Pedro Andrés González Ruiz
La persona que quiere intervenir conscientemente en la realidad social, tarde o temprano ha de plantearse la materialidad de su proceso de vida social, su pertenencia de clase y la conciencia que de ello emerge (1). En nuestro caso, aprovechando la conmemoración del Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera, nos detendremos en la actualidad de la clase obrera española y sus formas concretas. Y, más adelante, si las condiciones lo permiten, abordaríamos el mismo asunto referido a la clase burguesa y las formas de la conciencia que corresponden a esta estructura de clase.
A grandes rasgos, los cambios en la clase obrera son acreedores de la acumulación de capital. Efectivamente, los avances técnicos introducidos en las unidades de producción y circulación (automatización, robotización, digitalización, entre otros), a nivel mundial, que toman forma en los procesos nacionales de acumulación de capital, como el español, plantean nuevas exigencias (cuantitativas y cualitativas) a la fuerza de trabajo.
Este es el contenido de los cambios que observaremos en el mercado de trabajo, lugar económico de la compraventa de la fuerza de trabajo. Pero este mercado implica la relación entre personas, que por su distinto vínculo con la propiedad de los medios de producción (instalaciones, maquinaria, instrumentos, entre otros), cambian dos mercancías particulares (fuerza de trabajo y dinero). Así, la burguesía (o clase capitalista), propietaria de medios de producción, y el proletariado (o clase obrera) carente de estos y, por tanto, obligado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, sostendrán intereses contrapuestos. Primero, en la compraventa de la fuerza de trabajo y, posteriormente, en el uso de la misma más allá de las necesidades reproductivas del obrero (explotación). Por ello, la compraventa de la fuerza de trabajo se lleva a cabo a través de la lucha de clases.
En el caso de España, la parte de la población que participa en la producción de valores de uso sociales, o sea lo que viene a denominarse población económicamente activa (excluye a niños y estudiantes, a jubilados o incapacitados, y a los que cuidan del propio hogar), en 2023, ascendió a 24,1 millones de personas. Éstas se repartieron entre 3,3 millones de burgueses (13%) y 20,8 millones de integrantes de la clase obrera (87%). Desde 2006 la evolución de la clase obrera, tanto en personas como en porcentaje sobre la población activa (obrerización), ha sido creciente estabilizándose el porcentaje desde la crisis 2008-2014 (2) .
Atendiendo a la edad observamos la siguiente composición en la clase obrera: 6 millones (28%) entre 16 y 34 años; 11 millones (53%) entre 35 y 54 años, y 3,9 millones (19%) de más de 55 años. En cuanto a la tendencia se manifiestan dos fenómenos: el envejecimiento progresivo (crecimiento del segmento de más edad) y la falta de relevo generacional (reducción del segmento más joven).
Esta diversidad es la forma concreta que adopta en la actualidad la unidad de la clase obrera; que el movimiento de conjunto señala la expansión cuantitativa de la clase obrera; y que los cambios en la composición de ésta apuntan al avance de la clase obrera en el conocimiento, control y gestión de los procesos de producción y de circulación
La división sexual de la clase obrera es la siguiente: 10,2 millones de mujeres (49%), mientras que hay 10,6 millones de hombres (51%). En cuanto a tendencia de los últimos 20 años, desde 2006, la feminización de la clase obrera es un fenómeno muy claro. El origen de este fenómeno hay que buscarlo en las necesidades de la acumulación de capital (aumentar el volumen de fuerza de trabajo, reducir salarios, procesos productivos menos exigentes de fuerza bruta y más necesitados de otro tipo de habilidades, entre otras causas). Una consecuencia de este ascenso ha sido el despegue de la lucha feminista de clases y su expresión ideológica, el feminismo (3).
En el caso de la formación, la estadística no facilita el dato para la clase obrera, así que nos conformamos con la formación de la fuerza de trabajo en general como una buena aproximación. Como se ve actualmente el mayor porcentaje (44%) lo conforman las personas con estudios superiores, mientras el segmento menor es el de la formación hasta primaria (5%). La tendencia que se detecta es el incremento del grado de formación de la fuerza de trabajo. Esto tiene que ver con las exigencias de la acumulación española de capital poniéndose de manifiesto cuando veamos los puestos que ocupan los asalariados.
Atendiendo a la nacionalidad, la clase obrera muestra la siguiente estructura: un 80 % de sus miembros de nacionalidad española (16,6 millones) siendo el restante 20 % (casi 4 millones) de nacionalidad extranjera. La clase obrera extranjera venía creciendo y con la crisis se redujo (mínimo en 2015 con 3 millones), posteriormente ha continuado creciendo. Este ascenso, la agudización de la competencia por la venta de la fuerza de trabajo y la sobreexplotación por determinados capitales, son algunos de los determinantes de la reacción xenofoba a la que asistimos desde hace unos años. A pesar de ello la necesidad de mano de obra foránea es inapelable (4)
Si nos fijamos en que tengan un empleo (asalariado) o no, tenemos que la clase obrera tiene una parte ocupada (19,3 millones, el 93%) y otra parte parada (1,4 millones, el 7 %). El movimiento en los últimos años muestra que la salarización fue creciendo hasta la crisis, se redujo durante ésta (con el mínimo de 83% en 2013) y empezó a crecer con la recuperación económica.
En cuanto a los sectores económicos en los que se contrató a la clase obrera, la mayor parte, unos 13,9 millones, fue en los Servicios (77%); casi 2,6 millones (14%) en la industria; poco más de 1 millón (6%) en la construcción, y casi 500 mil (no llega al 3%) en el sector primario. Desde 2014, tras el estallido de la burbuja del ladrillo y la Gran Recesión, el reparto por sectores ha sido bastante estable.
Según el carácter público o privado del empleador, la clase obrera ocupada se reparte entre 15,6 millones del sector privado (81%) y el 3,7 millones perteneciente al sector público (19%). En cuanto a la tendencia de los últimos 20 años hemos de destacar que, excepto en la crisis, el empleo público ha crecido en términos absolutos (lo cual contrasta con el discurso liberal de reducción del sector publico); mientras que en términos relativos el porcentaje ha sido bastante estable.
Si observamos el conjunto de los asalariados según el tipo de ocupación (tareas y cometidos según competencias y especialización), tenemos que en torno al 32% son técnicos y profesionales (científicos, docentes, apoyo a la toma de decisiones), el 21 % son trabajadores de servicios (restauración, protección, personales y vendedores), el 19 % trabajadores cualificados (primario, manufactura, instaladores y construcción), el 14% no cualificados (peones, personal de limpieza, repartidores), el 11% empleados (contables administrativos y de oficina) y el 3% directores y gerentes. Las ocupaciones predominantemente manuales retroceden a lo largo de los últimos 15 años, mientras que las intelectuales avanzan, particularmente las que tienen que ver con la gestión y el control científicos de los procesos de trabajo y de la intervención social. El obrero colectivo, además de las manos y pies del capital, es cada vez más su cerebro.
Atendiendo al tipo de relación laboral (contrato) según su terminación, tenemos que el número de asalariados indefinidos (incluyendo los fijos-discontinuos que ascienden a 640 mil) asciende a 14,8 millones (83%) frente a los 3 millones (17%) de temporales. Si en 2006 los temporales significaban el 33%, la crisis los hundió en el 23% recuperándose posteriormente hasta el 27 % para finalmente descender, en buena medida por efecto de la reforma laboral, hasta el 17% de 2023.
El tipo de jornada es otro aspecto que diferencia a unos miembros de la clase obrera de otros. La jornada puede ser completa (mayor de 35 horas) o parcial (menor de 30 horas), siendo la remuneración proporcional a la magnitud de dicha jornada. De esta forma los asalariados con jornada completa ascendieron a 15,4 millones (86%) mientras que los que tenían jornada parcial fueron 2,5 millones (14%). Desde 2006 la jornada parcial ha aumentado en términos absolutos, sin embargo esto solo supuso el aumento porcentual hasta el final de la crisis (17%) iniciando un paulatino descenso porcentual hasta la actualidad.
En fin, la diversidad de la clase obrera española es un hecho.
Ante esto, algunos han cuestionado la existencia de la clase obrera cuando no han afirmado su irrelevancia política e histórica, invitando al pesimismo y al derrotismo. Otros niegan tal diversidad reafirmándose en la abstracta unidad de la clase obrera invocando formas del pasado; con buenas intenciones, pero con poco realismo hacen un flaco favor a la clase obrera y su protagonismo político.
Por nuestra parte, entendemos que esta diversidad es la forma concreta que adopta en la actualidad la unidad de la clase obrera; que el movimiento de conjunto señala la expansión cuantitativa de la clase obrera; y que los cambios en la composición de ésta apuntan al avance de la clase obrera en el conocimiento, control y gestión de los procesos de producción y de circulación, en las esferas, tanto privadas como publicas, del capital.
No obstante, este avance que pone cada vez más a las claras el carácter prescindible y parasitario de la burguesía, no está exento de contradicciones en el interior de la propia clase obrera. Su tratamiento y superación, deben adoptar las formas que reafirmen la unidad de la clase obrera (lo cual parte de su reconocimiento), que no pueden ser otras que el establecimiento de las relaciones de solidaridad. Pero no una abstracta solidaridad sino la solidaridad que parte de la comunidad de intereses que le imprime el ser portadora de la mercancía fuerza de trabajo que para venderse por su valor exige superar la competencia. Lo cual implica la lucha de clases que acompaña a la venta de la fuerza de trabajo, en sus niveles económico, político e ideológico. Y sobre esta lucha avanzar en la comprensión de la enajenación de la conciencia en el capital, lo cual requiere el desarrollo de la crítica de la economía política (5) , que despeje el camino hacia la sociedad de los individuos conscientemente asociados, es decir libres.
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1. Karl Marx en el prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política: “No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.”
2.Ver Encuesta de Población Activa (EPA), serie anual (2006-2023), publicada por Instituto Nacional de Estadística.
3. Ver Feminismo y acumulación de capital en España (https://criticonomia.blogspot.com/).
4. Ver Inmigración y capital en España (https://criticonomia.blogspot.com/).
5. Véase la entrevista a Juan Iñigo Carrera, director del CICP (www.cicpint.org) titulada La obra de Marx como posibilidad de autoconocimiento como sujeto político.
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Pedro Andrés González Ruiz es licenciado en Ciencias Económicas.
Fuente → infolibre.es
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