
En pleno frenesí de la represión franquista, las 13 rosas no dudaron en comprometerse. No pensaban en el triunfo inmediato de sus ideas, sino en el deber de defenderlas
Los presos comunistas de Arrona que desafiaron a Hitler saboteando la producción de cemento también sentían el impulso del deber, de formar parte de un movimiento de liberación universal
En el destacamento penal de Arrona, en Gipuzkoa, penaban 125 reclusos republicanos, entre ellos media docena de comunistas. Eran presos de la cárcel de Ondarreta, en San Sebastián, enviados a ese destacamento para ser empleados por la fábrica de cemento ABC, como lo eran miles de presos republicanos explotados, en esos tiempos. Debían trabajar en la construcción de un tendido aéreo destinado a llevar vagonetas de material, de piedra, entre las canteras, situadas en un monte a 8 kilómetros, y la fábrica. Corría la primavera de 1944.
Esa media docena de comunistas del destacamento se enteraron de que parte del cemento que la empresa ABC producía era vendido a los nazis alemanes, para la construcción del Muro del Atlántico, y decidieron sabotear la producción. La guerra, tras la derrota nazi en Stalingrado, había tomado otro curso, y con ese muro los alemanes querían defenderse de una posible invasión Aliada desde el flanco occidental. Los presos se enteraban de todo eso gracias a las confidencias de un encargado que simpatizaba con ellos y que escuchaba la BBC por las noches, en secreto. Y ese puñado de comunistas, aislados en un pequeño pueblo guipuzcoano, decidieron aportar su granito de arena para la victoria de los Aliados.
Se jugaban mucho si les cazaban, lo de menos sería perder los privilegios de estar en el destacamento y tener que volver a la cárcel, donde la vida era mucho peor; lo más probable, perder la vida con una condena a muerte. Sabotearon los cimientos de hormigón para los postes del tendido aéreo, una de las labores que realizaban los presos, y como consecuencia, varias de esas torres se derrumbaron tiempo después, cuando fueron montadas. Sedujeron a un obrero antifranquista, y, con su complicidad, sabotearon el molino, la pieza principal de la fábrica, y ésta dejó de producir cemento durante varios días. Cuando crecieron los rumores sobre la implicación de esos presos en tantos accidentes y averías; cuatro de ellos, los más implicados en los sabotajes, los más decididos, decidieron fugarse. Y lo consiguieron, cruzando el Bidasoa y llegando a Francia.
Intento imaginar en qué pensaban aquel grupo de reclusos comunistas desafiando a Hitler desde una remota aldea, aislados, presos; y creo que pensaban lo mismo que las 13 rosas: sentían el impulso del deber, de formar parte de un movimiento de liberación universal, en el que, cuando uno participa, ya no se siente solo nunca, en ningún sitio; esté preso, o bajo la dictadura más atroz. Y por eso da lo mejor de sí. Ésa es la actitud, la de las 13 rosas y la de aquellos presos, que debe constituir para nosotros un ejemplo permanente.
Fuente → mundoobrero.es
No hay comentarios
Publicar un comentario