Necesitamos una política de la memoria que enlace con la tradición democrática republicana y nos ayude a enfrentar el neofascismo que está llegando
María Jesús Izquierdo: “Necesitamos una política de la memoria que enlace con la tradición democrática republicana y nos ayude a enfrentar el neofascismo que está llegando” / Sol Gómez Arteaga

La II República no fue perfecta y fue un proyecto inacabado, pero los avances en los derechos de las mujeres, en la educación, en la ciencia, en la cultura y en la modernización del país son hechos irrefutables.

 

María Jesús Izquierdo García, licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y especialista universitaria en Estudios sobre la Tradición. Docente de historia y correctora de textos para distintas editoriales y la Unidad de Corrección de Estilo de la Universidad Isabel I de Burgos.

Entre 1988 y 1995 realizó labores de docencia e investigación en el Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Valladolid, que se reflejaron en variadas publicaciones sobre dicha especialidad.

Desde 1996 y hasta 2007 fue responsable de las labores de edición de la editorial Ámbito, donde participa como responsable de edición en la elaboración de su extenso y prestigioso fondo editorial.

A partir de 2002 centra sus trabajos en el estudio de la Guerra Civil y la represión franquista en Valladolid, tras participar en tres proyectos de investigación para el Ministerio de la Presidencia (2008-2011). Entre sus tareas relacionadas con esta temática, destaca la coordinación del libro, publicado recientemente por la editorial Comares, Cuando luchar es sobrevivir. Resistencia(s) de las mujeres frente a los totalitarismos (2022) y de la obra La revolución educativa en la segunda república y la represión franquista, publicada por la UVA en 2014. Su trabajo Pizarras vacías, premiado por la Diputación de Valladolid y publicado por la UVA en 2015, puso nombre y apellidos a los centenares de docentes represaliados en la ciudad y provincia. Los últimos textos en los que figura su firma, y que están relacionados con esta materia, son: «Y nosotros, ni un arma, ni un cuchillo». La resistencia de las mujeres en Valladolid frente a la sublevación franquista (1936-1939), presentado en el XI Encuentro Internacional de Investigaciones sobre el Franquismo (León, 2022) y “La memoria silenciada de Fuentes de Ropel (Zamora)”, Brigecio, 32 (2023).

En la actualidad, como investigadora de la Fundación Jesús Pereda de Castilla y León, organiza talleres de memoria democrática, que se imparten en el ámbito universitario, en Educación Secundaria y en diversos espacios cívicos, y centra sus investigaciones en las resistencias que organizaron las vallisoletanas y los vallisoletanos frente a la sublevación franquista.

¿Qué te impulsó a vincularte con la Memoria Democrática?

Estudié en una Facultad de Filosofía y Letras ya en democracia y, aun cursando asignaturas de Historia Contemporánea, salí de la universidad sin conocer la verdad de nuestra historia reciente. El golpe de Estado, la Guerra Civil y la dictadura no eran contenidos esenciales ni se abordaban con sentido crítico, pertenecían a un pasado que parecía no afectarnos, y el memoricidio sobre la represión franquista y la lucha antifranquista estaba implantado sin ningún reparo. Todo eran expresiones genéricas, visiones neutrales y “asépticas”, ocultando así lo que nunca se ha querido abordar de forma decidida. La amnesia que existía en la sociedad también había triunfado en las aulas. Solo la “sacrosanta” Transición merecía una atención especial, pero, eso sí, para apuntalar el olvido de las víctimas.

Mi abuelo fue juzgado y condenado a pena de prisión por defender la II República. Toda nuestra vida se vio condicionada por ese hecho, pero nadie hablaba de ello, parecíamos asumir que su castigo era algo normal por haber estado en un “bando” durante la Guerra Civil. El franquismo sociológico había permeado también mi propia familia.

Cuando en el año 2000 vi las imágenes sobre la primera exhumación de Priaranza del Bierzo, el puzle que tenía en mi cabeza se rompió aún en más piezas, pero también comenzó el proceso de recomponerlo. Ya no podía mantenerme ajena a lo que consideraba mi derecho a saber la verdad y tampoco a mi compromiso, tanto por mi formación como por mi profesión, a defenderla. Por eso decidí formar parte de la ARMH de Valladolid desde su nacimiento, en el año 2002, y desde entonces, tanto dentro de asociaciones memorialistas como en trabajos de investigación y divulgación, una parte muy importante de mi tiempo lo dedico a la recuperación de la memoria democrática de nuestro país.

Tenemos que defender el deber de memoria, recogido tanto en el derecho internacional como en los derechos humanos. Falta formación sólida sobre nuestra historia reciente y, por ello, necesitamos una política de la memoria que enlace con la tradición democrática republicana y nos ayude a enfrentar el neofascismo que está llegando.

En “Pizarras vacías”, la Represión de los Docentes en Valladolid durante la Guerra Civil en Valladolid, publicación de 436 folios que edita la Universidad de Valladolid en el año 2015, hablas de la represión sufrida por los docentes en dicha provincia durante la Guerra Civil y el primer franquismo, sacando a la luz pueblo por pueblo, colegio por colegio, facultad por facultad, todos los nombres de docentes represaliados. ¿Qué destacarías en el desarrollo de un trabajo tan minucioso y que significó para ti?

La editorial Ámbito, en la que yo trabajaba, publicó en 1997 La depuración del magisterio nacional de Francisco Morente Valero, una obra fundamental en este campo de investigación. Ese fue mi primer contacto con el tema.

Años más tarde, desde 2008, como investigadora para tres proyectos del Ministerio de Presidencia encargados a la ARMH de Valladolid, realicé trabajo de campo por toda la provincia recopilando datos sobre la represión franquista. Es en ese momento cuando empiezo a tomar datos específicos sobre la depuración de los docentes, que tiene unas características y connotaciones propias que la diferencian del resto de los procesos represivos. Su carácter aniquilador demuestra la importancia que la II República daba a la educación para la consecución de sus objetivos. La mayoría de maestras y maestros no figuraban en los primeros listados que elaboraba tras las entrevistas, porque los informantes se centraban en los vecinos nacidos en la localidad. Sin embargo, si preguntaba directamente por las docentes y los docentes de la República, los recuerdos eran muchos y colectivos, y mostraban toda una generación de hombres y mujeres comprometidos política y socialmente en sus localidades que querían mejorar el mundo educando. Acumulé toda esa información sin darle mucha forma, y será a raíz de las Jornadas que se organizan en la Universidad en marzo del 2012 sobre “Educación republicana y represión franquista” cuando me planteo que todo lo que tengo debe procesarse y ver la luz.

El objetivo era que su labor no quedase en el olvido. Quería que todos sus nombres figurasen en un libro, que se supiera lo que habían pretendido, que se conociera su valentía apostando por la educación para mejorar el mundo, me parecía que era una forma de devolverles un poquito de todo lo que les debemos. Mi intención era reunir todos los niveles educativos y atender tanto a la ciudad como a la provincia y, además, me interesaba especialmente sacar a la luz la represión física (encarcelamientos, asesinatos extrajudiciales y judiciales), la represión económica, y no centrarme solo en la depuración administrativa. Por eso, tras una primera parte donde se presenta la imponente “arquitectura represora” que se construyó en Valladolid para perseguir a los docentes, figura la confección de una lista con los y las docentes de todos los niveles educativos, así como la información recopilada sobre cada maestro y maestra: filiación, afiliación política, circunstancias personales y profesionales, etc. Colegio por colegio, facultad por facultad y pueblo por pueblo, las docentes y los docentes regresan a sus aulas, aquellas a las que no pudieron volver porque una represión terrible se lo impidió. Este trabajo supuso para mí una concienciación aún mayor de la importancia que tiene la educación en la construcción de sociedades más justas, más libres y más iguales. Recordar y denunciar su represión era una manera de fomentar la democracia y, también, de dignificar la docencia.

Estudias también el papel de la educación en la Segunda República y cómo fue truncada ¿De qué manera crees que este retroceso fue determinante en el acontecer socio-cultural posterior de nuestro país?

Todo lo que puso en marcha la reforma educativa puede resumirse en un intento por conseguir un mundo mejor a partir de ciudadanos libres y, sobre todo, la transformación de la sociedad teniendo como base la educación. La II República no fue perfecta y fue un proyecto inacabado, pero los avances en los derechos de las mujeres, en la educación, en la ciencia, en la cultura y en la modernización del país son hechos irrefutables.

Una población joven y activa, que incluía a gran parte de los sectores más preparados del país tuvo que exilarse, intelectuales, escritores y artistas fueron asesinados u obligados a vivir en un exilio interior, terminando así con la excepcionalidad cultural de nuestro país.

Durante la dictadura, el acontecer sociocultural de nuestro país estaba presidido por la obediencia a los principios de la Iglesia católica, el aislamiento frente a la cultura que se desarrollaba en Occidente, la persecución lingüística, etc. En las aulas se impuso la uniformidad y se terminó con el libre pensamiento y el espíritu crítico. La religión, la moral cristiana y el patriotismo se convierten en los pilares del nuevo modelo educativo y los centros escolares son en el escenario de la “Reconquista” de España. Y esa reconquista triunfó, ¡vaya si triunfó! En la educación solo eran importantes las ideas que sustentaban el régimen y el adoctrinamiento de la ciudadanía. La transmisión de valores patrióticos y religiosos se cimentaban en la Educación Física, en la Formación del Espíritu Nacional y en la Iniciación para el hogar, devolviendo a la mujer al hogar con el único papel de esposa y madre.

En definitiva, el golpe de Estado, la guerra civil y la dictadura nos legaron muerte, miseria, pena, depuración, discriminación y un mundo cultural e intelectual marcado por la censura y por las enormes dificultades que vivió la cultura antifranquista, que se vio obligada a moverse en terrenos alegóricos y simbólicos para desarrollar su labor. Además, la educación y la cultura política y social que recibieron los españoles durante la dictadura permitieron la consolidación del llamado franquismo sociológico, que se ha traducido en una falta de cultura democrática que seguimos padeciendo en la actualidad.

En tus trabajos está siempre muy presente el tema de la mujer -cito por poner un ejemplo el estudio que recientemente realizas acerca de “La cárcel de mujeres en Valladolid, resistencia y represión de género en la ciudad del Pisuerga”-. ¿Qué papel crees que desempeñó la mujer durante la etapa más silenciada de nuestra historia reciente?

Antes de imponerse el hogar como el único cometido de la mujer en el nuevo Estado y de sufrir una represión de género durante la guerra civil y la dictadura, las ciudadanas de las primeras décadas del siglo XX participaron activamente en la construcción del régimen republicano y de un nuevo modelo de mujer que subvertía el régimen tradicional patriarcal. Tuvieron un papel activo en la lucha social, en la enseñanza, en la sanidad, o en tareas de solidaridad, desde donde defendieron la igualdad de género, la educación sexual o la ayuda a los más desfavorecidos. Por ello, es esencial considerar sus acciones frente al franquismo como unas prácticas de ciudadanía que ponen sobre la mesa el significado de la defensa de su identidad republicana y protofeminista, así como visibilizarlas como mujeres de resistencia antifranquista, para así frenar el olvido endémico de la vencidas, condenadas y represaliadas. Las mujeres participaron en la resistencia activa de muchas maneras: en el propio frente de batalla, en las guerrillas, en el activismo político, en la ayuda a los presos políticos y en otras acciones directas, sobre todo según avance la dictadura. Muchas veces sus tareas fueron calificadas de auxiliares o complementarias, incluso por sus propios compañeros, cuando en realidad eran igual de arriesgadas y, sobre todo, eran actuaciones sin las que ninguna resistencia hubiera podido sobrevivir.

Pero, además, los historiadores y, sobre todo, las historiadoras tenemos la obligación de interrogar de forma diferente a las fuentes y debemos resignificar el concepto de resistencia. Si lo entendemos solo como lucha o enfrentamiento armado, olvidaremos el papel fundamental que protagonizaron las mujeres para debilitar el franquismo y prestaremos poca atención a su capacidad individual y colectiva para resistir. Las mujeres fueron las protagonistas de pequeñas o grandes rebeldías que fueron fundamentales para debilitar el poder y deslegitimar a la dictadura: mostrarse serenas ante los interrogatorios, alardear de las convicciones políticas perseguidas, defender la memoria republicana, negarse a asistir a los comedores sociales, a pagar los impuestos fascistas, a asistir a las manifestaciones religiosas o patrióticas, etc. Todas estas rebeldías personales cotidianas constituyeron un auténtico desafío al poder establecido y demuestran que no se resignaron al papel que el régimen les quería imponer.

A pesar de los riesgos y la represión, muchas mujeres siguieron luchando por la libertad en España, sus resistencias fueron una aportación fundamental para establecer las bases de una sociedad democrática e igualitaria, y su valentía y determinación deben seguir inspirándonos a nosotras. Por todo ello, hay que reformular el camino hacia la reparación y la memoria que les pertenece.

Las olvidadas”, que el domingo 30 de julio se representó en la localidad de Fuentes de Ropel (Zamora), pero también se ha representado en otros escenarios, es un trabajo que realizas con la coreógrafa y bailarina Lola Eiffel donde se conjuga historia y arte. Explícanos en qué consiste y qué objetivos perseguís.

El proyecto de Las olvidadas se centra en el papel de las mujeres durante la guerra civil y la primera posguerra. Recuperamos en este trabajo el camino que habían iniciado las mujeres republicanas hacia su liberación, que fue abruptamente aniquilado por el golpe de Estado y el franquismo. Texto, imágenes y tres piezas de danza muestran el papel activo de las mujeres en la guerra, tanto en los frentes de batalla como en los lugares de retaguardia, hablamos de las exiliadas, de las resistencias protagonizadas por las que se quedaron, de la represión de género, de los castigos sobre el cuerpo y de la infinita deuda que tenemos con todas ellas.

Es una lucha contra el olvido impuesto sobre estas mujeres, un olvido que se debe a su doble condición de víctimas: por «rojas» y por «mujeres». Queremos transmitir que son ellas quienes nos dejaron un legado de coraje y determinación que debe inspirar nuestros propios esfuerzos por construir un mundo más justo y equitativo. Queremos mostrar la obligación de seguir defendiendo los valores de libertad, justicia e igualdad que ellas defendieron en su momento. Cada vez que las recordamos, recuperamos también los valores por los que lucharon y por los que todas y todos tenemos que seguir haciéndolo.

Fuentes de Ropel es el pueblo de Lola Eiffel, el pueblo de su bisabuelo asesinado, y ella colabora todos los años en la localidad con su participación en diferentes actividades. Este año ha sido este el espectáculo elegido.

En algún momento verbalizaste que asistir a una exhumación de una fosa común supone un antes y un después, ¿Qué sentimientos te ha producido este hecho?

Efectivamente, así es. Asistir a una exhumación es una experiencia muy compleja y altamente perturbadora en términos sociológicos y psicológicos, sobre todo en los primeros años del 2000, cuando nadie estaba preparado para las emociones que se desatan en estas intervenciones. La violencia exhumada va a acompañada de procesos de escucha y de duelo de los familiares, de rituales usurpados y necesarios, pero también de una escucha individual de todo aquel que participa en el proceso.

La primera vez que vi emerger los huesos de la tierra no eran solo huesos, era la historia silenciada y humillada de mi país, de mi tierra, era la historia de la represión de la primera democracia que nos ha sido robada. El impacto y el debate que aún suscitan demuestran que todavía falta mucho trabajo por hacer. El verdadero triunfo de los vencedores se sigue manifestando en cada fosa que no se abre, en cada símbolo franquista que no se quita, en cada víctima que no se siente amparada por el Estado, en cada lugar que no se resignifica democráticamente con orgullo. Las exhumaciones son una forma de proyectar luz sobre nuestro pasado y nuestro presente, pero sobre todo también sobre nuestro futuro. La memoria de la tierra es esencial para poder construir una democracia sólida que no niegue los crímenes de un golpe de Estado, que conozca de verdad lo que significa el fascismo para poder encarar la construcción de un futuro democrático sólido.

Por todo ello, desde que participé en mi primera exhumación no he podido mirar para otro lado, ni quiero, lo que quiero es no tener que avergonzarme de mi tierra, quiero sentirme orgullosa de mi patria, porque la patria debe ser memoria, debe ser el hogar donde se construya la libertad, la justicia y la igualdad, sin olvidar y humillar a los que fueron represaliados por hacerlo, debe ser el hogar donde se defienden los derechos humanos, debe ser cualquier lugar que se ame porque merece ser amado.

Con el ascenso al gobierno PP-Vox en coalición en Castilla y León el futuro de la Memoria Democrática de nuestra comunidad parece bastante incierto, ¿Qué peligros crees que entraña para la Memoria Democrática esta coalición? ¿Has notado en tu entorno un retroceso en los avances conseguidos hasta el momento?

En Castilla y León tenemos el decreto 9/2018, de 12 de abril, de la Memoria Histórica y Democrática, pero conocemos perfectamente la hoja de ruta marcada por la extrema derecha en este país. Su incorporación a las instituciones sigue una estrategia clara centrada en tres pilares: censura educativa y cultural, negación de la violencia de género y derogación de todo lo que tenga que ver con la memoria democrática. Aún no sabemos si habrá una derogación explícita del decreto, pero es que hay otras formas de no cumplir con el deber de memoria, solo hace falta vaciar de contenido las leyes y, por supuesto, no destinar financiación para estas tareas.

En nuestra Comunidad ya hemos empezado a ver claras muestras de sus intenciones. Vox ha elaborado un listado de vestigios que consideran que deben ser parte del catálogo de bienes culturales de la Junta de Castilla y León (más de 180), con el único objetivo de humillar de nuevo a las víctimas y de no cumplir con la ley.

Por su parte, la alcaldesa de Burgos, del PP, ha confirmado que no renovará el convenio con la Coordinadora de Memoria Histórica ni ratificará el de la Cátedra sobre represión franquista. En Briviesca, se ha censurado la representación teatral sobre Antoni Benaiges, el maestro de Bañuelos de Bureba asesinado en julio de 1936. En Valladolid sabemos que será imposible seguir avanzando en el camino de la consolidación de la memoria democrática, que había logrado importantes progresos con el anterior ayuntamiento gobernado por el PSOE y Valladolid Toma la Palabra.

Lo que está claro es que cualquier actuación en este sentido estará presidida por lo que denominan el Decreto de Concordia, volviendo a defender una forma de falsear la historia, que se acoge a la perversa equidistancia entre vencedores y vencidos, que niega que aún existen víctimas de la represión sin reparar y la vulneración de los derechos humanos y los crímenes franquistas. En definitiva, se trata de volver al relato convencional de una guerra fratricida que excluye el golpe de Estado, la represión, la cárcel, los campos de concentración… y, por supuesto, que no habla de los verdaderos culpables, aquellos que querían destruir la democracia. Comentarios como memoria histérica, pelea de nuestros abuelos, ganar en los libros la guerra que perdieron en el campo de batalla o subcampeones de 1939 son fruto de una ignominia que demuestra que no solo necesitamos leyes, sino también un auténtico proceso pedagógico para mejorar la calidad democrática de nuestro país. Tanto una cosa como la otra están en verdadero peligro de desaparecer.

Sin futuro no hay memoria y, en este sentido, junto con Lola Eiffel, el presente año habéis desarrollado en el Espacio Joven de Valladolid unos innovadores talleres de Memoria destinados a la población joven en los que está presente la investigación teórica y la danza-teatro. ¿Cómo están resultando estos talleres? ¿Qué destacarías de los mismos?

Conocí a Lola Eiffel (Mar Espinilla) en el II Congreso Internacional Territorios de la Memoria celebrado en abril de 2021 en Valladolid, en el que participó durante su clausura con un espectáculo de fusión artística de danza e imagen. La pieza elegida fue Bernarda, un homenaje a la memoria de las mujeres de la dictadura encarnado en su bisabuela, esposa de Froilán Vecino, víctima de la represión franquista. A partir de ahí iniciamos no solo una relación de amistad, sino también profesional, que nos ha llevado a poner en práctica diversos proyectos relacionados con la memoria democrática, la invisibilización de las mujeres a lo largo de la historia y el feminismo. Cuando empezamos, no sabíamos si la unión de las dos disciplinas iba a funcionar, pero estamos muy contentas con los objetivos conseguidos y la respuesta recibida. Esta unión está siendo especialmente satisfactoria en los talleres dirigidos a un público joven, que aprende los valores fundamentales sobre los que se asientan los derechos humanos y pueden expresarlo a través de la danza. Consiguen informarse, formarse y exponer con coreografías todo lo aprendido. Está siendo una experiencia pedagógica especialmente gratificante, porque creemos que es una forma diferente y amena de adquirir conocimientos y de asumir responsabilidades en la construcción del futuro que quieren.

Por último, una pregunta que hago siempre en este ramillete de entrevistas a mujeres vinculadas con la Memoria Democrática, ¿Qué mensaje les darías a las generaciones jóvenes en materia de Memoria?

Que tienen que formarse e informarse en esta materia. Que tienen que conocer los peligros de los totalitarismos, que la democracia y los derechos sociales de los que disfrutan no han nacido por generación espontánea, que son fruto de un proceso continuo en el que resulta básico seguir defendiendo lo logrado y que nunca se pueden dar por consolidados.

Creo que todo lo conseguido hasta ahora, que está en claro peligro de retroceso, no puede sobrevivir sin la complicidad de las nuevas generaciones. Su educación e implicación en esta materia es fundamental, porque son ellos los que tienen que defender con convencimiento y orgullo que su país no necesita más silencio, ni más miedo ni más olvido. Este país necesita su compromiso para lograr, por fin, verdad, justicia y reparación para las víctimas de un pasado que les ha sido negado y a las que deben mucho.



Fuente → nuevarevolucion.es

banner distribuidora