Jordi Serrano
El texto que se reproduce a continuación es un extracto del libro Nietas de la República, de Jordi Serrano, en conmemoración de los 25 años del Movimiento Laico y Progresista de Aragón (1996-2021).
La guerra de España fue “la única causa política que, incluso retrospectivamente, nos parece tan pura y convincente como en 1936”.2*
Eric H. Hobsbawm
1. La participación durante la II República
En España, durante la mayor parte de nuestra historia ha habido periodos oscuros: guerras carlistas, restauración monárquica con un golpe de estado en 1874, la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil y un larguísimo y sangriento franquismo. Salpicados por épocas muy cortas pero fecundas encontramos: el Trienio Liberal 1820-23, el Sexenio Revolucionario, la I República y muy especialmente, como referente más cercano, la II República. La II República generó una enorme ilusión social que se tradujo en una explosión de la participación popular, incluso durante la Guerra Civil. Este recuerdo es el que provocó que la restauración monárquica que crea el régimen de 1978 se realizara con un gran miedo a la participación juvenil y adulta en España. La interpretación que haremos sobre algunos episodios de esta historia tiene que ver con este miedo. Vamos a dar unas pinceladas sobre la dimensión real de la militancia en las organizaciones republicanas en Aragón y en España.3
Como ya se ha dicho, durante la II República la participación popular fue extraordinaria, enorme, a pesar de que en la sociedad de los años treinta la participación objetiva se reducía a la mitad de la población debido a la poca presencia de las mujeres en la vida social. No será hasta 1936, con los jóvenes marchando al frente, cuando las mujeres jóvenes accederán por primera vez en la historia a la dirección de las organizaciones. Lo definía muy bien Teresa Pàmies en un libro autobiográfico, Cuando éramos capitanes.4 Teniendo en cuenta este factor, las cifras de participación democrática durante la República, la cantidad de personas afiliadas a organizaciones de todo tipo, incluso antes, son sorprendentes.
2. Organizaciones juveniles durante le II República y guerra contra el fascismo
En este capítulo vamos a dar algunos datos que nos permitan demostrar el nivel de la participación política en España. La cuestión de los datos no es fácil. Pero creo que aunque provengan de fuentes muy distintas y a veces contradictorias sí que nos sitúan en un cierto marco general. Veamos. La Federación de Juventudes Socialistas en España tenía 20.000 militantes en 1934; la UJCE, en 1933, 11.000 militantes y 2.875 pioneros. La JSUC, 15.000 en 1937. En el mismo año en Madrid la JSU tenía 51.736 muchachos y 3.208 muchachas. La JSU antes de la unificación tenía 41.000; en julio de 1936 ya eran 150.000, en mayo de 1937 llegaron 300.000 y en agosto de 1937, 400.000, más 35.000 mujeres jóvenes. Carrillo afirma que la JSU tenía 250.000 militantes y que un 60% eran soldados. La otra gran organización juvenil es la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). En febrero de 1938, en el segundo congreso, afirman que son 300.000 militantes. Según Sandra Souto eran unos 100.000. De hecho, en una votación hay una representación de 114.000 votos delegados. Por otra parte, en la Juventud Comunista Ibérica (JCI) del POUM decían que “un mal estudiante es un enemigo de la liberación de la juventud” y Miguel Betegón de la JCI escribía: “¡Paso a la juventud! ¡Paso a la generación del 36!”. En abril de 1937 tenían 15.000 militantes con 2.000 combatientes. El puesto de secretario general lo ocupó Wilebaldo Solano, del que volveremos a hablar al final del libro.
3. La Juventud Socialista Unificada (JSU): una organización de nuevo tipo
La JSU5 fue inicialmente una organización entre dos partidos, sus dirigentes insistían en que no debían ser “partidos de la juventud”. Frente a la actividad de las células de la Federación de las Juventudes Socialistas (FJS), querían que fuesen organizaciones culturales que “no deben seguir siendo consideradas (…) organizaciones de segunda clase auxiliares o complementarias”. En el Congreso Internacional Juvenil Comunista acuerdan que la juventud comunista y la juventud socialista “ambas direcciones resuelven forjar una amplia organización de nuevo tipo de la juventud trabajadora como ha sido indicado en el VI Congreso de la IJC”; quería “la captación de los jóvenes obreros, campesinos, estudiantes, muchachas…”. El previsto Congreso de unificación de las JSU del 5 al 9 de agosto de 1936 no se celebra por el golpe de estado y es sustituido por la Conferencia Nacional de la Juventud celebrado en Valencia entre el 15 y el 17 de enero de 1937. El Congreso de unificación acaba celebrándose en Madrid el 28 junio de 1937. En el VI Congreso de la IJC decían que se transformara el carácter “estrecho de las organizaciones juveniles” y se establecieran nuevas formas de organización como Casas o Clubs de la Juventud Socialista. Isidro R. Mendieta, de la dirección de Renovación, defendió un cambio en los “métodos de trabajo” de la juventud abandonando lo que llamó carácter de “secta” y propuso crear “Casas de la Juventud” (CdJ). Wenceslau Colomer, de Sabadell y dirigente de la JSUC en 1938, hace referencia a “Casals de la Joventut”. En abril de 1937 también las JJ LL se abren a nuevas formas de militancia y realizan actividades deportivas y excursiones, abren centros culturales, bibliotecas, escuelas, etc. Gregorio Gallego, de las Juventudes Libertarias, decía que “de alguna manera nos servía de ejemplo la JSU”. Hablaremos de las Casas de Juventud (CdJ) de la JSU más adelante.
Las JJ LL decían en 1932 que su objetivo era “agrupar a los jóvenes de ambos sexos, sin distinción de razas ni color, que sientan las inquietudes sociales y el deseo de una superación que haga del hombre un ser libre social e individualmente y un igual ante sus semejantes social y económicamente (…). Contra la propiedad, el principio de autoridad, el estado, la política y la religión”. Incluso hay documentadas algunas experiencias de las JSU que organizan en el ejército “células de compañía” y se sugirió instalar CdJ en ellas.
Este espíritu de organización de nuevo tipo también se trasladó a las organizaciones estudiantiles, por ejemplo, la Federación Universitaria Escolar (FUE); es decir, las organizaciones estudiantiles antifascistas se plantean crear las Casas del Estudiante y los “Clubs FUE”. Se trata de organizar bibliotecas, festivales, deportes, bailes, concursos literarios, charlas, bajo el lema de “Combatir, estudiar, educar”. Ricardo Muñoz Suay, dirigente de la FUE, decía que un buen estudiante es aquel “que se capacita profesionalmente, pero al mismo tiempo, estudia y comprende los problemas políticos y sociales, se educa en el espíritu del Frente Popular Antifascista y es capaz de llevar sus conocimientos a amplias capas de la juventud y del pueblo”. Sabemos también de la existencia de CdJ porque un obús explota accidentalmente en la Casa de la Juventud de la JSU de Bilbao.
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[2] Sandra Souto: Paso a la juventud. Publicacions Universitat de València. Valencia, 2013, p. 412.
[3] Sandra Souto: op. cit. [1] Teresa Pàmies: Quan érem capitans. Editorial Proa. Barcelona, 1984.
[4] Teresa Pàmies: Quan érem capitans. Editorial Proa. Barcelona, 1984.
[5] En este apartado seguimos el extraordinario libro de Sandra Souto Paso a la juventud, op. cit.
* El número de las citas se mantiene del libro original completo, motivo por el cuál no coincide con una nominación que empiece en el número uno en cada fragmento publicado.
Fuente → memoriadelfuturo.eu
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