La verdad sobre España (1936) – Rudolf Rocker
La verdad sobre España (1936) – Rudolf Rocker
 

Si hay algún acontecimiento que pueda provocar un redescubrimiento de la fuerza interior por parte del movimiento obrero organizado y de los elementos libertarios del mundo, es la gran lucha contra el fascismo que se está librando en España. Después de la derrota sin resistencia del movimiento obrero en Alemania, el efecto de la heroica batalla de los obreros, campesinos e intelectuales españoles contra los bandidos fascistas es el de una refrescante tormenta. Es la primera vez desde que el fascismo hizo su aparición en Europa que toda la población de un país ofrece una resistencia tan enérgica al peligro inminente. Por eso el ejemplo de estas luchas es internacional en su significado, trascendiendo con mucho las fronteras de un país.

La lucha desesperada es la causa común de todos los movimientos que no quieren caer bajo el yugo sangriento del fascismo. Sin embargo, hay que destacar la extraordinaria rapidez de acción de la C.N.T. y de la F.A.I., que desde el principio dieron un impulso a la lucha, permitiéndole desterrar el sangriento espectro del fascismo de las puertas de Cataluña.

El plan de los militaristas conspiradores era apoderarse de todos los puntos importantes mediante una estrategia de sorpresa que hiciera inevitable la caída de Madrid.El eslabón más importante de esta trama fue el aplastamiento de Cataluña, la fortaleza del movimiento obrero revolucionario de España, para aislar la capital de todas las grandes ciudades. Cataluña es el centro de la industria española y también la provincia más desarrollada en cuanto a cultura y vida espiritual. La caída de Barcelona, la ciudad más grande de España, habría hecho imposible cualquier resistencia prolongada a los fascistas. Por eso el general Goded voló apresuradamente a Barcelona para dirigir la revuelta en persona.

Pero la vigilancia de la C.N.T. y la valentía sin igual de sus miembros frustraron esos planes desde el principio. En pocos días los llamados «rebeldes» fueron completamente derrotados. La victoria de los obreros en Barcelona condujo a la rápida supresión de la revuelta fascista en Tarragona, Lérida y Mataró y a la liberación de toda la provincia catalana de los verdugos fascistas. La milicia obrera pronto contó con 20.000 hombres, 13.000 de los cuales pertenecían a la C.N.T. y a la F.A.I., 2.000 a los sindicatos socialistas de la U.G.T. y 3.000 a los partidos del Frente Popular.Aparte de eso, Barcelona también equipó a un ejército de 8.000 hombres, todos miembros de la C.N.T., que, bajo el mando del anarquista Durruti, partieron hacia Zaragoza para arrancar la ciudad de manos de los fascistas.

Son tantas las fábulas difundidas por la prensa extranjera sobre los objetivos de la C.N.T. y de la F.A.I. que es necesario dar a nuestros lectores una imagen clara de estas dos organizaciones. Por supuesto, en este momento no podemos entrar en la larga y gloriosa historia de las luchas llevadas a cabo por estas poderosas organizaciones, ni en las persecuciones de que fueron objeto. Llenaríamos volúmenes. Por el momento sólo nos detendremos en la significación ideológica de este movimiento y señalaremos cómo esta ideología operaba en la táctica de estas organizaciones.

La Confederación Nacional del Trabajo se fundó en 1910 y en un período de cinco o seis años agrupó a un millón de trabajadores organizados en todo el país. La organización era nueva sólo en el nombre, pero no en sus tendencias y métodos. La historia del movimiento obrero español está plagada de largos periodos de reacción durante los cuales el movimiento sólo pudo llevar una existencia clandestina. Después de cada período, el movimiento se organizaba de nuevo.El nombre cambió, pero los objetivos siguieron siendo los mismos.

El primer movimiento obrero de España surgió en Cataluña en el año 1840 cuando, en Barcelona, Juan Munts, un tejedor, organizó sindicatos. El gobierno español intentó reprimir este movimiento y envió a Barcelona al general Zapatero, uno de los reaccionarios más oscuros de la historia de España. En junio de 1855 estalló en Cataluña una gran huelga general que se convirtió en una rebelión total. Los trabajadores escribieron en sus banderas en las barricadas: «¡Asociación o Muerte!» (La rebelión fue brutalmente reprimida, pero el movimiento continuó su existencia clandestina, hasta que finalmente arrancó al gobierno el derecho de libre asociación.

Este primer movimiento obrero estuvo muy influido por las ideas de Pi y Margall, líder de los federalistas españoles y discípulo de Proudhon. Pi y Margall era uno de los sabios más destacados del país, una mente grande y abarcadora, cuyas obras ejercieron la mayor influencia en el desarrollo de las ideas libertarias en España. Sus ideas políticas tenían mucho en común con las de Richard Price, Priestly, Thomas Paine, Jefferson y otros representantes del liberalismo angloamericano de la primera época.Quería reducir el poder del Estado al mínimo y sustituirlo gradualmente por una administración socialista de la economía.

En 1868, tras la abdicación del rey Amadeo 1., Bakunin escribió su «Manifiesto a los trabajadores españoles», y una delegación de la Federación del Jura visitó España para invitar a los trabajadores españoles a unirse a la «Asociación Internacional de Trabajadores». Miles de trabajadores organizados se unieron con entusiasmo al nuevo movimiento y adoptaron las ideas anarcosindicalistas de Bakunin, a las que la gran mayoría de los trabajadores españoles se han mantenido fieles hasta nuestros días.

Tras la derrota de la revolución de 1873 y la destrucción de la primera república española, con la ayuda de buques de guerra ingleses y prusianos, la federación española de la Internacional fue suprimida durante muchos años. Sin embargo, nunca perdió terreno entre las masas obreras. A pesar de la temible reacción, los internacionalistas españoles organizaron un poderoso movimiento clandestino y publicaron sus periódicos clandestinamente durante todos los años de represión. Después de siete años de terribles persecuciones, las leyes especiales contra el movimiento obrero español fueron abolidas, y en pocos meses todo el movimiento se reorganizó bajo el nombre de «Federación de Trabajadores de la Región Española.»Ya en 1882, 218 federaciones locales, que agrupaban a 7.000 obreros y campesinos, estaban representadas en su convención de Sevilla.

No hay otro movimiento en el mundo que se haya enfrentado a una persecución tan implacable como el movimiento obrero anarquista en España. Cientos de sus seguidores fueron ejecutados y torturados en las cárceles de Jerez de la Frontera, Montjuic, Sevilla, Alcalá del Valle, etc.; pero ninguna reacción pudo jamás sofocar el espíritu de resistencia de los trabajadores españoles.

La actual C.N.T. ha surgido de esas tradiciones y es la continuación de los movimientos anteriores. A diferencia de los anarquistas de muchos países, los anarquistas de España basaron su actividad desde el principio en la organización económica de los obreros y campesinos. Nunca existió en España un «sindicalismo puro y duro».

El objetivo de la C.N.T. es doble. Bajo el capitalismo la organización busca elevar el nivel material y cultural de los obreros y campesinos mediante la acción directa y la educación de las masas. Pero su verdadero objetivo es el establecimiento de una nueva sociedad basada en el socialismo libertario. Está en contra de cualquier forma de capitalismo de Estado y aspira a una sociedad de comunas libres unidas en una federación basada en los intereses comunes de la vida económica y espiritual.La C.N.T. está en contra de cualquier forma de dictadura, viendo en ella sólo una institución para la supresión de la vida cultural y el desarrollo natural de la sociedad. Su objetivo no es la conquista del poder político, sino la conquista de la tierra, de la fábrica, de los medios de producción y de los recursos naturales del país. Su educación socialista de los trabajadores no consiste en decirles que voten por la representación política en las Cortes, sino en enseñarles a administrar la vida social del país, sobre la base del trabajo cooperativo, para las necesidades y la comodidad de todos.

La C.N.T. no es sólo una asociación de trabajadores industriales como los sindicatos de otros países. Reúne en su seno a los sindicatos de campesinos, de trabajadores agrícolas, de trabajadores de cuello blanco y de intelectuales. Si hoy vemos a los campesinos levantarse en armas y luchar codo con codo con los obreros de las ciudades contra el fascismo, es el brillante resultado de la gran labor educativa realizada por la C.N.T. y sus predecesores. Los hombres y mujeres de la C.N.T. comprendieron que una transformación social es imposible sin la ayuda del campesinado y de los trabajadores intelectuales.

Los mismos principios de federalismo y libre acuerdo representados en la ideología de la C.N.T. subyacen también en el trabajo práctico de la organización. No conoce la burocracia sindical y fomenta la autosuficiencia de los sindicatos y sus miembros en todos los aspectos. En los sindicatos más pequeños, todo el trabajo de la organización se realiza de forma voluntaria. En los sindicatos más grandes, que no pueden funcionar sin funcionarios remunerados, éstos son elegidos por un año solamente y reciben la misma remuneración que los trabajadores de sus respectivos oficios. Incluso el secretario general de la C.N.T. está sujeto a la misma regla. Esta es una vieja tradición en España que no ha cambiado desde la Primera Internacional.

Esto lleva a un alto desarrollo de la iniciativa personal de cada miembro individual. La organización técnica de la C.N.T. puede parecer algo primitiva en comparación con las de los sindicatos de otros países. Pero la C.N.T. creó un espíritu y generó un elemento de luchadores activos que no puede encontrarse en ningún otro lugar. España es el país clásico de la acción solidaria.El estrecho espíritu artesanal que se limita al propio oficio, y que tan frecuentemente se encuentra en otros países, es desconocido en España, no se encuentra ni siquiera en los sindicatos socialistas de la U.G.T. Se oye menos hablar de «conciencia de clase» y otros eslóganes familiares en España, pero los trabajadores están firmemente unidos entre sí por lazos de solidaridad, y el espíritu vivo tiene más valor que una técnica organizativa sin vida. En Alemania esta técnica se desarrolló al máximo, pero cuando Hitler llegó al poder ocho millones de trabajadores organizados no levantaron ni un dedo para evitar la catástrofe. Y ahí radica la diferencia entre los dos tipos de organización.

La C.N.T. nunca se alió con partidos políticos. En tiempos de peligro siempre estuvo dispuesta a luchar junto a otras organizaciones, como lo está ahora. Sin embargo, se adhiere a su actitud específica y no renuncia a nada de su independencia. Pero sí intenta, y con especial éxito durante los últimos años, acercarse a los trabajadores pertenecientes a los sindicatos socialistas. El éxito de esa política es especialmente llamativo en los casos en que los trabajadores de los sindicatos socialistas se opusieron a su dirección política, como ocurrió con los mineros de Asturias.La C.N.T. emprendió muchas acciones exitosas junto con los trabajadores de la U.G.T. En el último congreso de la C.N.T., celebrado en Zaragoza en el mes de mayo, los delegados apoyaron calurosamente la idea de formar una alianza con la U.G.T. para fines de defensa y ataque comunes. La estrecha cooperación actual de ambas organizaciones en la lucha contra el fascismo hará que sus relaciones sean aún más amistosas.

La C.N.T. es un tremendo factor en la vida espiritual y social de España. No ha podido ser suprimida a pesar de las terribles persecuciones de que ha sido objeto durante varios años. En la configuración del futuro orden social de España, la C.N.T. desempeñará sin duda un papel importante e impresionante, y su influencia se extenderá mucho más allá de la propia organización.

Hace poco, el diputado comunista Jesús Hernández, director del periódico comunista «Mundo Obrero», hizo la siguiente declaración:

«Es absolutamente falso que el actual movimiento obrero tenga por objeto la instauración de una dictadura proletaria una vez terminada la revolución. No puede decirse que tengamos un móvil social para nuestra participación en la guerra. Los comunistas somos los primeros en repudiar esta suposición.Nos mueve exclusivamente el deseo de defender la república democrática establecida el 14 de abril de 1931 y resucitada el pasado 16 de febrero».

Esta declaración puede desconcertar a los comunistas de otros países. Pero Hernández sabe que los obreros y campesinos españoles no están entusiasmados con la idea de la dictadura, y que el movimiento comunista sólo forma una pequeña minoría, dividida, además, en tres facciones. Sabe también que el Partido Comunista no es lo suficientemente fuerte como para ser un obstáculo a los objetivos de la poderosa C.N.T.

Otra cuestión es si la heroica lucha de los obreros, campesinos e intelectuales españoles para salvar a su país del sangriento yugo del fascismo se limitará meramente a la defensa de la actual república. La embestida asesina de una banda de criminales militares contra la vida de la república española ha creado una situación nueva. En tales circunstancias, el desarrollo natural de los acontecimientos sociales tiene que tomar caminos más cortos y adoptar otras formas de progreso social. La admirable labor creadora que ahora llevan a cabo la C.N.T. y la F.A.I. en Cataluña para la reconstrucción de todo el sistema social, no es más que el resultado de la situación actual.No cabe duda de que la derrota del fascismo conducirá a una nueva era en la historia de España. Podemos estar seguros de que los obreros y campesinos de España, tras su victoria, serán capaces de llevar a buen término su plena emancipación y no permitirán que se malogre la inevitable transformación social.

En cuanto a la «Federación Anarquista Ibérica» (F.A.I.), no hay diferencia esencial entre ella y la C.N.T. Ambas organizaciones trabajan en estrecha armonía entre sí. La F.A.I. es una asociación ideológica que pretende mantener las tradiciones anarquistas en el movimiento obrero español. Está formada por un gran número de jóvenes activos y siempre dispuestos a situarse en la vanguardia de la lucha social. Todos los miembros de la F.A.I. son miembros de la C.N.T. y se encuentran entre sus luchadores más activos.

Ambas organizaciones han publicado una gran cantidad de literatura libertaria y dirigen grandes editoriales. Aparte de los diarios «Solidaridad Obrera» en Barcelona y «CNT» en Madrid, estas dos organizaciones publicaron antes de los acontecimientos actuales unos 40 semanarios y cinco revistas mensuales. Esto demuestra por sí solo la fuerza de ese movimiento y la amplitud de su influencia sobre los obreros y los campesinos.

Desde el comienzo de la lucha actual, un buen número de sindicatos autónomos, como los trabajadores de la industria cinematográfica, los escritores, actores y trabajadores de todos los teatros de Cataluña, y muchos otros, se han unido a la C.N.T. y están participando en la gran lucha contra el fascismo y por la liberación social.

Los obreros organizados del mundo que siguen ahora con tan tenso interés la gigantesca lucha de sus hermanos españoles contra la terrible amenaza del fascismo, deben darse cuenta de que los acontecimientos españoles no pueden considerarse desde un punto de vista puramente partidista. El movimiento en cada país posee su propio carácter definido, enraizado en las tradiciones y el desarrollo histórico de un pueblo. El movimiento obrero, y especialmente el movimiento socialista, no es una iglesia, que reconoce una sola doctrina de la gracia. Toda la palabrería sobre un «Frente Unido» o un «Frente Popular» no vale nada si no aprendemos a respetar las opiniones de los demás, y a juzgarlas desde el estrecho punto de vista de una doctrina de partido.


Mientras los heroicos obreros y campesinos españoles sacrifican sus vidas en numerosos campos de batalla para defender a su país contra el sangriento ataque de un enemigo despiadado y bárbaro, los asalariados de la prensa reaccionaria de todo el mundo los injurian de la manera más infame, acusándolos de haber cometido todos los crímenes posibles contra las leyes de la humanidad. Combatiendo estas mentiras e informando a la opinión pública mundial sobre el verdadero curso de los acontecimientos en España, podremos ayudar más eficazmente a nuestros camaradas combatientes.

Los buenos puritanos de este país están escandalizados por la quema de iglesias y la confiscación de bienes eclesiásticos en España. No pueden o no quieren comprender que es una cuestión de legítima defensa privar a un enemigo terrible y despiadado de los medios económicos que le dan el poder de llevar a cabo una guerra de exterminio contra el pueblo español, una guerra llevada a cabo por una camarilla de gángsters militares que traicionaron a su propio país y contrataron a los moros del Riff «para salvar la cristiandad.» Han olvidado lo que hicieron sus antepasados en Inglaterra, Holanda, Suecia y Alemania, donde confiscaron todos los bienes de la Iglesia en su gran lucha contra Roma.

Hay que conocer el papel de la Iglesia en la historia de España para entender los acontecimientos actuales. En España la Iglesia nunca ha sido una mera institución religiosa, sino un formidable poder económico y político que durante siglos ejerció la mayor influencia en toda la vida social del país. En su larga y sangrienta historia, la Iglesia ha sido siempre el enemigo más mortífero del progreso social y el centro principal de toda reacción.

Durante las interminables guerras contra los moros, que duraron casi 800 años, la Iglesia se convirtió en un factor tremendo y en la principal herramienta del absolutismo español. Durante siglos España había sido el país más avanzado de Europa, el espíritu líder en ciencia, arte, industria y agricultura. Pero cuando los moros fueron expulsados del país, y la nación fue sometida bajo la tiranía de la Iglesia y la Monarquía Cristiana esta gran civilización fue destruida a sangre y fuego. Los derechos y libertades de los pueblos y ciudades españoles fueron abolidos, después de que miles y miles de personas murieran en su resistencia contra este nuevo y terrible poder. La tierra se convirtió en un desierto, sus maravillosas industrias decayeron, su vida espiritual fue sofocada.Al final del reinado del siniestro déspota Felipe II, España había perdido casi la mitad de su población.

Fueron la Iglesia y los representantes del despotismo real quienes inventaron ese terrible tribunal, la inquisición, principal instrumento, para la supresión del pueblo español. Según una declaración muy cuidadosa, publicada por el abate De Montgaillard, de 1481 a 1781 cerca de 330.000 personas habían sido quemadas vivas en España, y sus bienes confiscados por el Estado.

En la lista de libros prohibidos, publicada por la Inquisición en 1790, encontramos los nombres de más de 7.600 escritores, entre ellos las obras clásicas de Horacio, Ovidio, Cicerón, Plutarco, Dante, Petrarca, Boccaccio y muchos otros. En esa misma época, España contaba con un ejército de 134.000 sacerdotes, 46.000 monjes y 32.000 monjas. Los bienes raíces de la Iglesia se estimaban en 32.500.000.000 de reales, lo que proporcionaba al clero unos ingresos anuales de 500.600.000 reales. Además, la Iglesia poseía en edificios, caballos, ganado, etc., propiedades por valor de otros 82.000.000 de reales.Junto con otras muchas fuentes de explotación, los ingresos anuales de la Iglesia española representaban 1.600.000.000 de reales[1]. Pero el pueblo vivía en una miseria espantosa y uno de cada 72 españoles era mendigo.

La revolución francesa introdujo en la península ibérica las primeras ideas del liberalismo que conquistaron la intelectualidad del país. A partir de entonces comenzó la lucha contra la Iglesia y la Monarquía que no ha cesado desde entonces. En 1812 se proclamó la Constitución de Cádiz que abolió la inquisición y paralizó el poder de la Iglesia. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos en España Fernando VII. volvió a Madrid. Reconoció la constitución del pueblo y prometió mediante juramento solemne gobernar como un monarca constitucional y defender las nuevas leyes del país. Durante unos meses España disfrutó de las bendiciones de la libertad política después de trescientos años de despotismo clerical.

Pero Fernando, a quien Luis Felipe de Francia llamó «el canalla más perfecto que el mundo haya visto jamás», conspiró con la Iglesia contra la constitución que denunció como «una invención del diablo y un crimen contra el derecho divino de la monarquía y la Iglesia». Un nuevo período de reacción se abatió sobre España.Se abolió la Constitución, se restableció la Inquisición y 50.000 liberales fueron enterrados vivos en las mazmorras y cámaras de tortura del temible tribunal.

En 1820 Rafael del Riego se levantó contra la sangrienta tiranía de Fernando y marchó con sus soldados sobre Madrid. Las provincias de Cataluña y Galicia siguieron su ejemplo, y todos los elementos liberales aclamaron a Riego como el libertador del país. Fernando, dándose cuenta del peligro, cambió inmediatamente de política y se declaró constitucionalista, acusando a sus consejeros y haciéndoles responsables de todo. La Constitución de Cádiz volvió a entrar en vigor, la inquisición fue abolida de nuevo y los jesuitas fueron expulsados del país. Las puertas de las cárceles se abrieron y liberaron a todas las víctimas inocentes de la persecución política. Fernando pronunció su famoso discurso en las Cortes maldiciendo a los enemigos de la Constitución y asegurando a los diputados que no tenía otro deseo que ser «el más alto servidor de su amado pueblo.»

Era el comienzo de una nueva era en la vida del país. Las Cortes aprobaron las «leyes de educación» y se construyeron escuelas por toda España.Pero mientras los liberales estaban absortos en su labor constructiva para la regeneración del país, Fernando y la Iglesia apelaron a la «Santa Alianza» para conseguir ayuda del extranjero contra sus enemigos del Partido Liberal.

En 1823, dos obispos y 127 prelados fundaron esa infame sociedad secreta que la historia española conoce como «El Ángel Exterminador». Esta monstruosa fraternidad contrató a todo un ejército de matones para deshacerse de las figuras más destacadas del liberalismo español. De 1823 a 1825 más de 4.000 personas fueron asesinadas por los agentes de esta diabólica banda de asesinos clericales.

Ese mismo año el duque de Angulema con 60.000 soldados franceses entró en España para ayudar a Fernando a aniquilar a los constitucionalistas españoles. Tras ser derrotados con la ayuda de un ejército extranjero, España volvió a estar condenada durante muchos años. Ningún país del mundo ha sido testigo de un periodo de reacción tan horrible. Los liberales fueron asesinados por montones. Más de 50.000 personas llenaron las cárceles de la Inquisición. Riego, el libertador de su país, fue ejecutado de forma vergonzosa. Fue cosido a un saco y llevado en un burro a la horca, mientras una turba fanática, incitada por los curas, aullaba «¡Vivan las cadenas!». Todas las escuelas creadas por los liberales fueron destruidas, y la Inquisición ordenó la quema de todos los libros excepto los recomendados por los jesuitas. Incluso en 1826 la ciudad de Valencia fue testigo de un auto-da-fé, cuando el masón Ripoll fue ahorcado y su cadáver quemado en la plaza del mercado, porque expresaba su incredulidad en los dogmas de la Iglesia.

En todas las innumerables luchas del pueblo español, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, la Iglesia siempre se puso del lado de los enemigos de la nación, como se ha puesto ahora del lado de la sangrienta causa del fascismo. Esta es la razón por la que la Iglesia es tan amargamente odiada en España. Todo español inteligente conoce el siniestro papel que ha desempeñado en el largo curso de la historia de España. La Iglesia ha destruido una de las más altas civilizaciones que el mundo ha visto; ha arruinado al país y empobrecido a su población; ha sofocado todo progreso social y ha creado durante siglos un reino de oscuridad e ignorancia.

Todo intento de combatir esta ignorancia mediante una educación más libre ha sido denunciado por la Iglesia como «un crimen contra las leyes de Dios.»En 1851 Antonio Cervera fundó una escuela en Madrid con el fin de proporcionar a los trabajadores de esa ciudad la oportunidad de adquirir una educación elemental. Tuvo un éxito inmediato, creciendo rápidamente hasta contar con 500 alumnos ardientes y diligentes. Pero el noble intento de Cervera pronto se convirtió en blanco de ataques clericales. Por ello, una diputación de españoles liberales apeló al ministro Bravo Murillo para que sancionara la escuela, pero Murillo les respondió con las cínicas palabras: «En España no hay necesidad de obreros que sepan leer y escribir, lo que necesitamos son bestias de carga».

Ni que decir tiene que la escuela de Cervera fue suprimida como tantas otras. Desde la destrucción de las escuelas liberales en 1824 hasta la infame ejecución de Francisco Ferrer, fundador de la Escuela Moderna de Barcelona, la Iglesia siguió siempre la misma política para impedir toda educación anticlerical.

Es una mentira deliberada afirmar que la actual quema de iglesias y monasterios es el resultado de esas «doctrinas extranjeras del marxismo y el bolchevismo», como nos quieren hacer creer los verdugos del fascismo.El hecho es que la mayoría del movimiento obrero moderno en España nunca se ha inspirado en las ideas del marxismo y menos aún en las concepciones de Lenin y Stalin. Las iglesias fueron quemadas en cada levantamiento popular, mucho antes de que Marx naciera o de que las ideas generales del socialismo fueran conocidas en España. Todo movimiento progresista ha tenido que luchar contra la Iglesia como su más poderoso y despiadado enemigo.

En una carta al New York Tribune -un periódico al que nadie acusará de simpatizar con los «rojos»- el Sr. W. Barry decía muy justamente:

«La cuestión de la quema de las iglesias es totalmente explicable, por mucho que lo lamente como católico y amante del arte. La Iglesia en España, en contraste con nuestra Iglesia aquí, toma partido abiertamente en asuntos políticos. Afortunadamente un Coughlin es una rareza en nuestra historia, y encontramos que no sólo no representa los puntos de vista de la Iglesia Católica en América en sus esfuerzos políticos, sino que sus actividades son fuertemente condenadas en los órganos católicos por doctos miembros del clero americano.En España se ha alineado definitivamente y como cuerpo en el bando de los hombres que han convertido su patria en campo de batalla para su provecho personal, y, sin entrar, en los méritos éticos de su acción, no puede esperarse que el pueblo español contemple impasible la bendición de las armas de los soldados profesionales que se lanzan contra él, y, según se ha informado, incluso la incorporación a las fuerzas rebeldes de miembros del clero, sin perder el respeto por la vida y los bienes de estos sacerdotes.»

A ningún revolucionario español, desde los primeros defensores del liberalismo y la democracia hasta los obreros anarquistas de la actual C.N.T. y la F.A.I., se le ha ocurrido atacar a la gente por sus creencias religiosas. En el país clásico de la Inquisición, la tierra de Torquemada, Escobar y Loyola, donde la menor duda en los dogmas de la Iglesia se castigaba con la tortura y la muerte, han aprendido esto: que las ideas religiosas no pueden alterarse por la mera fuerza y la supresión brutal.Pero mientras toleraban la convicción personal del individuo todos tenían que luchar contra la Iglesia, porque siempre había sido y ha seguido siendo hasta hoy el baluarte político de la reacción española y el enemigo más intransigente de cualquier cambio en la vida social.


El fascismo nunca tuvo una base ideológica clara y definida. Es una mezcla extraña, que representa una manta de retazos con remiendos tomados de las fuentes más diversas. Tiene un significado diferente en cada país, teniendo sólo una cosa en común: la feroz brutalidad de sus métodos y la absoluta sujeción del individuo al poder del llamado Estado totalitario. Pero hay otro rasgo característico de los seguidores del fascismo en todo el mundo. Todos ellos hablan del «despertar de la nación» tal como ellos lo entienden, pretendiendo, por supuesto, que ellos mismos y nadie más son los verdaderos intérpretes del espíritu nacional. Cada Camisa Negra en Italia es el representante de la «Nación Italiana»; cada hombre de las SS en Alemania es el portador del «verdadero espíritu alemán»; cada miembro de la Legión Negra o del Ku Klux Klan en este país es la encarnación viviente del «verdadero americanismo.»

De hecho, el fascismo ha hecho del nacionalismo una nueva religión política cuyos dogmas están tan santificados como los de la Iglesia. Pero la historia moderna de Italia, Alemania, Austria, etc., ha demostrado que para ellos el nacionalismo es sólo un manto que lo oculta todo; su bandera encubre toda iniquidad, todo crimen y todo ultraje. Si fuera necesaria alguna prueba más, el ejemplo reciente de España la ha proporcionado ampliamente.

Verdugos a sangre fría como Franco, Mola, Gil Robles y el resto de ellos aseguran al mundo que fue sólo el amor a su país y al pueblo de España lo que les obligó a levantarse en armas contra el gobierno republicano que fue elegido por la gran mayoría del pueblo español, con el fin de liberar al país de la siniestra influencia de las ideas extranjeras y del dominio de Moscú.

Y para expresar su amor a la nación española conspiraron con tiranos extranjeros como Hitler y Mussolini y contrataron a los marroquíes del norte de África para devastar la tierra que los vio nacer y exterminar a su propio pueblo.

Hay una enorme diferencia entre el nacionalismo popular de antaño, propugnado por hombres como Mazzini y Garibaldi, y el flagrante fascismo contrarrevolucionario y antisocial de nuestro tiempo.El lema de Mazzini, «Dios y el pueblo», simbolizaba las aspiraciones que animaban a todo el pueblo. Aunque las ideas de Mazzini contenían las semillas de una nueva servidumbre política, él y sus colaboradores estaban animados por nobles motivos. Los patriotas de entonces trazaron una clara línea de demarcación entre el Estado y sus objetivos nacionales. Malinterpretaron el significado de los hechos históricos, pero sus vidas y actos estaban impregnados de amor y devoción al pueblo.

Tales emociones son ajenas a los hombres que transformaron su país natal en un matadero para sus ambiciones políticas personales y sus intereses económicos. El general Franco declaró a los corresponsales de los periódicos franceses e ingleses que está dispuesto a sacrificar a la mitad de la población de España para establecer su dictadura y acabar con la plaga del comunismo. El general Queipo de Llano declaró que no se pondrá fin a la guerra actual hasta que se ejecute al último marxista que haya en suelo español.

Los terribles sucesos de Badajoz, donde 3.000 hombres y mujeres fueron masacrados por los moros y la Legión Extranjera Española, un cuerpo reclutado entre la chusma de varias naciones extranjeras, principalmente alemanes, han demostrado que esto no es una mera fanfarronada.El Sr. Jay Allen, corresponsal del Chicago Tribune dio una horrible imagen de su experiencia personal, contando al mundo cómo 1.800 hombres y mujeres desarmados fueron conducidos a la plaza de toros y masacrados en tandas por disparos de ametralladoras.

En Sevilla, Cádiz, Granada, Zaragoza, Huesca y muchas otras ciudades en manos de los rebeldes, miles de trabajadores han sido asesinados por su resistencia a las bandas de matones armados que cometieron traición contra su propio país, llevando a cabo una guerra de exterminio contra el pueblo español con la ayuda de mercenarios extranjeros.

Todos los periódicos han informado de cómo las fuerzas del general Franco, que avanzan sobre Madrid desde el sur, han masacrado en masa a los campesinos, con la esperanza de evitar así ataques en su retaguardia.

En un manifiesto a los trabajadores de todos los países, publicado por el Comité de Defensa de la C.N.T. y la F.A.I., hacen un llamamiento especial a todos los periodistas y reporteros concienciados:

«No somos nosotros los enemigos del orden, sino los militaristas y los fascistas. El trabajo heroico de la C.N.T. y de la F.A.I. en combinación con los trabajadores de otras organizaciones aplastó la sublevación fascista en Cataluña. Pero el fascismo aún no ha sido derrotado. Miles de nuestros camaradas han rodeado Zaragoza.Estamos librando una lucha tremenda para salvar a nuestros camaradas allí y en el resto de España. Nuestra lucha debe tener éxito. La libertad debe vencer a la esclavitud.

«Los trabajadores de España que pasan hambre no son saqueadores ni violadores. Incluso los reporteros de la prensa burguesa, en todos los periódicos capitalistas menos en los más faltos de escrúpulos, han expresado su admiración por el orden y el respeto a los extranjeros que están mostrando los trabajadores de Cataluña. Los inescrupulosos difunden sus mentiras sobre los revolucionarios españoles. En particular, descargan su ira contra los obreros revolucionarios de Barcelona.

«Hacemos un llamamiento a vosotros, amigos de la libertad. No creáis las historias fabricadas sobre asesinatos, robos y desórdenes en Cataluña. Recordad que nuestra lucha es vuestra lucha. Si nosotros caemos, el fascismo triunfará en muchos otros países. Nuestra victoria será la victoria de la lucha internacional por la libertad contra el fascismo internacional. Nuestra victoria será la victoria del progreso humano. Obreros y antifascistas del mundo, ¡ayudadnos! Somos la vanguardia del movimiento obrero internacional en nuestra lucha contra los enemigos de todo lo que es humano. No permitáis que se difundan mentiras sobre los heroicos luchadores de la libertad española y mundial. Necesitamos vuestra simpatía y ayuda.Estamos seguros de que en este momento de la batalla no nos abandonaréis».

Este no es el lenguaje de una «turba desordenada», como con tanta frecuencia los calificó la prensa reaccionaria, sino el de hombres conscientes de la gran responsabilidad que la historia ha depositado en ellos y dispuestos a asumir las consecuencias de sus actos. De ello da testimonio la magnífica labor que están realizando ahora para reorganizar toda la vida social de Cataluña, para impedir que elementos criminales se aprovechen de la situación y para dotar al país de los medios necesarios para llevar adelante la resistencia militar contra los ejércitos fascistas. Y esta obra constructiva y creadora es tanto más admirable cuanto que se basa únicamente en la solidaridad natural, en la ayuda mutua y en la justicia social, sin recurrir al peligroso recurso de la dictadura.

Técnicos, ingenieros, arquitectos, hombres de ciencia, profesores, artistas, etc., ofrecen con entusiasmo su asistencia a los trabajadores de la C.N.T. y de la F.A.I., y les ayudan en su gigantesca tarea de regeneración social.

Los hombres y mujeres de la C.N.T. y de la F.A.I. han comprendido que la salvación está en la libertad. La autocracia se basa en la sumisión y, por tanto, no puede servir a la causa de la libertad.La dictadura nunca es una etapa transitoria para la consecución de algún objeto concreto, porque obliga inevitablemente a sus representantes a recurrir a métodos que los alejan gradualmente por completo de sus objetivos originales, suponiendo incluso que al principio hubieran estado motivados por un sincero deseo de servir al pueblo. Además, el poder político carece intrínsecamente de constructividad y, por tanto, siempre desarrolla la tiranía.

La emancipación no puede lograrse mediante un mayor despotismo. Toda forma de dependencia da lugar a un nuevo sistema de esclavitud. La dictadura, en particular, excluye la posibilidad de mejora, porque suprime la crítica de sus actos. Se puede obligar a la gente a realizar ciertas tareas, pero ninguna coacción puede duplicar lo que se consigue a través de la necesidad interior, la simpatía y el amor. Hay cosas que ni siquiera el gobierno más poderoso puede obligar, cosas que sólo la solidaridad social y la acción voluntaria pueden lograr. La coacción no une, divide y separa. Someter a las personas a un mismo yugo no las acerca, sino que las aleja unas de otras y fomenta el egoísmo y el distanciamiento. Los lazos sociales sólo pueden crecer y desarrollarse en libertad, como resultado de la elección voluntaria y el esfuerzo sin restricciones.Sólo en tales condiciones pueden la libertad individual y la unidad social fundirse en un todo completo e inseparable.

Y mientras la C.N.T. y la F.A.I. llevan a cabo su labor de construcción social, sus miembros luchan en todos los frentes de batalla. Incluso el gobierno republicano de Madrid tuvo que admitir que sin la heroica resistencia de la C.N.T. España habría estado condenada al principio de la lucha.


El trágico destino de España ha sido que cada vez que el pueblo español se levantaba contra la insoportable tiranía de sus amos, era aplastado por la intervención extranjera. La Constitución de Cádiz, por la que España se había liberado del yugo absolutista y eclesiástico, y que había sido restablecida por los heroicos esfuerzos de Riego y los liberales españoles, fue condenada al fracaso cuando un ejército francés, enviado por la Santa Alianza, invadió el país, ayudando a Fernando VII a recuperar sus «derechos divinos de monarca cristiano», y dándole la posibilidad de sumir al pueblo español en la reacción más terrible que el mundo había presenciado jamás.

En 1873, buques de guerra británicos y prusianos ayudaron a los monárquicos a destruir la primera república española, asaltando a los valientes defensores de la Comuna de Cartagena y dando vía libre al general Pavía contra los republicanos.

Hoy la historia se repite una vez más. Según documentos descubiertos por el gobierno español en Madrid, se ha demostrado que la sublevación fue cuidadosamente preparada y apoyada desde el principio por las potencias fascistas de Italia y Alemania.

Mientras los obreros de Barcelona luchaban contra los sublevados, un grupo de refugiados políticos alemanes, ayudados por miembros de la C.N.T., asaltaron las oficinas del «Frente Obrero Alemán» y del partido nazi en esa ciudad, incautándose de todo el material escrito que encontraron allí. Parte de estos documentos ya han sido publicados en el Manchester Guardian y en el Boletín de la C.N.T. El material completo será impreso en breve en un volumen especial. De este modo se ha demostrado que los nazis habían cubierto toda la Península Ibérica, las Islas Baleares y el Marruecos español con una red de organizaciones para el espionaje político y económico.Estos grupos estaban en contacto continuo con el cuartel general nazi en Berlín a través de la agencia del cónsul alemán en Barcelona que, violando las leyes españolas, había llevado a cabo propaganda extranjera secreta durante años. No es de extrañar que muchos alemanes abandonaran Barcelona presas del pánico tras estos descubrimientos. Con razón «El Diluvio», un diario republicano cercano al gobierno catalán, comentó:

«Muchos extranjeros que ahora abandonan el país deberían haber sido expulsados hace tiempo. Proceden de países donde el fascismo está en el poder, realizan espionaje y sirven de órganos de contacto entre sus gobiernos y nuestros generales que se han vendido a intereses extranjeros.»

El New York Times (28 de agosto de 1936) publicó una entrevista con Indalecio Prieto, ministro del actual gobierno español, en la que afirmaba:

«Diez días antes del incidente de Kamerun (el supuesto registro de un buque alemán por un buque de guerra español) un buque alemán desembarcó su cargamento de piezas de aviones y tanques en Cádiz. Las piezas fueron llevadas a Sevilla en dos trenes de mercancías compuestos por cincuenta y nueve vagones; todos acompañados por cincuenta alemanes armados. Estos alemanes ensamblaron los aviones y tanques en el aeródromo de Tablade, en Sevilla, y los entregaron a los rebeldes, que luego se unieron a la Legión Extranjera de Franco.Puedo probar todo esto como puedo probar que el Kamerun desembarcó su cargamento de gasolina para los rebeldes en un puerto portugués después de que hubiéramos impedido que llegara a Cádiz.»

A la pregunta de por qué el Gobierno español no presentó quejas ante la Sociedad de Naciones, Prieto se encogió de hombros y contestó tranquilamente:

«Etiopía presentó su caso a la Liga. Ya saben lo que ocurrió. Me temo que nuestra España se ha convertido en la Etiopía de Europa».

Todo el mundo sabe que los rebeldes cuentan con el apoyo moral y material de Italia, Alemania y Portugal a pesar del llamado acuerdo de neutralidad y no intervención. Si no fuera por esto, toda la insurrección habría terminado hace mucho tiempo; porque con la excepción de algunas partes de Navarra, Castilla la Vieja y León, toda la población española está en contra de los rebeldes. La heroica posición del pueblo en todas las partes del país atestigua el hecho de que España se ha convertido de nuevo en víctima de los oscuros poderes extranjeros. Si los españoles pierden la batalla, Europa estará condenada. Será el comienzo de una nueva Santa Alianza, el comienzo de un reino de terror y barbarie en todo el mundo.

Al igual que Mussolini, Hitler y sus seguidores en otros países, los jefes de los fascistas españoles califican su crimen contra el pueblo español de «guerra contra el peligro del bolchevismo.» Saben que el pueblo español está en contra de cualquier tipo de dictadura, pero saben también que este espantajo es un medio excelente para asustar al filisteo. Incluso los llamados liberales de países extranjeros se han dejado engañar por este farol. Que echen un vistazo a Alemania e Italia, donde el «bolchevismo» ha sido derrotado por los nuevos «libertadores de la humanidad».

No sólo el socialismo y el movimiento obrero han sido aplastados por el fascismo: todo aquel que se atrevió a tener una opinión independiente, o incluso a permanecer neutral, ha sido aplastado por el fascismo «marchando sobre el cuerpo de la libertad», como lo llamó Mussolini. El arte, la ciencia, la filosofía y la literatura han sido puestas a su servicio. Miles de personas fueron masacradas para asegurar su triunfo en Italia, Alemania, Austria y otros lugares. Hombres y mujeres inocentes, entre ellos artistas, escritores y pensadores de fama internacional, fueron perseguidos hasta el exilio, se invadieron domicilios privados y se quemaron valiosas bibliotecas. Miles de personas fueron arrancadas de sus familias, arrojadas a campos de concentración, torturadas moral y físicamente, y muchas se vieron abocadas a una muerte lenta o al suicidio.En Alemania esta locura, agravada por el odio racial, en particular contra los judíos, ha asumido las formas más bestiales. Se ha revivido la barbarie de épocas pasadas. El fascismo ha despertado las pasiones más bajas y ha incitado al pueblo a cometer atrocidades atroces. Ha asumido el control de todas las fases de la vida, incluidas las relaciones más íntimas entre los sexos, que incluso el peor despotismo solía respetar. Los matrimonios entre alemanes y no arios han sido declarados un crimen contra la «pureza de la raza», y la ética sexual reducida al nivel de la cría de ganado.

Y esta situación se ve agravada por el peligro siempre presente de guerra desde que Mussolini y Hitler llegaron al poder. Europa se asemeja a un campo armado; cada nación vive en constante sospecha y temor de sus vecinas, de lo cual es principalmente responsable la tiranía del fascismo. Esto lo hemos ganado derrotando al «bolchevismo».

La terrible lucha que se libra ahora en España es un signo de los tiempos. Ahora se trata de rechazar a un enemigo que amenaza las bases mismas de la civilización y de la libertad. Alemania, Italia, Austria son advertencias sangrientas. ¡Ay del mundo si la lucha heroica del pueblo español se ahoga en la sangre de los últimos defensores de la libertad y de la justicia social!

Notas

[1] Un real son entre seis y siete céntimos.


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