Los militares sublevados tardaron bastante más en comprender la importancia que la opinión mundial podía tener en la marcha de los asuntos internos de España. De hecho, las primeras semanas se jactaban de sus actos hasta que llegaron a Badajoz y las crónicas enviadas por distintos periodistas extranjeros y, sobre todo, las demoledoras imágenes que René Brut hizo de los fusilados, les desengañaron. A partir de entonces tuvieron más interés en proporcionar su propia versión y, para ello, ejercieron un rígido control de quiénes accedían a los lugares de lucha y lo que después escribían. Las acciones no se limitaron a la censura llegándose al encarcelamiento de algunos reporteros. No fue hasta más que mediado 1937, ya en 1938, que los rebeldes prestaron más atención a la propaganda, una vez realizada la unión de Falange y Requetés bajo la denominación de Falange Tradicionalista y de las JONS. Los primeros pasos, no obstante, se dieron en enero de 1937 con la creación de la Delegación del Estado para prensa y Propaganda, por decreto de 14 de enero de ese año. La Delegación estaba radicada en Salamanca y allí permaneció durante todo el conflicto. Vino a sustituir a la Oficina de Prensa y Propaganda que se había instalado en el Palacio Anaya y que era dependiente del Gabinete de Prensa de la Junta de Defensa Nacional1.
En abril del 1937, poco después del Decreto de Unificación de Falange y Requetés, se reestructura la Delegación y pasa a estar dirigida por el comandante Arias Paz, en lo que resulta una coincidencia significativa. La llegada de Arias Paz da un impulso a la propaganda en el exterior y aumenta su eficacia. La Junta Técnica nombra en Londres al Duque de Alba como agente de Franco y con él se nombra también a Juan Mata y Milá. En noviembre de ese año, Inglaterra envía con el mismo cargo a Burgos a sir Robert Hodgson.
Juntos Alba y Mata crearán la empresa Spanish Press Services Ltd. que será la encargada de publicar folletos, postales y publicaciones periódicas en Gran Bretaña. La primera publicación será un boletín diario dirigido por H. C. O’Neill y F. Bowen, que se distribuirá de agosto del 37 a abril de 1939. Un mes más tarde aparecerá su proyecto más ambicioso, la revista Spain.
Los medios y tácticas utilizadas para difundir su ideología fuera de España fueron similares a ambos lados de las trincheras: publicación de panfletos, postales, exposiciones y prensa, también cine. En el apartado de prensa hay que distinguir entre los periódicos que ya existían y que se decantaron hacia uno u otro bando y que inserían artículos cuyo origen se hallaba en las correspondientes oficinas de propaganda y que estaban dirigidos a decantar a su favor la opinión del país en cuestión, y los que se publicaban por iniciativa de los propios rotativos tomando partido por la República o por los militares de acuerdo con su ideología o línea editorial.
Tanto republicanos como franquistas sintieron que Inglaterra era una plaza de primer orden en la que influir, especialmente cuando encabezó el Comité de “No intervención” que tan nefasto resultó ser para la República y porque, en aquel momento la hegemonía política mundial todavía se consideraba que la ostentaba el Reino Unido. Era importante revertir esa política para los republicanos mientras que, en el bando sedicioso, esa misma política le resultaba muy beneficiosa.
El impacto del conflicto español en la opinión pública de las Islas Británicas fue extraordinario, como dijo K.W. Watkins, “probablemente ningún acontecimiento exterior ha dividido de modo tan agudo al pueblo británico desde la Revolución francesa”2. En esa conmoción la República pareció ganar la batalla de la opinión, la mayoría de la sociedad tomó partido por el gobierno legítimo. Es esta una opinión asentada en muchos historiadores, pero, sin embargo, según avanza el conflicto, conviene matizarla porque más de un intelectual se negó a firmar manifiestos, especialmente después de los Hechos de mayo de 1937. Es lo que ocurre con el carismático George Orwell quien vivió los acontecimientos de mayo en primera persona y queda profundamente decepcionado.
La batalla definitiva se resolverá a favor de los franquistas quienes tuvieron a su lado los principales periódicos como The Times, y la mayoría de las clases altas inglesas. Los franquistas acabaron imponiendo su visión del conflicto que llega incluso a la actualidad, como lo demuestra que, en trabajos recientes, más de 40 años después de tener una nueva Constitución, se siga designado como Nacionales a quienes se levantaron contra el gobierno legítimo, despojando de nacionalidad y expulsando simbólicamente de España a quienes no lucharon en sus filas.
La opinión conservadora quedó en buena parte, sobrecogida por dos factores que se supo explotar convenientemente. El primero fue la imagen de la religión perseguida. Las noticias que se expandían de incendios de iglesias, saqueos y destrucción de bienes religiosos eran observadas con muy diferentes ojos fuera de España a la interpretación que le daban algunos revolucionarios. Estas noticias influyeron decisivamente en los católicos ingleses, una minoría que se sentía perseguida también en la Isla y que no tuvo muchas dudas a la hora de decidir con quién alinearse.
En mi opinión, el factor más decisivo de la propaganda franquista fue presentarse como la contención del comunismo. Esta característica anticomunista servirá al régimen para, poco a poco, ir normalizando su situación con el resto de potencias durante la guerra fría y lo convertía, ya desde el primer minuto, en un elemento valioso para el anticomunismo de las clases conservadoras de los países occidentales. Por otra parte, las doctrinas totalitarias eran vistas con agrado por buena parte de las clases altas inglesas del momento, era algo que iba más allá de Oswald Mosley y sus agresivos partidarios, era un fluido que impregnaba sectores de población con gran poder de presión política. El rechazo a cuanto estaba pasando en España nos lo describe bien Pablo de Azcárate, embajador de la República en Inglaterra en sus memorias de esos años, Mi embajada en Londres durante la Guerra Civil Española cuando explica su primer encuentro con Churchill, recién nombrado embajador, en que este se negó a darle la mano y a tener relación con Azcárate mientras se alejaba murmurando: “¡sangre, sangre!”3. Ejemplo claro de la visión que tenía ese segmento de la sociedad británica, precisamente, el más influyente y que expresa bien el sentir de uno de los hombres con más predicamento político en la Inglaterra de aquel momento si no el que más.
La representación franquista
Prácticamente desde el minuto cero de la contienda, los generales sublevados estuvieron representados en Gran Bretaña por el Duque de Alba. Concentrados como estaban en las operaciones militares, no se preocuparon de dar un sesgo formal a la presencia del Duque hasta 1937, cuando fue oficialmente designado como representante del bando franquista con el título de agente.
Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó era Duque de Alba y Duque de Berwick, lo que le convertía en un elemento valioso para defender los intereses de los sublevados puesto que se movía entre la nobleza y clases altas británicas con absoluta naturalidad. En mayo de 1937 fue nombrado agente dando a su presencia en Londres el carácter más oficial del que carecía hasta ese momento4. A partir de ese momento las acciones e iniciativas a favor de Burgos se multiplican, especialmente cuando la Junta nombra a Juan Mata y Mila como jefe de la oficina de propaganda en Londres.
Una de las iniciativas más importantes de Juan Mata fue la publicación del semanario Spain, que se publicaba en inglés. No era la primera publicación periódica en tierras británicas a favor de los sublevados. Al estallar la conflagración Falange y los Carlistas movilizaron a sus simpatizantes y seguidores fuera de España. Los seguidores de Falange fueron especialmente activos en América del Sur. En Inglaterra contaban con representantes muy comprometidos en Glasgow, Rafael Jorro, y Félix George Sturrup en Londres. Igualmente activo era Stuton y tenían publicaciones de reducida difusión. La formalización de la representación de Alba dio lugar a desencuentros que sirvieron para reducir el protagonismo de Falange y reforzar la autoridad de Salamanca y Burgos. Alba pidió expresamente que se negaran fondos a una revista que Falange tenía pensado publicar en el Reino Unido y que esos fondos reforzaran la financiación de Spain5. Incluso se opuso a la publicación de un fascículo con el Fuero del Trabajo, contra la opinión de Falange6.
Spain
Spain fue una iniciativa personal de Juan Mata que desarrolló una intensa y eficaz actividad en la organización y gestión de la oficina de propaganda que se creó al ser nombrado el Duque de Alba representante de Franco en Inglaterra.
Juan Mata y Mila declara ser profesional del comercio en el pasaporte expedido en Barcelona en 1936. Una información quizás poco exacta porque, en realidad, pertenecía a una importante familia industrial de Cataluña. Su tío-abuelo fue Lorenzo Mata y Pons quien abandonó el comercio de algodón para fundar, junto con sus sobrinos, en 1910 la compañía Fábricas L. Mata y Pons que continuó su actividad hasta 1980. Además era hijo de Alfredo Mata i Julià quien fundaría el Centro Algodonero de Barcelona en 1903 y llegaría a ser tesorero de dicha entidad7. Hugo García mantiene que las actividades de la Oficina de Londres se financiaron en parte con la fortuna de Juan Mata8, allí mostró sus cualidades de organizador muy especialmente con Spain. Esta revista se empezó a publicar el 11 de septiembre de 1937 y se acaba de publicar en 1951, una vez acabadas ambas guerras y desde 1939, sin Juan Mata, que había regresado a España en 1940. La periodicidad no es constante, los primeros números, hasta diciembre de 1937, se publican cada 15 días y luego la revista pasa a ser semanal. Solo he consultado hasta el final de la guerra, pero parece ser que, a partir de 1948, pasa a ser mensual.
Como queda dicho, la empresa la publicaba era la Spanish Press Services Ltd., previamente creada. El precio era de 7 peniques y el formato muy manejable (30x20), más o menos un folio. Fue una publicación hecha con mimo, con muy buenas fotografías y buen papel. En los primeros meses encontramos una mayoría de firmas inglesas que se van espaciando según avanzamos en el tiempo. Entre los autores españoles encontramos algunos nombres importantes como Pío Baroja, no tan inesperados son los de Eduardo Marquina y Wenceslao Fernández Florez. Hay firmas sorprendentes como la de Joan Ventosa haciendo un análisis del estajanovismo soviético. Muchos trabajos son originales, pero no todos. Tenemos el interesado artículo – interesado por el prestigio que el antiguo Rector de la Universidad de Salamanca prestaba a la causa rebelde -de Unamuno, quien ya hacía más de 9 meses que había muerto hablando de “Civilisation versus Barbarism”. Más oportunista y sorprendente aún resulta la reproducción de la opinión de Trotsky sobre el conflicto español que hallamos en el número de 22 de marzo de 1938. Al llegar el verano de 1938 la reproducción de trabajos ya aparecidos en la prensa española es cada vez más intensa.
La revista ofrece la imagen de la España franquista más favorable al nuevo estado tal como se pide desde Salamanca, que es donde reside el principal órgano de propaganda franquista. El primer número y sucesivos, ofrecen en su portada una fotografía a toda plana donde se ve un grupo de soldados descansando al pie del Naranco de Bulnes, montaña mítica por las dificultades que presenta su ascenso, asociando la causa de los generales con el esfuerzo y el sacrificio a la par que la voluntad del sacrificio necesario para alcanzar la finalidad de recuperar los valores eternos de España.
Hay una repetición de trabajos dedicados a describir la vida en la retaguardia, muy especialmente de plumas inglesas. En esos escritos se presenta la vida en ciudades como Salamanca, feliz y alegre, lejos de cualquier preocupación, incluso se subraya la ausencia de militares en la población cuya presencia es poco menos que testimonial, algo que sorprende al cronista al considerar la situación de guerra. Un relato que lleva por oposición a lo que se dice pasa en el lado republicano y que legitima el golpe por contraste con la falta de autoridad e impiedad de lo que dentro de las fronteras se llamaba la Anti-España.
Naturalmente se exaltan las victorias militares acompañando cada uno de los éxitos poniendo el acento en la tranquilidad y orden que la entrada del ejército rebelde llevaba a las poblaciones. Destaca en este apartado el extenso espacio que se concede a un relato de la toma de Sevilla hecho en primera persona por Queipo del Llano, con todo lujo de detalles y anécdotas. Se publican fotografías de militares cuidadosamente escenificadas, en escenarios como el del primer número, pero siempre lejos de donde está la acción y en ellas los militares que aparecen están en actitud relajada, huyendo del dramatismo y de las imágenes que puedan impactar por su crueldad.
Los otros grandes temas a los que se vuelve una y otra vez son el comunismo, el ateísmo de la España republicana y se hace hincapié en todo aquello que pueda descreditar al gobierno republicano. Convencer de que España se ha convertido en un apéndice de la Unión Soviética es uno de los objetivos principales. Incluso se llega a decir que cuanto está ocurriendo forma parte de un proyecto que Lenin habría elaborado en fecha tan temprana como 1919. Unas afirmaciones que podían acercar las motivaciones de los franquistas a las de un país dónde se temía más al comunismo que a los totalitarismos que ya casi cubrían el continente europeo.
No es tan directa la revista en su defensa de los valores religiosos, pese a que la mayoría de católicos ingleses se colocaron al lado de los franquistas ante las imágenes que llegaron en las primeras semanas de la fuerte reacción anticlerical que se produjo en la España leal. Aquí la propaganda fue más sutil, se deslizaba en los reportajes que se hacían de las zonas conquistadas y en donde se veía la normalización del culto y sus manifestaciones públicas. Casi siempre encontramos imágenes del clero o de fieles colaborando en actos civiles o militares y situados en lugares relevantes.
Desacreditar la República y reclamar la legitimidad del gobierno de Burgos constituye la base de un buen número de escritos contundentes y que no dudan en recurrir a datos muy cuestionables, como mínimo. Es así cuando se quiere demostrar la ayuda que el gobierno de Valencia recibe, al publicar una carta de Prieto de enero de 1937, donde comenta y da instrucciones para la recepción de armamento que viene de Méjico9 y que sirve descaradamente para afirmar que hay países que están suministrando armas al gobierno legal.
La carta de Prieto se usará para sembrar toda clase de dudas cuando el Comité británico de No-intervención haga una propuesta para retirar las tropas extranjeras. Burgos presentará su plan para retirar 10.000 combatientes, evitar los objetivos civiles en los bombardeos y crear una zona de libre comercio. Tan magníficos propósitos son inmediatamente rechazados en el mismo texto, bajo la sospecha de un comportamiento deshonesto por parte de las autoridades de Barcelona a quienes se acusa de doblez y ocultación de los Brigadistas que hay en sus filas utilizando subterfugios como el de concederles la nacionalidad española.
Hubo otras propuestas de paz que fueron rechazadas de manera más agresiva al tiempo que introducen la idea explícita de su propia legitimidad y legalidad frente a una República que habría puesto en peligro la existencia de la misma España traicionando sus sacrosantas esencias sagradas y seculares, dispuesta a entregarla al comunismo. No importa quién sea el que intenta intermediar. La propuesta del Comité para la paz civil y religiosa en España, a cuyo frente se halla el filósofo católico Jacques Maritain, merece la más firme repulsa y condena dejando, así, constancia de que la única Iglesia que podía aspirar a ser obedecida era la Iglesia dispuesta a adoptar y defenderlos valores de los insurrectos10. La repulsa y rechazo de Maritain ya venía de antes de cuando éste y otros intelectuales católicos como Bernanos se negaron a aceptar el término de Cruzada para lo que estaba sucediendo en España, calificativo que negaba el mismo Vaticano. En ese mismo número de 7 de junio el Duque de Maura dejaba claro cuál era la única condición que aceptaban los insurgentes, la rendición sin condiciones de la República11, haciendo evidente que cualquier intento de mediación era ocioso.
Igualmente encontramos una entrada, solo una pero altamente significativa, reivindicando la españolidad de las Islas Baleares, defendiendo su derecho a seguir perteneciendo a España enfrente de los movimientos de Mussolini cuyas ambiciones sobre el archipiélago son bien conocidas y que aprovechaba la presencia de las tropas italianas que las ocuparon al principio de la guerra para reclamarlas. Claro que se estaba confrontando con un aliado fundamental, que había aportado hombres y material y el articulista retuerce su disertación invocando la posición estratégica del archipiélago que lo convierte en una plaza importante en el Mediterráneo también para Francia.
Por último, no faltan los trabajos donde se exaltaba los militares golpistas y, naturalmente Franco cuya imagen providencial aparece en casi todos los momentos decisivos. Incluso su mujer, Carmen Polo, es objeto de una pequeña nota tomada de un diario húngaro, que no puede ser más aduladora12.
En su trayectoria de esos años, la principal finalidad que se adivina es convencer a la sociedad inglesa de que el nuevo gobierno es fiable. El hecho de que los reportajes sobre las ciudades conquistadas sean de periodistas ingleses, dan a su opinión un aire de objetividad y rigor que los hacían ser más convincentes. Una labor que se completa con trabajos como el dedicado a Riotinto donde se describe el contraste entre la situación de conflictividad social en las primeras semanas posteriores al golpe, conflictividad que se hace arrancar de las inestables etapas anteriores, con el trabajo estable y paz que hay en el momento de la redacción del trabajo. La intencionalidad se subraya porque en los últimos párrafos se hace gala de que, hasta el momento, se están cumpliendo con las obligaciones financieras y de pago a Inglaterra a pesar de la escasez de divisas que había en el bando de los generales, al fin y al cabo, Riotinto era en buena parte propiedad de inversores británicos. La imagen de territorio libre de conflictos se completó cuando el mismo Serrano Súñer escribe en el periódico para informar y explicar la puesta en marcha de la “Ruta del Norte”, una iniciativa oficial desarrollada por Luís Bolín a fin de atraer un turismo de guerra deseoso de impresiones auténticas y vivir de cerca lo que era un país en guerra, pero seguro.
CONCLUSIONES
Una constatación que he podido hacer es que Spain and the World13, publicación anarquista en Londres, y Spain, publicación de los insurgentes, se ignoran mutuamente. No hay referencia de una a la otra en ninguna de las dos durante el tiempo que duró la guerra. El rechazo y la refutación de los argumentos se hace siempre defendiendo o atacando los respectivos gobiernos.
La pasión que levantó la Guerra civil española ha sido numerosas veces resaltada. También en Gran Bretaña la división en la sociedad fue muy destacada. La mayoría de la población politizada o comprometida sindicalmente se decantó por la República, según Moreno Cantano, un 87% simpatizó con la causa republicana14.
Los franquistas contaron con las clases conservadoras y buena parte de las clases altas. La atención prestada a la propaganda por las fuerzas franquistas se inició tarde y tuvo muchas dificultades técnicas para desarrollarse y, con todo, fue esta propaganda la que obtuvo mayores réditos según Enrique Moradiellos:
“A pesar del mayor eco popular logrado por la República en sus esfuerzos propagandísticos, fue la propaganda franquista la que obtuvo mayores réditos políticos y diplomáticos en las esferas gubernamentales y oficiales”15.
El primer impulso es pensar que estas esferas se refieren únicamente a los estamentos oficiales y clases altas, pero Tom Buchanan demuestra la falta de interés y el problema que representaba el conflicto español para los dirigentes de las Trade Unions del momento, Walter Cetrine y Ernest Bevin. Siguiendo a Buchanan, el problema español era un problema para el movimiento obrero inglés que nunca consideró que la solidaridad tuviera que ir más allá de la ayuda humanitaria “on an almost charitable basis” (de manera casi caritativo):
“En el fondo de esas actitudes se encontraba la creencia de que la Guerra Civil no era más que eso, una lucha entre facciones en una sociedad atrasada y feudal que podía tener poca relevancia para Gran Bretaña y que distraía la atención de la amenaza real que suponía el resurgimiento de Alemania. Así pues, la Guerra Civil no había hecho más que poner de manifiesto que España se encontraba en una sociedad intrínsecamente violenta y antidemocrática”16.
Lo que amplía el apoyo oficial más allá de las instituciones gubernamentales y explica porque Inglaterra pudo mantener tan rígidamente la “No-intervención”.
El bando franquista contó, además, con el apoyo casi total de la clase obrera católica. Las noticias que se difundieron en las primeras semanas del levantamiento, y que los periódicos ingleses no dudaron en divulgar asimilando esos actos con la visión del país no civilizado y semi feudal, que invoca Buchanan, impactaron en los católicos que asimilaron su propia condición de minoría perseguida con las imágenes que se les proporcionaban.
Por otro lado y muy especialmente, el acercamiento, que, por razones obvias, la República hizo a la Unión Soviética, levantó las alarmas entre las clases dirigentes las cuales preferían el peligro alemán a la amenaza comunista. Un temor más cercano en tanto en cuanto todavía no hacía 20 años desde que una revolución obrera hubiera triunfado en un país europeo.
Por último, pero no menos importante, estaba la cuestión económica. Inglaterra era el principal país inversor extranjero en la Península. Esas inversiones parecían amenazadas por las colectivizaciones e incautaciones que las izquierdas realizaron en buena parte del territorio. De ahí el extenso artículo dedicado a Riotinto cuyas minas estaban en manos mayoritariamente inglesas y la atención que se pone al hecho de que los pagos a los inversores se hacen puntualmente desde que las tropas franquistas se apoderaran del pueblo a pesar de las dificultades que había para conseguir divisa.
Spain se diseñó para difundir las ventajas y virtudes del nuevo estado en el mundo anglosajón y del norte de Europa y convencer de su legitimidad. El mensaje enviado desde sus páginas no es una copia mimética de los valores y la cultura que se estaba construyendo en el interior de los territorios ocupados. La propaganda en el interior se forjó en torno a la idea de nación como algo místico cuya existencia trascendía cualquier otro hecho, una nación aglutinada alrededor de un caudillo, Franco, la misión del cual era recuperar las esencias morales frente a los peligros que representaban el ateísmo, el liberalismo y el comunismo lo que representaba, en definitiva, una amenaza a la propiedad privada17. Estos peligros se habían puesto de manifiesto en las acciones de protesta y desórdenes llevados a cabo bajo el régimen republicano al que además se reprochaba su ateísmo manifestado en la declaración de estado laico.
La revista incidirá sobre todo en los valores de paz ciudadana, la existencia de una retaguardia ordenada y sin conflictos que hacían a la nueva España un país fiable y en el anticomunismo del nuevo orden. Hay, así, muy escasas referencias al anarquismo a pesar del protagonismo que tuvo en la derrota del golpe, un movimiento que había perdido importancia en el conjunto de Europa desde el triunfo de la Revolución rusa y que, en Gran Bretaña, era muy marginal. La ausencia de conflictos en los nuevos lugares ocupados se utilizan para buscar la legitimidad del golpe, tal como se hace al reproducir la nota que Franco dirigió a la Sociedad de Naciones reclamando asistir a la XVIII Asamblea de la misma.
No obstante, no hay una referencia directa a la persecución de los católicos y la represión de las prácticas religiosas, algo que paulatinamente fue desapareciendo en las poblaciones republicanas según avanza la guerra. Se evita cuidadosamente cualquier mención a una Cruzada. A la altura de 1937 ya había constancia de que ese término no gozaba de una buena aceptación fuera de España, circunstancia que debía ser bien conocida por el Duque quien, buen conocedor de la sociedad británica, debía pensar más en la mayoría de ingleses, que eran protestantes, que en los católicos. La revista, por ello, se dedica a mostrar la libertad para la práctica religiosa silenciando que esa libertad alcanza únicamente a los católicos, callando las dificultades que ahora tienen las diferentes confesiones cristianas no católicas romanas para la celebración de su culto.
Es difícil valorar la incidencia de las publicaciones franquistas en Gran Bretaña. Según Moreno Cantano solo alcanzó a tener 600 suscritores, pero la difusión no se limitaba a las Islas Británicas, se difundía también por países nórdicos, como Suecia y en la América anglosajona.
En el resultado final no parece que el esfuerzo propagandístico fuera muy decisivo. Se impone la retórica franquista en Inglaterra porque gana la guerra y tiene varias décadas para insistir con sus consignas. También y creo que es importante, porque existe una base lo suficientemente amplia a la que le interesa el triunfo de las fuerzas de derecha en España, pensemos en la posición de los líderes de las Trade Unions, Cetrine y Bevin. Los ideales de la República que son identificados por el imaginario colectivo y defendidos y que son recogidos por múltiples intelectuales e historiadores no tuvieron fuerza frente a los intereses de Estado y económicos y el temor que despertaba a buena parte de la sociedad británica la pretendida o real amenaza rusa sobre la cultura occidental. Spain y el resto de actividades de la Spanish Press Services Ltd. tuvieron la inteligencia de callar los aspectos del nuevo régimen que podían repugnar a la sociedad inglesa subrayando, en cambio, las facetas y valores caros a esa misma sociedad, no solo a las capas altas, también a las clases medias y las masas menos politizadas.
Fuente → vientosur.info
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