Ana Teresa Berroeta, violada y asesinada por el Batallón Vasco Español
Angelo Nero
El resultado de las investigaciones no se hizo público, no trascendió la noticia de ninguna detención, con lo que el crimen de Ana Teresa quedó sin castigo, pese a que hubo una reivindicación por parte de un grupo de ultraderecha: el Batallón Vasco Español
El 10 de enero de 1980, en la sección de sucesos del periódico La Vanguardia, en la misma página donde se leían los titulares: “Avión militar italiano seguido por un ovni”, y “Estafa de doscientas mil pesetas por el tocomocho”, se destacaba esta noticia, “Bilbao: joven violada y asesinada”. La crónica, fechada el día anterior, comenzaba así: “Parcialmente desnuda, violada, golpeada y muerta como consecuencia de varios pinchazos profundos que le afectaban a la cara, cuello y tórax, ha sido encontrada a primeras horas de la mañana de hoy, el cadáver de Ana Teresa Berroeta Álvarez, natural de Bilbao, de 19 años de edad, soltera, y con domicilio en el barrio de Sangreniz (Lujua), término municipal de la capital vizcaína. El cuerpo de la infortunada fue encontrada por los vecinos de la zona, que ya habían iniciado las operaciones de rastreo durante la noche, después que los familiares dieran la voz de alarma ante la tardanza de ésta en regresar a casa. Miembros de la Guardia Civil llevan a cabo las gestiones para la identificación y detención de los autores que, según se cree, podría tratarse al menos de tres personas, y posiblemente conocidos de la víctima.”
El resultado de las investigaciones no se hizo público, no trascendió la noticia de ninguna detención, con lo que el crimen de Ana Teresa quedó sin castigo, pese a que hubo una reivindicación por parte de un grupo de ultraderecha: el Batallón Vasco Español, una banda parapolicial que operó desde 1975 a 1981 y que fue el antecedente de los GAL. Unos meses después, el 7 de mayo, en Donostia, esa misma banda fascista, reivindicó también la violación y el asesinato de María José Bravo del Valle, de 16 años, y de la brutal agresión sufrida por su novio, Francisco Javier Rueda Alonso. Ese año hubo una docena de denuncias de violación por parte de grupos de extrema derecha que la policía no quiso investigar, como si formara parte de una estrategia que posteriormente se ha podido documentar en otros lugares de Euskalherria en esos años. Nueve días antes del asesinato de Ana Teresa, el Batallón Vasco Español también secuestró y asesinó en Madrid a Yolanda González, militante del PST.
La crónica del diario La Vanguardia hizo una reconstrucción minuciosa de aquella trágica jornada, aunque, en ningún momento hizo mención de una posible intencionalidad política en el asesinato y violación de Ana Teresa: “Como todos los martes y viernes Ana Teresa acudió a la ikastola de Sondica, a la clase de euskera de ocho de la tarde a nueve y media. Poco después y según testificación de una amiga cogió el autobús que cubre la línea Zamudio-Las Arenas. Al llegar a Lujua la joven bajó del vehículo y como todos los días que acudía a las clases se dispuso a cubrir el casi kilómetro existente hasta su casa, un caserío algo alejado y ubicado en un desmonte de Sangreniz (Lujua). Según se desprende (ya que en este punto fueron encontrados los libros de euskera) en la confluencia del camino vecinal con un sendero que conduce a su casa fue abordada por los homicidas.
Al parecer, en un primer momento Ana Teresa pudo librarse de sus agresores, e inició la huida en dirección a su casa. Dicha huida duró escasos metros, ya que volvió a ser retenida por los desconocidos quienes arrastraron a la joven y comenzaron a desnudarla. Esto debió producirse con fuerte resistencia de la joven quien, desesperadamente, intentaba llegar a su casa, ya que a lo largo de más de un centenar de metros, vecinos y familiares de la víctima recogieron hoy los zapatos, pantalones y ropa interior. Después los agresores llevaron, al parecer a Ana Teresa, a un pequeño desnivel existente a doscientos metros de su casa, en donde fue violada y muerta, al parecer con algún objeto punzante, que bien podría ser un destornillador. En este lugar, y entre unas zarzas, fue hallado el cadáver. El cual por orden del juez de guardia fue trasladado al depósito del hospital civil. Se da la circunstancia de que a pesar de la proximidad existente con su domicilio y otros caseríos, ninguna persona escuchó los posibles gritos de la víctima.”
La violencia ultraderechista contra las mujeres, seguía las directrices marcadas por el general Queipo de Llano, cuando aquel 23 de julio de 1936 vociferó a través de las ondas radiofónicas: “Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”. El Batallón Vasco Español no fue el único que reivindicó agresiones sexuales y crímenes contra las mujeres, también los Guerrilleros de Cristo Rey lo hicieron. Es una de las páginas más negras y menos investigadas de la Transición Sangrienta.
Una vez acabada la Transición, las bandas de extrema derecha continuaron con su particular guerra contra las mujeres, como acredita el asesinato de la joven de 16 años Susana Ruíz, el 9 de enero de 1993, en Madrid, con evidencias de haber sufrido una agresión sexual. “En diciembre de 1994 aparecería la grabación de un joven miembro de la neonazi Bases Autónomas acusando a otros cuatro neonazis de haber torturado, violado y asesinado a la joven, aportando además datos que no se habían hecho públicos y solo los responsables podían conocer”, señalan en Presos.org.
En la prensa solo pudimos rescatar de la memoria de Ana Teresa Berroeta el artículo señalado de la Vanguardia, que recoge también el testimonio de su madre: “Lo ocurrido a mi hija no se lo deseo ni a un animal. No es posible que haya personas capaces de hacer una cosa semejante -manifiesta la madre de Ana Teresa Berroeta-. Cuando dieron las diez de la noche y no había llegado, comencé a preocuparme, pero quería creer que se había entretenido, o que la clase había durado más tiempo, como en algunas ocasiones. Hace las diez y media, preocupada, llamé a una amiga, que también va a la ikastola. Cuando me dijo que a las nueve y media había cogido el autobús para casa avisé a mi marido que se estaba acostando. Avisamos a amigos y familiares e iniciaron la búsqueda. Lógicamente no podíamos esperar que estuviera casi a la puerta de casa.”
Ana Teresa en la actualidad prestaba servicios en una casa de Alborta. El año pasado concluyó los estudios de secretariado, pero la falta de puestos le habían impulsado a buscar un trabajo para ayudar en casa.”
Fuente → nuevarevolucion.es
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