Violaciones a mujeres y hombres en comisaría, entre los casos reconocidos

 Violaciones a mujeres y hombres en comisaría, entre los casos reconocidos / Ramon Sola

Recreaciones de diferentes modos de torturas, todos recogidos en este informe con casos reales, en una manifestación en Iruñea. (Jagoba Manterola | Foku)
La violencia sexual en grado máximo aplicada en los calabozos en estas últimas décadas impregna el informe elaborado por la Comisión de Valoración. Los testimonios siguientes corresponden a las 49 personas que serán reconocidas como víctimas el martes. 

En la página 15 del informe de este año en que propone reconocer a 66 víctimas de violencia estatal, la Comisión de Valoración introduce esta confesión: «Las personas que formamos parte de la Comisión, aun siendo especialistas en la materia, nos encontramos muchas veces abrumadas por lo doloroso de los casos y aún más por la actualidad del sufrimiento de las víctimas y sus familiares. Esto debería hacernos tomar conciencia de que este no es un asunto del pasado».

Este sufrimiento sostenido en el tiempo se percibe claramente en el apartado relativo a las personas torturadas, 49 en este informe. Los tormentos aplicados se detallan y componen un cuadro estremecedor. Sobresale entre otras cosas la violencia sexual aplicada, llegando en un caso hasta la muerte; entre los 66 casos figura el de María José Bravo, a quien secuestraron, violaron y finalmente mataron en Loiola (Donostia) en 1980, en una acción reivindicada por el Batallón Vasco Español. 

Aparte, en el espacio totalmente opaco de los calabozos se han registrado otras agresiones sexuales tan graves como impunes. Uno de los testimonios acreditados por la comisión es el de una mujer que padeció tocamientos y finalmente una penetración tras ser obligada a permanecer desnuda y en posiciones humillantes.

Un buen número de testimonios refieren similar brutalidad, aunque con detalles diferentes, todos muy sórdidos. «Te amenazaban todo el rato con que te iban a meter de todo, una pistola, una botella manchada con sangre de una persona con el sida...», apunta una de las víctimas reconocidas.

A otra la obligaron a tumbarse desnuda en una mesa y uno de los policías «me agarró por el pezón y me dio un pellizco mientras seguían pegándome en las plantas de los pies».

En uno de los casos, una detenida tenía que mostrar sus pechos a cada agente que entraba en la sala...

La Comisión refiere así el padecimiento de otra mujer incomunicada: «Le dijeron que, gracias a la colaboración con Francia, tenían un método sofisticado para dejarla estéril mediante la aplicación de una luz ultravioleta producida por una lámpara especial que le quemaría los ovarios sin dejar lesiones aparentes. Dado su deseo de ser madre biológica, afirma haberse derrumbado en aquel momento».

Tras las palabras, además, llegaron los hechos: «Comenzaron a pasar por la parte inferior de su vientre una especie de lámpara de la que emanaba un calor muy intenso. Intentó protegerse pero no pudo porque dos policías le sujetaban el cuerpo y los brazos. ‘Mientras, me decían que me iban a pulverizar los ovarios, que me iban a dejar estéril para toda la vida’».

«Ahí reventé»

En cuanto a las torturas sexuales a los hombres, este es un testimonio elocuente recogido por el grupo de expertos: «Vinieron con un palo de escoba. De repente, me bajaron la ropa y ya... [se queda sin palabras y hace un gesto con las manos como de final y confusión] Ahí reventé. Me distancié de mí mismo.... (...) Me introdujeron el palo de escoba por el ano [baja el tono de voz, se expresa con dificultad]. ¡Es tremendo! Ahí me rompieron mentalmente, ahí te sientes una mierda. Ahí, si me llego a morir, pues a gusto (...) Es la primera vez que lo cuento [resopla y baja el tono de voz aún más]. Son cosas que llevas dentro, no lo cuentas, lo revives, luego oyes a otra gente, sobre todo a chicas que les ha ocurrido lo mismo... ¿Puede haber tanto salvaje? A todos los que estuvimos allí nos lo hicieron, pero solo lo ha contado uno (...) Allí nos mataron un poco a todos».

La Comisión de Valoración refiere casos de torturados que han sufrido golpes en los testículos con una regla, con una porra... A otro le enseñaron un hacha y le dijeron: «Te vamos a cortar el pito y se lo daremos de comer a los perros», a lo que siguió un simulacro de ejecución. En ambos sexos todo ello se acompañaba de vejaciones, humillaciones, insultos, amenazas dirigidas a sus parejas o madres.

Modalidades de torturas

La variedad de tormentos quedó recogida oficialmente en genérico en el informe del IVAC que acreditó 4.113 casos ya en 2017. Pero en este informe esas torturas se recogen aplicadas a personas concretas, aunque lógicamente el informe preserve su identidad.

La casuística es variada pero siempre tremebunda: «Con el torso desnudo, los policías que le interrogaban le apagaban cigarrillos en la espalda»; «permanece durante horas colgada por las esposas, sin contacto con el suelo»; «completamente desnudo, fue colgado de una viga por las esposas y le golpeaban el vientre mientras era interrogado»; «permanece alrededor de 36 horas de pie con la nariz tocando la pared, bajo amenaza de golpearle»; «abren la ventana y le colocan en el alféizar de la misma, amenazándole con lanzarle al vacío si no habla»...

Entre los casos reconocidos aparece la aplicación de la «bolsa» («sentí asfixia hasta la agonía»); la «bañera» («le introducen la cabeza en agua sucia, con vómitos, serrín, pelos y orines»); electrodos en diversas partes del cuerpo; o el «quirófano» («con medio cuerpo sobre una mesa, un agente sentado sobre las piernas, la persona presa recibe golpes en la tripa, estómago, diafragma, testículos...»). En esas circunstancias, el deseo de morir fue una constante en estas víctimas, subraya la Comisión de Valoración.

Amenazas e inhibición

Se da la circunstancia de que, como también apuntaba el estudio del IVAC, buena parte de estas personas detenidas quedaron libres sin cargos tras la detención (14 sobre 49). En algunos casos, los que salieron siguieron recibiendo amenazas en sus domicilios y/o acoso policial. Ello hizo que la mayoría no denunciara los tormentos por miedo a represalias.

En los casos que las víctimas sí intentaron contar lo ocurrido, se encontraron con que sus interlocutores «han callado y mirado hacia otro lado teniendo cargos de responsabilidad en la cadena legal, médica y judicial». En un caso, la persona detenida le dijo al juez que «la declaración no era verdad» pero este le respondió: «Eso ya lo has dicho, así que, hala, ¡vete con Dios!». Otro magistrado replicó al arrestado que le ofrecía mostrarle las marcas de la tortura en su cuerpo: «No me interesa en absoluto».

Al observar las heridas de un detenido en la comisaría bilbaina de Indautxu, el forense le preguntó: «¿De dónde se ha caído?». Y a otro que llegó herido a prisión, sin poder caminar apenas, el médico penitenciario le indicó: «Cuelgue sus derechos humanos y sus cojones».

Mención al dolor añadido a las familias de Lasa y Zabala por las cargas de 1995

Dado la especial conmoción social que creó, y más aún ahora que acaban de cumplirse 40 años, la atención mediática en torno a este informe se está centrando en el reconocimiento como víctima de Joxi Zabala. Le seguirá el de Joxean Lasa, que sufrió el mismo hecho criminal pero llegará más tarde por una cuestión de plazos en la presentación de la solicitud. En este caso, la Comisión de Valoración no ha necesitado hacer un análisis exhaustivo, puesto que la sentencia de la Audiencia Nacional es taxativa, contrariamente a otros casos en que ni siquiera se llegó a juicio. Pero sí es novedoso el subrayado de la Comisión sobre el dolor que añadió a las familias la sucesión de cargas policiales cuando recuperaron los restos de los dos jóvenes, tras doce años de desaparición sin pista alguna.

El informe certifica que «los familiares de Joxi Zabala recuerdan con inmenso dolor la fecha del 21 de junio de 1995», en que primero la Guardia Civil y la Policía española «ocuparon el aeropuerto y cargaron violentamente contra las numerosas personas que se habían reunido allí». La madre de Zabala narró que «nos dieron pelotazos y porrazos. Volvimos mareados en el coche».

«Más dolorosa aún fue para la familia –sigue diciendo el dictamen– la actuación de la Ertzaintza en el interior del cementerio de Tolosa. Cuando entró el vehículo con los féretros, la familia, que logró acceder al recinto a duras penas, se encontró rodeada de agentes de la Ertzaintza. Y a pesar de su condición de familiares, fueron ‘apaleados, tirados al suelo, golpeados en la cabeza...’», reproduce a partir de su testimonio.

Los expertos recuerdan que interpusieron una denuncia, pero no prosperó. Por un lado, se dijo públicamente que la carga fue «totalmente proporcional» y por otro recibieron una «carta disculpatoria por mensajero desde el Gobierno vasco».

En la reciente entrevista a NAIZ, el abogado de las familias, Iñigo Iruin, manifestaba su incomprensión total por la actitud de la Ertzaintza aquella tarde: «La orden del juez [Carlos] Bueren era inequívoca y no requería interpretación. Una vez trasladados los restos de Joxi y Josean a Hondarribia, debían hacerse entrega a sus familiares. Literalmente decía, ‘hágase entrega’. Ante la negativa de la Ertzaintza a entregar los féretros en el aeropuerto, exhibí esa resolución judicial al mando de la Ertzaintza. Este efectuó una llamada telefónica al juez Bueren, quien le confirmó su contenido. A pesar de ello, la Ertzaintza desobedeció el mandato judicial».


Fuente → naiz.eus

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