José Sanjurjo Sacanell: líder indiscutible del golpe de 1936
José Sanjurjo Sacanell: líder indiscutible del golpe de 1936
Joseba Asiron

Un militar ansioso de gloria 
 
El general Sanjurjo vino al mundo en una familia de militares carlistas muy comprometidos durante la guerra de 1872-1876. Su padre, Justo Sanjurjo Bonrostro, era un militar gaditano destinado en Pamplona cuando estalló la guerra, mientras que su madre, Carlota, nacida en Angulema (Francia), era hermana del general Joaquín Sacanell Desojo, secretario del pretendiente don Carlos. Su abuelo materno, Joaquín Sacanell Carmona (Barcelona, 1792), había sido también militar, coronel carlista casado con la navarra María Rosario Desojo Pagola. Además del futuro general, el matrimonio formado por Justo Sanjurjo y Carlota Sacanell tuvo 2 hijas más, Rosario y Dolores, pero el destino de la familia quedó rápidamente marcado por la muerte del padre, que servía como coronel de caballería a las órdenes del general Elío, y que cayó en combate en la localidad navarra de Udabe el 26 de junio de 1873, cuando el joven José tenía tan solo un año. 
 

Sanjurjo marchó en 1886 al Colegio de Huérfanos de Guerra de El Escorial, y cuando tiene 18 años ingresa en la Academia General Militar de Zaragoza, donde obtiene el despacho de teniente, con el puesto 105 de un total de 112 alumnos. Deseoso de entrar en acción, se embarca para la guerra de Cuba en 1896, donde resultará gravemente herido y donde se convertirá en un militar experimentado, regresando de la isla con el grado de capitán. Poco después se casa con una prima suya, Esperanza Jiménez Sacanell, con la que tendría 2 hijos, Justo (1901) y José (1905), aunque la mujer falleció en este segundo parto, lo cual dio paso a la fase más aventurera del militar.

Las campañas africanas

Con el aumento del intervencionismo español en Marruecos, Sanjurjo encontrará la oportunidad de ascender rápidamente en el escalafón. Entre 1909 y 1921 participará en un total de seis campañas, en las que se muestra como un soldado valiente y con dotes de mando. En el ataque a Beni-Bu-Ifrur destacará cuando, muerto su general, dirija a sus soldados herido en una pierna y apoyado en su sable a modo de bastón, acción por la que fue ascendido a comandante. Participó en la toma de las alturas de Bucherit y de Monte Arruit, y en la ofensiva contra las kabilas de Beni-Salem destacará de nuevo cuando, tras ser emboscados y a pesar de recibir dos balazos, se negó a ser evacuado hasta salvar a su grupo. Fue entonces ascendido a teniente coronel, recibiendo la condecoración más importante del ejército, la Cruz Laureada de San Fernando (1914), y siendo posteriormente ascendido a coronel (1916) y a general de brigada (1920). Su gran momento ocurriría tras la derrota española de Annual (julio de 1921), donde murió el general Fernández Silvestre y donde las tropas españolas fueron aniquiladas. Sanjurjo participó en el rescate de los supervivientes y en la reconquista del territorio, y dirigirá el desembarco triunfal en la bahía de Alhucemas, que conduciría a la victoria española y al final de la guerra en 1927. Sanjurjo, convertido ya en un mito, es ascendido a teniente general, el rey le nombra marqués del Rif, y poco después las autoridades le erigen un monumento en su ciudad, Pamplona, homenaje insólito tratándose de una persona aún viva. Por cierto que en 1931 y con el advenimiento de la República el busto fue atacado y arrastrado por las calles. Repuesto en 1936 y volado con explosivos en 1972, el retrato de Sanjurjo sería definitivamente retirado en 1988.

Conspirando contra la democracia

Regresando al año 1931, nos encontramos con que la dictadura encabezada por Primo de Rivera, compañero de armas de Sanjurjo, pasaba por sus peores momentos, y falto de apoyos tuvo que dejar el poder, dando paso a la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931. Parece ser que la caída de la monarquía no supuso un problema inasumible para el militar, a pesar de su ideología tradicionalista y de su amistad con Primo de Rivera, pero las medidas laicistas y las campañas que presentaban a la República como un régimen anticatólico fueron radicalizando su postura. Especialmente acentuada fue su enemistad con Manuel Azaña, tanto en el periodo en que fue ministro de Guerra como a partir de 1936, como presidente de la República. Durante todos estos años, Sanjurjo se convierte en un referente para cualquiera que conspire contra el régimen republicano, y con la intención de instaurar una nueva monarquía, de corte ultracatólico y autoritario, protagoniza un alzamiento militar en agosto de 1932, la conocida como “Sanjurjada”, que fracasó estrepitosamente. Detenido y condenado a muerte, pasó su última noche jugando tranquilamente al mus con su hijo Justo y otros militares, aunque su pena fue suspendida en el último momento. La llegada al gobierno de la derecha en 1934 supuso su amnistía y la salida de la cárcel, momento en el que se fue a vivir a Estoril (Portugal).

Una muerte inesperada

La marcha de Sanjurjo a Estoril le situó un tanto al margen de las conspiraciones, que pasaron a ser dirigidas por Emilio Mola y otros militares, pero no por ello dejó de ser un referente para los golpistas. Buena muestra de este liderazgo es el hecho de que, ante las resistencias iniciales de Franco, Sanjurjo llegara a afirmar, con desprecio indisimulado, que el golpe seguiría adelante “con o sin Franquito”. Ya en mayo de 1936 Mola enviaba desde Pamplona a otro conspirador, Raimundo García “Garcilaso”, director de Diario de Navarra, para informarle de los planes que lo situaban como máximo dirigente del golpe. Aceptada tal responsabilidad, Sanjurjo se dispuso a regresar a España el 20 de julio. Para ello, y en un viaje no exento de controversias, montó en una frágil avioneta pilotada por Juan Antonio Ansaldo, un aviador experimentado pero con fama de aventurero. Testimonios posteriores explicarían que la pequeña avioneta no era el medio más apropiado para trasladar al voluminoso Sanjurjo, que además acudió con una misteriosa y no menos pesada maleta. La cuestión es que la avioneta no pudo coger altura, chocó contra unos árboles y cayó al suelo. Ansaldo sobreviviría al impacto, pero Sanjurjo no pudo liberarse a tiempo y murió carbonizado.

La muerte de la persona destinada a dirigir el golpe de estado causó un impacto enorme en los sublevados y, todavía al día siguiente del accidente, Diario de Navarra calificaba la noticia de “falsa”, y la atribuía a los manejos de “los enemigos de España”. No será hasta el 7 de agosto, 18 días después del accidente, cuando este diario afecto al golpe acepte oficialmente su muerte. En otro orden de cosas, diremos que la muerte de José Sanjurjo en accidente de aviación prefiguraba la que al año siguiente sufriría el otro gran general golpista, Emilio Mola Vidal. Ello allanaba la llegada al poder de Francisco Franco, lo cual disparó las teorías que implicaban de alguna manera al pequeño general gallego en los accidentes. Pero esto, lógicamente, nunca pudo ser probado.

Exhumación y traslado

Tras diversos avatares, el general Sanjurjo terminó siendo inhumado con honores en el denominado “Monumento de Navarra a los muertos en la Cruzada” de Pamplona, junto con Emilio Mola y otros militares franquistas. Allí permaneció, inexplicablemente, durante cuatro décadas de democracia, hasta noviembre de 2016, cuando el ayuntamiento de izquierdas procedió a la exhumación de los cadáveres y a la entrega de los restos a sus familiares. El proceso se llevó a cabo de manera discreta y ordenada, y aunque fueron precisamente los herederos de Sanjurjo quienes más resistencia ofrecieron, fue finalmente exhumado. Eso sí, según cuentan las crónicas, los restos de los demás militares enterrados en Los Caídos ocupaban cajas pequeñas y livianas, mientras que los huesos calcinados de Sanjurjo se encontraban en un baúl grande y pesado, como si lo hubiesen rellenado con piedras. Desconocemos la razón de esta diferencia, pero la verdad es que, al oírlo, uno no pudo evitar acordarse de aquella maleta “pesada y voluminosa” con la que, según el piloto Ansaldo, José Sanjurjo quiso volar el día de su muerte. Sea como fuere, el secreto de la maleta y el del ataúd yacen hoy en día en un cementerio militar de Melilla.


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