Sevilla homenajea a las 1.786 víctimas del franquismo de Pico Reja: "Lleváis mucho tiempo esperando"
Sevilla homenajea a las 1.786 víctimas del franquismo de Pico Reja: "Lleváis mucho tiempo esperando" / Raúl Bocanegra

Los familiares de represaliados llenan con cajas un columbario, formado por tres líneas de nichos que se adaptan a los límites de la fosa común, donde se conservan los restos, clasificados, a la espera de los resultados del cotejo de ADN.

-Ángel. Sin bulla, que llevas mucho tiempo esperando –dice un trabajador de la sociedad de Ciencias Aranzadi delante de un columbario en el que decenas de nichos vacíos esperan cajas con huesos, los restos de 1.786 asesinados por el terror golpista que se desató en Sevilla después del 18 de julio de 1936 y que fueron enterrados en la fosa de Pico Reja.

Ángel es Ángel Rodríguez, hijo de Eugenio Rodríguez, sindicalista, fogonero en la fábrica Pickman de la Cartuja. Era un bebé cuando el 1 de agosto de 1936, agentes de la represión organizada y arengada por Queipo de Llano tras el golpe del 18 de julio, asesinaron a su padre en las tapias del cementerio, el mismo en el que este lunes su hijo, 87 años de espera después, depositó una caja con restos que esperan las pruebas de ADN para su identificación.

Los trabajadores de Aranzandi conocen bien a Ángel, porque, con la parsimonia propia de su edad –frisa los 90 años– ha venido todas las semanas desde que comenzaron, hace tres años, los trabajos de exhumación. Él sí ha podido rendir un simbólico homenaje a su padre. "Durante los tres años que ha durado se nos han muerto muchos familiares", recordó Cecilio Gordillo, incansable luchador por la memoria desde su grupo de trabajo en la CGT. "Recuerdo a Horacio Hermoso [hijo del último alcalde republicano de Sevilla], Paco Marín, que no pudieron ver ni un solo hueso fuera", dijo Juan Manuel Guijo, de Aranzadi.

Ángel Rodríguez fue el primero de los familiares que depositó la caja, de plástico duro y transparente, con los huesos del color de la tierra en el osario-memorial –formado por tres líneas de nichos que se adaptan a los límites de la fosa común–, donde se conservarán los restos, clasificados, a la espera de los resultados del cotejo de ADN con las muestras biológicas de familiares. Si se produce una identificación, será la familia la que decida qué hacer con los restos. Las asociaciones reclamaron agilidad a la Junta de Andalucía.

Después de Fernández colocaron allí también, entre otros, las cajas Miguel Herrero, nieto de un minero de Nerva, fusilado en Amate, con 41 años; el exalcalde de Sevilla, Juan Espadas, que impulsó los trabajos –a quien las familias agradecieron el impulso– y él mismo, familia de represaliados; el cantaor Manuel Gerena, siempre implicado –"he sentido un escalofrío"–, que acabó por cantar a capella delante del ciprés que ocupa el centro del osario; las hermanas Paqui y Gracia Maqueda, bisnietas de Juan Rodríguez Tirado, El Cubero, asesinado en agosto del 36 en Carmona, y Cecilio Gordillo.

A finales de febrero se culminó la obra de exhumación de Pico Reja, que superó el horror que se había previsto, "la mayor fosa común abierta en Europa occidental desde Srebrenica (Bosnia y Herzegovina)", según Aranzadi.

Los trabajos, de mucha complejidad, han permitido hallar "evidencias de represaliados" en 1.786 cuerpos. En total, de la fosa se habían intervenido a finales de enero de este año 10.075 "sujetos" de los que, además de los asesinados tras el golpe, 4.781 eran personas "en ataúdes" –de las que se han descontado 60 víctimas–, 3.343 "restos en desconexión anatómica" y la "actividad funeraria", es decir, en osarios, y otros 165 restos aislados extraídos en las prospecciones de los primeros meses. Los restos de las personas exhumadas que no revelaban signos de represión "se encuentran en una zona reservada del cementerio para su progresiva incineración", según el Ayuntamiento.

"Ha sido un proceso científico muy complicado. [Había 1786 cuerpos] Poder diferenciar a las víctimas ha sido una labor pionera. Se ha hecho una investigación que ha generado una verdad científica. Las [víctimas] han sido individualizadas, sirve para cualquier proceso judicial. Es un paso muy importante", dijo Juancho Aguirre, de Aranzadi.

"El caso de la exhumación de Sevilla se está empezando a estudiar como modelo de transparencia. Ningún ayuntamiento ha hecho eso. A partir de ahora más de un ayuntamiento se va a tener que pensar ocultar los nombres de sus vecinos", concedió Cecilio Gordillo, un tipo que no parte peras en estos temas con nadie. Las familias estaban y lo demostraban muy agradecidas a los técnicos de Aranzadi, que fueron los que llevaron la exhumación, que impulsó el Ayuntamiento de Sevilla, al principio en solitario y que después recibió el apoyo económico del Estado, Junta y Diputación.

Duelo postergado

Este lunes, entre quejas de las familias por haber elegido un día laborable –lo que a mucha gente impidió acudir–, se celebró un mes después del fin de los trabajos, el simbólico entierro. "No conocimos a muchos de nuestros familiares. Nacimos y vivimos con esa pena pasando enormes miserias. Hoy vamos a poder hacer el duelo tantas veces postergado. Lo hacemos con alegría y decimos: por fin os hemos encontrado. Esta tierra nos lo ha devuelto para saber la verdad del genocidio que aquí se cometió. Sevilla es hoy un poco mejor. La derecha nos dice que es mejor no reabrir heridas: pero una herida que no se ha cerrado, no se puede reabrir", aseguró Miguel Herrero.

Tanto Herrero como Paqui Maqueda reivindicaron justicia: "Queda mucho por hacer. El poder judicial es un tapón. 1.786 personas son víctimas de graves violaciones de derechos humanos, hay víctimas y verdugos. Ponerlos en el banquillo de la historia para ser juzgados y condenados. Al fascismo se le señala y se le combate, no se le discute. No nos vamos a reconciliar si no hay justicia para las víctimas", dijo Maqueda. "Reclamamos tutela judicial efectiva. Aquí no se ha presentado ningún juez a pesar de las violencias. No habrá verdad oficial de lo que ocurrió", afirmó Herrero.

Los poderosos versos del exilio del poeta León Felipe, republicano, que murió en México, resonaron entre los cipreses del cementerio en boca de Pepe Barragán.

Españoles:
el llanto es nuestro
y la tragedia también,
como el agua y el trueno de las nubes
Se ha muerto un pueblo
pero no se ha muerto el hombre.
Porque aún existe el llanto,
el hombre está aquí en pie,
en pie con su congoja al hombro,
con su congoja antigua, original y eterna,
con su tesoro infinito
para comprar el misterio del mundo,
el silencio de los dioses
y el reino de la luz.
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima…
Españoles,
españoles del éxodo y del llanto:
levantad la cabeza
y no me miréis con ceño
porque yo no soy el que canta la destrucción
sino la esperanza.

 

La voz de las familias

Con la exhumación de Pico Reja y el simbólico homenaje no se termina la crónica del horror de la represión en esta zona, controlada por Queipo de Llano. Las asociaciones reclamaron que se siguiera con las exhumaciones y reclamaron rapidez, porque los familiares que quedan se van muriendo: mientras Ángel Rodríguez y otros depositaban en el osario los restos hallados en la fosa se pudo escuchar un "qué suerte que habéis podido enterrar a vuestros abuelos".

En los años 2016 y 2017 el Ayuntamiento señalizó tres grandes fosas basándose en los estudios de José Díaz Arriaza: Pico Reja, Monumento y Antigua. "Una vez culminados los trabajos de Pico Reja, el objetivo es iniciar el expediente para la exhumación de la fosa Monumento. Estos estudios se iniciarán a lo largo de este 2023", se comprometió el consistorio.

Ana Sánchez es familia de dos víctimas, sus tíos Ramón y Antonio. "Los asesinos quisieron ocultar la historia. A Ramon Sánchez Moreno lo asesinan por ser del PC. Sus verdugos pensaron que caerían en el olvido, que sus crímenes quedarían impunes. No vamos a descansar hasta que todas las víctimas sean sacadas de las fosas y las cunetas y tengan el reconocimiento que se merecen. Hay que seguir con el resto de las fosas de este cementerio. Cuando sean exhumadas y dignificadas, cerraremos la herida. Fascismo nunca más", dijo.

El memorialista Juan Morillo levantó dos fotografías, una de José Ruiz Martín, alcalde de Fuentes de Andalucía en 1936, y otra de Josefa González Miranda, que fue "arrojada a un pozo". Ella es una de las mujeres del Aguaucho "Hay muchas personas que no tienen ni fosa –dijo Morillo– . Al alcalde no lo hemos encontrado. Dicen que está debajo de la autovía a Madrid. Por ellos continuaremos nuestra lucha hasta encontrarlos. Hoy homenajeamos al pueblo de Sevilla".

Juan Manuel Guijo, de Aranzadi, quiso agradecer a las familias la presión de las familias durante los trabajos: "Ha sido una experiencia maravillosa: el lugar central lo ocupáis vosotros, las familias. Se ha preparado un espacio de entierro: que sea como si surgieran los huesos de la tierra. Hoy somos mejores en todos los sentidos. No olvidaremos el trabajo que habéis hecho con vuestra lucha: hemos sentido el aliento detrás. Los crímenes ocurrieron y son ciertos. Que nunca se apague la voz del movimiento memorialista".

Represión

La fosa de Pico Reja fue abierta en 1925 y, según el Ayuntamiento de Sevilla, "estaba en uso el 18 de julio de 1936". Fue allí "donde se empezaron a depositar las primeras víctimas de la represión y de los combates en el centro de la ciudad. El 6 de agosto de 1936 el administrador del Cementerio informó que estaba a punto de llenarse, suponiendo que se colmataría a finales de ese mes". Una vez llena, ante la falta de espacio, se abrieron otras dos fosas en el costado contrario, conocidas como Antigua y Monumento y años después en el lateral derecho de nuevo otras dos más.

Unos días después del golpe de Estado, una vez que Queipo y los golpistas tomaron el control de Sevilla y sus barrios, según ha dejado escrito el historiador José María García Márquez "se desató una enorme oleada de detenciones de hombres y mujeres, para lo que bastó una simple sospecha de izquierdista, un carnet de afiliado a un sindicato o una delación oportuna de un vecino. […] El terror que producían estas detenciones, sobre todo de madrugada, se extendió con rapidez a medida que iban llegando noticias por doquier de la desaparición de numerosos vecinos y el asesinato de varios de ellos que se fueron conociendo por sus familias". Este periodo de represión duró varios meses, en los que se sucedieron los asesinatos. "Las detenciones prosiguieron sin cesar y con ellas las desapariciones", según García Márquez.

El historiador Francisco Espinosa, autor de La Justicia de Queipo, entre otros estudios, explicó a Público hace unas semanas que hubo dos fases en la represión, una primera basada en los bandos de guerra, que, en resumen, "permitía acabar con la vida de cualquiera en el momento que se quisiera: ese al paredón". "Esa primera fase es durísima. Hacen lo que les da la gana, avanzan y van matando gente. En esa etapa cae la mayor parte de la gente y no quedan huellas, vamos sacando cifras y cantidades, pero son todas aproximadas siempre. El mapa de las fosas comunes coincide con la violencia y terror de esos primeros meses", asegura Espinosa.

Después, en noviembre, le sucede una segunda fase en la represión, que arranca en noviembre del 36. "Ya se habían consolidado, ya tenían ayuda de Alemania y de Italia, deciden meterse en una estructura represiva judicial-militar, y organizar consejos de guerra. Se monta entre noviembre del 36 y febrero del 37 y se consolida después. Para saber lo que fue la represión, la segunda fase ofrece más información, a la mayor parte los inscriben en los registros civiles. Esta fase dura hasta el 45. El terror aminora hacia los años 50". 
 

Fuente → publico.es

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