La de Sonia Corrêa es una de las voces que más se ha preguntado sobre políticas de igualdad de género y sexualidad, y una de las que más interrogantes propone atender ante las fuerzas que se oponen. Hace décadas que las explora y analiza y se ha convertido en referente a escala internacional. Corrêa , al frente del Sexuality Policy Watch (Observatorio de Sexualidad y Política), ha radiografiado quién conforma y cómo funciona lo que llama “ecosistema antigénero ”. Un movimiento con cabezas y pies numerosos, diversos ya ambos lados del Atlántico. Recientemente, ha estado en Barcelona para compartir conclusiones y exponer retos en el intergrupo de Derechos Sexuales y Reproductivos del Parlament de Catalunya.
Para la investigadora y activista, fundadora de la organización brasileña SOS Corpo – Instituto Feminista para la Democracia , no prestar suficiente atención a la centralidad que juega el orden de género en el proyecto de sociedad, político y económico de la ultraderecha, es una debilidad, tanto entre partidos como en otros espacios progresistas. Poner conciencia es uno de los pasos que sugiere para encarar el escenario de pugna por la hegemonía.
Planteas que el movimiento antigénero no sólo busca reducir, o extirpar, derechos que tienen que ver con la capacidad de decidir sobre el propio cuerpo y la vida de las mujeres y de las personas LGTBIQ+, sino que su acción impacta en las democracias. ¿En qué se concreta esta afectación general?
Lo primero que debemos entender es que lo que hacen estas fuerzas es un ataque al concepto de género, en sí mismo, por su potencial de transformación social, cultural y política. Lo segundo es que estas fuerzas se han empezado a manifestar en torno a los cambios que han tenido lugar, como mínimo, en las Américas y en Europa, que son los territorios del mundo donde han irrumpido las políticas antigénero en los últimos diez años. Son lugares que en los años 70 y 80 carecían de parámetros legales y normativos para incorporar el género y la sexualidad a la perspectiva de derechos de ciudadanía y de los derechos humanos y que pasan a hacerlo. Es lo que el sociólogo francés Eric Fassin llama a los procesos de democratización que caminan hacia una democracia del género y de la sexualidad. Las fuerzas antigénero han hecho estos derechos su foco de atención principal. Pero hay que entenderlas como parte de un ecosistema más amplio de fuerzas, tanto del ultraconservadurismo religioso como de la ultraderecha secular, que conforman un conjunto complejo y mutable que proviene de muy atrás.
“Las fuerzas antigénero deben entenderse como parte de un ecosistema amplio de fuerzas, tanto del ultraconservadurismo religioso como de la ultraderecha secular”
En un proceso larguísimo, se han estado reconfigurando y reorganizando, al menos desde los años 70 en Europa y Estados Unidos, y ya desde entonces tienen conexiones con América Latina. En nuestra región, esto ocurre en un momento en que estábamos en un proceso de reconstrucción democrática, y el vértigo de la democracia nos ha hecho no prestar suficiente atención a cómo estas fuerzas se estaban reorganizando, más allá de sus ataques a derechos como el aborto y los derechos LGTBI.
¿El motor o razón de ser de este movimiento va más allá de evitar el desarrollo de derechos sexuales y reproductivos? La oposición al aborto en condiciones legales y seguras, probablemente, sea el más icónico de su batalla
Forman parte de una configuración más amplia, robusta y compleja, con el objetivo de tomar el poder del Estado y dar un giro hacia la ultraderecha. Esto significa tener una organización de la sociedad, de la política, de la economía y de la vida social que obedece a parámetros clásicos y conocidos del pensamiento del ultraconservadurismo, que es un orden jerárquico, con aversión al horizonte de la igualdad. Es importante comprender esto. En el 2013, surgen CitizenGo, brazo digital Hazte Oír, y Vox, como partido político que representa explícitamente a estas fuerzas antigénero, con una agenda de llegada al poder. Es una agenda económica y política y que contiene una pauta regresiva frente a los derechos vinculados al género. Mientras, en Brasil, Paraguay, en las asambleas de la Organización de Estados Americanos y en otros países como Perú, Colombia y Costa Rica, estas formaciones también van tomando cuerpo. Y una primera ola culmina con la desastrosa elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, en el 2018. Una elección presidencial que es icónica. Bolsonaro ha sido el primer presidente de ultraderecha escogido a partir de un proceso político y de una campaña electoral en la que la fantasmagoría de la ideología de género ha jugado un papel absolutamente central.
En el Estado español, con Vox en las instituciones y con responsabilidades políticas en gobiernos de algunos territorios, ha tomado cuerpo un discurso negacionista de la violencia machista. ¿Es un rasgo propio de este movimiento?
Hay sectores de este movimiento de ultraderecha que tienen un alineamiento claro con Vox en esa posición de criticar la existencia de la violencia patriarcal y misógina. El que fue canciller del gobierno de Bolsonaro, Ernesto Araújo [asesor de la fundación Disenso, creada como laboratorio ideológico de Vox], con carrera de diplomático, tiene un texto en el que dice que el objetivo de la agenda feminista ante la violencia sexual es criminalizar la sexualidad masculina.
“El objetivo es tomar el poder del Estado y dar un giro hacia la ultraderecha. Esto significa tener una organización de la sociedad, de la política, de la economía y de la vida social que obedece a un orden jerárquico, con aversión al horizonte de la igualdad”
Pero en América Latina quizás no sean tan dominantes estas voces como en el Estado español. Ahora bien, debe prestarse atención a cómo las fuerzas de derecha, incluidas voces de mujeres de derechas, han absorbido la problemática de violencia contra las mujeres. Ellas atacan el concepto de género, nunca lo utilizan. En Paraguay, por ejemplo, se han movilizado para extraer el concepto de género de las leyes de violencia de género, para convertir el concepto en violencia contra las mujeres. Lo mismo que ocurrió en Europa con el convenio de Estambul [de prevención y lucha contra la violencia hacia las mujeres y la violencia doméstica]. Pero no tienen una posición negacionista de la violencia, sino que le han incorporado, al igual que han incorporado otras cuestiones de la agenda feminista en su discurso y posicionamiento. Por ejemplo: sueldos iguales para trabajos iguales. O la idea de conciliación entre trabajo y familia, hablando bastante de cuidados, en ese marco. Tienen una visión particular de estas cuestiones y las propuestas para solucionarlas son muy distintas a las feministas.
¿Los resultados estratégicos?
Hay que pensar que dentro del movimiento de ultraderecha antigénero encontramos mujeres que no son mujeres confinadas en sus domicilios; que no abdican de su posición pública. No imagino Monasterio o Ayuso dejando de ser políticas por ser puras madres y esposas. Son mujeres que decididamente han absorbido una parte relevante de lo que ha ganado el feminismo, pero que demonizan otros elementos de la agenda feminista, que llaman feminismo radical: la parte del feminismo que piensa el género de una forma más plástica, más alineada con una visión teórica que no le piensa estrictamente desde el binarismo sexual. Y, sobre todo, que tiene posiciones transformadoras, progresistas, sobre la estructuración de la familia, sobre el cuidado de las personas, sobre el acceso a la información… Todo esto, para mujeres como ellas está en un bote de la basura que llaman feminismo radical y que debe ser eliminado.
“En el pensamiento neoliberal hay un énfasis en la necesidad de mantener estructuras que sostienen la estabilidad social, frente a los procesos de inestabilidad y destrucción que produce el mercado capitalista. Valora la tradición y la familia y aquí converge con la derecha religiosa”
Cuando estuve en el Parlament de Catalunya, la diputada de Vox García Fuster, muy educada en sus intervenciones ante mí, al día siguiente en Twitter [ahora X] colgó su intervención sobre el derecho al aborto con el texto “ Conclave de feminazis en el Parlamento ”. Esto es una muestra de cómo consideran que es un feminismo que debe ser extirpado. Y sabemos muy bien qué ocurre con estas figuraciones que la ultraderecha tiene sobre ideas, movimientos y personas que deben ser extirpados. La historia nos demuestra que es trágico porque al final puede significar una eliminación real, física, de la gente.
Aunque actúan para extirpar algunos derechos, o derechos de algunas, eres muy crítica con referirte al movimiento antigénero como movimiento antiderechos, como es habitual llamarlo. ¿Por qué?
Este término, creado por las feministas latinoamericanas en un contexto de democratización marcado por la reivindicación de derechos, tiene como objetivo cambiar la autodescripción de las fuerzas contra el aborto, contra los derechos de la población LGTBIQ+, contra los derechos sexuales y reproductivos… que se refieren a sí mismas como provida y profamilia. El problema de esta descripción para referirse a fuerzas antigénero es que, si bien se oponen radical y visceralmente a esta gama de derechos, esto no significa que no tengan una visión de derechos. Tienen su propia visión de derechos y utilizan el lenguaje de derechos humanos.
"Estas fuerzas operan en el marco de los registros institucionales, pero también van cada vez más a movilizar ideas en las bases de la sociedad, donde realizan una batalla cultural para conseguir la hegemonía política"
Cuando las llamamos antiderechos, olvidemos que estas fuerzas tienen una posición y visión de derechos humanos, que considera inaceptables nuevos derechos. Además, este movimiento dedica una enorme cantidad de dinero y energía a formar a gente en asuntos legales y de derechos humanos. Por ejemplo, Alliance Defending Freedom, una de las plataformas globales más importantes y uno de los jefes de esta hidra que es el movimiento antigénero a escala global, hace litigios estratégicos y forma a personas en derechos humanos. En Polonia, Ordo Iuris tiene una plataforma académica, el Collegium Intermarium, con la principal dedicación de formar en leyes y derechos. Es importante comprender que estas fuerzas antigénero responden contra la visión abierta, ampliada y transformativa de los derechos humanos, y no obviar lo que están haciendo por capturar el campo de los derechos humanos y transformarlo según sus convicciones y parámetros.
Muestra de ello sería la cumbre que ha celebrado hace unos días en la sede de Naciones Unidas la Political Network for Values [de la que es presidente honorífico el exministro y exparlamentario europeo del PP Jaime Mayor Oreja], organizada, según anunciaba esta plataforma ultraconservadora, con el objetivo de "rescatar el sentido original de la Declaración Universal de los Derechos Humanos"
Lo que proponen es una lectura literal de los textos de derechos humanos. Y lo mismo con las constituciones. O sea, que se lean tal y como han sido escritos. Los derechos están siempre en disputa, pero en este momento hemos llegado a un momento crucial y creo que esta cumbre transnacional es un síntoma. Tiene como objetivo demostrar cómo han avanzado y cómo hacen todos los esfuerzos posibles para volver a una interpretación literal, cerrada, de los derechos humanos; tal y como se establecieron en la declaración universal de 1948. Otro síntoma fuerte de ello es la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos, que en junio del año pasado eliminó el derecho constitucional al aborto, que se había establecido en 1973.
"Los derechos están siempre en disputa, pero en este momento hemos llegado a un momento crucial, en el que quieren demostrar cómo han avanzado y cómo hacen todos los esfuerzos posibles para volver a una interpretación literal, cerrada, de los derechos humanos"
Cuando lees el texto, ves que se trata de un tono de regreso a una interpretación literal de los derechos constitucionales. Uno de los jueces decía en el debate, de hecho, que ese derecho nunca había sido grabado en el texto constitucional original legado por los padres fundadores de la nación americana… Lo que están haciendo es bloquear cualquier interpretación alargada de las constituciones y textos de derechos humanos, que es la base de lo que se llama constitucionalismo democrático. Esta posición tiene semejanzas con lo que se llama literalismo bíblico, que es el campo de los evangélicos que se autodenominaron fundamentalistas en el siglo XX, porque proponen una interpretación literal del texto bíblico como la verdad, primera y última, que lo explica todo.
¿Los grupos que conforman el movimiento antigénero son básicamente fundamentalistas religiosos?
Si ponemos todas las fuerzas religiosas en el mismo saco, se nos dificulta ver qué hacen y pensar respuestas posibles, por eso sólo atribuyo la definición de fundamentalistas a quienes se autodenominan como tales. No creo que sea adecuado llamar por igual a los ultracatólicos integristas. O, en el caso del Islam, quienes las feministas islámicas llaman islamistas extremistas o de derechas. Por otra parte, el campo antigénero no es sólo un campo ultraconservador religioso, aunque el ultraconservadurismo religioso tenga un papel muy importante. También existen un gran número de actores seculares, actores que no están afiliados a instituciones religiosas y que no hablan con un lenguaje religioso. Hay sectores económicos que comparten ciertas visiones ultraconservadoras de organización de la sociedad, pero sobre todo están interesados en determinados modelos económicos, muy neoliberales. Javier Milei, presidente electo de Argentina, es un gran ejemplo. No se puede considerar a una persona ultrarreligiosa, pero está en el mismo ecosistema y tiene apoyo de los fundamentalistas evangélicos argentinos, del ultracatolicismo argentino, de la derecha sionista argentina y de otras fuerzas religiosas.
¿En qué puntos básicos coinciden los actores diversos que existen en este mismo ecosistema?
Convergen en una visión capitalista de la economía. Es interesante, en el caso español, ver el giro del Opus Dei hacia una visión capitalista de la economía, que no es la orginaria, porque el fascismo falangista era anticapitalista. Pero cambia entre los años 50 y 60, y hoy el Opus Dei y otras fuerzas del ultracatolicismo tienen una visión con muchos puntos en común con concepciones neoliberales.
“Javier Milei, presidente electo de Argentina, por ejemplo, no puede considerarse una persona ultrarreligiosa, pero está en el mismo ecosistema que fuerzas del campo religioso y ha recibido su apoyo”
Por otra parte, los pensadores neoliberales originales, en muchos escritos, muestran que son fundamentalmente antimarxistas, y tienen una posición contraria a determinadas corrientes del feminismo, que asocian al marxismo. Aceptan las corrientes feministas con la demanda de igualdad de derechos frente a la ley, pero cualquier propuesta que implique una transformación cultural y de las subjetividades es absolutamente rechazada. En el pensamiento neoliberal existe desde siempre un énfasis en la necesidad de mantener determinadas estructuras que sostienen la estabilidad social, frente a los procesos de inestabilidad y destrucción que produce el mercado capitalista. Se valora la tradición y la familia, y aquí existe una convergencia con la derecha religiosa que es importante ver.
¿Este movimiento focaliza esfuerzos en el terreno de la política institucional?
Un rasgo crucial en la reorganización de esta ultraderecha es que ha abandonado una posición de defensa radical sostenida del orden establecido. Históricamente, éstas no eran fuerzas involucradas en dinámicas políticas con sesgos revolucionarios o insurgentes. Estos rasgos están presentes antes de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento del fascismo entre los años 20 y 30. Era una forma insurgente en su origen, antes de establecer dictaduras. Pero en los últimos 80 años, estas fuerzas han sido defensoras del orden. No estaban involucradas en dinámicas políticas, sociales y culturales. No estaban participando en la captura de corazones y mentalidades. No estaban disputando ideas, visiones de mundo, en el tejido social.
“El discurso y el estilo, la forma de hacer, de la derecha extrema, con un tono heroico, guerrero, es muy atrayente especialmente para hombres jóvenes”
Y de los 70 hasta ahora, lo han hecho cada vez con mayor intensidad. Es lo que llamamos el giro gramsciano de la derecha, porque esta gente ha leído a los teóricos de izquierda. Sobre todo han leído a Gramsci, que dice que la ideología está por todas partes, y que la disputa por la hegemonía política no se entrega sólo en el plano institucional. A partir de ahí, estas fuerzas siguen operando en el marco de los registros institucionales: los partidos, el sistema judicial, los medios de comunicación… Pero también van cada vez más a movilizar ideas en las bases de la sociedad. Hacen una batalla cultural por conseguir la hegemonía política. Y esto ha escalado a partir de los 90, sobre todo por efecto de la digitalización de la política y la conversión de internet en una arena pública, que les ha dado una plataforma que han sabido usar con mucha eficacia.
¿El auge de la ultraderecha antigénero no es cosa de los últimos años? Del momento en que hemos visto figuras como Trump y Bolsonaro llegando a presidentes, para entendernos
Creo que recientemente lo estamos viendo mejor, pero han empezado mucho antes. Mirándolo desde Brasil, voces y figuras que a partir de 2013 se han convertido en faros de la revolución ultraconservadora en curso, ya estaban actuando en internet desde mucho antes. Lo que ocurre es que, en la segunda mitad de los años 2010, hubo una amplificación de las redes, una sofisticación del algoritmo, con mayor eficacia. Ahora tiene una gran capacidad de captar preferencias y emociones y orientar lo que circula a partir de estas definiciones. También se amplifican muchísimo las plataformas como Whatsapp, Telegram o Instagram, que son un entorno muy favorable para el intercambio y conexión de estas fuerzas para ganar músculo antes de salir a la esfera pública. Sabemos que en las campañas de Trump, y después de Bolsonaro, y también en Chile con Kast, en su rechazo al texto de nueva constitución, y ahora con Milei, las plataformas han sido cruciales para captar electorado.
La entrada con fuerza de partidos ultraderechistas en las instituciones nos ha dado mucho que hablar de su capacidad de movilizar miedos, pero ¿acaso no tanto de su destreza para movilizar otras emociones, especialmente en personas jóvenes? Aquí hemos visto recientemente movilizaciones auspiciadas por Vox con muchas personas jóvenes sintiendo suya la causa de la extrema derecha, y saliendo a la calle a reclamarla
Las ultraderechas están abriendo, tanto en sectores de población joven como mayor, una forma de participación política que no tenían antes. Esto lo hemos visto en Brasil con mucha claridad, con lo que se ha convertido en toda una insurgencia a raíz de la elección de Lula da Silva, cuando bolsonaristas asaltaron el Congreso y la sede de la Presidencia y del Tribunal Supremo en Brasilia.
"En las campañas de Trump, y después de Bolsonaro, y también en Chile con Kast, en el rechazo al texto de nueva constitución, y ahora con Milei, plataformas como Instagram, Whatsapp o Telegram han sido cruciales para captar electorado"
Mucha de esa gente, con esa acción, se estaba involucrando por primera vez en política. A esto hay que prestarle atención, porque marca sobre todo a las personas jóvenes que no han encontrado otros espacios donde hacer política. El discurso y el estilo, la forma de hacer, de la derecha extrema, con un tono heroico, guerrero, es muy atrayente especialmente para hombres jóvenes. La imagen que corría de Bolsonaro por las redes tenía un aire de caballero medieval, como Abascal en lo alto del caballo. Movilizan este imaginario que, a su vez, está alimentado por videojuegos y películas. Otro elemento, en el caso de Latinoamérica, es que para nosotros el populismo no es una novedad. Nuestra historia moderna es una historia de populismo a derecha e izquierda; una historia de pasión por el líder. La misma pasión existe por Lula da Silva, la misma pasión hubo por Daniel Ortega, la misma por Fidel Castro… Se han hecho esfuerzos por deconstruir estos parámetros político-culturales del líder que encarna al pueblo, pero son muy profundos, y la derecha se está beneficiando mucho. El placer de engancharse al político con forma heroica es un cariño movilizado. Y, por otra parte, por supuesto, también se moviliza la fantasmagoría del género como amenaza de destrucción.
¿Qué implica?
Es movilizar el miedo a que el género destruirá la familia, que el género destruirá la ontología humana, que el género es comparable a bombas nucleares. Judith Butler analiza cómo esta fantasmagoría tiene la capacidad de captar la emoción de la gente y obstaculizar la capacidad de mirar y ver las verdaderas amenazas de destrucción y patrones destructivos que son muy palpables. Y no es una distracción, tiene un efecto muy profundo. Moviliza miedos. En los hombres, el miedo a perder el sitio de la masculinidad, el privilegio. En muchas mujeres que son madres, el lugar de identificación que les otorga la maternidad, en el momento en que ideas más tradicionales son interrogadas y desestabilizadas. Esto da miedo a la gente. Y lo que la derecha hace es hinchar más y más ese miedo. Hacen del miedo una energía política. Pero también movilizan deseos, como el deseo de participación política heroica.
"La ultraderecha hace del miedo una energía política, pero también moviliza deseos y ha tenido la capacidad de incitar la pasión de la gente por la desigualdad"
También la ultraderecha ha tenido la capacidad de incitar la pasión de la gente por la desigualdad; el gusto por la desigualdad. Ya no es sólo el gusto de la desigualdad de los propietarios con relación a los trabajadores y de los ricos respecto a los pobres, sino de los hombres respecto a las mujeres, de los blancos respecto a los negros, de las personas heterosexuales respecto a las personas con identidad y sexualidad. normativa.
Mueven tanto el miedo como el deseo de forma muy efectiva, lo que en las democracias se convierte en votos y acceso legitimado a lugares con capacidad de decidir sobre recursos y políticas. ¿Detectas alguna acción, pendiente de activarse, para evitar que tengan tanto aire?
Pienso que lo primero que hay que hacer es evitar simplificaciones. Y, después, al igual que estas fuerzas están disputando corazones y mentalidades en todos los espacios de la sociedad, lo debemos hacer también. Sin espacios prohibidos. Debemos disputarlo en las escuelas, en las iglesias y en los bares. Por todas partes. La disputa está en todos los espacios, no sólo en la política institucional. Y creo, al mismo tiempo, que debemos hablar más con los actores políticos institucionales, que no siempre comprenden bien lo que está ocurriendo. Siguen teniendo una perspectiva sesgada de cómo hemos llegado hasta aquí. Sigo pensando que los actores principales del campo progresista todavía no han comprendido la centralidad que tienen el género y la sexualidad en la pauta de la ultraderecha. La batalla en torno a estos temas les ha dado mucho músculo.
¿Y se ha menospreciado?
“Consideran abominable lo que permite pensar en otra forma de vida; aquellas cosas que permiten inventar otras formas de organizarnos, de modo que exista siempre la posibilidad de ampliar más y más la igualdad y la libertad”
El movimiento feminista, aunque haya logrado posiciones de poder: ministros, aparatos institucionales, legislaciones… no tiene un poder comparable al de estas fuerzas antigénero. Es vital contar con otros actores en la resistencia y respuesta a la ultraderecha. Bolsonaro y Trump han sido derrotados en las elecciones, pero eso no quiere decir que la ultraderecha ha terminado. Estamos ante una ola fuerte, con gran capilaridad, y que ha venido para quedarse. Es inimaginable que las feministas solas y el movimiento LGTBIQ+ solo sean capaces de contenerla. Son fuerzas interseccionales. Y debemos ser interseccionales: hablar con gente con la que de normal no hablamos, acercarnos a los partidos políticos y las estructuras institucionales, hablar con los medios… Si no, no habrá forma de frenar la ola, porque son fuerzas que hemos reconocer que son poderosas.
Fuente → directa.cat
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