Madrid, ciudad sitiada
Madrid, ciudad sitiada
María Torres

En los primeros meses de la guerra el trágico balance de la aviación fascista, italiana y alemana, al servicio del ejército sublevado franquista, produjo un total de 768 muertos y 3567 heridos.

La Guerra Española fue el primer acontecimiento del Siglo XX seguido día a día, por corresponsales llegados de todo el mundo. Entre ellos, numerosos fotógrafos que se encargaron de mantener a través del clic de sus cámaras fotográficas, fragmentos de historia que, gracias al soporte visual, se han conservado hasta nuestros días. Los inolvidables Robert Capa y su compañera Gerda Taro (fallecida en la batalla de Brunete) cubrieron la mayor parte del conflicto.

Madrid fue una ciudad sitiada. La aviación fascista no paró en incursiones por los barrios de Madrid, causando víctimas inocentes y destruyendo hogares humildes. Las imágenes que se conservan muestran cuerpos destrozados por las bombas y la metralla. El pueblo de Madrid sufrió por creer en el nacimiento de una nueva sociedad más justa, un estado igualitario que buscaba ponerse al servicio de la sociedad. La República fue un soplo de libertad que se desvaneció al mismo tiempo que los bombardeos y el dictador infringió fue un castigo desorbitado a las personas que continuaron fieles a ella.

En los primeros meses de la guerra el trágico balance de la aviación fascista, italiana y alemana, al servicio del ejército sublevado franquista, produjo, según un artículo de La Vanguardia fechado el día 1 de septiembre de 1937, un total de 768 muertos y 3567 heridos en los primeros doce meses de guerra, y continua con el siguiente texto:

“Madrid — Después de recoger cuantos datos oficiales existen y con ayuda de archivos particulares, se han hecho el siguiente relato y resumen de los ataques cruentos por aire y tierra (aviación y artillería) sufridos por Madrid, así como, el número aproximado de víctimas. No es posible hacer un estudio exacto, pues no existen datos de las víctimas de los más sangrientos bombardeos (Tetuán y Puente de Vallecas) y el enorme número de personas que no recibieron asistencia en centros sanitarios públicos. Igualmente sucede con el número de proyectiles que en el casco de Madrid han caído que, por no estallar o causar daños, no merecieron ser recogidos por las autoridades. Además, no se han contabilizado los que han caído en las denominadas zonas de guerra, barrios enclavados dentro de Madrid. Puede dar una idea sobre esto el hecho de que en un solo día entraron sesenta proyectiles en el Palacio Nacional, enclavado en una de estas zonas de guerra”.

El 6 de agosto de 1936, y a modo de ensayo, fueron apagadas por primera vez las luces de la ciudad. Al día siguiente el apagón se retraso media hora y a partir del 9 de agosto se anuló la medida por creerla en principio innecesaria, pero durante el resto del mes de agosto se produjeron simulaciones de ataques aéreos sobre Madrid que produjeron gran nerviosismo en la población. Los enemigos del régimen trataron de reproducir la táctica de “paqueo” (disparar sobre los soldados) para sembrar la alarma.

El día 23, un aparato denominado el lechero arrojó su carga sobre el aeródromo de Getafe y a las tres y quince minutos de la madrugada del 27 de agosto de 1936, Madrid conoció por primera vez lo que era un bombardeo real. Un avión enemigo sobrevoló a gran altura diferentes puntos de la ciudad, pero en Cuatro Caminos y Tetuán, lo hizo tan sólo a doscientos metros. El avión arrojó proclamas para que los milicianos entregaran sus armas en los cuarteles. Después se marchó al aeródromo de Cuatro vientos y Getafe y arrojó tres bombas en cada uno, produciendo como resultado la primera muerte de un soldado por bombardeo en Madrid. El día 28 de agosto a las once horas cuarenta y cinco minutos de la noche se produjo otro ataque aéreo. El avión arrojó en la plaza de Castelar dos bengalas seguidas de dos bombas. Otras dos bombas cayeron sobre un local socialista, donde se destruyeron dos coches. El balance fue de 16 heridos.

Se facilitaron unas normas que los ciudadanos debían seguir. No podían salir de sus casas si no era para buscar refugio y se prohibió el uso de fusiles debido a su evidente ineficacia. En Madrid ya no volvieron a encenderse las farolas de gas y sólo contaron con luz las calles que tenían alumbrado eléctrico.

Aunque una relativa tranquilidad reinó durante todo el mes de septiembre y en los primeros días del mes de octubre, el balance posterior a esas fechas es escalofriante:

El 27 de octubre se bombardeó el barrio de Usera y el día 30 se registró la incursión más cruel. Al atardecer, un avión que pasó desapercibido atravesó Madrid y dejó caer doce bombas. El resultado: 180 muertos y 279 heridos.

En el mes de noviembre los trimotores que volaban ya en escuadrilla de tres -que el buen humor madrileño bautizó con el nombre de las tres viudas- y la artillería se repartieron el trabajo de destrozar Madrid. Los primeros proyectiles de cañón cayeron el día 6 y los 21 proyectiles arrojados por los cañones causaron un muerto y 21 heridos. El día 10 regresó la aviación al barrio de Arguelles y destruyó la Editorial Hernández y la Estación de Goya. El día 14 se bombardeó la Glorieta de Atocha, quedando en algunos puntos al descubierto el túnel del Metro. La artillería también lanzó algunos proyectiles en distintos barrios. Total del día: 62 muertos y 112 heridos. Sólo en la Glorieta de Atocha hubo 50 fallecidos. El día 17 los aviones de Hitler y Mussolini regaron de bombas el Museo del Prado y sus alrededores. El resto de la carga lo arrojaron en el Mercado de San Miguel. La artillería disparó unos 50 cañonazos., arrojando un balance de 11 muertos y 194 heridos.

La noche siguiente fue la más trágica de las sufridas por Madrid. Numerosos aviones dejaron caer sus cargas tanto en el centro como en diversos barrios de la ciudad. Se vio como gran número de bombas explosivas e incendiarias destruían los edificios y diezmaban a los ciudadanos en la entrada al Metro de la calle del Carmen, Hotel Savoy, Diputación Provincial, Noviciado de las Hermanas de la Caridad, Calle de la Corredera, Ballesta, Valverde, Caballero de Gracia. En los sótanos de una imprenta del Marqués de Santa Ana, quedaron sepultadas 150 personas que en su mayoría perecieron. El balance trágico de noviembre fue aproximadamente de más de 300 muertos y 1500 heridos.

El 2 de diciembre volvió la aviación. Catorce muertos y 53 heridos. Y el día 4 una bomba impactó en lo que fue domicilio del ex presidente Largo Caballero y quedó destrozada una modesta vivienda en la calle de Santa Eugenia. Total 13 muertos y 53 heridos provocados por 50 bombas. En el mismo mes, el día 16, se bombardeó Tetuán de las Victorias de forma sanguinaria, ya que se persiguió a las personas que huían al campo con fuego de ametralladora. Sólo en el casco de la ciudad hubo 52 muertos y cerca de 300 heridos.

Nada más iniciarse el año 1937 y coincidiendo con las doce campanadas que marcan el paso de un año a otro, la aviación franquista regaló a la población de Madrid doce proyectiles, para celebrar la llegada del nuevo año.

El día 4 de enero se bombardeó de por segunda vez Tetuán de las Victorias, coincidiendo con el ataque alemán de Las Rozas. Hubo 171 heridos y 8 muertos. Días después los objetivos fueron el Colegio de La Paloma. Cuatro muertos, 7 heridos y 2 desaparecidos. El día 10, los artefactos del dictador cayeron en un edificio de la Embajada inglesa y en la Casa de Socorro del distrito del Hospicio. Cinco muertos y 37 heridos. A falta de aviones y durante el resto del mes, fue la artillería la que se ocupó de destruir Madrid. Tan sólo el día 23 de enero cayeron en el edificio de la Compañía Telefónica diez proyectiles.

El mes de febrero fue relativamente tranquilo. Una incursión por aire el día 18, con 18 muertos y 60 heridos y diversos bombardeos de artillería. Resumen: 22 muertos y 68 heridos.

En marzo la aviación intervino los días 6, 16 y 20, alejándose del casco de la población, por funcionar con eficacia las nuevas baterías antiaéreas. El último bombardeo se efectuó sobre la Estación del Niño Jesús. El balance fue el más benigno del año; 21muertos y 61 heridos.

En abril de 1937 la artillería aumentó sus descargas. Durante un mes se lanzaron 816 proyectiles, con un balance de 95 muertos y 695 heridos. El día más sangriento fue el día 23, con 20 muertos y 53 heridos.

El 1 de mayo se celebró con 32 disparos. Se recrudecieron los ataques y los días 22 y 30 cayeron trescientos proyectiles cada uno. El resultado total: 994 proyectiles, 33 muertos y 220 heridos.

El mes de junio tuvo las mismas características. Los disparos aumentaron pero las bajas disminuyeron: 1159 proyectiles, 25 muertos y 70 heridos.

El día 7 de julio, se batió el record con cuatrocientos disparos y sus consecuencias fueron 18 muertos y 10 heridos.

Del mes de agosto no existen datos más que del día 6: 269 cañonazos con un sólo muerto y 26 heridos.

El balance del año 1937 bajo la metralla fascista fue de 5000 proyectiles, 768 muertos y 3567 heridos.

Cifras estremecedoras. Barrios destruidos, familias sin hogar. Mujeres embarazadas, ancianos, enfermos. Miles de vidas desaparecidas. Niños muertos. Cientos de mutilados, rescatados entre los escombros. Niños de apenas varios meses de vida sin identificar, que quedaron abandonados a las autoridades, quienes una vez atendidos procedió a evacuarlos.

Ellos eran el futuro de la República.


Fuente → nuevarevolucion.es

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