Por su parte, el arqueólogo Nicolás Zuazua explicó que este búnker formaba parte de un conjunto mucho más grande, donde se estima que hubo “nueve estructuras que se produjeron entre 1939 y 1940 y cuya mano de obra eran, sobre todo, batallones de trabajadores que fueron forzados a hacerlo”. De hecho, en muchas de estas construcciones se pueden leer escritos que sirven como testimonio de la situación que padecieron; por ejemplo, un hombre que puso que había cumplido seis años de mili y que, por no picar, tuvo que aprender el oficio de carpintero. Así que recuperar esto también es recuperar el recuerdo de todos los que pasaron por aquí”, contó Zuazua. En concreto, este búnker es uno de los más largos que se están recuperando, ya que está conformado por dos o tres casamatas unidas por distintos pasillos. “En total, son 120 metros de una obra que está inacabada porque pasaban otras historias. Cuando entras, parece que regresas a los años 40”, señaló.
Recuperar la memoria
Desde el 1 de agosto y hasta el día 15, 25 jóvenes han podido trabajar durante horas por recuperar los búnkeres pertenecientes a varios centros de resistencia del franquismo desarrollado en el Pirineo navarro, concretamente, en el entorno del puerto de Otsondo, en el valle de Baztan y en Doneztebe.
A Norberto Viñas, joven de 17 años procedente de Abarzuza, le gustó tanto esta experiencia que se animó a repetir este año. “Aprendes mucho, conoces a gente y es algo que nos permite conocer nuestro pasado”, aseguró. De igual manera, Cecilia Gabo, zaragozana de 16 años, se enteró de este voluntariado después de haber participado en uno que hubo en Aragón. “Hay my buen ambiente y el trabajo es entretenido; los profesores nos ayudan y explican la historia, así que también aprendemos bastante”,.
Sin embargo, también hay otros jóvenes que están realizando por primera vez esta actividad. Álvaro García viene desde Burgos para conocer “cómo se vivía en el franquismo. A pesar de que no hubiera ataques, se invertía más en estructuras militares que en comida. Es bastante injusto”, reconoció el chico de 16 años. Para él, la experiencia está siendo “muy buena. Estamos rodeados de expertos y por las tardes solemos visitar distintos lugares de la zona”, comentó.
En cuanto a Lucas Gutiérrez, él ya había realizado actividades relacionadas con la naturaleza en Cantabria, lugar del que es procedente, pero nunca había tenido que trabajar tanto. “Estoy excavando una pared y tengo que quitarle un metro y medio de tierra para extraer barandillas metálicas. Es muy cansado, pero reconforta mucho cuando llegas al final”, señaló. De hecho, todo esfuerzo acarrea una recompensa, y en este caso es que “ya casi está terminado y mucha gente está pasando a otros búnkeres”. l
Fuente → deia.eus
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