La Goyerías: el dramático testigo de una maqui extremeña
La Goyerías: el dramático testigo de una maqui extremeña
Jordi Creus (texto), Benito Díaz (asesoramiento)

Recordamos la vida de la guerrillera antifranquista María Rodríguez, que luchó contra la dictadura en condiciones de precariedad extrema

 

1 Tiempo de miseria en la Extremadura del siglo XX

María Rodríguez, 'la Goyerías', fotografiada en Bellvitge en septiembre de 2004
María Rodríguez, 'la Goyerías', fotografiada en Bellvitge en septiembre de 2004 Dani Codina 
 

La vida de María Rodríguez no era fácil en la Extremadura de los años 20 del siglo XX. Eran tiempos de miseria, de no ir a la escuela y de vivir en una familia de jornaleros sin tierra. De joven, María –al igual que su hermana Paula y su hermano pequeño, Aurelio– pronto se hizo republicana, como sus padres y, antes, sus abuelos. La familia Rodríguez, los Goyerías, siempre habían sido gente de izquierdas. Y eso que ninguno de ellos había leído nada de todo lo que escribió Marx, y poco sabían de la revolución soviética, aquella que desde 1917 debía liberar a los obreros y campesinos de la explotación. De la explotación que, lejos de las estepas heladas rusas, los Rodríguez sufrían en Cáceres. Y nada habían leído simplemente porque, como tanta gente, no sabían leer.

2 María entra en contacto con los maquis de 'Chaquetalarga'

 De izquierda a derecha, los tres hermanos Rodríguez –Paula, Aurelio y María– con su madre ¡
De izquierda a derecha, los tres hermanos Rodríguez –Paula, Aurelio y María– junto a su madre 
 

El 1 de abril de 1939, un Franco victorioso lanzó su último 'parte' de guerra. Decía así: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Pero María sabía mejor que nadie que ésta era una afirmación falsa. En el pueblo había oído decir que en la sierra de Altamira se habían refugiado algunos elementos del ejército republicano que buscaban salvar la vida, dado que no podían huir. Y los cadáveres seguían agolpándose en las paredes del cementerio de Alía y del resto de los pueblos. Y en la sierra de Altamira, como en las vecinas de San Vicente o de la Jara, cada día se agrupaban más huidos, más militantes de izquierdas que conseguían escapar de las cárceles que el franquismo había improvisado para cerrarlo los. Gente como Honorio Molina, 'Comandante Honorio', Jesús Gómez, 'Quincoces', o Joaquín Ventas, 'Chaquetalarga', que el 12 de marzo de 1940 huyó por el alcantarillado de la cárcel de Herrera del Duque (Badajoz), donde l esperaba una sentencia de pena de muerte.

Represión y hambre   

Y es que, terminada la guerra, a la represión de los vencedores y el puerto se unía el apetito. Menos mal que su hermano menor, Aurelio, encontró trabajo como pastor de vacas. Todo el día giraba arriba y abajo por la montaña. Y María le subía la comida a la 'huerta' donde dormía. Siempre igual, hasta que una jornada de mediados de 1940 descubrió un grupo de nueve hombres. Enseguida se fijó con uno, el que llevaba la voz cantante: Joaquín Ventas, Chaquetalarga. No tuvo que oír muchas palabras más para entender que eran hombres de la sierra. Desde ese día, tanto María como Paula siguieron los pasos de su hermano Aurelio, y pasaron a ser enlaces de aquella partida; es decir, soportes de la guerrilla desde su pueblo. A veces, los hombres de la sierra, encabezados por Chaquetalarga, se dirigían de noche a la casa en la que vivían los Goyerías. Allí, María y Paula les preparaban lo que podían para alimentarlos. Poco: sopa, patatas ya veces algún conejo o alguna perdiz que su padre había cogido con la trampa.

3 Una denúncia i la fugida a la serra

María Rodríguez, 'la Goyerías'
María Rodríguez, 'la Goyerías' 
 

A principios de 1943 una prima avisó a María de que su tía Justa, la 'Larga', les había denunciado a la Guardia Civil. Los tres hermanos, como habían hecho tantas otras personas antes, y sabiendo que si se quedaban en el pueblo les esperaba una guerrilla de fusilamiento, empezaron a caminar hacia la sierra, a encontrarse con la guerrilla para salvar la vida.

Enseguida, Chaquetalarga, además de entregarle una vieja escopeta de dos cañones y una pequeña pistola, le regaló los máximos cuidados. Las mismas que Miguelete dedicaba a su hermana Paula. Y pronto el corazón le dio un salto de alegría cuando conoció a otras mujeres escondidas entre aquella vegetación rellena de encinas, como Elisa Paredes, 'La Golondrina', o Casimira Álvarez, 'la Jopa'. De vez en cuando, cuando las partidas de Quincoces y Chaquetalarga se reunían en las cuevas de Altamira, las tres, con ayuda de Paula, hacían la comida para el resto de guerrilleros.

Una vida muy dura   

Debido a las nuevas incorporaciones de los enlaces huidos de los pueblos, la comida escaseaba. Había que robar y hacer algún secuestro, como el del dueño de la finca Gachero en Retuerta de Bullaque (Ciudad Real), al que Chaquetalarga retuvo hasta que sus familiares pagaron las 25.000 pesetas del rescate. Pero la Guardia Civil a menudo les pisaba los talones, ya veces había que enfrentarse a ellos. Como esa vez en Guadarraque, cerca de Alía, cuando la escopeta de María se calentó de tantos disparos que disparó contra los tricornios que subían a buscarlos.

La vida en la sierra era muy dura. Tanto, que a veces María, cuando se quedaba sola, la maldecía. Los guerrilleros se escondían de día y caminaban de noche. Y también, de vez en cuando, se lavaban en cualquier barranco aprovechando la oscuridad. Una de las cosas que más le molestaban era el hecho de tener que dormir vestida y en el suelo. Pero sus preocupaciones se evaporaban cuando miraba a Chaquetalarga, quien se le declaró sin avisar.

4 La Guardia Civil intensifica el asedio a los guerrilleros

Carné de un miembro de las contrapartidas de la Guardia Civil
Carné de un miembro de las contrapartidas de la Guardia Civil 
 

El entusiasmo provocado por la derrota del fascismo italiano y del nazismo alemán en la Segunda Guerra Mundial acabó en breve. Las esperanzas de los guerrilleros se desvanecieron después de unos años cuando el régimen de Franco fue visto por las potencias occidentales como un freno al comunismo que venía del Este. Y el régimen franquista no desaprovechó la nueva coyuntura y aumentó drásticamente el número de los efectivos de la Guardia Civil dedicados a la persecución de los maquis. En este sentido, la actuación de las llamadas 'contrapartidas' fue demoledora. Se trataba por patrullas formadas por media docena de guardias disfrazados de guerrilleros y acompañados por alguna persona que conocía palmo a palmo la zona donde operaban los maquis. En pocos meses desmantelaron los pocos apoyos que los de la sierra todavía tenían en los pueblos.

Los guerrilleros estaban cada vez más acorralados. La sierra que les había salvado la vida se había convertido en una trampa mortal. Y algunos de los hombres empezaron a desertar, a buscar salidas personales ya entregarse a la Benemérita, cuyos jefes ofrecían perdón a cambio de colaborar en la captura o muerte de sus antiguos compañeros. María tenía miedo. Chaquetalarga cada día estaba más inquieto. No se fiaba de nadie y veía traidores por todas partes y profería gritos contra el Partido Comunista. Hablaba de huir de aquel infierno y de intentar llegar a Francia.

A finales de 1946, la situación de las diferentes partidas en la sierra era dramática. El cadáver del jefe guerrillero Jesús Bayón, 'Carlos', había sido trasladado dentro de un carro de basura hasta una fosa común del cementerio de Talavera de la Reina. Poco después, a causa de una delación era Quincoces quien caía asesinado por la Guardia Civil.

5 Chaquetalarga desaparece y María se queda sola en la sierra

El maqui 'Chaquetalarga'
El maqui 'Chaquetalarga' 
 

Entre les desercions, les detencions i les morts, al principi del 1947 la partida de Chaquetalarga havia quedat reduïda a poc més de mitja dotzena de combatents. El mes de juny d’aquell mateix anys van instal·lar-se en un campament improvisat a la zona de Villarta de los Montes (Badajoz). Ningú no gosava moure’s de l’amagatall, fins que la gana els va obligar a anar a robar menjar. María volia afegir-se al grup, però Chaquetalarga va dir-li que era millor que es quedés al campament amb Paula, embarassada de vuit mesos fruit de la seva relació amb Miguelete.

Soles a una cova 

Pocas horas después, María vio a un grupo de guardias civiles que subían por la sierra en dirección al precario campamento. Rápidamente, las dos hermanas huyeron montaña arriba hasta que el cansancio las derribó agotadas. Entonces se refugiaron en el interior de una cueva. Y allí, sin apenas respirar, pasaron dos largos días, hasta que dejaron de oír a los ladridos de los perros que acompañaban a sus perseguidores. Hicieron varios intentos por contactar con los hombres de la partida, pero fue del todo imposible. María pensaba que quizá les habían pillado, pero poco a poco crecía en su interior la idea de que habían hecho realidad el proyecto de Chaquetalarga de intentar llegar a Francia, convencidos de que ellas habían sido capturadas.

6 La hermana de María se pone de parto

Y María se enfadó y maldijo a Chaquetalarga por lo que consideraba una traición. Pero el enfado tuvo que ocurrirle cuando Paula, en el momento más inoportuno, se puso de parto. Nerviosa, siguió las indicaciones de su hermana para realizar un buen trabajo. Era el segundo hijo que Paula tenía en la sierra con Miguelete. Quedarse embarazada en la sierra era un gran problema.

Antes que Paula, también habían parido entre las encinas Daniela, Jopa y Golondrina. Y todos los niños habían sido dados. ¿Cómo se podía criar a un niño en la sierra si todo el día huían, si no tenían comida, si vivían peor que los animales? Y mientras le miraba, Goyerías entendió que aquella preciosidad no podía ser una excepción. Por eso, cuando vio a un pastor por la zona, se acercó con la criatura entre los brazos. Después de identificarse como guerrillera, le dio el niño, que sólo tenía tres días, con el ruego de que lo entregara al cura de Villarta de los Montes. ¡Los llantos de Paula todavía resuenan en su interior!

Los hijos de la sierra   

Uno de los grandes problemas de las guerrilleras fueron los embarazos en la montaña. Debido a las condiciones en las que vivían, estos hijos eran generalmente entregados a familias de los pueblos o curas. Algunas de las que sobrevivieron tardaron muchos años en localizarlos. Es el caso de Casimira Álvarez, 'la Jopa', que 44 años después conoció al hijo que había tenido en la sierra. O el de Paula Rodríguez, hermana de Goyerías, que tuvo dos hijos con Víctor Roque, 'Miguelete'. Muchos años después de salir de prisión los encontró. Su hija era ya abuela y estaba casada con un guardia civil.

7 María y Paula se camuflan, vuelven al pueblo y trabajan de sirvientas

Desesperadas, las dos hermanas estuvieron unas semanas escondidas por la montaña. Pero poco podían hacer, abatidas, hambrientas, sin documentos ni dinero. Entonces, ignorando el destino de los hombres de su partida, decidieron vestirse con la ropa que unos días antes habían lavado en un barranco y camuflarse en el pueblo de Agudo. Allí podrían ponerse a servir sin levantar sospecha alguna y esperar noticias de Chaquetalarga y Miguelete.

El regreso a la 'civilización'  

Y tuvieron suerte, ya que, en breve, tanto ella como su hermana encontraron trabajo. Paula en casa de los Cerrillo, unos republicanos que debían esconder su condición, y ella en la mansión de don Artenio de Navas. Aparte de ser el cacique del pueblo, también era el jefe local de la Falange. A María casi le saltó el corazón cuando entró en la que debería ser su habitación y vio el yugo y las flechas colgados sobre la cama.

Sin embargo, poco a poco la tranquilidad de la casa le dio un respiro. En casa de Don Artenio comía, se podía lavar cuando quería y volvió a saber lo que era tumbarse sobre un colchón. Además, el trabajo tampoco era agotador. Cada día, por la mañana, tenía que limpiar habitación del dueño y después, se iba con la hija de éste, la señorita Amelia, a la que cuidaba.

8 María es delatada, apaleada, torturada y condenada

Sentència del consell de guerra que va jutjar María i Paula Rodríguez
Sentència del consell de guerra que va jutjar María i Paula Rodríguez
 

A principios de 1948, Vicente Rubio, un antiguo guerrillero reconvertido en delator que en la sierra era conocido como 'Pedro el Cruel', la delató. Al saber quién era su sirvienta, don Artenio la atacó por la espalda. De un sillazo en la cabeza la lanzó al suelo, donde empezó una terrible paliza. Don Artenio estaba fuera de sí, como si estuviera loco. Sólo hacía que pegar, pegar y gritar “ay madre, ¡que hemos tenido una criminal en casa!” Y María sólo hacía que recibir, recibir y, con la boca sangrienta, replicar que nunca había muerto nadie.

De repente, don Artenio se marchó y regresó a los pocos segundos con una pistola, pero entonces llegó la Guardia Civil y logró hacer desistir don Artenio de sus intenciones. Pero lo peor estaba por llegar. Mientras la sacaban medio inconsciente por la puerta, pudo ver cómo también se llevaban detenida a su hermana Paula. ¡Habría dado la vida para poder abrazarla!

Los golpes continuaron de forma frenética en el cuartel de Agudo. Le preguntaban por Chaquetalarga. Le preguntaban por su hermano Aurelio y por los enlaces de la partida. Y ella callaba. Tampoco habría sabido qué decirles. Y descansaban un poco y volvían a pegarle con porras y defensas de caballerías de toro. Y los guardias civiles se reían, le decían que era la puta de la montaña. Y ella lloraba. Y cuando se desmayaba del dolor y el cansancio, le arrojaban un cubo de agua encima y volvían a empezar.

Condenada a 14 años de cárcel   
 
Tras cinco días larguísimos en la celda sucia del cuartel, sin ventilación y sin letrina, la Guardia Civil envió a las hermanas Rodríguez a la cárcel de Ciudad Real, y después a la de Las Ventas, en Madrid. Viajaron allí juntas, esposadas y rodeadas de guardias civiles. Y allí se les hizo el consejo de guerra, en mayo de 1949, que las condenó a 14 años de cárcel a María ya 16 a Paula, “en concepto del expresado delito de rebelión”.

En Las Ventas, María estuvo tres años. Tres años de hambre, de frío, de convivir con las ratas y los piojos, y de aguantar a las funcionarias y monjas que les hacían la vida imposible. Cinco personas en una celda minúscula, durmiendo en el suelo y compartiendo las mantas. A menudo no las dejaban ni beber, y debían recoger el agua de la letrina. Después de todo lo vivido en las cárceles de Ciudad Real, donde le habían obligado a dormir en el interior de una bañera, y de Las Ventas, el penalti de Málaga le pareció una bendición. Don Lorenzo, el director, tenía familiares en su pueblo, en Alía. Eran unos carniceros ricos, de derechas, pero también buenas personas. Y ellos le hablaron bien de la Goyerías, y él le fue cogiendo confianza.

María y Paula pasaban la mayor parte del día encerradas en el taller de costura. Por siete pesetas cada dos meses, ella y decenas de otras reclusas se pasaban todo el santo día haciendo prendas de vestir para los militares. Tabardos, camisas, calzoncillos... En la imagen de abajo, se ve la cartilla donde cobraba el dinero por el trabajo de costurera. Al terminar, Goyerías iba a la clase de leer y escribir. En poco tiempo, fue capaz de comprender lo que explicaban los libros. Y en breve, con emoción, envió la primera carta de su vida. Era para sus padres. Y después en valle venir otros al 'tío Matías' ya su primo Vidal. 
 

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Noticias de Chaquetalarga

 Chaquetalarga reanudó el contacto con la Goyerías desde el exilio en Francia.   La última carta era de abril de 1953 
Chaquetalarga reanudó el contacto con la Goyerías desde el exilio en Francia. La última carta era de abril de 1953 
 

A finales de 1952, llegó el día que había esperado desde antes de bajar de la sierra. Lola Sorba, una funcionaria con la que tenía una buena amistad gracias a largas charlas no exentas de confidencias, le trajo un sobre de su madre que, le dijo, había entrado clandestinamente en prisión. En su interior había una carta de Chaquetalarga donde, después de llamarla "querida y querida esposa", se excusaba de haberla dejado abandonada en la sierra. Según él, decidieron marcharse a Francia al creerlas prisioneras después de ver el campamento de Villarta rodeado de guardias Civiles. Chaquetalarga le proponía reunirse, una vez ella pudiera salir de la cárcel. El corazón le dio un salto de emoción, y sólo acertó a llorar toda la tarde y toda la noche. Al día siguiente, entregó a Lola una carta que ella debía dar a su madre para que ésta la hiciera llegar a Chaquetalarga en su exilio francés.

Les cartes entre María i Chaquetalarga  

La comunicación duró meses, siempre con Lola Sorba como correo y confidente. La última carta le llegó el 30 de abril de 1953, cuando Don Lorenzo ya le había hablado de su próxima excarcelación. "Yo no le olvidaré nunca; ya te lo he jurado millones de veces. Yo sólo quiero verte aquí, tenerte a mí lado y así ser feliz y quitarme de ese pesar que me está quitando la vida", le decía. María decidió que, nada más salir de la cárcel, se dirigiría a Alía, a ver a sus padres. Era lo mínimo que podía hacer después de todo lo sufrido. Y después, ya miraría la forma de traspasar la frontera y reunirse con Chaquetalarga.

10 María sale de la cárcel y emigra a Barcelona

La Goyerías (la primera chica de la primera hilera a la izquierda) en el penal de Málaga, antes de una función teatral
La Goyerías (la primera chica de la primera hilera a la izquierda) en el penal de Málaga, antes de una función teatral 
 

Finalmente, el 17 de mayo de 953, la puerta del penal de Málaga se abrió. Se marchó triste porque, en su interior, dejaba a Paula. Cuando llegó a Alía, abrazó a sus padres, le pareció que los años de penurias en la sierra y en la cárcel se desvanecían. Pero tenía claro que debía marcharse hasta un lugar donde pudiera pasar desapercibida antes de intentar cruzar la frontera. ¿En Madrid? No, en Barcelona.

Nunca había estado en una gran ciudad. Y Barcelona le pareció un monstruo. Le dio miedo. Sobre todo porque la pesadilla renació pocos días después de su llegada, cuando la Guardia Civil la obligó a presentarse en el cuartel de la calle Sant Pau. Le advirtieron que la tenían vigilada, que lo sabían todo de ella y que no permitirían de ninguna manera que hiciera realidad su objetivo de irse a Francia. En ese momento María se resignó a su suerte. Y más aún cuando le llegó la dramática noticia de que Chaquetalarga vivía en el exilio con otra mujer.

María rehace su vida  

Goyerías se concentró en ir dejando pasar los días y olvidar el sufrimiento y el amor mientras trabajaba como criada en un piso del Paralelo. Poco a poco, María se integró en la vida urbana. En parte gracias a sus nuevos amigos, el malagueño José Campano y su compañera Isabel.

La pareja le invitaba a menudo a salir, a comer en su casa. Y gracias a ellos logró deshacerse del miedo a pasear por las calles. María asistió como invitada a su boda, y se ilusionó cuando Isabel le comunicó que estaba embarazada. Y lloró con desesperación cuando la chica murió en el parto de su hijo Francisco. Y a partir de entonces se convirtió en el mejor consuelo para José. Tanto, que un tiempo después decidieron casarse e irse a vivir en unas barracas situadas en la falda de Montjuïc. Era tiempo de miseria.

Con los años llegaron los demás hijos: Antonia y José Luis. Todos juntos se desplazaron, primero, al barrio de Sant Feliu de L'Hospitalet y, posteriormente, a Bellvitge. Ella respetaba mucho a su marido, pero cuando caía la noche en el barrio obrero, no podía dejar de pensar en Chaquetalarga, casado en Francia.

María Rodríguez falleció en septiembre de 2010, poco después de cumplir los 90 años y de tener en brazos a su primer bisnieto.


Fuente → sapiens.cat

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