Ante la tierra quemada, la República
Ante la tierra quemada, la República
Fernando Fernández Rodríguez 

En los últimos diez años y más allá de la consolidación del movimiento 15M eclosionado políticamente en Podemos y que parecía suponer, según la tradición conservadora, una amenaza al sistema establecido, pocos son los riesgos a los que se ha enfrentado el llamado Régimen del 78, construido sobre una visión edulcorada de la monarquía, como agente democrático que se contraponía a la Dictadura y con una Constitución, la del 78, hoy ya obsoleta y superada por los acontecimientos al sostener una estructura al servicio de intereses ajenos al común de los españoles. Una Constitución difícil de interpretar, adaptable en su desarrollo a los dos grandes partidos del sistema neocanovista actual, pero que a diferencia de aquel, difícilmente aceptan el turnismo, aunque esa es la clave- la monarquía.
 

Y he aquí que los republicanos, los de sentimiento y hechos, hemos visto como en este periodo se iba difundiendo, propagada por partidos muy concretos de la izquierda española, una corriente de pensamiento que o bien sostenía que “no tocaba hablar de República” por no ser un problema real de los españoles y españolas o bien “la República llegaría como fruta madura impulsada por el clamor popular”, momento que estos “auténticos” partidos de la clase obrera cogerían las riendas de la reivindicación política, en un claro ejemplo de lo que para muchos sería oportunismo.

Pero la fruta madura no ha caído. Ni siquiera los escándalos del final de la monarquía de Juan Carlos I y la derrota de una figura que parecía intachable, pero que en la práctica manejaba cuitas económicas, comisiones y dineros en paraísos fiscales, amantes insospechadas y que de forma clara y concisa, consciente de su origen y legitimidad “no consentía que se hablara mal de Franco en su presencia”. La llegada al trono de Felipe VI conllevó también el nombramiento de una monarquía emérita, inmoral en la medida en que buscaba únicamente su refugio de la justicia, acogiéndose a sagrado, al más puro ejemplo de validos corruptos como el Duque de Lerma, propios de otra época.

Fue una oportunidad perdida porque los posibilistas pronto cejarían en sus tímidas demandas. La cuestión fue virando y el problema fue el ascenso de una ultraderecha, que asustó a quienes no conocen la historia de España y no reconocen esa rama ideológica, mezcla de conservadurismo y tradicionalismo, de sacrificio de libertades para primar orden y seguridad ante todo, que está presente en sectores del liberalismo moderado español del siglo XIX y que encuentra una gran relación con las bases que en su día apoyaban a Carlos María Isidro, el pretendiente carlista por excelencia. El miedo a Vox, incitado desde los grandes gurús de la socialdemocracia ha sacrificado la República. Una República que en su programa de derechos y libertades hubiera sido la mejor arma para para lograr un nuevo acuerdo fundacional y constituyente que ratifique que en pleno siglo XXI los grandes valores de los que hablaba Allende tiempo atrás no pueden ser puestos en juego.

No se ha votado por la República. La vía republicana no tiene cabida en la política actual. El PSOE, partido que sostiene sin pudor la monarquía ha encontrado en su socio Sumar la mejor opción para atraer el voto de la izquierda antisistema desde planteamientos sumamente asumibles. Sumar, una versión que en la actualidad se diferencia poco del PSOE, es el vecino de enfrente en la Casa Común de la Rúe del 78, el que te presta la sal , el arroz y el que te apoya en la reunión de la comunidad, aunque no te fíes aún tanto para dejarle la llave de la casa.

Sumar ha desmontado la izquierda alternativa ante un Podemos que carente de liderazgo no le quedó otro remedio que participar del proyecto so pena de valorar que sus opciones individuales, ante los avances cocinados de las encuestas, eran escasos. Y si Podemos se sacrificó, IU, un partido con tradición, un partido que, más allá de contradicciones puntuales merece respeto por su tradición y su historia, directamente se inmoló, no dudando en exhibir la cabellera de Sansón, que rima con Garzón, gracias a Dalila, que si lo encadenamos bien rima con Díaz.

En este panorama la “Leonormanía” irrumpe con fuerza. ¡Ella no es como su abuelo, es joven, guapa y preparada!, ruge la muchedumbre. Recibe, sin que nadie se indigne, medallas por su noble cuna: la del congreso, senado, el Toisón de oro….Estudia fuera porque el Bachillerato que cursan el resto de sus futuros súbditos no les viene bien. Hace la carrera militar porque la monarquía y no nosotros los votantes, tiene la jefatura del ejército y pase lo que pase será la primera de su promoción, lo merezca o no. Leonor, la persona, no tiene culpa. Es el sistema: la monarquía , que no se basa en el principio de igualdad. Eso sí, los discursos monárquicos nos dan ejemplos morales de sufrimiento, de trabajo y de renuncias, no como el resto de familias españolas.

La circunstancia es clara en el panorama actual. Los votantes de Vox, una gran parte de ellos, tienen claro que su opción quizá no es la mejor para el gobierno de la derecha. En un nuevo escenario electoral, más aún ante las maniobras de Sánchez, una mayoría absoluta derechista es más que probable. En el otro lado, Sánchez aspira a mantenerse al coste que sea. Y sus actuaciones no son criticables tanto por su fondo o acuerdos sino porque se hagan a cambio de votos . Si me apuran y nos ponemos sentimentales “no son de corazón”.

Pero a nosotras y nosotros lo que nos interesa es la República y no los pactos que apuntalan el sistema monárquico. Desde el respeto democrático lo debemos decir de manera concluyente: ¡Traidores! Sí, traidores. Todos los que diciendo defender la República la traicionan y no dudan en sellar pactos con los monárquicos, con partidos que en sus hechos demuestran que la opción republicana no es una prioridad.

Han quemado la tierra delante nuestra y hoy, huérfanos de representación política en las instituciones las republicanas y republicanos estamos solos. Sólo cuando comprendamos que dependemos de nuestras propias fuerzas podremos socavar este sistema. Socavarlo sin dudar, hacerlo saltar, porque este sistema es injusto, privilegia el capital frente al ser humano, al grande frente al pequeño, la gran empresa frente al autónomo y el pequeño comercio, la banca frente al consumidor, la desigualdad frente al mérito. Sostiene además el patriarcado tutelar y permite que valores como el respeto a la dignidad humana, la sostenibilidad y tantos otros más sean puestos en duda. Con una constitución que carece de desarrollo y que se niega a blindar el estado de bienestar, que es incapaz de garantizar que la pobreza no se perpetúe con instrumentos sociales que promuevan una realidad de oportunidades y con una justicia alejada de la independencia en que los propios jueces son atribuidos a un espectro ideológico y con unos procesos de selección que aún permiten el mantenimiento de castas judiciales y una gran dificultad para la entrada de los hijos de las clases más humildes.

Los avances que propugnan las nuevas alianzas de la democracia son insuficientes para nosotros, cuando apenas hemos recuperado los metros perdidos en gobiernos anteriores, con leyes mordazas y retrocesos de derechos en favor de los sectores financieros y empresariales.

Nuestra radicalidad es nuestra fuerza y no tememos al espacio yermo frente a nosotros porque iremos hacia el sol de la república. Estamos hartos. Hartos de las innumerables plataformas, de encuentros , de propuestas y tantos ateneos y organizaciones adormecidas, controladas por los partidos posibilistas, aquellos que necesitan pactar para colocar a sus liberados, para financiarse. Esos pactos dan el dinero que sostiene las estructuras y gentes que inmovilizan ideológicamente a los partidos y a sus debates internos. Son los subsidios que las cortes de los líderes distribuyen entre los afines, aquellos que en los congresos levantan sus brazos de madera en aclamación del dirigente de turno ¡ Ese es el dinero con que se traiciona a la República!

En esos pactos, que nos venden como modélicos no existen líneas rojas. No las hay desde el momento en que abandonamos a los saharauis a su suerte, ignorando nuestra obligación internacional o desde el momento en que vasallos de EEUU, secundamos su política belicista en Ucrania y en el envío de armas, sacrificando en el conflicto a miles de jóvenes ucranianos y rusos necesarios para el desarrollo de sus países. Mientras, en Gaza, miles de niños cuentan ya como víctimas por la actuación en claro crimen de guerra de Israel. Parte de esa munición sale de las fábricas españolas de Santa Bárbara. Si los que sellan esos pactos no son capaces de defender la República menos aún la vida humana, promoviendo valores verdaderamente pacifistas que busquen la intermediación y el inmediato alto el fuego en los conflictos alentados y animados por la OTAN, la nueva Santa Alianza y por el hegemón estadounidense.

Sería el momento de actuar contra el sistema pero ellos, los del Congreso, no lo van a hacer. Sánchez vende un gobierno de progreso integrando fuerzas cuyo programa político, como PNV o Junts es claramente conservador, es aquello contra lo que los Republicanos de izquierda nos oponemos. En el otro lado, Esquerra, un partido histórico del republicanismo , se une a la vía posibilista. También lo hace Bildu, un partido cuya estructura, composición y pluralidad es más amplia del sambenito etarra con el que se le intenta estigmatizar. Sin embargo ambos partidos han desoído tradicionalmente todos los intentos de crear un frente común republicano, más allá de acuerdos entre ellos. Y sin embargo este Frente Republicano si respeta de manera clara el derecho de autodeterminación y aboga además por un marco federal como un punto de posible entendimiento, aún sin experimentar. Cataluña, ha decidido “remar sola” como aludía Azaña a aquella posibilidad. Pero no rema hacia un fin republicano, ha elegido estar al otro lado de la tierra quemada, con otros compañeros de viaje. Y el otro puntal sanchista, Junts, basa sus esfuerzos en lograr la amnistía del régimen monárquico para seguir jugando con sus cartas marcadas.

Nosotros, los republicanos y republicanas frente a la tierra quemada, no reconocemos la Monarquía legitimada por Franco. No somos súbditos. Pero que no se engañe nadie, nuestra lucha es política. La fruta no caerá madura, habrá que hacerla caer y esto sólo se logrará desde las instituciones, con la presencia de un Frente que aglutine con un denominador común a los partidos políticos con un objetivo primordial: la III República. Es la hora de la militancia, de la afiliación a los partidos que hoy más que nunca necesitan de músculo humano y de un compromiso hasta las últimas consecuencias. Nadie que se llame republicano o republicana puede permanecer impasible o cobijarse en la apariencia de ateneos, asociaciones o agrupaciones que no promuevan el voto hacia partidos republicanos no pactistas con el R78 y que hoy, griten con claridad, que a este lado de la tierra que han quemado estamos las Republicanas y Republicanos y allá, con sus renuncias, con sus pactos y con sus pleitesías, los traidores.

El Frente Republicano, constituido por partidos dispuestos a confluir electoralmente, ya se ha iniciado y es inminente su constitución formal aspirando a abarcar a todos aquellos que buscan una República cargada de contenidos, y no una monarquía sin corona. No hay excusa para no unirse a la lucha. Los partidos republicanos son variados en sus definiciones y sus programas, y en alguno de ellos el que se sienta llamado a esta causa encontrará acomodo ¡No desfallezcamos! Sabed que más pronto que tarde las fuerzas dinásticas ya no gritarán que viene la ultraderecha , sino que viene la República.

¡ Viva el Frente Republicano! ¡ Viva la República!


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