El día 1 de marzo de 1939, tras la dimisión de Manuel Azaña, Diego Martínez Barrio pasa, en virtud del precepto constitucional, a ocupar la presidencia de la Segunda República española.
Las derrotas de la república en la batalla de Teruel y en la ofensiva de Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938. Azaña y Prieto consideraron que lo que había sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la guerra y que había que negociar una rendición con apoyo franco-británico. Frente a ellos Negrín y los comunistas eran firmes partidarios de continuar resistiendo. La crisis se abrió al intentar Negrín que Prieto cambiara de ministerio (habiendo declarado su convicción de que la guerra estaba perdida, Prieto era el peor de los ministros de Defensa posible), pero Azaña respaldó a Prieto, así como el resto de los republicanos de izquierda y los nacionalistas de Esquerra y del PNV. Sin embargo, estos no consiguieron articular ninguna alternativa a Negrín, y este acabó saliendo reforzado de la crisis, con la consiguiente salida de Prieto del gobierno.
En el territorio que aún estaba en poder de la república se desató una última batalla entre los que consideraban inútil seguir combatiendo y los que todavía pensaban que «resistir es vencer» (esperando que las tensiones en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin, acudirían en ayuda de la república española, o que al menos impondrían a Franco una paz sin represalias),281 pero el cansancio de la guerra y el hambre y la crisis de subsistencias que asolaba la zona republicana estaban minando la capacidad de resistencia de la población.277 Pero el problema para Negrin era cómo terminar la guerra sin combatir de manera distinta a la de entrega sin condiciones.
El día 24 de febrero Negrín abandonó Madrid tras celebrar un consejo de ministros e instaló su cuartel general en la finca El Poblet en la localidad alicantina de Petrel (cuyo nombre en clave era «Posición Yuste»). Tres días después, el 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocían al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo de España, y el día 28 de febrero, ante este reconocimiento internacional, se hacía oficial la renuncia a la presidencia de la república de Manuel Azaña y su sustitución provisional por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio (ambos se encontraban en Francia). Después de todos estos hechos la posición de Negrín era insostenible.
Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado, que había entrado en contacto a través de la «quinta columna» con el Cuartel General del «generalísimo» Franco para una rendición del ejército republicano «sin represalias» al modo del «abrazo de Vergara» de 1839 que puso fin a la primera guerra carlista (con la conservación de los empleos y cargos militares, incluida). Algo a lo que los emisarios del general Franco nunca se comprometieron. Casado consiguió el apoyo de varios jefes militares, entre los que destacaba el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de algunos políticos importantes, como el socialista Julián Besteiro, que también había mantenido contacto con los «quintacolumnistas» de Madrid. Todos ellos criticaban la estrategia de resistencia de Negrín y su «dependencia» de la Unión Soviética y del PCE.
El 5 de marzo el coronel Casado movilizaba sus fuerzas (convencido de que «sería más fácil liquidar la guerra a través de un entendimiento entre militares») y se apoderaba de los puntos neurálgicos de Madrid y a continuación anunciaba la formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja e integrado por dos republicanos, tres socialistas (entre ellos Julián Besteiro) y dos anarquistas. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la «España antifascista» en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero no hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las unidades militares controladas por los comunistas opusieron resistencia en Madrid y sus alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca de 2000 muertos). El 6 de marzo, finalmente Juan Negrín, su gobierno y otros personajes relevantes de la república como Dolores Ibárruri (la Pasionaria) y Rafael Alberti partieron de la finca El Poblet en la que estaban instalados en la localidad alicantina de Petrel hasta el aeródromo de El Fondó en Monóvar desde donde dejaron España y partieron al exilio en cuatro aviones para evitar ser apresados por los «casadistas» y por la posible represión franquista que tendría lugar tras la derrota, poco después hicieron lo mismo los principales dirigentes comunistas.
Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un nuevo «abrazo de Vergara» y no concedió a Casado «ninguna de las garantías imploradas casi de rodillas por sus emisarios [que se entrevistaron con miembros del Cuartel General], y contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como intermediarios en la rendición de la república para así contener la influencia alemana e italiana sobre el nuevo régimen, que no los necesitaba que el «espíritu de generosidad» de los vencedores constituía la mejor garantía para los vencidos».
Franco solo aceptaba una «rendición sin condiciones» por lo que solo restaba preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron con sus familias en Gandía el 29 de marzo en el destructor británico que los trasladó a Marsella (Julián Besteiro decidió quedarse). Un día antes las tropas «nacionales» hicieron su entrada en Madrid y rápidamente los sublevados ocuparon prácticamente sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la república durante toda la guerra. En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15 000 personas, entre jefes militares, políticos republicanos, combatientes y población civil que habían huido de Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a la espera de embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División Littorio, al mando del general Gastone Gambara. El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde («Radio Nacional de España») difundía el último parte de la guerra civil española.
Diego Martínez Barrio
Diego Martínez Barrio (Sevilla, 25 de noviembre de 1883-París, 1 de enero de 1962) alcanzó los cargos de presidente de las Cortes, presidente y vicepresidente del Consejo de Ministros, presidente interino de la Segunda República Española y presidente de la Segunda República Española en el exilio.
Nació en Sevilla el 25 de noviembre de 1883, hijo de un albañil y de una vendedora del mercado. Él mismo manifiesta en sus memorias lo siguiente:1 «Mi infancia no conoció otras alegrías que las inevitables de la edad, entreveradas con escaseces que, después de la muerte de mi madre, se convirtieron en miserias».
En efecto, cuando contaba once años murió su madre2 y muy pronto comenzó a trabajar, dedicando el día a su actividad laboral como tipógrafo y las noches a la lectura apasionada de cuantos libros y periódicos llegaban a sus manos.
Muy pronto se afilió a la Juventud Republicana de Sevilla y al Partido Republicano Radical fundado por Alejandro Lerroux y comenzó su actividad periodística. Durante el servicio militar, en 1907, pasó dos meses en el calabozo acusado de un delito de opinión por un artículo, aunque finalmente el caso fue sobreseído.
El 1 de julio de 1908 fue admitido en la masonería,3 iniciándose en la Logia Fe de Sevilla.4 Tuvo un papel muy importante durante varias décadas en la masonería española. Fue elegido como gran maestro del Gran Oriente Español. Más tarde, fundó el diario El Pueblo y contribuyó a la difusión de las ideas republicanas en la provincia de Sevilla y Andalucía Occidental. En 1910 inició su carrera política, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Sevilla, cargo que renovó tras las elecciones de 1920.
En 1923 se presentó como candidato para diputado a Cortes; aunque resultó elegido, la Junta del Censo y el Tribunal Supremo anuló su designación en favor de Juan Ignacio Luca de Tena, el cual se negó a tomar posesión del cargo. El siguiente paso en su carrera política fue su elección como presidente del Partido Republicano Radical de la provincia de Sevilla. Durante la dictadura de Primo de Rivera, encabezó la oposición al régimen en Andalucía Occidental.
En 1930, a propuesta de Alejandro Lerroux, formó parte del Comité Revolucionario que emanó del Pacto de San Sebastián.5 El 14 de abril de 1931, fecha de la instauración de la II República Española, se encontraba exiliado en Francia, al igual que otros partidarios de la República, por sus actividades políticas.
El 15 de abril de 1931, acompañado de Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Lluís Nicolau d’Olwer, que también se encontraban en el exilio, regresó a España por ferrocarril. El viaje —nada más cruzar la frontera— se convirtió en una apoteosis, la gente se agolpaba en las estaciones, e incluso para satisfacer a la población, el tren hubo de detenerse en pueblos en los que habitualmente no lo hacía . El entusiasmo popular al paso de la comitiva fue enorme. En Valladolid se presentó el capitán general Fernández Pérez junto a su estado mayor mientras las bandas militares interpretaban el himno de Riego, ya convertido en himno nacional. Nada más llegar a Madrid, se trasladó directamente al Ministerio de la Gobernación, donde quedó constituido el Gobierno provisional de la República, en el que ocupó la cartera de ministro de Comunicaciones, departamento ministerial que acababa de ser creado por dicho gobierno.
El 8 de octubre de 1933 fue elegido para presidir el gobierno que debía organizar las elecciones, por ser una persona de reconocida moderación, respetada por todo el arco político y en efecto actuó con total imparcialidad, permitiendo por ejemplo la fundación de Falange Española que tuvo lugar en Madrid el 29 de octubre de 1933 en el Teatro de la Comedia y solventando los levantamientos anarquistas surgidos tras conocerse los resultados electorales. Las elecciones tuvieron lugar con una limpieza absoluta y durante el periodo electoral Martínez Barrio decidió suspender la aplicación de la Ley de Defensa de la República para evitar cualquier sospecha de ilegalidad o coacción. A finales de 19337 fue nombrado vicepresidente del Consejo de Ministros, cargo que ocupó hasta marzo del año siguiente.
Posteriormente fue ministro de Gobernación con Lerroux, aunque después abandonó el partido debido a su disconformidad con la política seguida por aquel de pactos con la CEDA presidida por José María Gil Robles, fundando su propio partido que denominó Partido Radical Demócrata que más tarde se integró en la Unión Republicana.
Integrada Unión Republicana en el Frente Popular, Martínez Barrio fue elegido diputado por Madrid en las elecciones del 16 de febrero de 1936, al tratarse de un sistema electoral de listas abiertas es importante reseñar que fue el segundo candidato más votado (224 337 votos), precedido únicamente con una diferencia de 203 votos por el candidato del PSOE Julián Besteiro. Fue nombrado presidente de las Cortes y ejerció de manera interina como presidente de la República, en el periodo comprendido entre el 7 de abril al 10 de mayo de 1936, con motivo de la destitución de Alcalá Zamora.
En la noche del 18 al 19 de julio de 1936, Manuel Azaña, tras la dimisión de Santiago Casares Quiroga, le ofreció la difícil tarea de formar un gobierno de conciliación que pudiese evitar el inicio de la guerra. Durante unas horas de actividad frenética, Martínez Barrio telefoneó a varios jefes militares en un último intento para que depusieran su actitud, consiguiéndolo con varios de ellos en parte gracias a amistades personales. Por último, tal como relata en sus memorias, habló por teléfono con el general Mola, el cual se negó a ningún acercamiento. Los historiadores Juan María Gómez y Hugh Thomas, así como el periodista Rafael Fernández de Castro, que contó dicha llamada, sostienen que llegó a proponerle un puesto en el nuevo gobierno republicano; sin embargo, el propio Martínez Barrio lo negaría años después en sus memorias. El 19 de julio, presentó la dimisión al comprender que la guerra civil era inevitable. Fue entonces sustituido por José Giral. Durante la guerra civil fue uno de los consejeros más íntimos de Azaña y presidió en varias ocasiones las Cortes de la república.
A la caída de la República se exilió, a Francia, Cuba —el 16 de mayo de 1939— y luego a México, donde presidió la Junta Española de Liberación. Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, regresó a París, donde fue designado presidente de la República en el exilio, cargo que ocupó hasta su muerte. Falleció en París el 1 de enero de 1962. Treinta y ocho años más tarde, en el 2000, su restos fueron trasladados a Sevilla, su ciudad natal, siendo enterrados en el cementerio de San Fernando de Sevilla.
En 2008, el Ayuntamiento de Sevilla rindió homenaje al político sevillano con la publicación de la obra Palabra de republicano,donde se recogen los diferentes discursos, conferencias, intervenciones parlamentarias, mítines y actos públicos en los que intervino Martínez Barrio entre 1901 y 1959, así como una importante muestra de su correspondencia epistolar. cultura.gob.es
La sublevación de marzo de 1939 en Cartagena
El 2 de marzo de 1939, tras el Consejo de Ministros del día 1, en que se hizo pública la dimisión de Azaña, se ascendió a Casado a General y tuvo lugar la destitución de los comandantes militares de Alicante, Murcia y Albacete y nombramiento de Vega, Mendiola y Curto para los mismos, y de Galán como jefe de la Base Naval de Cartagena.
En la noche del día 3 se veía claro que la sublevación en Cartagena era un problema de horas.
La Flota estaba prácticamente ya en rebeldía con el Gobierno; la posición era salir de Cartagena e instar al Gobierno a concertar una paz inmediata sin lo cual no regresaría a Cartagena, haciendo el 3 un intento de salida a la mar que pudo ser cortado por la acción del Partido Comunista.
La posición de los mandos y comisarios era coincidente en todo y habían logrado influenciar a la inmensa mayoría de la Flota. Así, cuando Galán llegó a Cartagena, la Flota estaba ya sublevada contra el Gobierno y, al amparo de esta sublevación, los fascistas de la ciudad, muy fuertes en las Unidades de la Base se sumaron a la actitud de ésta y se hicieron, prácticamente, los dueños, dando a la sublevación un carácter abiertamente fascista. Se pusieron en contacto con Franco, pidieron refuerzos e izaron la bandera monárquica.
El 5 de marzo fue una fecha a recordar por todos los cartageneros y cartageneras; durante años hemos oído relatar a las personas mayores anécdotas acerca de la insurrección de ese día.
La calle era un caos; los paisanos no sabían lo que estaba ocurriendo; se decía que habían llegado las tropas de Franco; los casadistas gritaban “Por España y por la paz”; los falangistas, que estaban emboscados, salieron a la calle, vitoreando a Franco; algunos vecinos, desconcertados, preguntaban a los guardias de asalto si tenían que decir “Arriba España” o “Salud”. Se oía que la guerra había acabado, y la escuadra había abandonado el puerto, y a continuación llegaban noticias de que no, que la guerra seguía y los barcos continuaban en Cartagena. Memoria histórica de Cartagena
Marzo de 939 en Cartagena |
CRONOLOGÍA DE LOS HECHOS, por Pedro Costa Morata
3 de marzo
-Nombramiento del coronel Francisco Galán como Jefe de la base naval de Cartagena.
-La 206 Brigada Mixta, situada en Buñol (Valencia), recibe la orden de trasladarse a Cartagena a las órdenes del jefe de la base naval
4 de marzo
-Hacia las 3 de la tarde, encuentro del coronel Galán y del mayor Precioso en Murcia. En este encuentro, Galán ordena al jefe y al comisario de la 206 Brigada reunirse con él al anochecer de este mismo día en la base naval.
-Hacia las 9 de la noche el coronel Galán toma posesión, sin resistencia aparente, de su nuevo cargo. Pocas horas después es detenido por los sublevados.
-Hacia las once de la noche, una patrulla de la guarnición sublevada en Cartagena, detiene a la salida de la base naval al jefe y al comisario de la 206 Brigada. Cuando los conducían al cuartelillo de Los Dolores, el jefe de esta unidad logra escapar.
5 de marzo
-Hacia las 8 de la mañana el jefe de la 206 Brigada toma contacto con sus fuerzas, que han llegado en camiones desde Buñol y que han sido tiroteadas por los insurrectos de Cartagena.
-A media mañana la flota republicana abandona el puerto de Cartagena, llevando en uno de sus barcos al coronel Galán. La flota sale a alta mar, y después toma rumbo a Bizerta.
-Hacia las 10 de la mañana, las unidades de la 206 Brigada, con ayuda de los tanques llegados de la escuela de Archena, inician su ataque contra los sublevados.
-Hacia las 4 de la tarde, el Batallón 821, mandado por el comandante González Regalado, toma el castillo de Galeras y las alturas al Sur de Cartagena, donde está emplazada la batería de costa La Parajola.
-Al final de la jornada, toda la ciudad, excepto la base naval, el castillo de la Concepción, el parque de artillería y el arsenal, están en poder de las fuerzas atacantes.
-A las 12 de la noche, el coronel Casado anuncia por Radio Madrid su sublevación contra el gobierno Negrín y la constitución para sustituirlo de un Consejo Nacional de Defensa.
6 de marzo
-A media mañana, Negrín y sus ministros abandonan España desde el aeródromo de Monóvar.
-Durante el día son dominadas las alturas donde están instaladas las baterías de costa Aguilones, Cabo Tiñoso, La Chapa y Cenizas. Cae también el castillo de San Julián.
-Primero, el arsenal, y después, el parque de artillería, son asaltados por los batallones de la 206 Brigada, apoyados por los tanques de Archena.
7 de marzo
-Hacia las 11 de la mañana, un disparo de la batería La Parajola hunde al barco «Castillo de Olite», que transportaba tropas franquistas de desembarco.
-Por la tarde, se rinde la base naval, Último reducto de los sublevados.
ENTREVISTA DE PEDRO COSTA MORATA EN 1979 A ARTEMIO PRECIOSO (Jefe de la 206 Brigada Mixta, a cuyo mando participó en marzo de 1939 en los combates que sofocaron la sublevación de Cartagena)
A las 11 de la noche del sábado 4 de marzo de 1939, la mayoría de los jefes militares de la base y guarnición de Cartagena se declaran opuestos al Gobierno del doctor Negrín e inician la toma del control de todas las unidades e instalaciones. Encabezan la sublevación Fernando Oliva, jefe de Estado Mayor de la base, Gerardo Armentia y Arturo Espa, Jefe y segundo jefe del regimiento de artillería de costa, Norberto Morell, jefe del Arsenal; Vicente Ramírez, jefe de Estado Mayor Mixto... Previamente, han intentado que el general de Ingenieros Carlos Bernal, jefe de la Base, encabece la sublevación; al no tener resultado, Vicente Ramírez toma el mando, a la espera de encontrar alguien más cualificado, de mayor graduación o de prestigio. El sargento Calixto Molina hace de enlace entre los militares y los civiles (falangistas, franquistas o ambas cosas a la vez y revueltas), trabajo que tiene encomendado desde semanas antes, desde que muchos "desilusionados" y muchos "realistas" van socavando el espíritu de resistencia con la argumentación de que hay que acabar pronto con la guerra fratricida. Las figuras más destacadas, de entre los civiles, son Antonio Bermejo, médico odontólogo; Antonio Ramos Carratalá, director de la Caja de Ahorros; José Sánchez Rosique, etc. Todos ellos se encuentran, en el momento de la rebelión, en la cárcel local, a donde han ido a parar una vez conocidas sus actividades antirrepublicanas. La flota republicana, fondeada en el puerto, está al mando del almirante habilitado Miguel Buiza, y conserva una parte muy importante de las unidades navales con que se contaba al principio de la guerra. Pero Buiza hace tiempo que piensa en desentenderse de la guerra y sigue con atención los movimientos de los casadistas y anti-Negrín. El día 27 de febrero, el jefe de Gobierno había citado en la base aérea de Los Llanos a todos los jefes militares para conocer su opinión sobre la evolución de la guerra; asistía Buiza y, desde entonces, no ha dejado de estar pendiente de la actitud de los militares partidarios de finalizar la guerra. De hecho, el día 2 de marzo, el Almirante reunió a los jefes de los buques a su mando y les puso al corriente de lo que se gestaba. « No habría otro Cavite», parecía ser la consigna entre gran parte de la oficialidad y la marinería. Buiza se consideró libre de actuar «en conciencia» cuando, desde la Agrupación de Ejércitos, le informaron que el movimiento anti-Negrín no cuajaba.Antonio Bemejo Sandoval, principal cabecilla civil de la sublevación.
El detonante inmediato de la sublevación surgió cuando Negrín, que estaba perfectamente al corriente de lo que se entretejía en Cartagena, nombró para sustituir al general Bernal al teniente coronel Francisco Galán, comunista, a quien se le ordenó tomara posesión inmediata de su destino, con la ayuda de la 206 Brigada, muy curtida en el combate, que mandaba Artermio Precioso. El nombramiento fue considerado como un «golpe comunista» y como gesto inamistoso. Los militares intrigantes decidieron no aceptar a Galán, y cuando llegó a Cartagena fue detenido. La evolución de los acontecimientos en la ciudad, que cayó prácticamente entera en manos de los insurrectos, y las instrucciones insistentes del mismo Negrín, en el sentido de evitar cuanta sangre se pudiese, hicieron que Galán negociara y aceptara dimitir, a su vez, mientras Precioso iniciaba su tenaza sobre los cuarteles y baterías sublevadas.
Al mediodía del 5 de marzo, las dudas se disiparon sobre la Flota y Buiza ordenó la salida de la rada. Galán iba a bordo, después de un forcejeo dramático entre Bruno Alonso, comisario socialista de la Flota, y los oficiales que retenían a Galán. Tras una última vacilación en alta mar, los buques republicanos se internaron en aguas de África, yendo a parar, por instrucción de las autoridades francesas, a la base de Bizerta. Los sublevados recurrieron al general retirado Rafael Barrionuevo como jefe de la insurrección, y éste inició desde el primer momento un diálogo radiotelegráfico ininterrumpido con el Cuartel General de Franco en Burgos, hasta caer en manos de la 206 Brigada. Gerardo Armentia, republicano de convicción, comprobó pronto cómo la revuelta no era simplemente «pacifista», sino que se enmarcaba en un ámbito netamente nacionalista y franquista. Después de saber que muchos de los que la habían empujado resultaban franquistas, acusó claramente la decepción y murió enfrentándose con los primeros combatientes de la 206 Brigada que entraron en el Parque de Artillería. Con esta excepción, ninguno de los otros jefes militares o de los cabecillas civiles acabó malamente.
Del lado nacionalista, pronto se organizó una operación de desembarco, con las noticias excesivamente optimistasGeneral retirado Rafael Barrionuevo, que asumió el mando de la rebelión y se puso inmediatamente en contacto y a las órdenes de Franco. que recibían de Barrionuevo. Según se acercaban los buques nacionalistas a las aguas de Cartagena, para desembarcar en la ensenada próxima de Portman o si se terciaba, entrar en la ciudad desde los propios muelles interiores, las baterías que llenan las alturas circundantes iban pasando a control de las fuerzas republicanas. El «Canarias» no osó acercarse demasiado, pero el mercante «Castillo de Olite», que actuó incomprensiblemente, fue echado a pique, produciéndose una verdadera mortandad. En tres días escasos Cartagena volvió a poder de la República, cuando ya nada podía modificar el curso de la guerra. La transición a la paz, sin embargo, era ya bastante más difícil.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
¿Qué sentido tenía la acción militar de la 206 Brigada?
AP. - Aunque la orden que recibí en Buñol indicaba solamente que la Brigada debía ponerse a las órdenes del jefe de la base naval de Cartagena, creo que quien dio la orden pretendía que la presencia o intervención, de la Brigada impidiera la sublevación y la deserción de la flota republicana, conservando el puerto en poder de las fuerzas leales al gobierno legal, es decir, al gobierno Negrín.
¿Por qué no se lograron todos estos objetivos?
Porque la orden de desplazamiento se dio con evidente retraso, lo que sería consecuencia de la indecisión y vacilaciones de Negrín. Cuando la Brigada llegó a los alrededores de Cartagena, en la mañana del día 5 de marzo, la guarnición estaba ya sublevada. Además, creo que el coronel Galán, que había sido nombrado el día 3 de marzo nuevo jefe de la base naval, cometió la imprudencia de meterse en la boca del lobo antes de que la Brigada llegara a Cartagena.
¿Cuándo y quién dio la orden de desplazamiento a tu Brigada?
La orden me llegó en la tarde del 3 de marzo transmitida por el Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la zona Centro-Sur. Años más tarde, en Praga, el general Cordón me dijo que fue él quien decidió su desplazamiento.
La sublevación de Cartagena aparece muy relacionada con la del coronel Casado. ¿Qué opinas del golpe de Casado y de la actuación de su llamado Consejo Nacional de Defensa?
Independientemente de las intenciones de Casado, Besteiro, Cipriano Mera y demás golpistas, los resultados de su sublevación fueron catastróficos. Ellos son los principales responsables del trágico final que tuvo la guerra para los republicanos. Las fobias son siempre funestas, y su fobia anticomunista debió nublarles el juicio.
¿Crees que la zona republicana tenía aún posibilidades militares a principios de mano de 1939?
Perdida la batalla de Cataluña, la República no tenía en marzo de 1939, salvo un giro favorable de la situación internacional, posibilidades de victoria militar. Pero en la zona Centro-Sur el ejército republicano contaba con unos trescientos mil hombres, dotados de aviación, tanques y artillería. Había muchas unidades que, como la 206 Brigada, tenían aún gran capacidad combativa. Con estas fuerzas se podía haber organizado una defensa elástica, combinada con algunos contraataques, replegándose ordenadamente sobre los puertos de Valencia, Alicante y Cartagena, lo que hubiera dado tiempo a organizar con la flota y barcos extranjeros una evacuación más' amplia y, posiblemente, con respaldo internacional. La sublevación de Casado no ahorró víctimas, las aumentó, y dio a la guerra el peor final que puede tener una lucha armada: la traición. Algunos componentes del Consejo casadista debieron darse cuenta de su trágico error al comprobar el trato humillante que dio el general Franco a los emisarios que fueron en avión a Burgos. No podía negociarse una paz colocándose previamente en el fondo del pozo. Derrocar al gobierno Negrín, escindir al ejército y sembrar la confusión, suponía privar a la República de sus posibilidades de defensa.
¿Cómo explicar que el Partido Comunista que tanta influencia tenía en el ejército no fuera capaz de Impedir, o de sofocar rápidamente, la sublevación de Casado?
A esta cuestión no se ha dado todavía una explicación convincente. Yo tampoco puedo darla. Es una página oscura que los historiadores deberían aclarar mientras vivan algunos de sus principales protagonistas. Es cierto que su acertada política militar y la ayuda de la URSS dieron al PCE una gran influencia en el ejército republicano. Por ejemplo, de los cuatro jefes de cuerpo de ejército que tenía el Ejército del Centro, mandado por el coronel Casado, tres (Barceló, Bueno y Ortega) militaban en el Partido Comunista, y sólo una (Cipriano Mera) era anarcosindicalista. Varias unidades mandadas por comunistas se opusieron al golpe casadista, pero sin éxito. Claro que las posibilidades de reacción del PCE estaban entonces limitadas por el gran deterioro de la situación política.
¿A qué deterioro te refieres?
Para responderte tendría que referirme a toda la marcha de la guerra civil en la zona republicana. Comentaré sólo un hecho, a mi juicio, clave: la crisis ministerial de mayo de 1937, en la que Largo Caballero fue sustituido en la jefatura del Gobierno por el doctor Negrín. A pesar de sus limitaciones y errores, el Gobierno de Largo Caballero tenía en su haber muchas cosas positivas, y él era entonces la personalidad más idónea para mantener el difícil equilibrio entre las tres fuerzas decisivas para la lucha armada: el PCE, la fuerte ala izquierda del PSOE y los anarcosindicalistas. Aunque el que formó Negrín siguió siendo formalmente un Gobierno de coalición, el Frente Popular quedó virtualmente roto. El comportamiento del PCE durante la gestación y solución de esta crisis abrió un abismo entre este partido y la gran mayoría del PSOE, abismo que ha durado décadas, Los acontecimientos posteriores y, sobre todo, el caótico final de la guerra, no justificaron la formación del Gobierno Negrín, aparentemente más eficaz, pero que significó la ruptura de la unidad antifascista. Desde marzo de 1937 la situación política se fue deteriorando, a lo que contribuían, naturalmente, los reveses militares. En marzo de 1939, a pesar de su gran influencia en el ejército, el PCE estaba políticamente aislado. A mí la historia me interesa, principalmente, como fuente de enseñanzas para el presente y futuro, y creo que el PCE no ha sacado aún las debidas conclusiones de éste, que a mi juicio fue el mayor error de la dirección del PCE y de sus consejeros extranjeros durante la guerra civil. Al leer algunas de las, declaraciones hostiles al PSOE hechas por Santiago Carrillo después de junio de 1977, me pregunto si la dirección del PCE va a reincidir en los mismos errores de marzo de 1937. Una cosa es criticar lo que se consideren equivocaciones del PSOE, y otra adoptar una actitud de agresividad sistemática hacia los socialistas. Creo que actualmente, como durante la guerra, la democracia española necesita la colaboración entre el PCE y el PSOE.
Tú estuviste emigrado en la URSS, ¿Se discutió el final de la guerra en la emigración?
Debieron haber discusiones entre algunos dirigentes del PCE y de la Komintern, pero éstas no transcendieron. Creo que un amplio debate sobre los acontecimientos de febrero y marzo de 1939, sus causas y consecuencias, hubiera sido muy provechoso para todos, y especialmente para el PCE. De haberse producido la discusión quizá se hubiera evitado el desarrollo de algunos mitos que son un lastre para la sana evolución del partido, se habría frenado el pernicioso narcisismo y triunfalismo, y se hubiera encarado con mayor realismo la larga lucha contra la dictadura franquista. Creo válida la hipótesis de que las graves divergencias aparecidas en el seno de la dirección del PCE a raíz de la grave enfermedad y muerte del secretario general, José Díaz, tuvieran como fondo político la distinta manera de enjuiciar los acontecimientos que precedieron el final de la guerra.
Volvamos a Cartagena. ¿Qué Influencia tuvo la deserción de la flota republicana?
Muy negativa. Quizá éste fuera el hecho que precipitó la salida de España del gobierno Negrín. Era una flota muy potente para aquellos tiempos, aunque la moral de algunos de sus mandos fuera baja. Pero había otros para sustituir a los pusilánimes. Si hubiera permanecido leal al gobierno legal hubieran aumentado considerablemente las posibilidades militares de la zona Centro-Sur de las que antes hablé.
¿Por qué no llegaron a desembarcar en Cartagena las tropas de Franco?
Porque no pudieron. En contra de lo que decía el general Barrionuevo en sus radiogramas al Cuartel General de Franco, entre los días 5 y 6 de marzo la mayor parte de las baterías de costa pasaron al control de los mandos de la 206 Brigada. Concretamente, al Batallón 821 mandado por el comandante Joaquín González Regalado ocupó la batería La Parajola en la tarde del día 5 de marzo. Esta batería fue la que hundió el día 7 el barco «Castillo de Olite», que siguió navegando a pesar de los dos disparos de advertencia que se le habían hecho. Las víctimas del «Castillo de Olite» habría de achacarlas a la mala información y a los errores del mando franquista. Por cierto, este barco transportaba, junto a tropas de infantería y artillería, un tribunal militar; me figuro que con la intención de iniciar los juicios sumarísimos.
¿Fue la de Cartagena una sublevación casadista, falangista o franquista?
Según mi información, los mandos republicanos atraídos por la quimera casadista de negociar con Franco «una paz honrosa y digna», y los elementos de la «quinta columna» conspiraron separada pero simultáneamente. En un principio la sublevación aparece como casadista, pero los franquistas van ganando posiciones, y cuando en la mañana del 5 de marzo la flota abandona Cartagena, los sublevados acatan el mando del general retirado Barrionuevo, que lo primero que hace es comunicar por radio su total adhesión al general Franco.
¿Qué juicio te merece la actuación del coronel Galán?
Francisco Galán era un militar de valor y capacidad probados en muchos combates. Era un jefe con carisma. Pero en Cartagena creo que sobreestimó su capacidad negociadora, que debía ser grande. Quizá no estuviera bien informado de lo avanzada que estaba la conspiración. En aquellas circunstancias sólo se podía negociar con el respaldo de una fuerza militar. Como dije antes, creo que fue imprudente, temeraria, su decisión de meterse él, y meternos al Comisario de la Brigada y a mí, en la base naval (prácticamente sublevada) antes de que la 206 Brigada llegase a Cartagena. Mi encuentro casual con él en Murcia en la tarde del día 4 de marzo le dio la oportunidad para adoptar una decisión más realista. En este encuentro me ordenó presentarme en la base naval al anochecer del mismo día.
¿Fue el nombramiento de Galán como jefe de la base naval el motivo de la sublevación?
Creo que no. Los casadistas llevaban más de un mes conspirando. Durante el mes de febrero hubo ya intentos de huida en la flota. El nombramiento de Galán sólo pudo adelantar unas horas la sublevación. La versión de que las sublevaciones de Casado y de Cartagena se proponían abortar un golpe de estado comunista la considero falsa. El PCE actuó dentro de la legalidad republicana representada por el gobierno Negrín. Por el contrario, estimo que si algo puede reprocharse a la dirección del PCE en aquellas circunstancias críticas, es un exceso de legalismo.
¿Qué Impresión sacaste de tu entrevista con el general Bernal?
El anciano general Bernal había mostrado claramente desde el comienzo de la guerra su lealtad a la República. Ignoro si estaba o no comprometido en la sublevación, pero tuve la impresión de que el mando real de la base naval no lo ejercía él, sino el jefe de Estado Mayor Mixto Vicente Ramírez, que fue uno de los principales cómplices de Casado. Probablemente, el general Bernal se alegrara de su sustitución por Galán, para poder así alejarse de unos acontecimientos en los que no deseaba participar.Plano de Cartagena, base naval prácticamente inexpugnable. (Pulse para ampliar)
¿Qué opinas de la actuación del almirante Buiza?
Del, entonces jefe de la flota sólo sé lo que he leído. No tuve ningún contacto con él.
¿Qué puedes decirme sobre la conversación que sostuviste con Fernando Claudín?
Claudín llegó al puesto de mando de la 206 Brigada poco después de iniciados los combates. De él recibí la primera información global de la grave situación creada de la zona republicana, que conocía por ser miembro de la Ejecutiva de la Juventud Socialista Unificada y del Comité Central del PCE. Sus orientaciones fueron para mí de gran utilidad en aquellos momentos de tanta confusión. Deberíamos, según él, forzar al máximo nuestro avance, tratando de evitar la salida de la flota, y apoderarnos del puerto de Cartagena y de los puertos y aeródromos circundantes, ya que se preveía, que Cartagena fuera la plataforma más importante de una posible evacuación. Claudín estuvo con nosotros hasta el anochecer del día 5 de marzo, recorriendo, con gran riesgo, las primeras líneas de combate. A los pocos días llegaron a Cartagena los miembros de la dirección del PCE que aún permanecían en España: Pedro Checa, Jesús Hernández, Palau, Sebastián Zapiraín, Isidoro Diéguez y también Palmiro Togliatti (Ercoli), que actuaba como consejero de la Komintern.
¿Cómo salieron estos dirigentes de España?
Este es un episodio inédito. Luis Romero lo intuyó en su libro «El final de la guerras, pero no pudo precisar lo que no sabía con certeza. Siguiendo instrucciones de la dirección del PCE, transmitidas por Pedro Checa, un grupo de unos treinta hombres seleccionados de la 206 Brigada nos apoderamos en la madrugada del 24 de marzo del aeródromo de la escuela de pilotos de Totana, donde había tres aviones tipo Dragón. En dos de ellos, pilotado uno por el jefe de la escuela, comandante Ramos, y otro por el profesor de vuelo capitán Domínguez, salieron los citados dirigentes del PCE, Togliatti y Virgilio Llanos. En el tercero, tripulado por dos alumnos que nunca habían volado solos, y tras un accidentado despegue, salimos el comisario de la Brigada, Victoriano Sánchez, el médico de la escuela y yo. Los dos primeros aparatos aterrizaron en el aeropuerto de Orán, y el nuestro, debido a la inexperiencia de los pilotos, en un trigal cerca de la ciudad argelina de Sidi-Bel Abbés.
Supongo que habrás leído los libros publicados sobre las luchas de Cartagena, ¿qué opinión te merecen?
Que yo sepa se han publicado dos monografías sobre el tema, uno de Manuel Martínez Pastor titulado «Cinco de marzo de 1939», y otro del novelista Luis Romero, « Desastre en Cartagena». El primero de ellos está escrito con escasa y difícil información. Su mayor interés reside en los datos que aporta sobre la participación de algunos falangistas en la génesis y desarrollo de la sublevación. En cuanto a la obra de Luis Romero, la considera una valiosísima aportación al esclarecimiento de lo que ocurrió en Cartagena. Contiene algunas imprecisiones inevitables. pero creo que el arduo trabajo del autor logró su principal objetivo: recomponer el intrincado rompecabezas cartagenero. Yo mismo no me enteré de lo que ocurrió en el bando contrario, e incluso de algunas cosas del lado republicano, hasta que leí este libro. Por lo que se refiere a los diálogos que Romero reproduce o imagina, aunque sea una forma heterodoxa de escribir la historia, son muy verosímiles, y ayudan a penetrar en el dramatismo y el carácter contradictorio de los hechos y de sus protagonistas.
También dedica gran espacio Luis Romero a este asunto en su libro « El final de la guerra», que junto por su primer trabajo histórico "Tres días de julio", forman una trilogía de valor inestimable. Hay que subrayar que « Tres días de julio» apareció en 1967, en plena dictadura, siendo el primer trabajo publicado en España que con gran valor, rigor y amenidad, desbarata la versión oficial sobre el «Glorioso Alzamiento Nacional». A pesar de ser novelista, o precisamente por ello, Luis Romero muestra una perspicacia extraordinaria como historiador, perspicacia acompañada de una amplia labor de documentación y entrevistas con supervivientes de los dos bandos.
Salvo rara excepción, los libros publicados sobre la guerra civil dan de los sucesos de Cartagena una versión incompleta y equivocada. Por ejemplo, sobre este episodio la obra de Hugh Thomas, por lo menos la edición de Ruedo Ibérico, contiene errores evidentes.
Artemio Precioso Ugarte, hijo del escritor del mismo nombre. Nace en Hellin (Albacete) en 1917. Los estudios de enseñanza media los realiza en Madrid, París, San Sebastián, Hellín y Toledo. Cuando comienza la guerra civil trabajaba en Madrid corno empleado Y estudiaba el tercer curso de la carrera de Derecho. Desde 1936 militó en la Juventud Socialista Unificada y en el Partido Comunista. El primer día de la guerra se incorpora voluntario a las milicias ferroviarias, después al Batallón Aida Lafuente, de la Columna Mangada (frentes de Navalperal de Pinares y de Talavera), que a finales de 1936 se integra en la 34 Brigada Mixta (frente de El Escorial). Siendo capitán pasa como jefe de operaciones, y después como jefe de Estado Mayor, a la 3ª División que mandaba Manuel Tagueña (frente de El Escorial). A mediados de 1937 es trasladado a la 30 Brigada Mixta, como jefe del Batallón 119 (frente de Guadarrama), y a comienzos de 1938, con el grado de mayor, es nombrado jefe de la 206 Brigada Mixta, de nueva creación. Al mando de esta unidad participa en los frentes de Levante y Extremadura, y en marzo de 1939 en los combates que sofocaron la sublevación de Cartagena.
Desde un campo de concentración de la Argelia francesa emigra a la URSS en mayo de 1939. Cursa estudios en la Academia Militar Frunze de Moscú, formando parte del grupo de militares españoles que durante los años de la segunda guerra mundial fueron profesores de dicha academia. En 1946 se traslada a Yugoslavia, donde con otros militares comunistas españoles actúa como consejero del ejército de este país, alcanzando el grado de coronel. A finales de 1948 pasa a residir a Checoslovaquia. Aquí termina los estudios universitarios iniciados en España, se doctora en Ciencias Económicas, y desde 1956 a 1960 es catedrático de Planificación Macroeconómica en la Escuela Superior de Economía de Praga.
Regresa legalmente a España, y en 1961 es detenido en dos ocasiones por la policía acusado de actividades comunistas. Trabajó en un principio en una empresa de importación-exportación; y después como agente comercial. Ha fundado y dirigido varias empresas de comercio exterior. Actualmente, no está afiliado a ningún partido político. Colabora en la revista «Zona Abierta».
CINCO DE MARZO DE 1939 CARTAGENA. MANUEL MARTÍNEZ PASTOR
Cinco de marzo de 1939, Cartagena Autor: Manuel Martínez Pastor Editor: Cartagena : Agua, 1992 ISBN: 84-88016-52-2 22 X 15,5 CM. 239 PÁGINAS. EDICIÓN DE 1000 EJEMPLARES NUMERADOS. AÑO 1969. CON SOBRECUBIERTA. ALGUNAS FOTOGRAFIAS EN INTERIOR
"Otro capítulo esperpéntico", dice Manuel Martínez Pastor, el primer historiador de los hechos en torno al 5 de marzo en Cartagena,
GUERRA CIVIL EN MURCIA: UN ANALISIS SOBRE EL PODER Y LOS COMPORTA MIENTOS COLECTIVOS
CARMEN GONZALEZ MARTINEZ
Carmen Gonzalez Martinez
Carmen González Martínez es doctora en Historia (1995) y Catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Murcia (2011). Especialista en la II República y la Guerra Civil, en la última década ha ampliado sus investigaciones hacia el estudio de las Transiciones políticas en Europa y América Latina. Es autora, entre otras, de las siguientes publicaciones: Perspectivas historiográficas en las Transiciones políticas contemporáneas a la democracia (2008); El tránsito de la dictadura a la democracia en Murcia. Acción colectiva, respuestas institucionales y posicionamientos políticos (2010); Caminos de Libertad (I): Movimientos sociales y disidencia juvenil y Caminos de Libertad (II). Elecciones y práctica democrática en las instituciones. Olvidos y memorias de la Transición (2010); Sindicatos y Transición en 1977: Libertad, Trabajo y Amnistía (2015); La lucha por la democracia. Procesos de Transición desde la perspectiva comparada (2016); Tránsitos de dictadura a democracia en España y Chile. Aportaciones desde la Historia comparada, los MMSS y la gestión pública del pasado (2017); El PSOE y la democratización autonómica en Murcia, 1979-1983 (2018).
República y guerra civil en Cartagena :1931-1939 /Juan Martínez Leal
1993
Desastre en Cartagena: (Marzo de 1939)
Romero, Luis
Publicado por Ariel. (1971)
Fuente → elmercuriodigital.net
No hay comentarios
Publicar un comentario