El Congreso de escritores de 1937 en Valencia ¿antifascista o estalinista?
El Congreso de escritores de 1937 en Valencia ¿antifascista o estalinista? Entrevista a Manuel Aznar Soler  
 
 
Margarita Ibáñez Tarín
Doctora en Historia Contemporánea

Manuel Aznar Soler, catedrático de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL) ha dedicado mucho tiempo a investigar el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura, que se celebró en Valencia, Madrid, Barcelona y París en julio de 1937, lo que le convierte en el mejor conocedor de aquel Congreso. En esta entrevista nos habla de la importancia del reciente hallazgo de más de trescientas fotografías inéditas del Congreso, obra del fotoperiodista alemán Walter Reuter, que trabajó para la subsecretaria de Propaganda del gobierno de la República cubriendo la guerra civil.

¿De dónde le viene el interés por este tema?

En 1978 publiqué en la editorial Laia de Barcelona mi primera edición del libro sobre este Congreso de escritores de 1937. Yo era entonces muy joven, un estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y descubrí en los últimos años del franquismo que en mi ciudad natal se había celebrado un Congreso Internacional de Escritores en julio de 1937, es decir, en plena guerra y cuando Valencia era capital de la República española. Un Congreso cuya existencia desconocía por completo y, como valenciano practicante, pensé que mi contribución a lo que ahora llamamos memoria democrática debía ser la de reconstruir la historia de aquel Congreso. Recuerdo ahora cuando en 1978 presentamos el libro en el Ateneo Mercantil de Valencia, un acto presidido por Manuel Sanchis Guarner en el que intervino Juan Gil-Albert y al que había sido invitado también Josep Renau, que finalmente no pudo acudir. Por otra parte, yo había escrito a algunos de los escritores españoles participantes en aquel Congreso, como José Bergamín, Rafael Dieste, Juan Gil-Albert, Antonio Sánchez Barbudo o Arturo Serrano Plaja, cuyas cartas publiqué entonces y he reproducido también en 2018, en la cuarta edición de mi libro. Aquella presentación cívica de 1978 se realizó con cierto miedo, eran los años de la Transición, en que la estatua ecuestre del dictador seguía en pie en la plaza del Ayuntamiento frente al propio Ateneo, años muy difíciles en los que los atentados de la extrema derecha constituían una amenaza, sobre todo en Valencia por su impunidad.

Los fotógrafos Gerda Taro y Luis Vidal, retratados por Walter Reuter durante el Congreso de escritores para la defensa de la Cultura. Valencia, 4-5 de julio de 1937. Fondo Guillermo Fernández Zúñiga.
 

¿Estuvo desde el principio en el proyecto de sacar a la luz las fotos inéditas de Walter Reuter del Congreso de Escritores Antifascistas de 1937?

El Ministerio de Cultura compró el archivo fotográfico de Guillermo Fernández López-Zúñiga, productor cinematográfico y pionero del cine científico en España. Un hombre conocido por sus actividades culturales en la Segunda República y por la experiencia del exilio en Francia y Argentina. Este archivo el Ministerio se lo mandó catalogar a Aku Estebaranz, que es el comisario de la exposición, un especialista en fotografía antigua con una amplia experiencia. Empezó a catalogar el archivo de Zúñiga y descubrió que una parte de los negativos conservados no eran obra suya. Como gran conocedor de otros fotógrafos de la época, llegó a la conclusión de que eran fotografías de Walter Reuter y después otros técnicos del Ministerio de Cultura confirmaron el hallazgo. Walter Reuter es un gran fotógrafo, al mismo nivel que Robert Capa o Gerda Taro, conocido también por su participación en la Cartilla escolar antifascista, recientemente reeditada. De origen alemán, llegó a España huyendo del nazismo, y durante la guerra estuvo contratado por la subsecretaría de Propaganda para fotografiar la guerra. Se le encargó el reportaje fotográfico del II Congreso de escritores antifascistas en 1937. Aku Estebaranz me ha dicho que más de 300 fotografías del fondo son del Congreso, concretamente de las sesiones de Valencia y Madrid, porque Walter Reuter a las de Barcelona y París no asistió. El II Congreso fue inaugurado el 4 de julio de 1937 por el presidente del gobierno Juan Negrín​ en la Sala de Sesiones del Ayuntamiento de Valencia, en donde el día 10 tuvo lugar una nueva sesión. Se celebraron sesiones en Madrid (los días 5, 6, 7 y 8 de julio) y en Barcelona (el día 11), y fue clausurado en París el 16 y 17 de julio de aquel año 1937.

¿Ese número de fotografías es mucho mayor del que se puede ver en la exposición que se ha inaugurado en el Palacio de Comunicaciones de Valencia?

Claro, las expuestas en Valencia son unas 60, una pequeña parte del conjunto de fotografías inéditas. Estebaranz, apreciando el interés que ofrecen estas fotografías para los historiadores y para el público en general, se dirigió a la Generalitat Valenciana para proponer la realización de una exposición y a partir de ahí se aceleró el proceso. A principios de marzo me llamó para decirme que le habían aprobado el proyecto y le habían aconsejado que fuera yo el asesor científico. Me pidió con urgencia que revisara los textos de las cartelas de las fotografías y que escribiera los textos que contextualizan la exposición. La premura en las fechas no me disuadió de aceptar el encargo por el gran interés de las fotografías. Querían inaugurar la exposición antes del día 4 de abril porque después entrabamos en periodo electoral y los políticos no podían acudir a inauguraciones. Para mí fue un reto, pero como me interesaba mucho ver las fotos, me puse a ello La exposición se inauguró finalmente el 31 de marzo de este año 2023 en el antiguo edificio de Correos, en la misma plaza del Ayuntamiento.

¿Ya existían otras fotos del Congreso hechas por otros famosos fotoperiodistas? Estaban, por ejemplo, las fotos de Gerda Taro.

Sí, las de Gerda Taro y Robert Capa. Yo conocía las de Gerda Taro gracias a Lorna Arroyo, fotógrafa valenciana y en la actualidad profesora en la Universidad de Cantabria, investigadora y gran especialista en esta fotoperiodista. Robert Capa fotografió el 4 de julio de 1937 la inauguración del Congreso y se fue a París inmediatamente, Gerda Taro, después de fotografiar el Congreso en Valencia, viajó también a Madrid y, según afirma Lorna Arroyo, buscaba realizar en el frente de guerra una foto mítica como la controvertida del miliciano abatido en Cerro Muriano de Robert Capa. Ella quería conseguir una foto de un miliciano caído en la primera línea del frente y por ello el 25 de julio de 1937 se fue al frente de Brunete. Allí el general Walter, de las Brigadas Internacionales, le ordenó que se marchara, porque la ofensiva franquista era inminente y el peligro por permanecer en primera línea de fuego era extremo. Ella obedeció y se subió al estribo del coche del general Walter para regresar a Madrid, pero en una maniobra desgraciada del conductor se cayó del coche y fue arrollada por un tanque republicano.

¿Existen otras fotos guardadas en el Archivo del Partido Comunista en Madrid?

Sí, existe otro fondo, según me comentó Aku Estebaranz, pero no tienen la calidad de las fotos de Walter Reuter y además se encuentran en estado de corrosión. Él ha aprovechado una para esta exposición.

Miguel Hernández a la salida del Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia (julio de 1937). Tomada por el alemán Walter Reuter (1906-2005); exposición ‘Letras por la libertad’, en Valencia, España (foto de la autora)
 

¿Podría valorar la importancia del descubrimiento de las fotos inéditas de Walter Reuter como fuente de documentación para los historiadores?

Son fotos inéditas que ayudan a reconstruir la presencia de artistas e intelectuales de la época que escribieron sobre este Congreso de 1937, pero que no estábamos del todo seguros de que hubieran estado físicamente en Valencia. Es el caso de Miguel Hernández, comisario político que asistió a la sesión inaugural del 4 de julio en Valencia como firmante de la ponencia colectiva de jóvenes artistas, escritores e intelectuales republicanos.

En la exposición, Aku Estebaranz hace un guiño al situar la foto encontrada de Miguel Hernández saliendo por la puerta del Ayuntamiento de Valencia en un lugar estratégico de la exposición del edificio de Correos, en el que a través de la ventana puede verse la puerta del ayuntamiento en la actualidad. Es un juego óptico muy inteligente.

Otro caso semejante al de Miguel Hernández es el de María Zambrano, tampoco estaba seguro de que hubiera estado físicamente en Valencia aquel 4 de julio de 1937 porque, aunque escribió sobre el Congreso, no intervino en el mismo. Sin embargo, en una fotografía aparece ella junto a su marido de entonces, el diplomático Alfonso Rodríguez Aldave. Ambos acababan de regresar tras su estancia en Chile, donde él fue agregado cultural de la Embajada de la España republicana.

¿Cuántos escritores vinieron al Congreso?

Que participaran en las ponencias un centenar, pero después estuvieron presentes muchos más, como el caso mencionado de María Zambrano. La tecnología ha avanzado mucho y ahora es posible identificar caras en una foto colectiva que antes nos pasaban desapercibidas. Yo fácilmente puedo identificar a Neruda, a César Vallejo, a Alberti, a María Teresa León, pero no reconozco a muchos otros que Aku Estebaranz, con mayor experiencia y conocimiento que yo, ha conseguido identificar.

Manuel Altolaguirre y María Teresa León a la salida de la sesión inaugural del II Congreso de escritores para la Defensa de la Cultura, en Valencia. Walter Reuter, julio de 1937. Fondo GFZ.
 

El Congreso de escritores antifascistas de 1937 de Valencia se convirtió en los años treinta en el acto emblemático del antifascismo, un acto simbólico, referente para toda la cultura política antifascista internacional del momento. ¿Se cumplieron los objetivos del Congreso de denunciar la no intervención de las democracias?

Los objetivos políticos no se cumplieron, porque las democracias occidentales, principalmente Francia e Inglaterra, deberían haber ayudado a la República española. Está claro que las guerras no las ganan las letras, sino las armas. La cobarde y criminal política de no-intervención fue una forma de intervención en la guerra de España, guerra entre el fascismo internacional y la democracia, pero en favor de Mussolini, Hitler y Franco y en contra de la República.

En este momento, había una batalla mediática internacional muy importante por controlar a la opinión pública respecto a lo que estaba sucediendo en la guerra de España y era muy necesario contrarrestar la influencia de la propaganda franquista, que estaba teniendo mucho eco fuera de España. ¿Qué nos puede decir a este respecto?

Eso es muy cierto, por ejemplo en los Estados Unidos buena parte de la prensa estaba posicionada a favor de Franco y apoyaba la no-intervención.

¿Cree usted que el objetivo político del Congreso tuvo el eco esperado?

No creo que fueran tan ingenuos de pensar que con un Congreso iban a cambiar las posturas políticas de Francia e Inglaterra. Es obvio que el objetivo político fracasó.

Aun así, ¿Fue el mayor acto de propaganda política de la República durante el periodo de guerra?

En la España republicana, desde luego. Pero hubo también otro muy importante fuera de España con el que casi coincidió en el tiempo: el Pabellón de la España republicana en la Exposición Internacional de París de 1937, donde se expuso el Guernica de Picasso.

Miguel Hernández (en primer plano, abajo a la derecha) durante una de las sesiones del Congreso (foto: Walter Reuter)
 

Max Aub, que era agregado cultural de la embajada de España en París en ese momento ¿Estuvo en el Congreso en Valencia?

Sí, ahora sabemos que sí. Tampoco estaba completamente seguro de que Max Aub hubiera estado en las sesiones del Congreso en Valencia o Madrid. Sin embargo, cuando visitó la exposición y ante una foto colectiva, su nieta, Teresa Álvarez Aub, lo identificó enseguida.

¿Existe entre las fotos recuperadas alguna del alto que hizo la comitiva de los escritores en Minglanilla (Cuenca), cuando iban de camino de Valencia a Madrid? Muchos escritores, como Alejo Carpentier o Corpus Barga, documentaron a posteriori este hecho, con el que quedaron vivamente impresionados.

Eso fue una de las primeras cosas que le pregunté a Aku Estebaranz, porque muchos congresistas coinciden en recordar lo emocionante que fue la parada que hicieron para comer en Minglanilla. En la plaza de este pueblo manchego se acercaron a los escritores un grupo de mujeres extremeñas vestidas de negro. Eran evacuadas, que habían llegado allí huyendo de la guerra. Una de ellas se dirigió a Alejo Carpentier para decirle que su marido estaba en el frente y su hijo había muerto. Le dijo: “Hablen ustedes por nosotros, ustedes que saben hablar”. Los niños que jugaban en la plaza se pusieron a cantar la Internacional cuando los vieron llegar.

Es una lástima, pero no hay fotos. Sí que hay fotos de la visita que hicieron los congresistas al frente de Guadalajara. Y hay fotos de campesinos con los escritores. De todas formas, las fotos de Minglanilla pueden estar en las cajas que contienen negativos que se encuentran en un estado de corrosión y que difícilmente pueden ser recuperadas. Las llevaron a la Filmoteca y han confirmado que están en muy mal estado, que son irrecuperables.

De izquierda a derecha, Nicolás Guillén, Félix Pita Rodríguez, Se-U, Nordahl Grieg y Sigvard Lund en los alrededores de Torija (Guadalajara), julio 1937 (foto: Walter Reuter)
 

En 1935, había tenido lugar en París el I Congreso de escritores antifascistas. ¿Cuándo se decide que sea España la sede del siguiente congreso? ¿Por qué se celebró en Valencia?

Efectivamente, después de ese primer congreso de París en junio de 1935, tuvo lugar en enero de 1936 una reunión preparatoria en Londres y allí se ratificó que el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura se celebraría en España y, más concretamente, en Madrid. Todavía no estábamos en guerra. Después del 6 de noviembre de 1936 y con el traslado del gobierno a Valencia, entonces capital de la República, las nuevas circunstancias de la contienda obligaron a su celebración en Valencia. Tengo la impresión de que, organizado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, quien delegó en la Alianza de Intelectuales, tuvo mucho que ver Josep Renau, que era director general de Bellas Artes en ese momento. Se decidió que Emilio Prados, Juan Gil-Albert y Arturo Serrano Plaja fueran los secretarios y organizadores del Congreso. Como Pablo Neruda estaba en París, le encargaron que contactara con los escritores latinoamericanos más relevantes, porque querían que el Congreso tuviera un fuerte impacto en el continente americano y, muy especialmente, en los países que hablaban nuestra lengua. Así, asistieron, entre otros los cubanos Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Juan Marinello; el peruano César Vallejo o el entonces joven escritor mexicano Octavio Paz. También fueron muy importantes las delegaciones soviética y francesa. La delegación británica no lo tuvo fácil para llegar a Valencia, porque las autoridades británicas les pusieron muchos impedimentos. En el caso de los alemanes que intervinieron en el Congreso, la mitad eran brigadistas internacionales que ya se encontraban en España y que habían abandonado temporalmente sus plumas para empuñar las armas, como por ejemplo Ludwig Renn o Gustav Regler.

El objetivo era que estos escritores contaran la verdad de la guerra, el horror del fascismo.

Se eligió Valencia por ser la capital de la República y una ciudad relativamente segura, y, digo relativamente, porque el día 3 por la noche hubo un bombardeo franquista. El congreso empezaba el día 4 de julio a las 9 de la mañana, pero los escritores ya estaban en Valencia el día 3 y estaba previsto que fueran al Teatro Principal para ver una representación de la Mariana Pineda de Federico García Lorca, homenaje a la memoria de una víctima que era ya un símbolo de la barbarie fascista. La representación se suspendió a causa del bombardeo. Fue la primera experiencia de la guerra de España para aquellos escritores que desde su primera noche en Valencia fueron conscientes de que una guerra no es una broma. Al día siguiente vivieron una jornada maratoniana, sesiones de mañana y tarde en el Ayuntamiento de la ciudad, y por la noche asistieron a la representación de la Mariana Pineda de Lorca. Al día siguiente madrugaron para viajar en coches y autobuses de Valencia a Madrid y ese día fue cuando se produjo la parada para comer en el pueblo conquense de Minglanilla, es decir, cuando tuvo lugar su primer contacto humano y no retórico con el pueblo, con las mujeres, los niños y los campesinos de la España profunda.

En Madrid los acompañaron al frente de guerra, al paseo de Rosales. Max Aub fue uno de los españoles que los acompañaron y aparece en las fotos.

A la izquierda Madrid, miércoles 7 de julio de 1937. El escritor francés André Malraux con la periodista española Rosario del Olmo en primer término. A la derecha, el escritor coreano Se-U, en una terraza del hotel (Reina) Victoria, en la plaza de Santa Ana. Madrid, 6 de julio de 1937. ©Walter Reuter. FGFZ.
 

Una vez en Madrid se alojaron en un hotel que todavía existe en la plaza de Santa Ana. ¿Iba con ellos Walter Reuter?

Sí, debía acompañarles, porque tuvo ocasión de hacer algunas fotos que de otra forma no hubiera hecho, como la de Se-U, un escritor chino de origen surcoreano que estaba realizando sus ejercicios gimnásticos matutinos en el balcón de la habitación del hotel Victoria, situado en la madrileña plaza de Santa Ana.

¿Cuáles fueron los temas de debate durante el congreso?

Las temáticas de las ponencias que se presentaron en el congreso están publicadas y pueden leerse en mi libro de 2018 publicado por la valenciana Institució Alfons el Magnànim,, pero yo tengo la impresión, que todavía en Valencia no, pero cuando viajan a Madrid, los congresistas dejan a un lado los discursos que llevaban preparados. Las intervenciones en Madrid son pasionales porque se dan cuenta de que esto es una guerra y el enemigo está ahí al lado. Lo que quieren todos aquellos escritores internacionales es expresar su solidaridad con la España republicana. Es decir, que en Madrid a aquellos escritores les pudo más el corazón que la cabeza. Se dan cuenta de que el ambiente de Valencia a Madrid ha cambiado totalmente. Están en una ciudad que no es retaguardia sino frente de guerra, con soldados armados con bayonetas, tal y como reflejan las fotos de Walter Reuter.

Ahora bien, la ponencia colectiva de los jóvenes escritores republicanos que se presentó el 10 de julio de 1937 en Valencia me parece el mejor texto escrito en la España republicana sobre literatura y revolución. La firman los escritores más jóvenes, la esperanza de la República, como Miguel Hernández que tenía entonces 25 años. El verdadero autor de esta espléndida ponencia fue Arturo Serrano Plaja, quien la leyó en aquella sesión. No creo que tuvieran tiempo los firmantes de reunirse antes y discutir sobre el tema. Por ejemplo, Miguel Hernández acababa de llegar del frente, donde era comisario político, e imagino que debió leerla y firmarla sin más. Para mí es la mejor ponencia de todas las presentadas en este Segundo Congreso Internacional.

Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre junto a amigos y colaboradores en la playa de las Arenas de Valencia, durante el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (julio de 1937)(foto: Walter Reuter – Fondo Guillermo Fernández Zúñiga)
 

¿Qué nos puede decir de las posteriores ediciones del Congreso que se han hecho en época democrática? Por ejemplo, ¿Nos puede hablar del Congreso que se celebró en Valencia en 1987? Algunos de los antiguos congresistas, que estaban todavía vivos en esa fecha, a pesar de vivir en México y en otros lugares del exilio, volvieron a Valencia. Algunos de ellos, como fue el caso de Ángel Gaos, quedaron muy decepcionados. Ángel Gaos era muy crítico, especialmente con Octavio Paz, cuando hablaba del evento. Calificaba al Congreso de 1987 de “vil mitin anticomunista”.

Octavio Paz pronunció la ponencia inaugural de aquel Congreso de 1987, pero el verdadero organizador fue Ricardo Muñoz Suay, un excomunista que en aquellas fechas ocupaba un cargo de política cultural por designación del PSOE. Se formó un comité con los que llamábamos los siete magníficos, algunos de ellos supervivientes del congreso del 37: Octavio Paz, Juan Gil-Albert, Jorge Semprún, Juan Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán, Joan Fuster y Mario Vargas Llosa. El congreso fue desde el principio muy polémico porque, en la ponencia inaugural, Octavio Paz afirmó, por ejemplo, que la guerra civil española la había ganado la monarquía constitucional. Manolo Vázquez Montalbán pidió la palabra nada más terminar Octavio Paz su ponencia y lamentó que la belleza literaria de su discurso no se ajustara a la realidad histórica, porque se había derramado demasiada sangre desde 1936 para callar ante algunas licencias poéticas de Octavio Paz que deformaban la historia de España. Y terminó diciéndole, con mucha ironía, que sospechaba que la guerra de España la había ganado Franco. A partir de ese momento nos dividimos los asistentes entre los partidarios de Octavio Paz, como Jorge Semprún o Mario Vargas Llosa, que en 1987, cincuenta años después, quisieron convertir el Congreso de 1937 en un Congreso estalinista, y los partidarios de Manuel Vázquez Montalbán, que reivindicábamos la grandeza antifascista de aquel Congreso de 1937.

En 2017, la Generalitat Valenciana, me encargó conmemorar, ochenta años después, aquel Congreso de 1937. Y en mi ponencia traté de documentar y argumentar que el congreso de 1937 había sido un congreso antifascista y no un congreso estalinista. En este sentido, hay un dato que considero concluyente. En el congreso de 1937 se excluyó la participación de André Gide, porque poco tiempo antes había viajado a la Unión Soviética y había escrito un libro donde criticaba algunos aspectos de la realidad estalinista, si bien era incuestionable que mantenía firmemente sus posiciones ideológicas antifascistas. André Gide fue vetado en el Congreso del 37 por la delegación soviética, presidida por Mijail Koltzov e Ilya Ehrenburg, y la organización española tuvo que aceptar el veto porque estábamos en guerra y la Unión Soviética era el país que más apoyo militar prestaba a la República. Hoy sabemos mucho más sobre el tema. Natalia Kharitonova es una investigadora rusa que en el Congreso de 2017 presentó una documentada ponencia, fruto de su consulta de los archivos desclasificados de la antigua URSS. Además, en algunos artículos anteriores afirma que la delegación soviética llegó a Valencia en julio de 1937 con un encargo muy explícito de Stalin: André Gide tenía que ser expulsado por fascista de la Asociación Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (AIDC). En Valencia no se atrevieron a plantear el tema, pero cuando llegaron a Madrid, se dirigieron a José Bergamín, presidente de la Alianza española, para pedirle que el Congreso expulsara a André Gide de la AIDC. Bergamín se manifestó contrario, convocó a todas las delegaciones de Latinoamérica presentes en el Congreso y les explicó la situación. Todos estuvieron de acuerdo en que Gide era un antifascista convencido y que no podía ser expulsado de la Asociación. De todas formas, la tensión continuó hasta que José Bergamín tomó la palabra, pidió silencio total y, en resumen, vino a decir que escucharan atentamente. Y lo que pudieron escuchar aquellos escritores en el Madrid de julio de 1937 fueron los sonidos de la guerra, el sonido de las ametralladoras y de los bombardeos en el frente cercano. Bergamín concluyó que ese era el verdadero enemigo, el que estaba bombardeando Madrid, que el enemigo era el fascismo, que el enemigo estaba fuera y no dentro del Congreso. Así, el tema de la expulsión de Gide quedó cerrado sin su expulsión, pero cuando Mijail Koltsov volvió a la Unión Soviética y fue sometido a las purgas de Stalin, una de las causas que esgrimieron contra él en 1939 fue la de que no había cumplido el mandato de Stalin de expulsar a Gide de la AIDC en aquel Congreso de 1937.

Mi ponencia en 2017 estuvo dirigida a zanjar definitivamente la cuestión. A partir de los nuevos testimonios, las dudas sobre si el Congreso había sido estalinista creo que quedaron disipadas o, al menos, nadie las rebatió con el debido rigor científico y documental, ni entonces ni hasta hoy. Los especialistas presentes en el congreso de 2017 coincidieron conmigo en que el Congreso de 1937 fue, ante todo, un congreso antifascista. Por tanto, constituye una simplificación bárbara negarle la grandeza antifascista que tuvo este congreso. Vetar la presencia de Gide en este Congreso fue un error —un sapo que la organización española del Congreso tuvo que tragarse—, pero únicamente puede y debe interpretarse con rigor en el contexto de aquella guerra, en aquellas circunstancias históricas y políticas de julio de 1937.

Mi objetivo científico ha sido desmentir que el Congreso de 1937 fue un Congreso estalinista y evitar que prevaleciera la tesis de algunos de los organizadores del Congreso de 1987, calificado por Ángel Gaos, como tú misma has recordado, como “vil mitin anticomunista”. Por otra parte, cabe recordar el testimonio descalificador que escribió Manuel Azaña en sus memorias. Un Manuel Azaña muy resentido porque el Congreso de 1937 lo había inaugurado el doctor Juan Negrín y no él, al que le debía haber correspondido tal honor por ser también escritor. Así, con arrogante soberbia, afirmó injustamente que a este Congreso habían acudido cuatro escritores sin importancia.


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