempo ese periodo de nuestra historia. Nunca se saldará la deuda de tantas personas que perecieron por sus ideales. Muchos sectores de la población española no conocen estos hechos o los desvirtúan y banalizan. Sirva esta reconstrucción de los últimos años de mis tíos abuelos como homenaje hacia ellos, a su memoria y a su proeza; La de haber luchado en 2 guerras por la libertad y la justicia, la de haber reconstruido su vida dignamente, aunque truncada por la barbarie nazi. La de haber dado sus vidas por sus ideas. Sirvan estas páginas para reconocer su injusto sacrificio y ensalzar su memoria para que no los olvidemos”.
Documentos: ElDiario.es (Carlos Hernández). Todos los Nombres. Deportados. Con la colaboración de l’Amicale française de Mauthausen. Información, fotos y documentos de su sobrina nieta Mari Carmen González Serrano
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