Durante la Transición no se llevó a cabo ningún tipo de depuración sobre los cuerpos policiales heredados de la dictadura
David Ballester: “Durante la Transición no se llevó a cabo ningún tipo de depuración sobre los cuerpos policiales heredados de la dictadura”  / Angelo Nero

Entrevistamos a David Ballester, doctor en Historia Contemporánea, quien nos habla sobre su último trabajo: ‘Una historia de la policía española: de los grises y Conesa, a los azules y Villarejo’.

 

David Ballester es doctor en Historia Contemporánea por la Universitat Autònoma de Barcelona, su investigación sobre las víctimas olvidadas de una transición que no fue ni pacífica ni modélica, se recogió en su libro “Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición”, sobre el que ya conversamos en las páginas de NR. Ahora viene a presentarnos otro extenso y minucioso trabajo, “Una historia de la policía española: de los grises y Conesa, a los azules y Villarejo”, donde se pone en evidencia muchas de las sombras que todavía cubren la historia de la policía en el estado español.

Lo primero que se nos ocurre al afrontar un trabajo como este, en el que no escatimas en críticas al déficit democrático de la policía española, es que la tarea de investigación y documentación, para escribir este libro no ha debido ser fácil, ¿con que obstáculos te has encontrado a la hora de acceder a los archivos policiales? ¿has sufrido algún tipo de presión para entorpecer tu investigación?

Mi intención al elaborar un trabajo de estas características ha sido la de cubrir el vacío que desde el punto de vista historiográfico existe, según mi opinión, respecto al estudio de los cuerpos policiales españoles. Se investiga y se escribe poco, aunque afortunadamente en fecha reciente se han publicado diversas aportaciones valiosas. Y, además, una parte significativa de los trabajos que se editan están realizados por miembros tanto del CNP como de la Guardia Civil, que cuenta con un Servicio Histórico, por lo que, en buena lógica, su capacidad de (auto)crítica es muy limitada. Al abarcar un periodo tan amplio, desde el final de la Guerra Civil hasta la actualidad, el acceso a fuentes primarias no era indispensable debido a las características del libro. Aunque, por supuesto me hubiera gustado disponer de este tipo de documentación para redondear algunos capítulos. Pero aquí llegamos a la triste realidad con la que nos encontramos los historiadores a la hora de acceder a la documentación policial. Un verdadero laberinto lleno de obstáculos. Un cierto oscurantismo, que hace que acceder a este tipo de fuentes sea muy complicado, sino imposible.

El título es indicativo de que la historia de la policía española ha tenido muchas zonas oscuras, Melitón Manzanas, Conesa, Villarejo, la Brigada Político Social, la policía patriótica… ¿cabe pensar que hubo una continuidad entre la policía franquista y la de la democracia, y que los cambios no fueron mucho más allá de cambiar de uniformes?

Aquí nos encontramos con uno de los aspectos claves para entender la evolución de la policía española en el curso de las últimas décadas. Durante la Transición no se llevó a cabo ningún tipo de depuración sobre los cuerpos policiales heredados de la dictadura. La democracia fue muy generosa con sus componentes, que no solo pudieron seguir cobrando sus nóminas, sino que -sin importar si habían sido unos conspicuos torturadores- recibieron ascensos y condecoraciones. Y en este sentido no se pueden hacer distinciones entre la UCD y el PSOE. Nunca tuvieron en su agenda llevar a cabo ningún tipo, no ya de depuración, pero como mínimo de higienización de las filas policiales, apartando de su seno los personaje más execrables. Y al “importar” los hombres, también se importaron sus métodos, que se tradujeron en la perpetuación de todo tipo de excesos (135 muertos solo durante la Transición bajo estas circunstancias) y la perpetuación de la lacra de la tortura. De todo ellos a lo largo del libro se exponen numerosos ejemplos.


El gobierno socialista, con Grande-Marlaska al frente de la cartera de Interior, se ha volcado con la celebración del bicentenario de la policía, ¿es tal vez un intento de que la reivindicación de este cuerpo no quede en manos de la derecha?
 

Esta conmemoración es un absurdo. Una valoración que comparto con la misma Guardia Civil, que se reivindica como el cuerpo más antiguo. Fue un invento de Aznar y Mayor Oreja en pleno tsunami de neonacionalismo españolista en ocasión de 175 aniversario, que ahora Marlaska ha perpetuado. Un verdadero sinsentido, ya que enlazar la pseudopolicía creada por Fernando VII en 1824, en un contexto de feroz absolutismo, con el CNP actual no responde a ninguna lógica ni beneficia a la policía, ya que la valoración que de ella harán la mayoría de ciudadanos provendrá de su ejecutoria día a día, no de un supuesto pedigrí que procedería de una fundación más o menos lejana.

Al frente de la cartera de interior, de quién depende la policía nacional, han pasado varios ministros polémicos, desde Fraga y Martín Villa, pasando por Barrionuevo y Corcuera, hasta Fernández Díaz y Zoido, ¿podemos establecer las etapas recorridas por la Transición y la democracia, en base al paso de estos ministros al frente de las fuerzas de seguridad del estado?

Todos estos mandatos son analizados en las páginas del libro. Es difícil contestar a unas pocas líneas a trayectorias de décadas, en épocas y periodos históricos diferentes. Lo que sí es cierto es que ninguno de ellos ha tenido en coraje y la determinación política de incidir en el meollo de la cuestión, como hubiera sido dar la vuelta a la institución policial como a un calcetín, con el objetivo de limar los aspectos que menos concuerdan con una sociedad española moderna enmarcada en un Estado de derecho. Una frase al respecto que está muy presente en las páginas de la obra es aquella que dice “Los gobiernos pasan, pero la policía queda”. Así ha sido. A partir de aquí las valoraciones que se pueden hacer de las trayectorias de los citados ministros, no pueden dejar de poner de manifiesto las limitaciones de su ejecutoria, con mandatos verdaderamente nefastos la mayoría de ellos, tal como creo que pongo de manifiesto capítulo a capítulo. Evidentemente, más allá del ínclito Barrionuevo, por reciente y todavía pendiente de su resolución en sede judicial, el mendaz y oscuro mandato de Fernández Díaz pasará a los anales de lo que no debe ser un ministro del Interior.

Durante el franquismo, en un país predominantemente rural, la Guardia Civil tuvo un papel más destacado en la represión, mientras que la Policía Armada, en las ciudades, tenía un papel secundario, pero a partir de los 70, con las movilizaciones obreras y estudiantiles, eso cambió, y sobre todo se vio reforzada en la Transición, con la incorporación de miles de agentes, ¿a qué factores podemos atribuir esa transformación?

A la misma transformación socio-económica de España, que debido a los años del llamado “desarrollismo” pasó de ser un país rural a uno urbano, a la vez que de forma paralela un antifranquismo cada vez más transversal se hacía cada vez más presente en algunas ciudades donde convergía el movimiento obrero con el estudiantil. El régimen no estaba preparado para este nuevo escenario, con unos cuerpos policiales mal entrenados, mal armados y peor mandados (en muchos casos por militares, ajenos a los conocimientos requeridos para hacer frente a la labor policial. Igualmente era agentes de un nivel cultural extremadamente bajo, que recibían una remuneración que los abocaba en un porcentaje muy alto al pluriempleo. En consecuencia, la dictadura hubo de reaccionar rápido con la convocatoria a principios de los setenta a una serie continuada de promociones para el Cuerpo General de Policía, conocidos como “la secreta”, y de la misma Policía Armada, que era el cuerpo que tenía las competencias de orden público en las ciudades. Igualmente, en este ámbito es preciso señalar que fue precisamente en el año 1969 cuando se crearon unas unidades específicamente antidisturbios, las Compañías de la Reserva General, de no muy grato recuerdo. Hay que tener en cuenta que este crescendo de movilizaciones conllevó a una espiral represiva que se cobraría más de una decena de víctimas mortales resultado de la represión policial en la calle entre 1969 y la muerte del dictador.


En la Transición, los elementos más afines al viejo régimen de los cuerpos de seguridad de estado, colaboraron de alguna forma con bandas paramilitares fascistas, en la represión del movimiento obrero, y después en la lucha contra los grupos armados que enfrentaban al estado, como ETA, ¿se ha investigado convenientemente esta conexión, o sigue siendo un territorio vedado?
 

La existencia de esta connivencia entre las entonces denominadas “policías paralelas” o los protagonistas de episodios de terrorismo de Estado, ya fueran el Batallón Vasco Español con la UCD, o los GAL con el PSOE, está fuera de toda duda. Así lo analizamos de forma detallada a lo largo de la obra que nos ocupa. Respecto a si se ha investigado suficiente, la respuesta sería que nunca es suficiente, especialmente en un caso de estas características donde instituciones fundamentales en el aparato del Estado, como la policía y la judicatura, tuvieron un papel clave -por acción u omisión- en protagonizar y/o amparar este tipo de acciones. En consecuencia, se trata de una parcela en la que contamos con trabajos de referencia, pero en el que todavía queda mucho por hacer.

Por otra parte, tu que has investigado en trabajos anteriores a las víctimas de la transición y de los primeros años de la democracia, ¿crees que las víctimas de la violencia policial, tanto del “gatillo fácil”, como las causadas por las tramas de las llamadas “cloacas del estado”, siguen siendo víctimas de segunda?

Por supuesto. Se han realizado pasos importantes en algunas comunidades autónomas, pero hasta que no tengan el mismo reconocimiento y los mismos derechos que la víctimas del terrorismo, seguirán siendo “las otras víctimas”, como titulé en un trabajo anterior. Y aquí aprovecho para decir que la democracia española también se ha portado muy mal con las víctimas del terrorismo reconocidas legalmente como tales, y aún hoy, años después de la desaparición de ETA, todavía se les intenta manipular con fines miserables por parte de determinados partidos políticos.

“Dime qué policía tienes y te diré que democracia has alcanzado”, es una frase de Antonio Beristain que se recoge en tu libro, ¿cuáles dirías que fueron los principales impulsores para democratizar la policía que venía de una larga dictadura, y cuales fueron los principales escollos que se encontraron?

En el curso de las páginas del capítulo correspondiente a lo que me planteas, he procurado ser especialmente minucioso en el relato de este apartado. Durante la Transición los policías de ideología democrática eran una excepción. En las primeras elecciones democráticas cerca de tres cuartas partes de los agentes del Cuerpo General de Policía votaron al partido de Fraga, Alianza Popular. Otra cosa serían, sin disponer de cifras al respecto, los agentes de a pie, que podían vislumbrar en la democracia una mejora en sus lamentables condiciones laborales. Pero lo cierto es que los contactos que mantenía la dirección socialista antes de su más que previsible victoria electoral de las postrimerías del 1982, con el objetivo de ir perfilando su actuación en el marco de Interior, se llevaron a cabo con un pequeño grupo de agentes demócratas. La mayoría de estos estaban implicados en el incipiente sindicalismo policial que representaban en aquellos años las siglas de la USP. Ellos porfiaban por una policía civil, sin militares, al servicio del pueblo, tal como rezaba su propio eslogan. Pero ya de entrada, a la hora de configurarse el Gobierno sufrieron una primera derrota. Ellos apoyaban como ministro de Interior a Carlos Sanjuán, pero Felipe González acabó cediendo ante las presiones recibidas tanto desde los mismos sectores conservadores de la policía, que amenazaron con una “huelga salvaje” si se producía el nombramiento, como de los poderes fácticos, ante la posibilidad de que Sanjuán llevara a cabo una “limpia”, como se decía entonces. Es decir, que apartara de los cargos de responsabilidad que ejercían aquellos policías con un currículum más manchado de conculcaciones de los derechos humanos. Pero tal como sabemos, González acabó nombrando a José Barrionuevo, de infausta ejecutoria, no solo por el tema de los GAL, sino porque no hizo el más mínimo esfuerzo para actuar contra lo que podríamos denominar “la costra” policial heredada de la dictadura. Tal como titulo en el libro, en los dos primeros apartados del capítulo dedicado a los años de gobierno socialista: “De Isidoro a Felipe González: los socialistas no se atreven con Interior” y “¿Qué voy a hacer sin ti? ¿Quién llenará tu ausencia? Todavía los sociales”.

En el libro analizas la actuación policial durante el proceso soberanista catalán, creo que eres pionero en esto, la trama de Villarejo, y también la recién descubierta infiltración de policías en movimientos sociales y antifascistas, ¿tenemos también un déficit democrático en los medios de comunicación que no tratan con la profundidad que se merecen estos temas?

Yo creo que hay medios de comunicación que hacen una labor encomiable y no solo no esconden la cara menos amable de las actuaciones del aparato de Estado, sino que investigan y ponen sobre la mesa los casos de lo que se ha denominado “las cloacas del Estado”. Pero por otra parte hay otro tipo de supuesta prensa, que no solo esconde y manipula este tipo de sucesos, sino que forma parte de ellos, dando crédito a supuestas noticias que saben a ciencia cierta que no son falsas -aunque sean muy “burdas” que diría García Ferreras-, en una labor constante de intoxicación que nunca llega a nada en los tribunales, pero que en buena parte consigue sus objetivos de difamar, desgastar y, en definitiva, que los ciudadanos pierdan la confianza en las instituciones. Por lo que respecta a los tres apartados que citas, creo que era necesario prolongar el libro hasta la actualidad, a pesar de la evidente falta de perspectiva histórica al respecto. Pero tanto la nefasta intervención policial contra el Procés catalán, como la nauseabunda actuación de Villarejo, como la actual e inverosímil infiltración policial en movimientos sociales y antifascistas, creo que merecían tener también un lugar en el libro. De hecho, todo el último capítulo titulado “Los problemas de hoy. ¿Un pasado que no quiere pasar?” quiere ser un estado de la cuestión de la ejecutoria policial de hoy en día, incidiendo en aquellos aspectos en los que se debería incidir con más contundencia para conseguir que verdaderamente los cuerpos policiales españoles fueran una “policía de todos”.

También has estudiado otro tema de actualidad, el de los sindicatos policiales, que se han visto envueltos en polémicas como la reciente colaboración entre el SUP y Desokupa, ¿qué papel están jugando estos sindicatos como actores de presión dentro del cuerpo?

A pesar de que han experimentado un esperanzador retroceso en las últimas elecciones sindicales, es evidente que durante la última década se ha producido una evidente derechización del sindicalismo policial, primero de la mano de los afortunadamente extintos Ciudadanos y luego de VOX. Solo ver algunos episodios y escenas protagonizadas por sus afiliados en las manifestaciones que han llevado a cabo, ya son motivo de sonrojo, y ponen de manifiesto lo lejos que está este amplio sector de la policía de la sociedad, en la que las opciones de extrema derecha no tienen -de momento- tanta relevancia. Lo del SUP con Desokupa es un verdadero dislate. Lo más lamentable es que no fuera cortado de raíz por Interior. En definitiva, y tal como citabas antes, nunca debemos olvidar que “Dime que policía tienes, y te diré que nivel de democracia has alcanzado”.


Fuente → nuevarevolucion.es

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