Miguel Hernández, el poeta antifascista
Miguel Hernández, el poeta antifascista 
Enric Agost Carceller
A raíz del estallido de la guerra, el poeta y dramaturgo valenciano publica 'Vientos de pueblo', un libro nacido de la rabia y la herida sangrienta, llenada de dignidad superviviente y de exaltación heroica. Encarcelado por el franquismo, nunca renunció a sus ideales y murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942

 

El 30 de octubre de 1910, en la calle San Juan de Orihuela, nace Miguel Hernández Gilabert. Al cumplir cuatro años, la familia se traslada a la calle de Dalt, donde vivía gente de clase trabajadora. Su infancia se desarrolla en el seno de una familia humilde. Su madre –conocida en el barrio como la “tía Concheta”– se encarga de las tareas del hogar y su padre, el “tío Visenterre”, cría y vende ganado. Después de haber asistido a un parvulario privado, la escolarizan en el colegio gratuito Ave Maria. Allí los jesuitas se fijan en él por su talento y le ofrecen soporte para asistir a las clases del Colegio de Santo Domingo.

Cuando Miguel Hernández cumple quince años, el negocio familiar pasa una mala época y su padre le saca del colegio para que le ayude a cuidar el ganado ovino ya repartir la leche. Sin embargo, a su zurrón de pastor nunca le faltarán libros, sean de la biblioteca pública o prestados por el canónigo Luís Almarcha. El pastoreo por la sierra le fuerza a pasar largas jornadas observando atentamente la naturaleza, que nunca se detiene de transformarse, y la pinta en versos. Más tarde, se juntará con el grupo de amigos en la taberna de Carles Fenoll, entre los que se encuentra el escritor, periodista y abogado Ramón Sijé, que influirá su obra. 

Los inicios poéticos

Con tan sólo 21 años, animado por su círculo de amistades o siguiendo la efervescencia de la proclamación de la República española, en noviembre de 1931, decide irse a Madrid para desarrollar su vocación poética, motivo de su marcha. Consigue que algunas revistas le publican algún poema, referenciando su bucolismo como poeta-pastor. Sin embargo, la vida de poeta en Madrid no es tan sencilla para alguien sin renombre y ninguna obra publicada, lo que le aboca a una época de penurias y necesidades. En mayo de 1932 decide volver a casa, pero, durante el trayecto, es detenido por llevar una cédula –documento en el que se reconoce alguna deuda– de la beneficencia, aunque no corresponde con su nombre. En la estación de Alcazar de San Juan (Ciudad Real) es conducido al cuartel municipal, donde será retenido unos días hasta que logra pagar la fianza por regresar a Orihuela. Pese a no haber cumplido sus objetivos, el viaje a Madrid le sirve para crecer y cambiar ciertos aspectos de su escritura, siempre en transformación durante su corta vida. En invierno de 1933, publica en Murcia su primer libro de poemas, Perito en lunas .

Miguel Hernández participó en las Misiones Pedagógicas, que llegaron a reunir a más de 500 voluntarias en una red de solidaridad para llevar la educación a las poblaciones rurales y luchar contra el analfabetismo

La primavera siguiente obtiene una subvención del Ayuntamiento de Orihuela de cincuenta pesetas para viajar de nuevo a Madrid. Se instala en una pensión en el barrio de Chamberí y encuentra trabajo como ayudante en la preparación de una enciclopedia taurina que coordina el poeta Cossío. Miguel Hernández participará en las Misiones Pedagógicas, que llegarían a reunir a más de 500 voluntarias en una red de solidaridad para llevar la educación a las poblaciones rurales y luchar contra el analfabetismo. Esta labor le permite visitar varios pueblos de La Mancha, Andalucía y Castilla y León. Cuando regresa a Madrid conoce a Pablo Neruda, recién llegado como diplomático chileno y también entra en contacto con la filósofa malagueña Maria Zambrano, con quien empezará una gran amistad.

Los vínculos creados en Madrid, así como el estallido de conciencia de clase en el estrago de octubre asturiano, le hacen cuestionar algunas ideas ligadas a Ramon Sijé y la revista católica El Gallo en Crisis . Jose Bergamín, Cossío y Neruda le critican su proximidad a la publicación vinculada a un conservadurismo reaccionario. “Querido, Miguel, siendo decir que no me gusta el Gallo Crisis , le encuentro demasiado olor a iglesia ahogado en incienso […] Tú eras demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico”, le escribió Neruda en una carta. Siguiendo, por el contrario, el cristianismo materialista que llevaba Neruda de América, la obra de Hernández captará una verdadera vita nuova . Plasma su sonrisa en la vida en el poema “Vecino de la Muerte , soltando milenios de hierro al rojo vivo; esa vergüenza, silencio y culpa que había pesado sobre la carne y la cabeza del poeta. Tiempo después de romper la relación con Ramón Sijé, a raíz de la colaboración de Hernández con la revista El Caballo verde de la poesía , éste muere el invierno del 35, con 22 años. El hecho de faltar su compañero del alma le produce un gran lamento que culmina con la publicación de “Elegía ”, que aparecerá en la publicación del segundo poemario, El Rayo que no cesa .

Leer El Rayo que no cesa es oír la comarca de la Vega Baja y sus vergeles o escuchar el brotar de la fuente de Pedra

Leer El Rayo que no cesa es oír la comarca de la Vega Baja y sus vergeles o escuchar el brotar de la fuente de Pedra. Nada se detiene desde que la granada de los huertos hernandianos cesa de exhibirse en los versos de este poemario –de una sensibilidad valenciana habitualmente catalogada como “levante feliz” por la crítica española. Sin embargo, el sur de Alicante y la luz andalusí no dejarán, en ningún iris, de chispear en la obra de Hernández. Entonces, comienza a integrarse plenamente con la vanguardia: Alberti, Lorca o Aleixandre, y también con las artistas de la Escuela de Vallecas, donde conocerá a la pintora surrealista Maruja Mayo. El ambiente liberal que respira le hace aflojar la camisa de fuerza en la forma de amar de aquella época –“aquí nadie nos mira daño para cogernos de la mano”, le escribe a Josefina Manresa, compañera de vida de Hernández que conoce el verano de 1934 en Orihuela. Y sigue: “No me culpas ni reproches porque no voy todavía. Estoy trabajando aquí de esta manera para tener el día de mañana un poquito de paz; para que no les falte el pan a nuestros hijos…”. Con Manresa tuvo dos hijos.

Poemas al servicio del ideal

Seis meses después de publicar El Rayo que no cesa, estalla la guerra; ese choque de guerra total hecha mundo en el Guernika. De esta convulsión bélica surgió de la mano de Hernández Vientos de pueblo, un libro nacido de la rabia y la herida sangrienta, llena de dignidad superviviente y de exaltación heroica. "Elegía primera", dedicada a Lorca, "Recoged esta voz" o poemas como "Sentado sobre los muertos " parecen un aliento de justicia sublevada contra la magnitud de los crímenes fascistas cometidos en nombre de Dios y de España. Aquí la conciencia de Hernández muda ya para siempre pueblo. Se da al “nosotros” épico el nombre de un pueblo en pie contra el fascismo internacional, cuyos ecos se escucharán por todos los frentes. Durante la guerra, Miguel Hernández trabajará de periodista, dramaturgo y participará junto al quinto regimiento del Partido Comunista en la defensa de Madrid y en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia. También viajó al V Festival de Teatro Soviético en el año 1937. Del camino a Moscú queda la dicción de su voz, radiada por él mismo en París y la que hoy en día se puede escuchar en vivo .

Durante la guerra, trabajará de periodista, dramaturgo y participará junto al quinto regimiento del Partido Comunista en la defensa de Madrid y en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas

Con la complicación de la guerra viene la muerte de su primer hijo que rondará el Cancionero y romancero de Ausencias ; su segundo hijo, Manolito, nacerá en 1939. Al final de la guerra, Miguel trata de escapar a Portugal, pero es pillado por las fuerzas de Salazar. Le sigue en adelante, con “la paciencia de un muerto efectivo”, un verdadero vía crucis carcelario. Con un aspecto deteriorado por las palizas recibidas por parte de las autoridades fascistas, el humorista Miguel Gila le recordará con movimientos lentos, apenas entreabriendo los ojos, en un patio de una cárcel madrileña. El cura Luis Almarcha, que había sido su catecista en Orihuela, autor de Mi cautiverio en el dominio Rojo , trata de chantajearle exigiéndole su regeneración a cambio de su “arrepentimiento”. Es decir, que afirmara una voluntad de colaboración con el Régimen.

Antonio Ramón Cuenca, que fue vecino de celda, cuenta que Miguel le contestó: “Tengo una vida, que puse al servicio de mi ideal, y si no tuviera doscientas vidas igualmente, las hubiera dado y las devolvería a dar ahora”. Mientras, el jefe de negocios de la Embajada de Chile recibió un papel de fumar enviado por Miguel desde la cárcel que decía, brevemente: “Me han condenado a muerte. Haga lo que podáis”. “Su máxima responsabilidad consiste en no ser analfabetos, incultos ni ignorantes; precisamente en la capacidad de comprender el bien e inclinaros resueltamente por el mal”, sentencia el fiscal del juicio sumarísimo.

Al fin de la guerra, Miguel trata de escapar a Portugal, pero es pillado por las fuerzas de Salazar. Le sigue en adelante, con “la paciencia de un muerto efectivo”, un verdadero vía crucis carcelario

Miguel resulta condenado a muerte por "adhesión a la rebelión militar", ahora bien, Cossío, bien relacionado con los vencedores, logra conmutar la pena de muerte por treinta años de privación de libertad. Con esta conciencia, y antes de morir enfermo de prisión, en diciembre de 1940 un grupo de amigos han formado una mesa con viejas maletas y farcellets a modo de asientos. Estamos en la sala 11 del penal de Ocanya (Toledo), han decidido celebrar, entre los barrotes, un “convite”. Rechazando el propósito de recibir un “homenaje” – porque (sic) “huele a estatua de plaza pública ya vanidad burguesa”, Miguel dice: “No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie […] Se trata de otra cosa. Y yo quiero que esta comida no dé motivo para pronunciar palabras de resignificación extraña a nuestro modo de ser revolucionario […] Ya sabéis. Es preciso que brindemos. Y no tenemos ni vino ni vaso. Pero ahora, en ese mismo instante, podemos levantar el puño, mentalmente, clandestinamente, y entrechocarlo”.

Durante los dos años que dura su pasión, ya como padre de Manolito, no deja de escribir para su hijo cuentos de ternura que contrasta con la dureza del presidio. Estas mismas condiciones y el constante traslado de su persona le enferman de tuberculosis. En febrero de 1942, Miguel se encuentra en el Reformatorio de Adultos de Alicante, hoy Palacio de la Justicia, y le envía en papel higiénico la última nota a Josefina. Un mes después, rompe el sueño antes de la salida del sol y muere en la madrugada, soñando, como las cigarras, un 28 de marzo de 1942. Escribe María Zambrano que Miguel Hernández es conciencia. Hoy, en el día de su muerte, es necesario admirar la alta calidad de su obra literaria y la vigencia de su mensaje humano. Hoy es alimento del alma y resuena en las guitarras del pueblo, como dijo otro poeta, para que no decaiga de no ser nada si no es pueblo.


Fuente → directa.cat 

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