La masacre de la carretera Málaga-Almería (febrero 1937)
Esta entrada está dedicado a mi abuela Lola (sí, la de las croquetas)
porque ella siendo una niña vivió estos dramáticos sucesos que a día de
hoy todavía recuerda… y a todos los que murieron y sobrevivieron a la
carretera de Málaga-Almería…
Entre el 6 y 8 de febrero de 1937, se produjo en Málaga la
«Desbandá», entre 100.000 y 150.000 personas salieron con lo puesto, a
pie en su mayoría, y en burro o vehículo los más afortunados, dirección
Almería. Fueron los protagonistas del mayor éxodo de la Guerra Civil.
Pero, ¿qué provoca que una gran parte de la población de una ciudad
recoja lo que pueda y se lance a pie a una aventura tan incierta como
peligrosa? Es algo que siempre me he preguntado. Por eso he estado
investigando un poco y sólo hay una respuesta, el instinto de
supervivencia, pero sobre todo elPÁNICO COLECTIVO.
Los antecedentes son los de siempre, comunes a todos los sucesos de
la Guerra Civil. Tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936, en
Andalucía, sólo Almería, Jaén y Málaga siguieron leales al Gobierno
legítimo de la República.
Malagueños pidiendo armas en el Palacio de la Aduana contra el golpe de estado
Tras el fracaso de los golpistas, Málaga se convierte en objetivo prioritario para Franco (Batalla de Málaga),
más que por su importancia estratégica, sino como su importancia moral.
Desde agosto Málaga se ve sometida a intensos bombardeos provocando
decenas de muertos.
El caldo de cultivo de ese pánico colectivo empieza cuando entre
agosto y septiembre de 1936 caen las zonas de Archidona, Antequera y
Ronda. Es entonces cuando comienzan a llegar a la capital los primeros
refugiados (unos 35.000), los cuales traen noticias aterradoras
de la caída de sus ciudades y pueblos, haciendo especial alusión al
Tercio de Regulares, a los cuales les atribuyen saqueos y asesinatos.
Con estas noticias recorriendo Málaga, el general fascista Gonzalo
Queipo de Llano, desde Radio Sevilla, comienza una guerra psicológica
contra la población civil, no sólo habla de los avances de ejército
fascista sino que profiere a la población de las zonas republicana toda
clase de advertencias y amenazas. En una de estas «charlas» decía así: “Nuestros
valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes
lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto
es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican
el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y
no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y
pataleen”.
Aviones franquistas sobre Málaga
Las experiencias contadas por los refugiados unidas a las
alocuciones de Queipo de Llano hacen que Málaga se suma en un ambiente
de terror ante la llegada inminente de las tropas fascistas.
A finales de 1936 la única vía de escape de la capital hacia zona republicana era la carretera de Almería.
La defensa de Málaga estaba compuesta por 12.000 efectivos mal
organizados y peor equipados, abandonados a su suerte por el Gobierno de
la República que dio por perdida la ciudad, en su mayoría eran
campesinos y milicianos voluntarios repartidos por la provincia, frente a
un ejército fascista de 19.000 soldados bien instruidos y equipados,
10.000 regulares del Tercio de Marruecos más 10.000 italianos de las Corpo Truppe Volontarie de Mussolini.
El domingo 7 de febrero la artillería ya está a las puertas de la Capital y la población entra en pánico. Es cuando empieza la «desbandá»:
Unos huyen por su implicación en los sangrientos desmanes de los
días posteriores al golpe de estado, otros por su implicación política o
sindical, pero la mayoría lo hace porque ¡todo el mundo se va! y porque
el pánico se había instalado en la conciencia colectiva. Es un efecto
dominó sin precedentes.
El 7 de febrero por la tarde, los barrios populares se quedan
vacíos y la caravana se reúne en el Paseo del Parque y toma dirección El
Palo y Rincón de la Victoria. Aunque no hay cifras oficiales se estima
que la cifra oscilaba entre 100.000 y 150.000 personas.
Refugiados malagueños en la carretera Málaga-Almería
Podemos hacernos una idea de lo que se vivió en aquel momento, por el libro «Dialogue with the death» del corresponsal del ‘Daily Worker’ (NYC), Arthur Koestler:
«Hacia las 2 de la tarde comienza el
Éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas,
carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y lo
arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil,
algunos oficiales del Estado Mayor… Corren algunos extraños rumores por
Málaga: que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población
hacia el este, a unos 50 km; el río de refugiados se dirige a una trampa
mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta, pero bajo
el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los
refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se
alimenta sin cesar de los arroyos del miedo».
El domingo 8 de febrero se toma la ciudad.
A
las 7:30 de la mañana entran las tropas fascistas por la carretera de
Torremolinos y se encuentran con una ciudad semivacía, con los barrios
obreros abandonados.
A las 9:30 entran en el puerto de Málaga los cañoneros Cánovas del Castillo y Canalejas
Al mediodía llegan las columnas italianas desde Antequera y Colmenar. A las 14:00 ya hay tropas desfilando por el Centro.
El mismo día 8 de febrero la marea de refugiados ya ha llegado a Torre del Mar, y allí se les unen los refugiados del interior. Aquí es cuando empiezan los bombardeos desde los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera y de la aviación alemana, la Luftwaffe. Queipo de Llano explica con una “broma” la decisión de bombardear a la población civil:
“A los tres cuartos de hora, un parte de
nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr
hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más
aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”
Con las bombas empieza el pánico, y la gente intenta refugiarse en las cunetas, rocas, o campos de caña de azúcar.
El diario británico «The Manchester Guardian» relató lo que estaba ocurriendo en la carretera de Almería:
«La evacuación de Málaga comenzó cuando
la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó
que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano
desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una
sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los
barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (…)
Pronto el camino quedó cubierto de muerte».
Se fueron abandonando los enseres y los bultos. Cuando la comida
empezó a faltar, la marea de refugiados arrasó los campos de caña de
azúcar. Los pueblos por los que pasan se negaban a ayudarlos temerosos
de las futuras represalias. Muchos de ellos murieron en las cunetas,
otros muchos llegaron hambrientos y heridos a Almería.
Se estima que los bombardeos por mar y aire sobre la columna de refugiados provocaron entre 3.000 y 5.000 muertos, la mayoría civiles.
Para que nos hagamos una idea, el 26 de abril de 1937, en Guernika, laLegión Cóndor mató a 126 personas según los documentos más recientes. En la Masacre de Srebrenica murieron unos 8000…
Las únicas imágenes que tenemos de la “desbandá” son del médico canadiense Norman Bethune(1899-1939) y sus ayudantes Hazen Size y Thomas Worsley.
Era un famoso cirujano pulmonar que impactado por las noticias sobre la Guerra Civil, abandona su puesto y se une a las Brigadas Internacionales
como voluntario sanitario. Estando en Madrid, le llegan noticias de la
caída de Málaga y del masivo éxodo, y decide partir para Almería para
socorrer a los refugiados. Llega el 10 de febrero a Almería y se dirige
con su ambulancia dirección Málaga para socorrer a los refugiados.
Lo que vio lo relata de esta manera en su libro “El crimen de la carretera Málaga-Almería”:
“Una muchedumbre de personas y animales
ocupaba todo el ancho de la carretera… La llanura se extendía tan lejos
como la vista podía alcanzar y por ella serpenteaba una hilera de 30
kilómetros de seres humanos, como un gusano gigantesco con innumerables
pies que levanta una nube de polvo que se extendía hasta más allá del
horizonte. (…) Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose
solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre
las rocas o vagando temblorosos sin rumbo (…) Los muertos estaban
esparcidos entre los enfermos con los ojos abiertos al sol”.
Impactado por lo que vio, vació la ambulancia y la utilizó para transportar a los refugiados durante cuatro días:
“Resolvimos regresar para dedicarnos a
transportar a los más desvalidos… Descargamos el equipo y las
existencias de sangre (…) Después abrimos las puertas traseras. Se podía
ver la excitación en los rostros de los refugiados. Todos esperaban,
pero sin saber si tendrían posibilidades. Una multitud de padres y
madres se apretó alrededor del coche. Decidimos transportar a las
familias que tuviesen más niños y a los niños sin padres, que eran
incontables. Llevábamos a 30 ó 40 personas en cada viaje”.
Todo lo que vivió esos cuatro días lo plasmo en sus diarios y describió la tragedia como “la más grande y terrible evacuación de una ciudad en los tiempos actuales”.
Aquellos que se dieron la vuelta y volvieron a Málaga sufrieron la brutal represión de Queipo de Llano, que ríete tú de la Masacre de Badajoz.
Entre 1937 y 1940 se calcula que fusilaron a unas 20.000 personas, miles de ellas se encuentran en las fosas comunes del Cementerio de San Rafael, donde se estima que hay enterrados más de 4.000 cadáveres (se han rescatado 2.800 cuerpos) y están consideradas como unas de las mayores de Europa…
Fernando Arcas, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, considera la «desbandá» un preludio de las grandes persecuciones humanas y los genocidios que sacudieron el siglo XX. Es autor del documental «Yo estaba allí» donde recoge testimonios de la Guerra Civil y la represión franquista en Málaga.
Hasta mediados de los ochenta poco se supo de este Guernika andaluz.
Los franquistas querían olvidar el suceso y los republicanos se sentían
avergonzados por haber abandonado a su suerte a Málaga y a su
población.
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