Más de 100.000 personas se desplazaron cada año durante las décadas de la dictadura y hasta los años 90 para trabajar en Suiza y en Francia: una exposición y un libro recogen ahora cómo huían de la miseria y cómo con ello muchos se hicieron antifranquistas
Unas 100.000 personas al año se desplazaron a Francia, a las labores de la vendimia y a las campañas del arroz y de la remolacha, y a Suiza, a la construcción y a la hostelereía. Lo hacían con contratos para ir y volver, y en estancias que no podían durar más de nueve meses. Otras tantas personas lo hicieron “ilegalmente”, por libre. En total, se movieron casi cuatro millones de personas. En esos países se encontraron con situaciones pésimas de vida y salarios muy bajos, pero muchos de ellos también adquirieron conciencia obrera y comenzaron a militar en el antifranquismo.
Este es parte del ejercicio de memoria histórica que recoge la exposición “Huir de la miseria. Los temporeros españoles en Europa”. Se trata de una muestra crítica y de denuncia social que nace en el seno de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Disponible en la sala Acua de Cuenca hasta el 29 de septiembre, su comisario y profesor de la UCLM, Sergio Molina, habla con elDiarioclm.es sobre el objetivo principal de la muestra: “Hay que hacer esa mirada al pasado sobre un problema presente para mostrar que rechazar las migraciones hoy en día es negarnos a nosotros mismos”.
La exposición, que viajará por toda España en los próximos meses, incluye fotografías y documentos acompañados por paneles explicativos que describen las malas condiciones del trabajo y de los viajes, las razones para recurrir a ellos y cómo eran los ciclos de estas migraciones. A la labor de los archivos se suma la colaboración de la ciudadanía, que no solo ha cedido documentación, sino también testimonios.
Sergio Molina comenzó a investigar sobre esta cuestión al darse cuenta de que, dentro de la emigración española hacia Europa durante el franquismo, la temporera estaba “prácticamente olvidada”. Fue así como descubrió la envergadura de estos movimientos de población “de ida y vuelta”: casi 100.000 españoles y españolas al año y casi cuatro millones de personas desde el inicio de la dictadura hasta principios de los años 90.
La importancia de estos movimientos, de esta forma de ganarse el sustento, fue tal, que en zonas como La Safor, en la Comunitat Valenciana, hay barrios residenciales denominados como “de los franceses” porque pudieron construirse con el dinero que los temporeros ganaron en Francia en las labores del arroz.
La exposición se centra en tres ejes. El primero de ellos da a conocer los motivos por los que temporeros y temporeras decidían irse, casi siempre por la falta de recursos básicos para vivir. El segundo bloque aborda cuál era el ciclo de la migración, es decir, desde que se van hasta que vuelven. El investigador e historiador pone al espectador ante un dilema, que es el propio título de la muestra. “Huían de la miseria, sí, pero ¿de qué miseria? ¿La de la España de los años 50, 60 y 70 cuando decae la estructura de la agricultura familiar o también huían de lo que se encontraban en su destino cuando migraban?”
La condiciones, como ahora para los que vienen a España, eran terribles. Vivían en barracas de madera, justo enfrente de los edificios modernos que estaban construyendo. Y en la agricultura, se alojaban en pajares con colchones sin servicios básicos
Sergio Molina pone como ejemplo un reportaje de la revista ‘Interviú’ de 1977 sobre la campaña de la vendimia en Francia. Exponía que debido a las condiciones laborales, muchos llamaban “campos de concentración” a las zonas donde se recogía la uva. Incluso denominaban como “nuevos trenes de Auschwitz” a los convoyes españoles que llevaban a los españoles hasta la frontera: “Muchos eran trenes de madera, sin agua ni luz, en viajes larguísimos. Murió gente en esos trenes”.
“La condiciones, como ahora para los que vienen a España, eran terribles. Vivían en barracas de madera, justo enfrente de los edificios modernos que estaban construyendo. Y en la agricultura, se alojaban en pajares con colchones y sin servicios básicos”.
El tercer eje se centra en la “adquisición de conciencia democrática” por parte de la ciudadanía que emigró para estos trabajos. “En la mayoría de los casos, se trataba del primer viaje que hacían vecinos de toda España fuera de sus pueblos. Esto sirvió para que se dieran cuenta de que podían ir a comprar el pan y hablar de política”, detalla el historiador.
Al mismo tiempo, la investigación ahonda en cómo las formaciones políticas que militaban contra el franquismo en el exilio, principalmente en Europa, como el Partido Socialista o el Partido Comunista, vieron en estos desplazamientos una “ventana de oportunidades de llevarles sus ideas, porque además esos temporeros volvían a España”.
“Lo hacían a través de reuniones en Francia de cara a septiembre por la vendimia. Iban a las fincas donde sabían que había españoles y allí les informaban sobre la existencia de sindicatos y de posibles subidas salariales. Eso permitió que a partir de los años 70 en numerosos pueblos de España hubiera militantes antifranquistas, que a veces incluso traían propaganda del mundo obrero”.
La importancia de estos documentos y testimonios, agrega el profesor, es que si no se introducen en la historia de España, no se puede tener “una radiografía exacta de lo que era la España de esas décadas de la dictadura, ni tampoco del nacimiento de la cultura democrática”.
De la conciencia obrera al miedo
Un dato muy significativo, de hecho, es que la dictadura franquista, a raíz del renacimiento de la conciencia obrera en estos temporeros, puso sus ojos en ellos con un “intento de control muy exhaustivo”. Para emigrar legalmente debían disponer de un certificado de buena conducta y, además, cuando la emigración aumentó en la década de los años 60, el franquismo se dio cuenta de que podía ser un problema y funda sus “Casas de España” en varios países. El objetivo fue “mantener las tradiciones” y se hizo a través de la Iglesia Católica, con “un montón de curas por toda Europa para evitar que los temporeros contactaran con las redes antifranquistas”.
“Había mucho miedo y eso se ve en los informes sindicales y del Partido Comunista. Pero al final se demostró que el programa totalizador del franquismo fue un fracaso, porque puedes matar personas, pero no ideas. No le puedes poner puertas al campo”.
Es inevitable que esta exposición provoque también reflexiones vinculadas a la actualidad y a las migraciones. “Hay numerosos debates mirando solo al presente cuando el análisis debe ser más completo. Europa en general, pero España más en concreto, es una sociedad de migraciones. Si negamos la migración, nos estamos negando a nosotros mismos, porque somos fruto de ella”.
Para el historiador Sergio Molina, la diferencia es que hoy sucede al revés: vienen temporeros y temporeras a España, pero su situación se encuentra “en el limbo”. “Porque, ¿quién defiende al migrante temporero? ¿El sindicato de su país, que en la mayoría de los casos ni siquiera existe, o los sindicatos de aquí, que solo lo van a hacer con los trabajadores que pagan su militancia?”
“Nadie migra porque quiere. Siempre está vinculado con la huida, por diferentes motivos. Lo que nos hace falta es tener la memoria más larga y ver que si nosotros somos lo que somos es en parte por toda esta emigración que fue crucial en el desarrollo del país. Teniendo eso en cuenta, eso debe ayudarnos a entender las razones por las que la población de otros países emigra y respetar los derechos humanos”, concluye Molina.
Según la investigación, el número de temporeros fue disminuyendo desde 1975 a 1982. Uno de los motivos fue la mecanización de la recogida de la uva. En 1979 existían 919 máquinas en toda Francia, mientras que en 1982 ese número ascendió hasta 3.800. La mejora progresiva de la economía española también provocó que cada año hubiese menos españoles interesados. Fueron sustituidos por temporeros de Marruecos, Túnez y Portugal. Al mismo tiempo, la crisis de los 70 provocó que muchos franceses en paro tuvieran que volver a realizar estas tareas en momentos puntuales.
Con motivo de esta exposición, el rector de la UCLM, Julián Garde, ha celebrado que estos hechos se den a conocer a través de la muestra, que también cuenta con un libro editado por la universidad y que puede adquirirse de forma gratuita en formato digital.
Desde la Fundación Pablo Iglesias, el responsable de Actividades Culturales, Óscar Martín, ha incidido en la importancia de seguir hablando de las migraciones, haciendo un llamamiento a nuestra historia reciente. Una premisa que ha reforzado el viceconsejero de Relaciones Institucionales del Gobierno regional, Javier Vicario: “Es importante saber de dónde venimos para conocer dónde estamos y hacia dónde queremos ir. La migración está en el ADN de nuestra cultura”.
La exposición puede visitarse en horario de 11:00 a 13:00 y de 18:00 a 20:00 de miércoles a domingo. El proyecto ha contado con financiación de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática a través de una subvención para actividades relacionadas con la recuperación de la Memoria Democrática y las Víctimas de la Guerra Civil y de la Dictadura. Cuenta con la colaboración del proyecto de investigación “Los otros emigrantes. Trabajadores temporeros en Europa, 1945-2022” financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
Fuente → eldiario.es
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