En 1943, cuatro años después de la victoria franquista en la Guerra Civil, se publicó en Inglaterra un libro sobre los orígenes del conflicto. El autor, Gerald Brenan (1894-1987), había vivido intermitentemente en España en los años veinte y treinta. El libro, The Spanish Labyrinth pronto se convirtió en un clásico en el mundo anglosajón. [El laberinto español, última edición en Planeta de libros, 2017. Puede también leerse aquí ]. Con motivo del 80 aniversario desde su primera publicación, publicamos este relato sobre el libro y su influencia.
En España, la investigación histórica independiente estuvo severamente restringida hasta después de la muerte de Franco en 1975. El laberinto español circuló ilegalmente tras publicarlo la editorial Ruedo Ibérico desde el exilio en 1962. Lógicamente, el libro refleja los planteamientos del estudio de la historia en la época y las limitadas fuentes de que disponía el autor. No es de extrañar, por tanto, que muchos de los argumentos de Brenan hayan sido cuestionados en los últimos años, sobre todo por historiadores españoles que trabajan con nuevas fuentes y adoptan nuevos enfoques de investigación histórica. Sin embargo, El laberinto español desempeñó un papel importante en el desarrollo del estudio de los orígenes de la Guerra Civil e influyó e inspiró a generaciones posteriores de escritores.
En los últimos años de su vida, Gerald Brenan se hizo famoso en España. La publicación legal de ediciones españolas de El laberinto español en 1978 y de sus otros libros, en particular Al sur de Granada (1974) , le convirtieron en una celebridad, y la prensa española se hizo eco de su muerte en enero de 1987. Sin embargo, aunque Brenan vivía en Andalucía desde 1953, fue extraño que alcanzara tal reconocimiento: no tenía grandes amistades españolas y su círculo social se centraba en la comunidad de expatriados de habla inglesa de la zona de Málaga, así como en amigos visitantes, escritores y artistas.
Las primeras reseñas de El laberinto español ofrecían una descripción engañosa del conocimiento que Brenan tenía de España, afirmando por lo general que había vivido en el país durante las décadas de 1920 y 1930 e incluso que había ido para ser granjero. La realidad era algo menos romántica. Llegó a España después de servir como oficial de observación en el ejército británico en Francia a lo largo de la Primera Guerra Mundial, por lo que fue condecorado por los gobiernos británico y francés. Se instaló en el pequeño pueblo de Yegen, en las Alpujarras, provincia de Granada, y se llevó consigo una biblioteca de unos dos mil libros con los que pensaba compensar la educación que, en su opinión, no había obtenido por no haber asistido a la universidad. Aunque alquiló la casa de Yegen hasta 1934, sólo vivió allí de forma continuada durante tres años (1920-24), viviendo después en Londres y regresando intermitentemente durante largas temporadas.
Tras casarse con la poeta y novelista estadounidense Gamel Woolsey en 1934, compraron una casa en Churriana, a las afueras de Málaga (donde ahora se encuentra el aeropuerto). Aunque el matrimonio no tuvo hijos, criaron a la hija de Brenan -fruto de una relación con una joven del pueblo de Yegen- y la rebautizaron con el nombre de Miranda. Tras el golpe militar de julio de 1936, que fracasó en Málaga, consiguieron que unos amigos se llevaran a Miranda a Inglaterra, mientras ellos se quedaban en Churriana. Woolsey escribió un relato de sus experiencias durante la guerra, Málaga en llamas, que merece una mayor difusión y puede leerse en archive.org . En inglés apareció bajo dos títulos diferentes: Death’s Other Kingdom y Málaga Burning. La pareja no volvió a España hasta su visita de dos meses en 1949, que Brenan utilizó como base para su libro La faz de España, [The Face of Spain (1950). En español, Plaza & Janés, 1985].
Antes de marcharse a Inglaterra en octubre de 1936, Brenan fue brevemente corresponsal del Manchester Guardian. Tras regresar, hizo campaña a favor del gobierno de la República, escribiendo cartas a The Times y otros periódicos, hablando en reuniones públicas y acogiendo a refugiados españoles. La duquesa de Atholl, diputada conservadora y destacada defensora de la causa republicana, lo invitó a pronunciar un discurso en una reunión de parlamentarios conservadores. En 1938 Brenan hizo campaña por la duquesa cuando concurrió en la elección parcial en su circunscripción -y perdió- tras renunciar a su escaño en el Parlamento en protesta por la política exterior británica. También empezó a trabajar en El laberinto español, que terminó en 1941.
Lee más sobre la duquesa de Atholl en La duquesa defensora de la República y Expedición a Inglaterra: Niños y niñas vascos en Gran Bretaña
En el momento de su publicación, El laberinto español recibió elogiosas críticas en los periódicos de Gran Bretaña y Estados Unidos, así como en algunos países latinoamericanos, especialmente en México. Las críticas académicas también fueron positivas. Robert S. Smith, escribiendo en el Journal of Politics (de Estados Unidos), lo describió como «un estudio sobrio, objetivo y penetrante de la vida política y social española». (Volumen 6, 1944, página 114). Aunque la Segunda Guerra Mundial se encontraba en un punto de inflexión importante, la Guerra Civil era historia reciente y atraía a lectores que habían hecho campaña -y en algunos casos luchado- por la causa republicana y que ahora querían explicaciones sobre la guerra y la derrota.
Una de las razones del éxito del libro fue la habilidad de Brenan como escritor, que hizo que el libro fuera en general más legible y ameno que muchas obras de historia escritas en la época. Algunas de sus descripciones son especialmente memorables, como su perfil de Miguel Primo de Rivera:
Sus hábitos personales eran tan indisciplinados y bohemios como su mente. Aunque trabajaba muchas horas, eran muy irregulares. Se quedaba hablando todas las noches en clubes o cafés hasta las tres o las cuatro de la madrugada, dormía hasta las ocho o las nueve y se echaba la siesta después de comer. Se ponía un camisón de algodón y un gorro de dormir y se acostaba al viejo estilo español hasta las cinco. Su único ejercicio era montar a caballo, pero de vez en cuando se pegaba una buena juerga o borrachera. Él y algunos amigos (incluidas mujeres) se encerraban en una casa de campo, desconectaban el teléfono y se dejaban llevar durante un par de días. Luego volvía al trabajo con energías renovadas.
El laberinto español [traducción de la versión inglesa]
Una característica importante de El laberinto español son las notas a pie de página y las notas al final de los capítulos. Estas últimas son a veces breves ensayos, como el del capítulo 3, que trata del bajo nivel de la educación en España en el siglo XVIII, o la nota F del capítulo 6, en la que contrasta las diferentes formas de propiedad de la tierra en la España cristiana y musulmana del siglo XII. Como indican estas notas, el trabajo de Brenan se extendió mucho más allá de los orígenes inmediatos de la Guerra Civil y proporcionan una idea del alcance de su investigación.
Es importante ver El laberinto español en relación con el contexto en el que fue escrito y las fuentes disponibles. Es evidente que en aquella época era imposible llevar a cabo cualquier tipo de investigación histórica dentro de España. La extensa bibliografía comentada que Brenan incluye en el libro es una buena indicación de sus fuentes. Gran parte de su investigación se llevó a cabo en la biblioteca del Museo Británico, donde conoció a Arthur Lehning, un anarquista holandés que era bibliotecario del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, con sede en Gran Bretaña tras la invasión nazi de los Países Bajos en 1940. Lehning pudo proporcionarle libros y documentos sobre el anarquismo y el problema agrario que eran desconocidos en Gran Bretaña. Brenan consultó también al sociólogo austriaco Franz Borkenau, a los periodistas socialistas españoles Luis Araquistáin y Arturo Barea, al historiador anarquista alemán Max Nettlau y al periodista británico John Langdon-Davies. [Más sobre Langdon-Davies en Recuerdos de la España de los años 30]
El apoyo que Franco recibió de la Alemania nazi y de la Italia fascista, que fueron esenciales para su victoria, y la dependencia de la República de la Unión Soviética hicieron que la guerra se considerara, con bastante justicia, como parte de la gran lucha de poder e ideología de los años treinta. Brenan, sin embargo, tenía claro que los orígenes de la guerra había que buscarlos en la historia socioeconómica y política española. Si esto nos parece obvio ahora, no lo era en aquel momento.
Para explicar la tragedia de la Guerra Civil, Brenan se centra en el periodo que se remonta a la restauración de la monarquía borbónica en 1874. Los cinco primeros capítulos son un repaso cronológico del periodo hasta 1931, y la última parte es un relato de la Segunda República y la Guerra Civil, pero entre ellos hay cinco capítulos (capítulos 6-10) que son, quizás, el núcleo esencial del libro. En estos cinco capítulos examina la cuestión agraria, el anarquismo, el anarcosindicalismo, el carlismo y el socialismo.
El estudio que hace Brenan de la cuestión agraria es fundamental para muchos de sus argumentos y suscitó muchos elogios. Destaca la importancia de la diversidad geográfica española, el clima y la pluviosidad y su influencia en las condiciones sociales, económicas y políticas. Aunque se le ha criticado su aparentemente excesivo énfasis en Andalucía y Extremadura, donde coexisten grandes latifundios con un gran número de jornaleros temporeros sin tierra, esto puede justificarse por la necesidad de explicar el fracaso de la Ley de Reforma Agraria de 1932 y la importancia que desempeñaron las condiciones sociales y económicas de estas regiones en la política de la Segunda República. Brenan estuvo muy influido por la obra de Juan Díaz del Moral, cuya Historia de las agitaciones campesinas andaluzas (1929) es un relato detallado de las condiciones agrícolas en la provincia de Córdoba y de los principales conflictos laborales que estallaron allí en 1918-1920.
Díaz del Moral fue también una importante influencia en su visión del anarquismo. Según Brenan, se trataba de un movimiento mesiánico específicamente español, basado en la necesidad que tenía el campesinado de un sustituto espiritual debido a la asociación de la Iglesia católica con los ricos y poderosos. Esta interpretación del anarquismo ha sido rechazada por generaciones posteriores de historiadores, que sostienen que Brenan no supo distinguir entre las ideas revolucionarias de los líderes anarquistas y las preocupaciones cotidianas de los trabajadores, cuyo apoyo era esporádico e instrumental. Resulta especialmente difícil aceptar la afirmación de Brenan de que el anarquismo sólo se encontraba entre los «jornaleros sin tierra y los pequeños campesinos de Andalucía y las secas regiones orientales» (página 185). Esto claramente no explica la fuerza del movimiento entre los trabajadores urbanos de Cataluña: aunque Brenan sostenía que el anarquismo catalán era el resultado de la emigración a Barcelona desde el sur, esto también se ha descartado. Su visión romántica del anarquismo puede verse en parte como un reflejo de sus propios gustos y opiniones: a lo largo de su vida, Brenan prefirió las condiciones de vida espartanas y, cuando viajaba, disfrutaba cogiendo los autobuses locales, alojándose en los lugares más baratos y comiendo en los restaurantes más sencillos.
En su prefacio a la segunda edición, publicada en 1950, el propio Brenan reconocía que su actitud hacia la Iglesia católica había sido «demasiado exclusivamente moral y política», añadiendo que la «Iglesia española tiene una vitalidad que su conducta no sugiere». (página xiv). Es un punto importante: Brenan no comprende el apoyo que el golpe recibió de los pequeños propietarios campesinos de provincias como Navarra. Los lectores modernos encontrarán otros defectos en esta obra, entre ellos el uso habitual por parte de Brenan de supuestas -y cuestionables- generalizaciones sobre lo que él considera el carácter nacional español. Se nos dice, por ejemplo, que los españoles son «pacientes y fatalistas» (pág. 8), que «los españoles como raza no son justos ni equitativos, pero sí honrados» (pág. 15) y que «las capas más profundas del pensamiento y sentimiento político español son orientales» (pág. xxiv). Por otra parte, la pintoresca semblanza de Primo de Rivera antes citada oscurece la complejidad de la Dictadura y distrae la atención de los importantes cambios que se estaban produciendo en España en la década de 1920.
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Sin embargo, la importancia de El laberinto español hay que verla en relación con el desarrollo del estudio de la historia de España en una época en la que los archivos españoles estaban cerrados y en la que el régimen de Franco utilizaba la historia como arma propagandística para justificar y celebrar el golpe militar de 1936 y su represión durante la Guerra Civil y después. En el momento de su publicación, no existía el estudio académico de la historia contemporánea de España en Gran Bretaña. Parte del éxito del libro fue, sin duda, la falta de alternativas. Influyó e inspiró a historiadores posteriores en Gran Bretaña y Estados Unidos, y en España hasta después de la muerte de Franco. Tanto Raymond Carr (Spain 1808-1939) como Hugh Thomas reconocieron su deuda con Brenan. En el prefacio a la primera edición de su monumental La guerra civil española (1961) Thomas describió El laberinto español como «un libro excelente que ilumina todo el siglo XX español» (página xix).
Aunque El laberinto español consagró a Brenan como historiador de España, nunca escribió otra obra de historia y rechazó varias ofertas de importantes editoriales para hacerlo, normalmente argumentando que estaba demasiado ocupado. Durante la Segunda Guerra Mundial escribió una serie de charlas para La Voz de Londres, programa de la BBC para España, aunque su acento andaluz se consideró demasiado fuerte y las leyó otra persona. Entre las obras posteriores de Brenan figuran La literatura del pueblo español (1951) y dos volúmenes de autobiografía, así como varias novelas, ninguna de las cuales tuvo éxito. Tras la muerte de Woolsey en 1968, Brenan se trasladó a Alhaurín el Grande, 29 km hacia el interior de Málaga, en la Sierra de Mijas. Al final de su vida comenzó a recibir honores: en 1982 se bautizó una calle con su nombre en Alhaurín el Grande y en 1984 el gobierno socialista español le concedió el Premio Pablo Iglesias.
Traducción del artículo realizada con la versión gratuita del traductor DeepL y revisión de Concha Catalan.
FOTO: Gerald Brenan (Sliema, Malta, 1894 – Alhaurín el Grande, 1987). Ver página para autor; dominio público, via Wikimedia Commons.
Fuente → ihr.world
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