Los centenares de vecinos de la localidad de Sakana muertos, encarcelados y represaliados tras el golpe militar son los protagonistas de ’Altsasu 1936’, obra de Iosu Imaz y Amaia Urkijo que muestra en detalle las consecuencias de la guerra en el pueblo llamado «baldón de Navarra» por los fascistas.
Batallón de Alsasua de las Milicias antifascistas unificadas. Compañía numero 3 Carlos Marx del Batallón Rusia. (ALTSASU MEMORIA)
Las terribles consecuencias que tuvo la guerra del 36 en la localidad que los fascistas tachaban de «baldón de Navarra» se recogen en detalle en el libro ‘Altsasu 1936’, un trabajo realizado por Iosu Imaz y Amaia Urkijo, y que ha publicado Altaffaylla.
En la introducción de esta obra, sus autores destacan que se trata de «un trabajo realizado desde una perspectiva de memoria histórica» y que tiene como tema central los acontecimientos más relevantes de la época que arranca con el golpe militar de 1936 «y sus consecuencias» en Altsasu.
En este sentido, se recuerda que la asonada «provocó un profundo sufrimiento a la sociedad, que se vio afectada por la naturaleza represiva del nuevo gobierno». Por ese motivo, esta obra se centra en «las personas que construyeron la historia, que fueron asesinadas, perseguidas, encarceladas y humilladas».
Foco del movimiento obrero
En el libro se señala que antes del golpe militar de 1936, Altsasu era «una de las primeras poblaciones industriales de Navarra y uno de los primeros focos del movimiento obrero». Esta circunstancia se traducía en su configuración política, con «una población donde la izquierda constituía una amplia mayoría, frente a un núcleo de carlismo tradicional. De una población de 3.300 habitantes, en las elecciones de junio de 1931, la izquierda representaba el 82%». Por ese motivo, la proclamación de la Segunda República se vivió «con gran alegría por parte de la población».
En esa línea, en las elecciones de febrero de 1936, la coalición de izquierdas del Frente Popular fue ampliamente secundada al recabar 902 votos, frente a los 480 obtenidos por la derecha y los 41 sufragios nacionalistas vascos.
Pocos meses más tarde, en julio, tenía lugar la sublevación militar secundada por las fuerzas de derecha, que provocó que unas 350 personas salieran de Altsasu en dirección principalmente a Ataun y Beasain, donde no había triunfado la asonada.
Desde el primer momento, la localidad de Sakana se convirtió en «uno de los objetivos militares golpistas, debido a la fuerza obrera y su manifiesta identidad de izquierdas», se destaca en el trabajo. De hecho, el general Millán-Astray, fundador de la Legión, la había calificado de «baldón de Navarra».
En Altsasu se presentaron fuerzas de la Compañía Arapiles de Lizarra, reforzada por requetés a las órdenes del coronel Pablo Cayuela, que tomaron la población militarmente. El alcalde Luis Goikoetxea y sus concejales fueron destituidos, se nombró una nueva corporación afín a los sublevados y así comenzó «la imposición de los dictados fascistas».
A partir de mediados de julio comenzó una «etapa de salvajismo y terror», con una depuración que supuso ejecuciones, aunque la huida masiva de los días previos hacia el frente republicano hizo que «no pudieran colmar sus ansias de eliminación como les habría gustado». Una represión de la que se cita como máximo responsable «al comandante militar José Solchaga».
A la hora de pedir esa depuración se destacaron responsables del convento de Capuchinos, que llegaron a decir que «¡lo mejor sería un exterminio!», y la Junta General de Guerra Carlista, además de falangistas de la localidad, que fueron «responsables de la represión y acoso a la población», se indica en la obra.
Con los franquistas controlando la localidad, se cerraron y ocuparon locales políticos y centros culturales, se obligó a bautizar a niños cuyas familias no lo habían hecho, se depuró al profesorado y se repuso el crucifijo en la escuela.
Además, familias de personas consideradas no afectas al régimen fueron deportadas de Altsasu «por indeseables y peligrosos». En el libro se recogen dos listas con un total de 47 familias, 34 en una primera tanda y 13 en la segunda.
En las familias represaliadas figuraban mujeres a las que se cortó el pelo para exhibirlas con el fin de sufrir el escarnio público. En ‘Altsasu 1936’ se ofrece una enumeración de 13 mujeres que pasaron por esta humillación. Incluso cinco llegaron a ser encarceladas.
A estas listas se suman en la obra otras en las que también figuran «las personas que sufrieron las consecuencias de la guerra». Al respecto se explica que «algunos murieron asesinados en retaguardia, fusilados o muerto en las cárceles y la mayoría, combatiendo en el frente defendiendo la democracia y la libertad». En concreto 100 personas, de 3.300 habitantes, murieron en el periodo entre 1936 a 1950.
De ese total, 17 fueron fusiladas en la retaguardia, 56 murieron combatiendo en el frente y 13 cayeron prisioneros y fueron ejecutados. Además, en la cárcel y los campos de concentración fallecieron siete alsasuarras, a los que se suman un muerto en un batallón de trabajadores en 1941 y un fusilado en Madrid en 1943.
Asimismo, se recuerda a dos vecinos de la localidad exiliados tras la guerra y que terminaron muertos por los nazis en el campo de concentración de Mauthausen y tres en la zona ocupada por la Alemania de Hitler en el Estado francés durante la Segunda Guerra Mundial.
En total, más de 200 personas de Altasu fueron encarceladas y represaliadas. La cárcel de Iruñea, el fuerte de Ezkaba, el penal del Dueso-Santoña y el puerto de Santa María fueron algunos de los lugares donde estuvieron encerradas, mientras que 17 alsasuarras terminaron en el campo de Gurs tras cruzar los Pirineros una vez que se consumó la caída de Catalunya.
De todas estas víctimas del franquismo se ofrece en la obra de Imaz y Urkijo la información que han podido recopilar sobre cada una de ellas, incluyendo fotografía siempre que ha sido posible.
Combatiendo contra los sublevados
En relación con los alsasuarras que combatieron contra los sublevados, se destaca que la localidad «presenta la lista más numerosa de muertes en el frente en Navarra» y que la mayoría luchó «en el cuerpo del ejército de Euskadi».
En los primeros compases de la guerra, se planteó «formar un batallón de nombre Alsasua con todas las personas que se encontraban en la zona de Beasain, Tolosa y Eibar, pero se descartó, por lo que podría suponer, en caso de la caída de tal batallón, que fuesen cerca de 300 personas de la misma localidad. No obstante, en los primeros meses, Alsasua tuvo su propia bandera dentro del batallón Rusia». Finalmente, el grupo se denominó Milicias antifascistas unificadas-Compañía número 3 Carlos Marx-Grupo de Alsasua-Batallón Rusia.
En este trabajo también se recoge la derivada económica de la represión, con «numerosas multas que se impusieron a las familias que tenían algún miembro en el frente» recurriendo a «cualquier excusa. El cincuenta por ciento de la multa iba a parar a los bolsillos de los denunciantes». Y los afectados «en más de una ocasión tuvieron que ceder terrenos de su propiedad; en otras, dinero, animales, etcétera», ya que si no abonaban la sanción, les podían llegar a mandar a batallones de trabajo.
Las sanciones económicas impuestas por el Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas llegaron a suponer la pérdida de todos los bienes en los casos más graves y abarcaron una horquilla que iba desde las 10.000 pesetas de entonces a las 50, de tal manera que «familias enteras quedaron en una situación de penuria total».
Pese a la dura represión ejercida a todos los niveles sobre los alsasuarras, algunos llegaron a participar en la guerrilla de los maquis que buscó poner fin a la dictadura de Franco en los años 40 y cuatro fueron condenados por ayudar a huir a dos guerrilleros.
‘Altsasu 1936’ finaliza su recorrido histórico en 1950, pero sus autores ya anuncian un próximo tomo, ya que «nuestra memoria no termina aquí y la investigación de los acontecimientos hasta el año 2020 está ya recogida».
Fuente → naiz.eus
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