Las muertes cruzadas de Txiki y Solé Sugranyes
Las muertes cruzadas de Txiki y Solé Sugranyes
Antoni Batista / Ara

Txiki fue enterrado en un nicho de la familia de Josep Lluís Pons Llobet, militante del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) como Puig Antich y Oriol Solé Sugranyes

 

Mientras he estado libre he cumplido como militante y como hijo del pueblo y, puesto que no he caído asesinado (legalmente) como mis compañeros, he pedido como única y última petición que sea fusilado ante un pelotón de fusilamiento como un gutario, recordando a todos los que han muerto por Euskadi y quitando en la mente a la ikurriña, puesto que voy a morir lejos de ella ”. Juan Paredes, Txiki , escribió este párrafo en la carta de últimas voluntades, horas antes de morir fusilado junto al muro del cementerio de Cerdanyola el 27 de septiembre de 1975. La suya fue una de las cinco últimas penas capitales que rubricó un Franco que moría matando. Una copia de la carta estaba en los legajos de Josep Benet del Archivo Nacional de Catalunya.

Lo defendieron abogados catalanes, Magda Oranich y Marc Palmés, porque cayó en Barcelona víctima de la delación de un infiltrado de la policía, y el antifranquismo catalán de todos los colores se volcó en apoyarle, a él y a sus compañeros. La ETA que luchaba contra la dictadura generaba simpatías que iban desde sectores católicos a socialistas. No suscribían la violencia -ni siquiera en aquellos años en los que el grupo armado le adjetivaba como “defensiva” y “selectiva” y la circunscribía estrictamente a “matar verdugos”- ni le daban apoyo logístico, pero sí cobijo y rescoldo en la solidaridad antirrepresiva. Maria Aurèlia Capmany, que militaba en el socialismo catalanista, hizo una versión de la Canción del ladrón dedicada a Txiki que cantó la voz de altísimos agudos de diapasón y morales de Marina Rossell.

A Txiqui le fusilaron en Cerdanyola; Solé recibió un disparo en Navarra

El último estado de excepción de la dictadura, el 26 de abril de 1975, comienza con una razia de ocupación militar del País Vasco. Habilitan la plaza de toros de Bilbao como centro de detención, escenario de posguerra, y escatiman en la tortura, que dejan caer con especial crueldad en el entonces sacerdote Tasio Erkizia, que con el tiempo sería uno de los fundadores y primeros parlamentarios de Herri Batasuna. Hicieron 4.625 detenciones: casi a cada familia le tocaba alguno.

Muchos buscarán escondrijos en Barcelona recurriendo a complicidades antiguas entre vascos y catalanes, fotografiadas en el paso de la frontera del exilio del presidente Companys y el lendakari Aguirre. La primera ola de militantes de ETA que buscaban refugio fue a raíz de las detenciones del Proceso de Burgos, en los años 1969-70. Josep Solé Barberà fue uno de los abogados de aquella farsa de juicio que acabó con seis condenas de muerte, conmutadas en buena parte gracias a la solidaridad que empezó con el encierro de 278 intelectuales, artistas y profesionales en Montserrat el 12 diciembre de 1970.

Los escenarios de los últimos condenados a muerte por el franquismo se cruzan en la calle Girona de Barcelona. A Txiki le tienden una trampa en la sucursal del Banco de Santander del chaflán con Casp, en el número 70. Tres esquinas más arriba, en este caso en el número 70 de la calle Girona, habían cogido en un tiroteo al anarquista Salvador Puig Antich. En un juicio no menos farsa y con pruebas que hoy se han certificado como más que dudosas, le condenaron a muerte y ejecutaron a garrote en prisión Modelo.

Txiki fue enterrado en un nicho de la familia de Josep Lluís Pons Llobet, militante del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) como Puig Antich y Oriol Solé Sugranyes, última víctima de este doloroso cruce del final del franquismo. Solé Sugranyes, como Pons Llobet, se sumó a la célebre fuga de Segovia de presos de ETA. Hicieron lo más difícil, que era sacarlos de la cárcel, pero falló una cita y se despistaron en el tramo final de los bosques de la Muga de Burguete, en el Pirineo navarro, junto a la libertad. La Guardia Civil les descubrió y abrió fuego. Solé Sugranyes murió en los brazos de Izaskun Rekalde, una de las militantes que se había refugiado en Barcelona. Hace treinta años explicó así ese episodio terrible (mantengo el castellano original de la grabación):

Mataron a Solé Sugranyes a mi lado. Estuvo toda la noche con nosotros y me fijé que iba en manga corta, a pesar de que la noche era muy fría y que había mucha niebla. Le pregunté si quería que le dejara alguna prenda y me dijo que sí. Le presté mi chándal, que era nuevo, nuevo, y con aquello se lo llevaron… Lo mataron a nuestro lado, con aquello puesto. Dispararon un montón de ráfagas, le dio un tiro, dijo “Em moro” […] Oriol tenía una bala en el hígado y se desangró, no duro nada; antes de comenzar a bajar ya estaba muerto. Después, como no había ni camillas ni nada, lo pusimos sobre la capa de un guardia civil y con eso le bajamos ”.
 
La película La fuga de Segovia (1981), de Imanol Uribe, relata el episodio, en el que Ovidi Montllor interpreta a Solé Sugranyes. Luis Eduardo Aute cantó el drama de los fusilamientos de septiembre en una de sus canciones más emblemáticas y preciosas Al alba : “ Si te dijera, amor mío, / que temo a la madrugada, / no sé qué estrellas son estas / que hieren como amenazas. / Ni sé que sangra la luna / al filo de su guadaña…
 

Fuente → nuevarevolucion.es

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