
Juan Castroviejo
Su liderazgo del bando sublevado durante la Guerra Civil le permitió, tras vencer en el conflicto, instaurar una dictadura autoritaria y personalista en la que se enmarcan algunos de los episodios más oscuros de la historia reciente de España. Esta es la biografía del dictador Francisco Franco
Militar de formación, Francisco Franco (1892-1975) se convirtió en el dictador que gobernó el país durante casi cuatro décadas tras la Guerra Civil Española (1936-1939). Bajo su mando, España vivió un régimen autoritario cuya influencia permaneció varios años después de su muerte. Su vida y su trayectoria política están profundamente entrelazadas con los acontecimientos más dramáticos de la historia de España en el siglo XX.
Una exitosa carrera militar
Francisco Franco Bahamonde nació el 4 de diciembre de 1892 en la ciudad costera de Ferrol, en la provincia gallega de A Coruña, en el seno de una familia de tradición militar. Desde joven, mostró interés por seguir los pasos de su padre, Nicolás Franco Salgado-Araújo, Intendente de la Armada y oficial de colonias (fue destinado a Cuba y a Filipinas, donde tuvo un hijo bastardo -Eugenio- con la joven hija de un militar manileño llamada Concepción Puey).
A pesar de ingresar junto a su hermano mayor Nicolás en la escuela de preparación naval con tan sólo 12 años, su carrera militar no comenzó en la Armada, sino en el Ejército de Tierra. Así, en agosto de 1907, Franco entró en la Academia de Infantería de Toledo, en la que permanecería tres años hasta graduarse en julio de 1910 como segundo teniente. Desde ese momento, su deseo era ser destinado a Marruecos para participar en la conocida como Guerra del Rif, originada por la sublevación de las tribus del norte a la ocupación colonial de España y Francia, aunque tuvo que esperar dos años para que se viese cumplido.
Franco destacó rápidamente como un oficial ambicioso y disciplinado. Su reputación creció tras su participación en las campañas militares de Marruecos, donde mostró una mezcla de astucia militar y una personalidad distante, pero implacable. Ejemplos de ello son las graves heridas que sufrió en 1916 en Buit o su participación al mando de la Legión Extranjera en la reconquista de Melilla en enero de 1923 tras el funesto Desastre de Annual (1921).
Su ascenso fue meteórico, y en 1926, a la edad de 33 años, fue nombrado General de Brigada, convirtiéndose así en el general más joven de Europa. Este éxito cimentó su carrera y lo posicionó como una figura clave en las Fuerzas Armadas españolas de la época, hecho al que contribuyó su pertenencia a la llamada “casta africanista”, a la que pertenecían los soldados destinados a la peligrosa colonia marroquí.
Durante este tiempo también conoció a la que acabaría siendo su esposa, Carmen Polo, cuyo matrimonio, en octubre de 1923, fue apadrinado por el propio rey Alfonso XIII. Este hecho, junto a su designación como ‘Gentilhombre de Cámara’, daba fe del prestigio y la relevancia que la figura de Franco había ido adquiriendo gracias a sus méritos militares.
Por este motivo, no es de extrañar tampoco que, tras la pacificación del Protectorado de Marruecos gracias al famoso desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925, Primo de Rivera le designara como Director de la Academia General Militar de Zaragoza. En este meritorio cargo es donde le sorprendió la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931.
Líder sublevado durante la Guerra Civil
El escenario político en España en la década de los años 30 estuvo marcado por la inestabilidad y los conflictos sociales. A pesar de que la instauración de la República fue recibida con ilusión y optimismo y se acometieron numerosas reformas que buscaron modernizar el país y reducir el poder de las clases dominantes, incluidas la Iglesia y el Ejército, la tensión durante este período fue una constante.
Buena parte de las medidas emprendidas por los diecinueve gobiernos distintos que se sucedieron durante más de cinco años profundizaron las divisiones sociales y políticas. Muestra de ello fueron los violentos sucesos acaecidos en octubre de 1934 como respuestas a las políticas regresivas impulsadas por la CEDA, la derecha liderada por José María Gil-Robles, durante el llamado bienio radical-cedista.
Sin embargo, la gota que colmó el vaso de la paciencia de los rebeldes fue la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936. El marcado viraje de la República hacia la izquierda fue el motivo que los militares contrarios al gobierno necesitaban para poner en marcha sus planes. De esta manera, el 17 y 18 de julio de 1939, el golpe pasó de ser una idea extendida entre los sectores más reaccionarios de la derecha a convertirse en una realidad.
Francisco Franco, que en ese momento se encontraba en Canarias al haber sido destinado allí por el gobierno del Frente Popular temiendo una revuelta militar, se unió al resto de generales sublevados en el llamado “Alzamiento Nacional” contra el gobierno republicano.
A pesar de que el golpe fracasó en su primer objetivo de tomar el control del país de manera rápida y hacerse con sus principales ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao), éste dio paso a la Guerra Civil Española, un cruento conflicto fratricida que duraría tres años y se llevaría por delante la vida de más de medio millón de españoles entre ambos bandos.
Tras la accidentada muerte de Sanjurjo el 20 de julio (uno de los principales ideólogos del golpe junto a Emilio Mola, que también moriría en un accidente aéreo el 3 de junio de 1937) Franco fue elegido el 29 de septiembre como responsable de la Junta de Defensa creada para designar un mando supremo. De esta manera, el general gallego asumió rápidamente el liderazgo de las fuerzas sublevadas o “nacionales” gracias a su capacidad para unificar a las diversas facciones conservadoras, monárquicas y fascistas.
Las tropas de Franco (examinando mapas ante la batalla de Teruel) vencieron en el frente de Aragón, lo que desmoralizó a los republicanos y abrió camino a los nacionales hacia Levante. Foto: Contacto.
El conflicto no fue solo una guerra interna, también fue un escenario en el que las grandes potencias europeas, especialmente las pertenecientes al denominado Eje, pusieron a prueba su arsenal ofensivo. Franco recibió el apoyo crucial de la Alemania nazi y de la Italia fascista, lo que le permitió obtener victorias estratégicas y anímicas claves como, por ejemplo, el horrible y simbólico bombardeo de Guernica el 26 de abril de 1937. Este y otros trágicos episodios bélicos parecían ser un ensayo para lo que estaba a punto de cernirse sobre el continente europeo durante el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El 1 de abril de 1939 el último parte de guerra firmado por el propio Franco desde Burgos daba por concluida la guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.
A partir de entonces, consolidado su poder y su liderazgo sobre el bando vencedor del conflicto, el Generalísimo instauró una dictadura militar que se mantendría durante cuatro décadas, hasta su muerte, el 20 de noviembre de 1975.
La dictadura franquista
El franquismo, esta dictadura personalista y autoritaria impuesta por el propio Franco, estuvo marcado por la represión de sus opositores, el control total del Estado y una política de aislamiento internacional durante los primeros años de su gobierno.
Franco asumió todos los poderes del Estado: fue jefe del gobierno, jefe de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Adoptó el título de “Caudillo” y utilizó su poder absoluto para estructurar un régimen que eliminó cualquier forma de oposición política. Se ilegalizaron los partidos políticos y los sindicatos independientes, y se estableció un sistema de censura y represión. Miles de personas fueron encarceladas, ejecutadas o exiliadas en los primeros años de la dictadura, consolidando un ambiente de miedo y control.
En términos de política económica, los primeros años del franquismo estuvieron marcados por una autarquía que intentó hacer que España fuera autosuficiente. Esta política resultó en una economía empobrecida y estancada que intensificó las desastrosas consecuencias de la posguerra. No fue hasta los años 50 y 60, con la apertura gradual al exterior y la implementación de los "Planes de Estabilización", cuando España comenzó a experimentar un crecimiento económico significativo.
En cuanto a la política exterior, Franco mantuvo a España neutral durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque simpatizaba con las potencias del Eje que le habían prestado ayuda durante el conflicto civil, buen ejemplo de ello son las famosas reuniones que mantuvo con Hitler en la estación de tren de Hendaya el 23 de octubre de 1940 y con Mussolini en la localidad italiana de Bordighera el 12 de febrero de 1941, los aliados presionaban para que mantuviera su posición no beligerante asegurando su mantenimiento en el poder.
Tras el conflicto, el régimen de Franco se encontró aislado internacionalmente debido a su vinculación ideológica con el fascismo. Sin embargo, durante la Guerra Fría, Franco supo aprovechar la rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, alineándose con el bloque occidental, lo que permitió a España salir parcialmente del aislamiento a cambio de convertirse en un aliado estratégico del país norteamericano. En 1953 firmó con Estados Unidos los Pactos de Madrid, acuerdos de carácter militar y económico, y el Concordato con el Vaticano. Un paso importante hacia el reconocimiento internacional se produjo en diciembre de 1955 con la entrada de España en la ONU.
Para conseguir estos avances el régimen de Franco tuvo que “dulcificar” sus métodos de represión, que desde el final de la guerra siempre estuvieron presentes. A pesar de ello, uno de los episodios más oscuros se produjo apenas dos meses antes de la muerte del dictador, cuando fueron ejecutados cinco miembros de las organizaciones del FRAP y de ETA -que en diciembre de 1973 había asesinado al presidente Carrero Blanco-, pese a las protestas en el ámbito nacional y la condena por parte de la comunidad internacional. Como afirma el historiador Julián Casanova, “Franco murió matando”.
La consolidación del régimen y el culto al Caudillo
Uno de los elementos fundamentales del franquismo fue el culto a la personalidad de Francisco Franco. Se le presentó como el salvador de España, el líder que había derrotado al comunismo y restaurado el orden. A lo largo de las décadas de su gobierno, Franco se mantuvo como la figura central, en torno a la cual giraba todo el aparato del Estado.
El régimen franquista utilizó los medios de comunicación y el sistema educativo para adoctrinar a la población y exaltar la figura del Caudillo. La Iglesia Católica jugó un papel clave en este proceso ya que, durante la dictadura, se estableció una alianza entre el régimen y la Iglesia, conocida como el "Nacionalcatolicismo". Franco se presentó como el defensor de los valores tradicionales de España, en contraste con los ideales republicanos y socialistas que él asociaba con el caos y la decadencia.
Últimos años y caída del régimen
A medida que Franco envejecía, surgían cada vez más preguntas sobre el futuro de España tras su muerte. Aunque había mantenido un control férreo del país durante décadas, el mundo a su alrededor estaba cambiando. La economía española había crecido rápidamente en los años 60, lo que generó una clase media urbana que empezaba a exigir más libertades políticas y sociales. Asimismo, los movimientos de oposición, tanto en el exilio como en el interior del país, comenzaron a ganar fuerza, aunque la represión seguía siendo una constante.
En 1969, a través de la Ley de Sucesión, Franco designó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor con el título de Príncipe de España, confiando en la continuidad del régimen autoritario que había impuesto, en este caso, bajo un sistema monárquico. Sin embargo, en los últimos años de la dictadura, era evidente que el régimen no podía sostenerse indefinidamente sin cambios significativos.
Franco se mantuvo en el poder hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975 en el Hospital de la Paz, tras haber permanecido en coma desde el día tres de dicho mes como consecuencia de una hemorragia gastrointestinal. El presidente del gobierno desde 1973, Carlos Arias Navarro, anunciaba su fallecimiento en televisión por medio de cuatro palabras para la historia: “Españoles, Franco ha muerto”.
Tras su muerte, la caída del régimen franquista fue inevitable, y en 1978, España aprobó una nueva constitución que estableció una monarquía parlamentaria y comenzó un camino sin retorno hacia la democratización, la llamada “Transición”.
El legado de Franco
Después de su muerte, la transición a la democracia fue un proceso complicado, pero relativamente pacífico. Aunque muchos de los aspectos más opresivos del régimen fueron rápidamente desmantelados, las heridas de la Guerra Civil Española y la dictadura permanecieron. Durante décadas, el debate sobre cómo recordar el franquismo ha continuado en España. En 2007, se aprobó la Ley de Memoria Histórica -desde 2022 Ley de Memoria Democrática-, que busca reconocer a las víctimas del franquismo y eliminar los símbolos del régimen de los espacios públicos, pero el tema sigue siendo motivo de división política y social.
El legado de Franco está también vinculado a la monarquía actual, ya que fue él quien designó a Juan Carlos I como su sucesor, lo que permitió la restauración de la monarquía en España. Pese a sus deseos, la monarquía parlamentaria que surgió tras la caída del régimen permitió avanzar hacia la democratización del país, manteniéndose muy alejada de las ideas autoritarias del franquismo.
Fuente → muyinteresante.com
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