La familia Azaña atesora los recuerdos del presidente de la República en Alcalá de Henares
La familia Azaña atesora los recuerdos del presidente de la República en Alcalá de Henares / Guillermo Martínez

 

Alcalá de Henares (Madrid), 6 ago (EFE).- María José Navarro Azaña es una de las pocas familiares directas de Manuel Azaña que sigue con vida, pero no es eso lo único que le une al último presidente de la Segunda República: ella vive en la misma casa que vio nacer al político y estadista, ubicada en el número 5 de la céntrica calle de la Imagen, en Alcalá de Henares.

A sus 79 años, María José abre las puertas de su vivienda a EFE. Recorremos los pasillos que ocupó la ilustre familia Azaña en la ciudad complutense, en la que tiempos ha hubo una gran biblioteca con libros prohibidos para las más jóvenes y un constante entrar y salir de intelectuales. El futuro del inmueble apunta a un posible museo, aunque nunca se haya llegado a materializar la idea.

María José es hija de José Navarro y Pepita Azaña, esta última, a su vez, hija de Gregorio Azaña, hermano de Manuel. Es decir, la sobrina nieta del republicano. Nació en Madrid en 1944 y uno de sus primeros recuerdos es ver la vivienda incautada por el régimen franquista, así que en las mismas habitaciones por las que merodeaba un Manuel Azaña infante décadas después se paseaban falangistas.

Ella empezó a vivir en Alcalá a partir de 1963, una vez que su tía Pepita Azaña había fallecido, casi cuatro siglos después de que el primer Azaña se estableciera en Alcalá. “Era un tal Agustín Azaña y es el primero de la familia que he encontrado durante mis investigaciones, y llegó en 1693”, dice al respecto María José.

Otro de los nexos de unión que mantiene María José con el último presidente de la Segunda República es que su madre murió atropellada por un coche en 1985, justo el día del cumpleaños de la hija, tragedia que ya vivió Manuel Azaña cuando, en su décimo cumpleaños, perdió a su padre, en 1890.

Aquello marcó profundamente al joven Manuel, quien también vio fallecer a su madre en unos meses. Por eso, para él esta casa siempre fue la casa triste, según explica su sobrina nieta.

Esta noble vivienda, con patio de columnas y empedrado, mantiene todavía la pequeña capilla que la familia Azaña reservaba en privado cercana al porche de entrada. Un pozo, diversas plantas a modo de decoración y unos balcones que circundan el cuadrado del patio en la planta superior componen la primera estampa que cualquier persona se encuentra nada más introducir su mirada en el domicilio.

LA CRUZ DE CARLOS III, OTORGADA POR LA REINA MARÍA CRISTINA

Tras subir una reluciente y azulejada escalera y llegar a la segunda planta, la mayoría de estas estancias que todavía guardan un aroma señorial parecen un museo personal. Entre las decenas de libros, carteles, fotografías, postales, documentos y diversos objetos que María José atesora con sumo cariño, hay una cruz que sobresale por encima de las demás.

Se trata de la Cruz de Carlos III, otorgada por la reina María Cristina, viuda de Alfonso XII, poco tiempo después de la sublevación de Villacampa, en 1866. Se la dieron a Esteban Azaña, quien llegaría a ser alcalde de Alcalá y a escribir uno de los libros que mejor relatan la historia de la ciudad complutense.

“Cuando se produjo la sublevación, mi bisabuelo (Esteban Azaña) levantó las vías del tren que pasaban por Alcalá, evitando que los rebeldes pudieran llegar a Madrid, por eso la reina María Cristina le dijo que le concedería el título de conde de Zulema”, relata.

Pero la historia se truncó cuando el padre de Esteban, Gregorio Azaña, se enteró de lo acontecido: “Él era un republicano de los pies a la cabeza, así que le dijo a su hijo que si aceptaba el título le desheredaría. Conde era mucho, pero la Cruz de Carlos III sí que la acepta, y aquí la tengo”, dice María José mientras señala el emblema guardado en una vitrina de cristal.

En el mismo lugar en el que nació Manuel Azaña, María José rememora la “increíble biblioteca” que guardaba la familia en esta casa. “Mi tía me contaba que había libros que tenían prohibido leer de pequeñas. Nada del otro mundo. Pero Benito Pérez Galdós, por ejemplo, estaba vetado porque aparecían algunos pasajes de relaciones sexuales e imágenes similares. Claro, las chicas jóvenes no podían leer eso, pero Pepita se bajaba por la noche y cogía los libros que quería”, recuerda María José.

Durante el largo y oscuro franquismo, esta casa siempre estuvo señalada. Ocupada a lo largo de décadas por Pepita Azaña, hermana de Manuel, los domingos sí que se solían realizar algunas tertulias. “Pero no era lo de antes, ni mucho menos. Aquí no viene nadie conocido ni en política ni nada, porque la gente tenía mucho miedo”, afirma la misma María José.

DE MOMENTO, NI MUSEO NI FUNDACIÓN

En estos momentos el inmueble se encuentra protegido, aunque en el grado mínimo. “Es decir, que no puedo tocar nada ni tampoco recibo ninguna ayuda”, ilustra la actual inquilina. No son pocos los comentarios que le han llegado a María José sobre la posibilidad de convertirlo en un museo.

Según comenta, es algo que le dejaban caer desde el Ayuntamiento de la ciudad y algunos periodistas, aunque nunca se materializó en algo oficial. “Lo que ocurría es que me decían eso, sí, pero nadie me decía dónde podía irme a vivir yo. Ahora sé que no me iré de aquí hasta que me muera”, declara la protagonista de la historia.

En realidad, la venta del inmueble no está permitida, así que o lo heredan los descendientes de María José o encuentran la manera de que acabe convertido en museo.

“Y eso quizá se podría hacer a través de una fundación, que tampoco existe. Yo estoy a favor de ello, pero entre unas cosas y otras nunca ha salido adelante la idea”, concluye María José desde el portón de su preciada e histórica casa de Alcalá de Henares. EFE


Fuente → infobae.com

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