Un breve pensamiento sobre la represión a los maestros tras el golpe de Estado de 1936
Un breve pensamiento sobre la represión a los maestros tras el golpe de Estado de 1936 / Julián Casanova

Habían fusilado a maestros, destruido bibliotecas, todas las obras «de matiz socialista o comunista» que se hallaran en las escuelas.

El teniente coronel de la Guarda Civil Bruno Ibáñez declaró públicamente a finales de noviembre de 1936 que iba a librar a Córdoba de «todo libro pernicioso para una sociedad sana». Los ciudadanos debían entregar las obras «pornográficas, revolucionarias o antipatrióticas». Dos semanas después se jactaba de haber destruido 5.450 libros.

La fobia de «Don Bruno» con los libros puede comprenderse. La de don Gonzalo Calamita, rector de la Universidad de Zaragoza, era sublime.

Alentó y respaldó la incautación y destrucción de esas obras de matiz «socialista y comunista» y llegó a escribir, en un artículo publicado a finales de 1936 en el «Boletín de Educación de Zaragoza, «que el fuego purificador es la medida radical contra la materialidad del libro». El título del artículo era también significativo: «¡El peor estupefaciente»!

A José Ignacio Mantecón, Gobernador General de Aragón desde agosto de 1937 a marzo de 1938, le incautaron de su casa en la calle Sagasta de Zaragoza 1900 libros considerados subversivos. La biblioteca fue arrojada desde las ventanas de su casa a un camión en la calle.


Fuente: Casanovahistory (La cuenta de Twitter del autor)

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