Martí Crespo
Como en casa: viajando por el mundo en busca de obras , edificios, monumentos y personajes que nos remiten a nuestra casa
Casa Consular
Jean Roger, 11, Agde, Occitania
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Desde hace pocos días, la imprescindible Editorial Asuntos de Catarroja (Horta) ha añadido un nuevo libro a su extenso catálogo, El campo de los catalanes , que aporta más luz y ángulos a la retirada republicana de 1939 a causa de la victoria fascista en nuestro país. En concreto, el volumen firmado por la historiadora Laia Arañó y Vega se centra en el campo de concentración más singular de los que organizaron las autoridades francesas, el de Agde (Occitania). La singularidad, explica la investigadora, se debió principalmente a que se concentraron mayoritariamente internos de origen catalán provenientes de los primeros campos, insalubres y saturados, abiertos a toda prisa en las playas del Rosellón. Tanto es así, que terminó siendo conocido como el campo de los catalanes.
Junto a esta catalanización, o quizá por ese mismo sentimiento de pertenencia y de cohesión interna, el campo de Agde también se caracterizó por una vitalidad extraña en otros recintos, sumidos en la monotonía concentracionaria. La actividad cultural y deportiva, así, fue muy intensa, tal y como demuestra Arañó por medio de una amplia muestra de testimonios personales, memorias y recuerdos de esta “pequeña Cataluña fuera de Cataluña”, en palabras de uno de los suyos internos ilustres, el poeta Agustí Bartra .
Con buena parte de la élite deportiva del país concentrada en Agde, como los jugadores del FC Barcelona Josep Escolà i Segalés y Josep Sastre Perciba y la selección catalana de baloncesto entera (que debía participar en la Olimpiada Popular en Barcelona el julio de 1936), no es extraño que se organizaran partidos de baloncesto, de rugby y sobre todo de fútbol. Uno de los futbolistas más asiduos, es decir, era un joven portero de Nules (Plana Baja), Antonio Pérez Balada (1919-2016), que cuando pudo dejar atrás la etapa de Agde acabó fichando por el CF Nules , el CE Castellón , el Atlético de Madrid y el Valencia CF. Algunas imágenes de esos partidos nos han llegado gracias a los dibujos de Arthur Kéry Escoriguel (1919-2015), un polifacético artista barcelonés que tuvo una vida de película antes y después del paso por Agde. Hablando de dibujantes, en el campo también fue a parar el caricaturista Josep Cabrero Arnal (1909-1982), autor más adelante de uno de los personajes más icónicos para unas cuantas generaciones de niños en el estado francés: el perro Pif .
Es en el terreno cultural, justamente, donde encontramos una de las historias más sorprendentes de ese lugar y momento concretos. Como explica Arañó, durante la primera quincena de mayo de 1939 las autoridades del campo decidieron, con la ayuda del alcalde de Agde, Jean Félix , preparar una exposición con las obras de todos los artistas cerrados. El pintor Pere Cadena , el escultor Àngel Tarrac y el herrero de arte Antoni Clavell fueron quienes sacaron más provecho, dado que las obras que aportaron llamaron mucho la atención del conservador del museo municipal, Jules Baudou . Fue gracias a su recomendación que el alcalde les encomendó unas cuantas actuaciones en el municipio, la más importante de las cuales todavía se puede contemplar hoy.
Jean Félix, en este caso, les dio vía libre para decorar la sala de honor de la Casa de Villa, un edificio imponente en el centro de la ciudad. El encargo, además de permitir a los artistas dejar el campo temporalmente, también les ayudó a escapar mentalmente del ambiente concentracionario. Cada uno en su terreno intentó dar lo mejor de sí mismo. El espluguí Pere Cadena Astals (1906-1974) firmó sus pinturas, inspiradas en el pasado histórico de Agde y en personajes locales como el corsario Claudi Terrissa . Antoni Clavell (1902-1981), llegado al campo con la mujer y sus cuatro hijos, fue el autor de los cinco candelabros de bronce que aportan el toque decorativo final a la sala. Y el escultor barcelonés Àngel Tarrac (1898-1979), con suficiente reconocimiento ya antes de la guerra, se encargó de la escultura monumental en bajorrelieve situada en el fondo del espacio y que glorifica el trabajo: la presencia de una hoz y un martillo entre los instrumentos que esculpió ha hecho pensar a más de uno si no hay un mensaje político subliminar. Ángel Tarrach , como también es conocido, se exilió en México en 1942, donde desarrolló una destacada carrera carrera escultórica.
Cadena, Clavell y Tarrac, que no se conocían antes de entrar en el campo de Agde, siguieron cada uno su camino una vuelta le dejaron atrás: los dos primeros se exiliaron en Occitania y el tercero, como hemos dicho, en el continente americano. Pero, de por medio, coincidieron por cosas del azar durante varios meses trabajando en una sala amplia y luminosa en el centro de Agde, donde dejaron un testimonio artístico, pero también histórico, que envuelve a todas las parejas locales han casado y se siguen casando.
Y un poco más : Otro personaje singular que pasó por Agde fue Francesc Prat i Puig , un maestro de escuela berguedá que acabó salvando el patrimonio arquitectónico de Cuba. En el campo de los catalanes, también azarosamente, entró en contacto con Raymond Aris , un farmacéutico local apasionado, como él, por la arqueología. Gracias a una autorización especial, pudo participar en una campaña arqueológica cerca del cabo de Agde y demostró que el yacimiento era una antigua ciudad íbera, con muros de defensa, zonas de explotación de basalto y una necrópolis. En reconocimiento, una pequeña plaza en Agde lleva su nombre.
Fuente → vilaweb.cat
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