“Los nadies”, la microhistoria anónima de la Guerra Civil española

“Los nadies”, la microhistoria anónima de la Guerra Civil española

Inspirado por Carlo Ginzburg, estudioso de la cultura popular olvidada y abanderado de la microhistoria, y por los historiadores Andrés Domínguez Almansa y Antonio Cazorla, Leira quiso profundizar en la contienda después de su tesis "Soldados de Franco" (2020), estudiando "a la gente corriente, pero poniéndoles nombre, cara y narrando su historia", ha explicado en una entrevista con EFE.

El autor se adentra en cada capítulo en "historias de soldados, de milicianas, de anarquistas, de la represión revolucionaria en la zona republicana, algo de historia de la Iglesia en España, el republicanismo de izquierdas y sus variantes gallegas, las campañas militares en África, el fascismo y el antifascismo transnacional". A través de esas ocho personas, quiso mostrar "qué significó el golpe, la guerra y su posterior trauma".

"Los nadies de la guerra de España" (Akal) se fue gestando en paralelo al proceso de investigación e incluso el capítulo de Ramón Montserrat, de la Quinta del Biberón, cuando ya estaba en manos del editor, al acceder a una memorias que había dejado escritas.

Entre esos "nadies" hay algunos casos algo más conocidos como el de la primera alcaldesa gallega, Urania Mella, del soldado rumano Ionel Mota o del capitán Juan Rodríguez Lozano, abuelo del expresidente Zapatero, pero en el libro, más allá de la guerra, el autor describe "cómo recordaron el trauma sus familiares", que se cuelan como "personajes secundarios" en la narración principal junto a vecinos, delatores, verdugos, confidentes o salvadores.

Las mujeres tienen un papel muy importante en el libro, más allá de las conocidas Victoria Kent, Clara Campoamor o María Zambrano, como la primera alcaldesa gallega, de un pequeño pueblo rural, A Cañiza (6.000 habitantes), que "rompe el cliché de una España profundamente analfabeta por ser rural".

Para el ensayo, Leira contó con cartas, diarios y memorias que le proporcionaron las familias de los protagonistas, que complementaron el trabajo en archivos civiles y militares, periódicos y entrevistas orales. Reflexionando sobre las dos Españas o las tres de las que hablan otros historiadores, Leira escribe que "hubo tantas españas como españoles", una frase que reconoce sólo pretende "provocar al lector", si bien cree que "reducir a dos grandes cosmovisiones, o tres, lo ocurrido en el primer tercio del siglo XX, tanto en España como en el resto del mundo, es simplificar una realidad compleja, cambiante y porosa".

"Obviamente, las guerras dividen, simplifican y demonizan al enemigo, y más una guerra civil", asume Leira, que, según los datos que maneja, y que también defienden Michael Seidman, James Matthews o Aurora Artiaga, "el 30 % fueron voluntarios a la guerra".

En su opinión, "la escuela debe ser el motor social para evitar una sociedad dividida, que no uniforme" y asimismo "la Historia reciente debe dejar de ser un campo de batalla cultural". Leira estima que actualmente ya no solo existe un "conflicto guerracivilista" entre quienes defienden un bando u otro, sino también uno generacional, "entre los historiadores que defienden en exceso el periodo de la transición frente a la democracia actual".

Para el primer caso, "todos debemos posicionarnos en contra de un golpe de Estado como herramienta política, de lo contrario, no solo se blanquea el franquismo, sino que se deja la puerta entreabierta a que pueda ser utilizada en la actualidad".

El "pecado original" de esa interpretación fue "el golpe de Estado a un régimen democrático liberal propio de los años 30, con los mismos problemas y defectos que el francés o el británico", sostiene Leira, para quien "después de la muerte de Franco quizá no se pudo hacer otra cosa de lo que se hizo, pero hoy una parte de la sociedad no se identifica con lo construido en el 78".

En cuanto a la lucha intergeneracional, Leira defiende que "esa idea repetida en las escuelas de que la transición terminó con la llegada al poder del PSOE es una patraña, porque la transición debe ser continua y adquirir nuevos derechos sociales es algo que dignifica y mejora la calidad democrática". Así, rechaza que la Constitución de 1978 deba ser "como las tablas de Moisés".

Pese a que al pensar en la memoria histórica es inevitable la comparación con Alemania, donde la derecha conservadora y liberal se posiciona duramente contra derivas fascistas, "el caso español es distinto, Franco murió en la cama y el franquismo sociológico aún vive y ha superado el paso del tiempo a través de generaciones", apunta.

Leira ve dificultades para convertir Cuelgamuros en memorial de todas las víctimas, porque "el Valle de los Caídos es un monumento que reivindica la victoria militar, recuerda a una parte de la sociedad y reivindica desde un posicionamiento fascista la muerte como salvadora de España".

"Quizá Cuelgamuros, como Auschwitz, deba ser un lugar de vergüenza, que recuerde el camino que no debe tomarse", agrega.

El historiador aboga por la valentía de "legislar para que no haya ningún partido político que no condene el golpe de Estado, la violencia bélica y la dictadura, y penar a quienes hagan apología de la intolerancia".


Fuente → elobrero.es

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