El último 8 de marzo antes de ser aplastado por Franco
El último 8 de marzo antes de ser aplastado por Franco
Peio H. Riaño

Hace 85 años, en 1938, en el Cinema Monumental de Madrid se gritó y aplaudió la liberación de las mujeres y la construcción de un país igualitario que luego destruyó el franquismo y la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera 

A veces el pasado se muestra por casualidad, al abrir una caja de las cientos de miles que conserva el Centro Documental de la Memoria Histórica, en Salamanca. En el monumental archivo la historia de la represión se presenta en carpetas. En una de ellas se conserva un folleto incautado por las fuerzas franquistas e incluido en la sección Político-Social del archivo. Está formada por documentos de todo tipo de instituciones, asociaciones y personas afines a la causa republicana. El panfleto usa la bandera tricolor en su portada y reivindica el 8 de marzo de 1938.
 
En el reverso se lee: “Las mujeres queremos participar de lleno en la vida activa del país, y exigimos en el 8 de marzo, día de la mujer, nuestra incorporación al trabajo para ayudar al Gobierno del Frente Popular”. Está firmado por la Comisión organizadora de la Asociación de Mujeres Antifascistas y la Unión de Muchachas, y contiene el programa de una semana de actos “para demostrar la solidaridad que existe entre las mujeres de nuestra retaguardia y los combatientes del Ejército popular”. Además de ayudar a los combatientes heridos, a las madres y a sus hijos, el primer día lo dedicaron a celebrar a las campesinas. El 7 de marzo divulgaron en fábricas y talleres el significado del 8 de marzo. Y el día “D” celebraron un mitin en el que hablaría Dolores Ibárruri (Pasionaria), entre otras. 
 
El 8 de marzo de 1938 la aviación republicana bombardeó durante la noche y el día el frente aragonés hasta incendiar un “buen número de camiones”, titulaba un día después el diario republicano La Libertad. En el otro lado, Región prefería titular por otro lado y esconder los daños de los ataques: “El asombro de los rojos ante la organización de la España de Franco. La abundancia de tabaco es lo que más les llama la atención”. En Nuestras armas, el órgano de ingenieros del ejército republicano del centro, se publicó un reportaje sobre el trabajo en el frente de los grupos auxiliares, compuestos por hombres veteranos. “Hombres que a pesar de la edad los músculos se les rejuvenecen pensando solamente que esta guerra pondrá fin a las luchas que ellos, como todos los antifascistas, hemos mantenido contra la patronal fascista”.  
 
Igualdad salarial
 

En Verdad, el diario del Partido Comunista, el titular que abría la edición del 9 de marzo de 1938 era: “Sin la fuerza y la colaboración del pueblo es imposible organizar la victoria”. Esta publicación incluía una mención al día de la mujer de las Juventudes Socialistas Unificadas. El escenario del salón de actos de la JSU estaba adornado con una enorme estrella roja y en los discursos se denunció la desigualdad salarial de las obreras: “Nosotros entendemos que, a trabajo igual, debe corresponder salario igual”. El artículo añadía que en la guerra las mujeres tenían el deber de ocupar los puestos que los hombres dejaban. “Y esto ha de hacerse cuanto antes”. 

Ahora publicó a una columna la crónica de la jornada que anunciaba el panfleto conservado en el CDMH de Salamanca. “¡Paso libre a la mujer al campo de la producción!”, titularon. La cabecera gráfica celebró los actos públicos que reivindicaban el papel de la mujer. “Revelan la capacidad política lograda por las mujeres antifascistas a través de un movimiento femenino amplio, activo y bien dirigido”, escriben. El acto del 8 de marzo se celebró en el Cinema Monumental de Madrid, en la calle Atocha y actual sede para los conciertos de la Orquesta Sinfónica de RTVE.

Contaba la crónica que el escenario se llenó de flores rojas para Dolores Ibárruri y ella las ofreció para los soldados heridos. “El aspecto que ofrecía el Monumental era extraordinariamente brillante. Acudieron millares de mujeres, que con sus aclamaciones y con sus cánticos demostraban que la mujer quiere ser –lo es– combatiente activa de la causa popular, por cuya defensa no sólo no decrece, sino que aumenta cada día su firme entusiasmo”, decía el artículo.


Mujeres capacitadas

De aquel discurso un año antes del exilio de Pasionaria, Ahora destacó una idea clave: “Nuestras mujeres quieren trabajar, deben ser incorporadas a la producción. Su heroísmo y su espirito de sacrificio merecen ser utilizados en las fábricas y talleres, como lo son en los hospitales y, no tanto, en las oficinas. ¡Capacitemos técnicamente a nuestras muchachas! Que aprendan rápidamente el manejo de las máquinas, que son las otras armas de la victoria popular. ¡Acabemos con la incomprensión, que hace que la mujer no colabore lo activamente que ella anhela, en el frente del trabajo, llenando los huecos hechos por las movilizaciones! La juventud grita, reclama una vez más: ¡Paso libre a la mujer al campo de la producción, que es el campo de batalla de la retaguardia, donde también se gana la guerra!”. 

Ese día fue histórico porque hicieron partícipe a la población de sus reivindicaciones para acabar con la figura del ángel del hogar, de la mujer doméstica y domesticada. La guerra civil brindaba la oportunidad de ejecutar los planes que la agrupación anarcofeminista Mujeres Libres llevaba a cabo desde su creación en mayo de 1935. En tres años la organización sumaba casi 30.000 mujeres afiliadas, dispuestas a romper con la esclavitud del sistema patriarcal, listas para hacer “la revolución dentro de la revolución”, como le gusta decir a Sonia Turón.

Es la presidenta de la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL), que ha editado facsímiles de alguno de los 13 números de la revista que crearon con el mismo nombre, Mujeres Libres, Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch y Gascón. Fue una publicación que nació para cambiar España y sólo las pudo detener una guerra sangrienta y una dictadura. Aquel 8 de marzo de 1938 fue histórico también porque, aunque las miles de personas que abarrotaron el Cinema Monumental no lo sabían, era la última celebración de sus derechos y su lucha. Con Franco se impuso otra mujer, la predicada por Pilar Primo de Rivera y su Sección Femenina, que volvía a reprimirlas en el domicilio y reducirlas al ámbito familiar. Comedida, complaciente, sumisa y depositaria de las esencias de la “España eterna”. Sin posibilidad de un espacio público y político.



Adiós a la revolución

El 8 de marzo de 1939 no quedaba rastro de Mujeres Libres. El proyecto había sido aniquilado, las reclamaciones igualitarias desaparecieron y sus dirigentes estaban en el exilio. Mercedes Comaposada llegó en febrero a Francia y escribió muchos años después, en 1975, un libro titulado Picasso, sobre su relación con el artista y que ahora ha recuperado la editorial Muñeca infinita, con epílogo de la investigadora Laura Vicente.

Lo más desgarrador de esas memorias es el relato del exilio en aquellos primeros días. “Ya en París, Mercedes vivió muchas penurias. Empezar una nueva vida a los treinta y nueve años, sin nada, en un país donde no fueron bien acogidos y en una ciudad pronto ocupada por los nazis influyeron en un carácter que sus compañeras aseguraban que era generoso y cariñoso. El periplo parisino, buscando sobrevivir y conseguir medios de vida seguros, supuso, como afirmaba Sara Berenguer, un cambio de su carácter, que le hizo replegarse en sí misma y consagrarse en gran parte a la obra artística de su compañero”, escribe Laura Vicente. Había que sobrevivir y la revolución murió.

En su extraordinaria investigación Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres (Virus Editorial), la historiadora Martha Ackelsberg (Nueva York, 1946) desvela esa revolución femenina. “Mujeres Libres es una alternativa al individualismo que caracteriza a los movimientos feministas dominantes, de aquella época y de la nuestra”, indica la autora. Ackelsberg se reunió con un importante grupo de supervivientes para construir la parte oral de su ensayo y conoció a Comaposada, en París, en enero de 1982. No le permitió grabar las dos entrevistas que mantuvieron para charlar sobre la organización.

Comaposada pasó varios años organizando y ordenando los documentos de Mujeres Libres con la intención de revivir y reivindicar el movimiento que pudo haber cambiado España. Murió en la capital francesa en 1994 y nadie ha encontrado ese manuscrito. Con la castración franquista, el anarquismo y la liberación de las mujeres tuvo que esperar a la siguiente ola. Para entonces la memoria de Mujeres Libres, aunque trató de recuperarse por la siguiente generación, había desaparecido de la historia de España.


Fuente → eldiario.es

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