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Campo de los Almendros fue el destino provisional de los caídos en el puerto de Alicante, aunque no fue el único: A muchos otros los llevaron al castillo de Santa Bárbara, a la plaza de toros o al cine Ideal.
Los
prisioneros que han podido transmitir su historia, cuentan cómo
levantaron las alambradas los mismos presos, mientras soldados
marroquíes e italianos les cercaban. Ametralladoras y otros signos
amenazantes, enmarcaban el campo. Se les llevó a cabo un requisamiento
de sus pertenencias, lo que el historiador Javier Rodrigo identifica
como claro ejemplo de la toma de botines de guerra.
Nos lo quitaron todo, nos saquearon y nos quitaron relojes, estilográficas...
Este
campo fue concebido como centro concentracionario provisional hasta que
se determinara a que distintos lugares iban a ser dispersados los
apresados. Con lo que, su duración fue corta, transcurriendo unos 5 ó 6
días, según las fuentes. Sin embargo, duras y dramáticas escenas
configuraron la vida en el campo, ya que las cifras de los concentrados
se aproximaba a las 30.000 personas, el sistema de higiene se reducía a
la nada y la alimentación la procuraban un raquítico y único manantial
que había dentro del recinto acordonado por las tropas, para cuyo acceso
había que hacer una extenuadora cola; y los almendros:
Sobre
aquellas tierras trabajadas por el arado y resecas bajo el sol, sin
ninguna condición higiénica, agrupados como ganado, sin comer, el agua
racionada, nos retuvieron días y días y fue tan infernal la experiencia
que llegamos a perder toda noción del tiempo. Pero (...) sí recuerdo a
los que morían a mi alrededor.
Allí sin comida, la
gente se comía todas las almendras, hasta las hojas de los
almendros...sin servicio ninguno de higiene y sanidad y sin intendencia,
pues a los árboles no les quedaba ya ni corteza...un hambre de espanto,
que no teníamos nada, que nos comimos las hojas y todo lo que
podíamos... el primer día, no quedaban almendras en los almendros; el
tercer día no tenían ninguna hoja... allí estábamos tirados...
Algunos
miembros de las tropas italianas, al ver la escasez de agua y la
absoluta falta de alimentos, (no se entregaría ninguno durante la semana
que estuvo abierto), hicieron llegar a través de las alambradas algunas
raciones alimenticias propias a algunos detenidos. No obstante, las
cantidades fueron ínfimas para los miles de internados. Los almendros
rápidamente fueron despojados de los pocos frutos que quedaban del año
anterior y, después, de las hojas y brotes tiernos que ya tenían,
sirviendo como alimento a los detenidos y quedando, en poco tiempo, los
árboles desnudos. En el campo se registraron varios suicidios con algún
arma que los detenidos habían conseguido introducir. También fueron
abatidos varios presos al tratar de fugarse. Durante todas las noches
hubo sacas de presos a cargo de elementos falangistas. El número de
fallecidos en el campo en los pocos días que estuvo operativo no está
determinadas con precisión, y las cifras oscilan entre 600 la más baja y
2.000 la más alta. Las condiciones eran tan duras que los propios
mandos de la división Littorio y de algunas fuerzas del bando sublevado
hicieron llegar a los cuarteles generales el 3 de abril la terrible
situación que se vivía en el mismo.
Los internados que
sobrevivieron fueron trasladados en su mayoría al campo de concentración
de Albatera y otros a la plaza de toros de Alicante, al castillo de
Santa Bárbara, el Reformatorio de Adultos y a la Cárcel Provincial, que
se convirtieron en centros de detención más permanentes.
A
pesar de la dura vigilancia ya citada, hubo casos de fugas, algunas de
ellas exitosas y con nombre y apellidos; aunque también hubo, en ese
espacio tan breve de tiempo, escenas de explosiones de locura que muchos
supervivientes recuerdan refiriéndose a las mismas:
Un
pobre muchacho (...) se trastornó, comenzó a lanzar gritos
incoherentes, sembrando la alarma en el campo y los guardianes. Cuando
menos lo esperábamos sacó una pistola que tenía escondida y comenzó a
disparar.
La localización de este campo, según
numerosos testimonios, nos remite a un lugar situado cerca de la
carretera en dirección Valencia, en la Goteta, a las faldas del monte de
San Julián. No obstante, lo que nos plantea más problemas es la posible
extensión de este cerco, sobre lo cual carecemos de los suficientes
datos, a pesar de que D. Olegario Uviedo Murciano al relatar el camino
que debía recorrer para llegar a la pequeña fuentecita citada
anteriormente, dice textualmente que el desplazamiento era de unos
doscientos metros. Mas, al ser el único testimonio que hace referencia a
este elemento, no poseemos otras fuentes que puedan servirnos para
corroborar este dato.
De lo que sí tenemos
constancia es de las conocidas sacas de falangistas o ruedas, que se
acercaban a los centros concentracionarios venidos desde distintos
puntos de la geografía alicantina en busca de enemigos políticos a los
que ajusticiar. Sin embargo, los datos más claros y abundantes en lo
referente a estas prácticas los encontramos en el Campo de Albatera.
Ya
algún día de aquellos, que no pasaría del tercero o cuarto, disolvieron
aquella gran concentración de lo que ya sólo éramos escoria humana, y
nos distribuyeron a varios sitios, entre los que se encontraba el campo
de Albatera.
El Campo de Albatera supuso el próximo
destino de muchos de esos prisioneros. Su traslado se realizó en
vagones borregueros desde la estación de ferrocarril de Alicante. Según
algún testimonio, se hizo trasbordo en Elche hasta la llegada a lo que
fue el Campo de Trabajo de Albatera, que se convertiría desde ese
momento en un campo de exterminio, siendo así como lo bautizarían años
más tarde los que recuerdan su paso por el lugar.
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